lunes, 5 de febrero de 2024

«La sociedad de la nieve», de J.A. Bayona y «¡Viven!», de Frank Marshall o la supervivencia épica.

 

Título original: La sociedad de la nieve

Año: 2023

Duración: 144 min.

País: España

Dirección: J.A. Bayona

Guion: J.A. Bayona, Bernat Vilaplana, Jaime Marqués, Nicolás Casariego. Libro: Pablo Vierci

Reparto: Enzo Vogrincic; Agustín Pardella; Matías Recalt; Esteban Bigliardi; Diego Vegezzi; Fernando Contigiani García; Esteban Kukuriczka; Rafael Federman; Francisco Romero; Valentino Alonso; Tomas Wolf; Agustín Della Corte; Felipe González Otaño; Andy Pruss; Blas Polidori; Felipe Ramusio Mora; Simón Hempe; Luciano Chatton; Rocco Posca; Paula Baldini; Emanuel Parga; Juan Caruso; Benjamín Segura; Santiago Vaca Narvaja; Federico Aznárez; Agustín Berruti; Alfonsina Carrocio; Jaime James Louta; Juan Diego Eirea; Jerónimo Bosia; Giselle Douaret; Agustín Lain; Julian Bedino; Federico Formento; Lautaro Martín Bakir; Tea Alberti; Francisco Bereny; Juandi Eirea Young; Santiago Rovito; Lucas Mascarena; Maxi de la Cruz; Juan José Marco; Mariano Rochman;

Esteban Pico; Pablo Tate; Francisco Burghi; Daniel Patricio Antivilio Acuña; Ezequiel Fadel Hinojosa; Nando Parrado; Roberto Canessa; Carlitos Paez.

Música: Michael Giacchino

Fotografía: Pedro Luque


 

Título original: Alive!

Año: 1993

Duración: 123 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Frank Marshall

Guion: John Patrick Shanley. Libro: Piers Paul Read

Reparto: Ethan Hawke; Josh Hamilton; Vincent Spano; Bruce Ramsay; John Haymes Newton; Kevin Breznahan; David Kriegel; Sam Behrens; Illeana Douglas; José Zúñiga; Jack Noseworthy; Christian J. Meoli; Jake Carpenter; Michael DeLorenzo; Danny Nucci; David Cubitt; Gian DiDonna; John Cassini; Michael Woolson; Chad Willett; Richard Ian Cox; Gordon Currie; Ele Keats; Josh Lucas; Silvio Pollio; Nuno Antunes; Michael Tayles;

Steven Shayler; Jason Gaffney; Jerry Wasserman; Michael Sicoly; Diana Barrington; Jan D'Arcy; Frank Pellegrino; Seth Arnett; Aurelio DiNunzio; Fiona Roeske; Tony Morelli; Pat Romano.

Música: James Newton Howard

Fotografía: Peter James.

 

         

La lucha por sobrevivir en el más hostil de los medios: a 4000 metros en la cordillera de los Andes: la determinación de vivir como motor de lo imposible: «si respiro, aún vivo, aún hay esperanza…».

 

 

No tenía especial interés en ver una película cuya historia fue noticia profusa y casi permanente durante muchos años, y prueba de ello es que tampoco me movió, en su momento, a ver la segunda adaptación cinematográfica, ¡Viven!, de Frank Marshall, la primera fue la película mejicana  Supervivientes de los Andes, de René Cardona, escasa de medios, pero muy ajustada a los hechos. Ahora, sin embargo, he visto las dos. Primero la de Bayona, después, por pura curiosidad, la de Marshall. No con el afán de hacer comparaciones absurdas, sino por cuestiones de detalle y por la realización. Luego me encontré con que la «mentalidad» desde la que está concebida cada una de ellas es muy distinta, y desde el propio título lo advertimos: en uno, se pone el acento en la heroicidad de la supervivencia; en el otro en el aspecto de la cohesión grupal que permite hacer frente a circunstancias tan extremas. Aun proviniendo todos los componentes del equipo, Old Christians Club, de un colegio religioso, el Stella Maris, en la película usamericana hay una actitud religiosa casi unánime de la que carece en buena medida la de Bayona. Como se dice en ella, el único dios en el que se cree es cada uno de los compañeros de aventura, porque solo de ellos depende la supervivencia.

          Todo el mundo conoce la historia, luego huelga el resumen. He tenido la curiosidad de acceder a las narraciones de los dos expedicionarios que, en una hazaña digna de los anales de la lucha contra la montaña, protagonizaron Nando Parrado y Roberto Canessa. Sobre todo, la narración de este último, disponible en YouTube, es especialmente emotiva y desacomplejada, y supone una lección de vida que conviene escuchar con suma atención. El usa, mucho antes del libro de Pablo Vierci la expresión «sociedad de la nieve», nacida entre los supervivientes cuando luchaban por sobrevivir. Gracias a esa solidaridad básica lo lograron, y también gracias a la determinación de los dos caminantes que se lanzaron a una aventura con afortunado final feliz. En ¡Viven!, sin embargo, no aparece el caballista, un pastor llamado Sergio Catalán,  que fue determinante para, en una galopada de unos ochenta quilómetros, avisar a las autoridades de que había supervivientes del vuelo siniestrado.

