miércoles, 14 de febrero de 2024

«‘Beau’ Brummell», de Curtis Bernhardt o el preciosismo biográfico.

 


La vida de Beau Brummell, el Petronio inglés de un apabullante Peter Ustinov como Príncipe de Gales.

 

Título original: Beau Brummell

Año: 1954

Duración: 113 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Curtis Bernhardt

Guion: Karl Tunberg. Obra: Clyde Fitch

Reparto: Stewart Granger; Elizabeth Taylor; Peter Ustinov; Robert Morley; James Donald;  

James Hayter; Rosemary Harris; Paul Rogers; Noel Willman; Peter Dyneley; Charles Carson; Ernest Clark; Peter Bull; Mark Dignam.

Música: Richard Addinsell

Fotografía: Oswald Morris.

 

 

          Pues ya había visto y criticado dos excelentes películas de Bernhardt, Retorno al abismo y La egoísta, con Bogart y Bette Davis, respectivamente, como para no ceder a la tentación de este retrato de época interpretado por un actor que no está entre los míos predilectos, Stewart Granger, pero que aquí da el do de pecho y cumple a la perfección, en dura pugna con una excelsitud de actor como es Peter Ustinov, perfecto en el papel de Príncipe de Gales, futuro Jorge IV,  y con un timbre de voz notablemente parecido a quien hizo de Príncipe de Gales en The Crown, Josh O’Connor. Hasta esta mañana no he comprobado que se trataba de la biografía de un personaje real, aunque la película lo daba a entender, por la realeza británica aludida y por la presencia de Lord Byron, amigo del prototipo del dandy, modelo de otros por venir.

          La historia de George Bryan Brummell, tan elegante en buena parte de su triunfo como patética en su triste final, que la película de Bernhardt «maquilla» notablemente, ha tenido cierto éxito en el cine, algo que ni siquiera imaginaba, porque desconocía absolutamente todo lo relacionado con este personaje histórico, sin duda porque, físico obliga,  soy más del gañan style que del dandismo. Hay una película muda de 1924, El árbitro de la elegancia, de Harry Beaumont, interpretada magníficamente por John Barrymore y con un desarrollo más ajustado a la historia, prisión de sus últimos días incluida y un juego de presencias evanescentes de sus días de triunfo cuando la locura por la sífilis se ha apoderado de él. Hay otra, argentina, El hermoso Brummel, de Julio Saraceni, cómica, que juega con el equívoco de tomar a su criado por el bello Brummell en su huida a Escocia cuando cae en desgracia ante el Príncipe de Gales y, tan «recientemente» como en 2006, se rodó para la BBC Beau Brummell: Un hombre encantador, de Philippa Lowthorpe, muy centrada en la vertiente de la moda, con un exceso de interiores y con el triunfador de Downton Abbey, Hug Bonneville en el papel de Príncipe de Gales, que queda bastante lejos del despliegue de producción de la película de Bernhardt.

          El inicio, una parada militar del regimiento de húsares que dirigía el Príncipe de Gales, en el que Brummell se exhibe con cierto descaro y se planta ante el Príncipe, quien manda arrestarlo, dará paso a 8una historia de amor con una bellísima Elizabeth Taylor y a una fidelísima historia de amistad entre el dandi y el Príncipe, de naturaleza obesa y amante no solo del buen yantar, sino también del sexo al por mayor, el juego y cualquier capricho propio de su personalidad voluble y algo infantiloide, a juzgar por cómo aparece en la película, pero, en la realidad, se trataba de un hombre formado, amante d ela lectura, del conocimiento y, sobre todo, de la música, algo que si aparece en el retrato de la película. Brummell, por su parte, coincide con el Príncipe, ambos se llaman George, en una exquisita formación en Eton y en Oxford, dondme adquirió fama de bon vivant y, sobre todo, lo más apreciado en los círculos cortesanos: ser un hombre de ingenio, del que en la película se dan muestras casi constantemente, además del sólido temperamento de triunfador en el trivial arte del triunfo social por el aspecto. La comparación con Petronio, el famoso «árbitro de la elegancia» en la Roma de Nerón, viene al talle y al pelo, sobre todo al pelo, porque el dictado de Brummell iba desde el peinado natural que destierra los clásicos pelucones, hasta el uso del pantalón de color oscuro que destierra los bombachos y las medias, amén de unas medidas de higiene personal que, en su caso, ni siquiera desdeñan los famosos baños en leche al estilo de Cleopatra.

