domingo, 18 de febrero de 2024

«Perfect Days», de Wim Wenders, o la vida «ordenada».

Las virtudes de la novedad hasta la saciedad o el refugio de la realidad frente a la pesadilla.

 

Título original: Perfect Days

Año: 2023

Duración: 124 min.

País: Japón

Dirección: Wim Wenders

Guion: Takuma Takasaki, Wim Wenders

Reparto: Kôji Yakusho; Arisa Nakano; Tokio Emoto; Yumi Asou; Sayuri Ishikawa; Tomokazu Miura; Aoi Yamada; Min Tanaka.

Fotografía: Franz Lustig.

Música: The Animals, The rolling Stones, Otis Redding, Nina Simone, Lou Reed, Velvet Underground, Patti Smith, Aoki Sakana, The Kinks, Van Morrison.

          Imagino que a quienes hayan visto El caballo de Turín, de Béla Tarr, la propuesta de Wenders no puede sorprenderles, a pesar de ser, ambas, tan diferentes. De la extrema miseria de la película húngara al planteamiento zen de una vida fugitiva que halla en la perfecta repetición de los actos cotidianos una suerte de refugio contra un pasado cuya amenaza solo se insinúa, curiosamente, en las tormentosas pesadillas en blanco y negro en las que solo hacia el final de la película podemos distinguir el torso desnudo de una mujer y poco más. Nada sabemos, pues, del pasado del protagonista y sí todo de su sucinta vida cotidiana vivida en un apartamento modestísimo y ajustada a unos horarios implacables que lo llevan a cada sitio en su justo momento, sin que nada sobre la tierra impida que esas repeticiones se sucedan día tras día, como un seguro emocional que impide ciertos peligros, como la reacción afectuosa a la que cede con su hermana, rica, cuando le dice que han ingresado a su padre en una unidad de paliativos, aunque él diga que no irá a verlo. Todo ello sucede cuando la presencia de su sobrina, que lo tiene como el tío favorito, ha irrumpido en su modesta vivienda, tras haberse escapado de casa, para compartir unos días con él.

          Todo el mundo sabe ya, dada la promoción de la película, que esos días perfectos son la repetición reiterada de un único día, y que, en consecuencia, cualquier variación que altere la rutina ha de considerarse de especial trascendencia. La humilde ocupación del sujeto, limpiar los váteres de diseño esparcidos por algunos parques de Tokio, faena que realiza a plena conciencia, como si el zen guiara sus pasos, porque la iluminación del zen, como el Dios de Santa Teresa, también «anda entre los pucheros», viene a sugerirnos que pueda haber alguna intención expiatoria en la conducta del sujeto, porque, como trabajo, su compañero, un casi idiota magníficamente interpretado por Tokio Emoto, aguanta en él hasta que se harta y lo deja por algo menos desagradable. La novia de su ayudante, que descubre las cintas de casete que el protagonista se pone cada día, nada más arrancar el coche para dirigirse a sus urinarios públicos, forma parte de esas «variaciones» de la rutina que nos llevan al descubrimiento del auge del mercado de segunda mano de casetes que el limpiador conserva desde su juventud y que oye reiteradamente, cada día, construyendo una banda sonora que ha de entenderse en relación con su vida cotidiana. De hecho, la canción de Lou Reed, Perfect Day, sirve para titular la película, aunque perfectamente hubiera servido el Feeling Good, de Nina Simone, cuya audición estremece y permite, en la expresión del personaje, detectar la lucha inmensa entre la conformidad con su presente y ese drama ignoto que se intuye en algún momento de su pasado, y del que no llegamos a saber nada de nada.

          A pesar de que las repeticiones exactas de las jornadas del protagonista puedan sonar a un previsible aburrimiento, no hay más que ver la expresión con que saluda cada nuevo día para darnos cuenta de lo que «realmente», más allá de los horripilantes y vacíos libros de autoayuda, significa vivir el «aquí y ahora»; máxime si, como le ocurre al protagonista, tiene una relación especial con las plantas y los árboles, algo que va bastante más allá del postureo de cierto ecologismo político pernicioso. La comunión del protagonista con la naturaleza es, sobre todo, una comunión respetuosa con los propios seres humanos, con quienes se muestra distante, sí, erigiendo un muro protector a su alrededor, pero también afectuoso. La relación con su sobrina podría ser un ejemplo, pero hay otras en la película, como la que tiene con la dueña del restaurante que frecuenta, quien, por cierto, interpreta una versión en japonés de la canción de The Animals que abre la película, The House of the Rising Sun, auténtica estremecedora, casi como un fado portugués.