          Mientras que en la película usamericana, ¡y ya es curioso!, hay un buen retrato de las penalidades sufridas por los jóvenes, la película de Bayona es de un realismo fidefigno del que carece la de Marshall. Digamos que en la cuestión de la fidelidad a los hechos está la clave que separa a una de otra. En la de Marshall apenas hay evolución física, o muy leve, en los personajes. En la de Bayona hay, literalmente, una transformación total, conseguida a partir de las dietas restrictivas de los actores, que los llevó al adelgazamiento consuntivo, y del trabajo de maquillaje, que se extiende, con los efectos especiales, al impresionante trabajo que nos ofrecen planos de las heridas con una verosimilitud que sobrecoge el ánimo considerar lo que hubo de ser vivir aquel infierno blanco con aquellas heridas descomunales. Ambas películas, sin embargo, se han abstenido de mostrarnos en toda su crudeza los peores momentos vividos, que los protagonistas guardan para sí por respeto a sí mismos y a quienes no sobrevivieron y les sirvieron de alimento con parte de su carne congelada, para sobrevivir tantísimo tiempo en condiciones tan terribles como las que Bayona y su equipo han sabido rehacer para sobrecogernos a todos los espectadores del mundo. El reparto, en su mayor parte de actores sudamericanos, es absolutamente fiel, en la medida de lo posible, a los protagonistas reales de la historia. Y el director ha tenido mucho cuidado en incorporar a sus planos el calco de las fotos que se conservaron de aquella terrible aventura extrema en la que, como repetía Canessa, no sabías si al día siguiente seguirías con vida, y pone como ejemplo una de las secuencias más impactantes de la película: la del alud que los entierra ¡dentro de los restos del fuselaje del avión!, que ellos creían tan seguro, aunque lo único que los protegía era una pared de maletas que los separaba de los entre treinta y cuarenta grados bajo cero que había al otro lado de ese muro de valijas. El solo pensamiento de pasar ni tres horas en esas circunstancias amedrentan al más valiente, de ahí que la tremenda odisea de pasar 72 días se nos haga inconcebible.

          Ambas películas son parecidísimas en el aterrizaje forzoso, si bien los efectos especiales han progresado de tal manera que la película de Bayona sale ganadora en lo que a los aspectos catastrofistas de la película se refiere. Por otro lado, Bayona ha rodado parcialmente en el espacio donde cayó el resto del avión que quedó partido en dos, hoy llamado El valle de las lágrimas, en honor a quienes perecieron y sobrevivieron. Marshall rodó en las Rocosas y Bayona montó el set principal de su rodaje en Sierra Nevada. En ambos casos, sin embargo, la sensación de estar tan solos en aquella terrible y maravillosa cordillera andina como si lo estuvieran en la luna, está brillantemente conseguido. Mientras la veía, y dado el afán con que aprovechan el calor del sol mientras brilla sobre su dominios helados, me vino a la memoria unos versos de juventud relativos al funcionario que yo era «medio atónito y griposo / que apura el tibio sol / como el logro más grandioso». Y sí, después del alud que los sepulta, cuando han conseguido «trepar» para salir de sus ataúdes de hielo, que deja varios muertos en el acto, asfixiados y congelados, cuando el ruido desaparece y logran abrir un agujero en la nieve helada: se cuela el sol por él y reviven todos, y lo ensanchan para salir a dejarse bañar por los rayos de la vida e ir recuperando la mucha que les quitó el alud.

          Puede hablarse mucho de las discusiones filosófico-religiosas que tienen, y, sobre todo, las divisiones que genera en todos la decisión de alimentarse de los cuerpos helados de sus compañeros de viaje: todo ello, sin embargo, es casi secundario en la película y está tratado con una delicadeza tal que resultan más crudas las palabras para hablar del acto que el propio acto en sí, lo cual es muy de agradecer.

          Confieso que me puse a verla llevado también por el recuerdo de aquel otro drama natural que fue Lo imposible, también basado en un hecho real y cuya realización fue supervisada por la propia protagonista real de los hechos. Allí como en este, Bayona tiene una suerte de especial sensibilidad para hacerse cargo de los dramas interiores que experimentan los personajes en medio de una situación extrema. Es imposible no recordar la reflexión que hace, creo que Parrado, cuando oyen por la radio que han dejado de buscarles: «Una excelente noticia: ahora todo depende de nosotros». Salir de la incertidumbre de si los buscan y si podrían encontrarlos acabó siendo el motor que marca el intento heroico de supervivencia. En la película no se habla de la posible distancia a la que se encuentren ya de Argentina, de Mendoza, ya de Chile, pero los protagonistas se orientan hacia el oeste, por donde se pone el sol, para dirigirse a Chile. Los cálculos que hacen in situ hablan de unos setenta quilómetros, «¡cien mil pasos!», recuerda Canessa, y ese era el reto, darlos todos, uno tras otro. Muchos alpinistas experimentados confiesan la heroicidad de realizar ese recorrido con las condiciones tan precarias como las de los expedicionarios, a quienes los guiaba no solo su propia salvación, sino la de los supervivientes que habían formado «la sociedad de la nieve», unida de un modo indisoluble hasta el fin de sus vidas, porque lo compartido iba más allá de todo lo imaginable.

          Pues sí, la película compite, por sus propios méritos en los Oscar; pero confieso que la representación española para la mejor película extranjera hubiera debido ser Cerrar los ojos, de Erice, cine cine a años luz del legítimo cine espectacular de la cinta de Bayona, tan legítimo como el otro, por supuesto, pero los buenos entendedores me habrán captado en el acto.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo en que Cerrar los ojos es cine de otra dimensión, pero la apuesta de Bayona es muy interesante y pensada para los óscar. Leí tu artículo sobre la película de Erice y me gustó mucho. Como este. Fui con Rosa Mari a verla - La sociedad de la nieve- y apenas pudo respirar durante la proyección. A mí me cansó algo porque sabía qué iba a pasar.

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    1. El caballista hubiera debido tener más atención, pero bien está lo que bien acaba. La experiencia, ultra más allá de lo insufrible...

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