          La película, con un tecnicolor muy marcado que pone de relieve el suntuoso vestuario creado para la película según la moda de aquel tiempo, se aúna con una puesta en escena lujosa que recrea los barrocos escenarios recargados propios de la corte inglesa. De hecho, nos llamó la atención, durante el rodaje, las referencias a Brighton, pero luego supe, por la información, que el Príncipe de Gales fue el responsable de la creación del Royal Pavillion de Brighton, de inspiración oriental, una de sus principales atracciones turísticas, como tuvimos oportunidad de comprobar un verano de hace muchos años.

          Hacía falta un actor de buena planta —aunque Brummell se jactaba de no haber hecho en su vida ejercicio físico alguno— y un aire de afectada superioridad para dar verosimilitud al personaje, algo que Stewart Granger consigue, del mismo modo que cuando cae en desgracia y ha de huir a Calais para evitar ser llevado a la cárcel por sus acreedores —algo que no podría evitar con los acreedores franceses, porque Brummell vivió siempre, incluso en sus días de triunfo, absolutamente endeudado, pero protegido por su amistad con el Príncipe— consigue transmitir la congoja y el miedo a la pobreza que forzosamente se apodera de él, teniendo que vivir en una mísera alcoba donde, al parecer, perdida la razón, «representaba» los festines con que salía agasajar a sus nobles invitados.

          Como la vida exitosa de Brummell apenas dura una decena de años y está envuelto en no pocas intrigas de su época, como el intento del Príncipe de declarar loco a su padre para poder sucederle en el trono, lo que consigue en parte, convirtiéndose en Regente, muy marcado por los políticos del Parlamento, la película transcurre, propiamente, a uña de caballo, y echamos en falta cierto reposo para «asentar» la personalidad del protagonista, a quien poco menos que se define desde el principio, cuando abandona el ejército y se con vierte en el amigo íntimo y consejero del Príncipe, sin que, de su rico anecdotario, sobrevivan algunas muestras como la de limpiar las botas con cava o no quitarse el sombrero ante nadie para no descomponer su estampa. Dado ese vértigo narrativo, es muy posible que, en nuestros días, el personaje dé más de sí para una serie, que solo los británicos pueden hacer, dada su tradición, que para una película. Tengamos presente que Brummell heredó una fortuna de su padre y que la empleó en instalarse como un noble; que gastó un capital en el juego y que nunca consideró que endeudarse fuera algo que no debía hacer un caballero como él, con tan buenas relaciones que le servían casi como aval, hasta la llegada de los malos tiempos, en los que todos los acreedores se volvieron pulgas para el can despreciado.

          La película de Bernhardt satisfará a todos los aficionados al cine histórico, no solo por la riqueza de medios empleados para la producción, sino por las interpretaciones, entre las que no se ha de desdeñar, aunque sea breve, la del padre loco del Príncipe de Gales, Jorge III, interpretado por ese gran secundario que fue Robert Morley, si bien ya hemos dicho que Ustinov y Granger componen un hermoso duelo interpretativo que se gana nuestro favor.

          El personaje de Brummell me ha parecido tan rico, que bien merecería la pena que alguien con buen ojo comercial promoviera una serie sobre él, porque estoy seguro de que la fortuna lo favorecería. Una serie permitiría entrar en detalles muy interesantes sobre el personaje que el metraje de una película, por extenso que sea, ha de despreciar. Si tenemos en cuenta, además, lo que pudiera dar de sí la aparición de una figura como Lord Byron o el paralelismo evidente entre el final de la vida de Brummell y Oscar Wilde, esa particular «anatomía del dandismo» pudiera ser de notabilísimo interés.

 

         

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