          La ciudad de Tokio aparece, también, como otro protagonista de la película, sobre todo porque, a pesar de ser una megalópolis, la selección de espacios, de calles, de paseos, de jardines, etc., nos habla de un espacio a la medida de la persona que los transita, no hay ni pizca de agresividad, aun a pesar de, como se ve en algún plano, circulen los coches a tres alturas por ella. Será, sin duda, que el ritmo pausado, medido, del protagonista es algo así como la vara de medir que nos permite evaluar los espacios entre benéficos o agresivos. Recordemos la pasión por los árboles y la estrecha unión con uno de ellos al que reverencia y al que fotografía cada día para captar todos los momentos «presentes» de un ser vivo que es distinto en cada uno de ellos, aunque sea fiel a su identidad. Es metáfora del protagonista, por supuesto.

          La banda sonora que aportan las casetes del protagonista son una baza importante de la película, porque cada una de las canciones puede y debe ser puesta en relación con la propia vida del personaje. Se trata de canciones que conforman la biografía de alguien nacido a mediados del siglo XX, es decir, en la posguerra japonesa que contribuyó a definir un nuevo Japón, abierto a occidente, como el propio protagonista, a pesar de que acabe viviendo plenamente sus raíces, como lo demuestra la vida zen que se ha fabricado para su profunda estabilidad personal. La austeridad, el compromiso, la lectura, la música y la soledad son elementos que definen una vida «distinta» solo en la medida en que no se ajusta a los desquiciados patrones actuales de la fama, de la celebridad, asentada en la inanidad más absoluta.

           Reconozco que Perfect Days me está gustando más a través de esta crítica que en el momento de verla, aunque en ningún momento me pareció ni pesada ni repetitiva, y sí muy emocionante. El juego de «pisarse la sombra», hacia el final de la película, es una maravilla y una excepción en la perfección de esos días, y es curioso que el tema escogido sean las sombras, las mismas que noche tras noche construyen la pesadilla hermética a la que no nos es dado acceder en ningún momento. De alguna manera, Perfect Days sería algo así como la ilustración de la Lógica de lo peor. Elementos para una filosofía trágica, de Clément Rosset, donde el filósofo insomne sostiene que ser capaces de sobreponerse a la repetición es el verdadero triunfo existencial; del mismo modo que no hacerlo nos aboca a la muerte.

          Aunque una interpretación fundada en el mutismo y en la máxima economía gestual pueda parecer fácil, la labor de Kôji Yakusho no lo es, y él sabe sacarla delante de un modo triunfal. Verlo desenvolverse en acciones tan minúsculas como las de la vida corriente de un hombre reducido a la máxima humildad frente a la incomprensión general con que suele ser acogida por los más cercanas, su potentada hermana la primera, y ver su modo de empatizar con la marginación, como la complicidad con el «loco» que abraza los árboles como si fueran personas, es emocionante. Hay mucha sabiduría existencial en esta suerte de relativo «diogenismo» descubierto por Wenders y tan bellamente filmado. Solo la sinfonía de perspectivas desde las que se nos ofrece la repetición de lo mismo que no existe como tal repetición es en sí una señal de maestría que los espectadores agradecemos en lo mucho que vale, porque el ojo de la cámara es el ojo del protagonista que agradece la constante epifanía de lo real maravilloso. Sí, I feel good, en efecto. En cierto modo, la letra de la canción cantada magistralmente por Nina Simone sería un buen resumen de la historia filmada por Wenders:

Breeze driftin' on by, you know how I feel.

It's a new dawn,

It's a new day,

It's a new life for me, yeah.

It's a new dawn,

It's a new day,

It's a new life for me, ooh,

And I'm feeling good.

Fish in the sea, you know how I feel.

River running free, you know how I feel.

Blossom on the tree, you know how I feel.

It's a new dawn,

It's a new day,

It's a new life for me

And I'm feeling good.

Dragonfly out in the Sun.

You know what I mean, don't you know?

Butterflies all havin' fun, you know what I mean.

Sleep in peace when day is done, that's what I mean.

And this old world is a new world.

And a bold world for me, yeah, yeah.

Stars when you shine, you know how I feel.

Scent of the pine, you know how I feel.

Oh, freedom is mine!

And I know how I feel.

It's a new dawn,

It's a new day,

It's a new life for me.

I'm feeling good!

3 comentarios:

  1. Tal vez para ampliar horizontes en esta película admirable habría que leer un libro clave que estoy seguro que conoce Win Wenders. Me refiero al libro, difícilmente encontrable actualmente y que se titula La felicidad de la pobreza noble de Koji Nakano, cuyo centro espiritual es "vivir con. modestia, pensar con grandeza" que es lo que hace el protagonista en el que se dan conjugadas la simplicidad de su vida y la amplitud de su espíritu. Es un personaje noble que, dentro de su sencillez repetitiva -que no es tal- cuida su espíritu mediante artes analógicas como la fotografía, la música en cassettes, las relaciones humanas con su sobrina o con sus compañeros de trabajo, o con quien juega al tres en raya a distancia. Yo diría que es un samurai adaptado al tiempo presente, que no lleva espada pero su espíritu es poderoso y que todos los que tienen relación con él se dan cuenta de ello. A mí me pareció una película luminosa en la vejez de Win Wenders que refleja precisamente la épica de vivir con modestia y pensar con grandeza.

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  2. Jose, tomo nota del libro, porque estoy seguro de su indudable interés. Tú que has cultivado el zen, convendrás conmigo en la profunda religiosidad de la vida humilde de este hombre cuyo pasado ignoramos, aunque lo entrevemos en sus sueños en blanco y negro. La alegría profunda que suscitan las cosas minúsculas solo está al alcance de quienes han sido educados en un amor a la vida que traspasa cualquier ambición y la generación de cualesquiera expectativas. ¡Es increíblemente complicado ser sencillo!

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  3. He buscado directamente esta película en tu blog, porque estaba segura que la habías visto y de paso he leído esta estupenda entrada tuya, todas tus entradas lo son. Sinceramente JUAN, deberías editar en papel este blog porque vale su peso en oro. No suelo comentarte porque ya sabes que me enrollo como una persiana y me falta tiempo, pero te leo. Hoy te comento esta peli porque la he visto y me ha dejado absolutamente enamorada, hasta el punto de que acabo de hacerle una entrada, menos profunda que esta tuya, con la que coincido plenamente. Me ha gustado esta interpretación tuya de su esmerada dedicación en el trabajo como una forma de redención de ese pasado perturbador del que parece ha huido y que se plasma tan magníficamente en las fotografías en blanco y negro que aporta la estupenda fotógrafa y esposa de Wenders, Donata. Yo lo interpreté como búsqueda del perfeccionamiento continuo que es lo que Hirayama entiendo hace, aspirando a lo que los japoneses llaman Kaizen y que se usa como sistema de mejora en la producción industrial, hacer lo mejor que puedas, lo que sea que hagas, su especial relación con la naturaleza a la búsqueda en esta ocasión de lo que se llama Komorebi, la luz del sol que se filtra a través de las hojas de los árboles y que él intenta capturar con su cámara analógica y que atesora en cajas de lata.. todo son metáforas preciosas de un estilo de vida absolutamente admirable, tienes razón, que difícil es llevar una vida tan mágica como sencilla, menudo aprendizaje tan encomiable nos queda a los que no tenemos la suerte de ser Hirayamas ; ) Un placer como siempre leerte, te dejo AQUÍ por si te apetece echarle un ojo a mi entrada. Mil gracias y un beso… Ah! y mi más sincera enhorabuena por la labor tan maravillosa que haces aquí, de corazón te digo, busca un editor porque aquí se atesoran verdaderas maravillas!!!

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