La maldad se revuelve entre cuatro
paredes o Ann Baxter se come al reparto: Semilla
de Odio, una obra poco conocida, pero interesante, de John Brahm y André
de Toth, entre otros.
Título original: Guest in the
House
Año: 1944
Duración: 121 min.
País: Estados Unidos
Director: John Brahm, André De Toth
Guion: Ketti Frings (Obra:
Dale Eunson, Hagar Wilde)
Música: Werner Janssen
Fotografía: Lee Garmes (B&W)
Reparto: Anne Baxter, Ralph Bellamy, Aline MacMahon, Ruth Warrick,
Scott McKay, Marie McDonald,
Jerome Cowan, Margaret
Hamilton, Percy Kilbride, Connie Laird.
Al parecer, no solo intervinieron las manos de los dos
directores reseñados en el título, sino también las de John Cromwell y Lewis
Milestone, aunque ignoro en qué menesteres y con qué alcance. En cualquier caso,
la película tenía una dirección inicial de 121 minutos, como se indica en la
ficha, pero la versión que me llega en DVD apenas llega a la hora. Hay por el
camino, pues, una jibarización cuya paternidad no está clara. Lo que sí he
leído, el Trivia de IMDB es una
maravilla al respecto, es que la película se reestrenó con otro título, Satan in skirts (Satán con faldas), acaso buscando un mayor efectismo que pudiera
atraer al público, frente al anodino con que originalmente se estrenó: Guest in the house (Invitada en la casa).
Semilla de odio tenía todas las condiciones
para haberse convertido en un clásico del cine psicológico, a medio camino
entre el relato de terror y el de serie negra, sobre todo por el uso del blanco
y negro, pero se quedó en una película interesante en la que algunas
debilidades del guion no ensombrecen, sin embargo, un desarrollo dramático
bastante afortunado, que tiene su culminación en la noche de tormenta en que la
protagonista, una medida Ann Baxter, se queda sola en casa y, entre el ulular
del viento, las ráfaga de lluvia y las puertas y ventanas que se baten, lejos
de atemorizarse por el estallido de fuerza natural, se dedica a celebrar su
triunfo; haber expulsado a las dos mujeres que le hacían sombra en su objetivo
de conseguir la atención plena del pintor comercial que vive en la casa,
hermano de su prometido, a quien intenta seducir por todos los medios, aun
estando como invitada en casa en su condición de prometida del hermano del
pintor, un doctor del que se deshace para que se vaya a estudiar para poder
acabar su carrera y mantenerla con un nivel de bienestar como el de la casa
donde se ha metido y donde es acogida con gran amabilidad por todos los
residentes, aunque, nada más llegar, cuando se le acerca la hija del pintor e
intenta darle un beso en la cara, en la escalera, un “¡no me toques!” seco e
histérico de la joven enferma resuena como un nublado que electriza al
espectador -acabamos de conocer a la joven-, quien se frota las manos con lo
terrible por venir. Lo cierto es que este papel de Baxter, que ya venía de
haber rodado con Welles El cuarto
mandamiento, muy probablemente la impulsó para que le concedieran el que le
supuso el reconocimiento total en Eva al
desnudo. Aquí, como allí, la doblez, la hipocresía y la capacidad de
subyugación actúan como poderosa herramienta para torcer voluntades e imponer
sus manías y sus caprichos. No es extraño que la secuencia de la tormenta tenga
tanto de aquelarre de la naturaleza, de conjura demoniaca de las fuerzas de la
naturaleza para celebrar un poder telúrico que le permite erigir su reino de
maldad en una casa sobre la que quiere forjar su dominio sobre quienes la
rodean. Aunque la invitada llega como una enferma que ha de recuperarse de una
dolencia de orden físico, enseguida se advierte que su problema es mental,
sobre todo a partir de la fobia desmedida que le tiene a los pájaros, en una
anticipación del clásico de Hitchcock más que curiosa. Cuando la hija del pintor
va a la habitación de la invitada para enseñarle el pájaro que cría, dentro de su jaula, el grito horrorizado de la
invitada despierta a toda la familia y es, en ese momento, en el que el pintor
comienza a desarrollar un papel protector que en ningún caso puede ser
confundido con una predisposición amorosa, aunque ella, Evelyn, hará lo
imposible por torcer aquella para rendirlo a sus pies y, en persecución de ese
objetivo, logrará que la modelo que comparte el veraneo con ellos, al servicio
del pintor, se vaya y que así mismo logré, mediante una cuña fatal, dividir al
matrimonio, momento en el que la mujer, impotente ante los sinuosos recursos “satánicos”
de la invitada, decide dejar el campo libre y se marcha con su hija. Llegados a
ese extremo, y cuando la victoria parece que vaya a coronar la empresa malvada
de Evelyn, el pintor, un Ralph Bellamy muy puesto en su papel de hombre
confortador, recapacita y se va en busca de su esposa y de su hija, una Ruth
Warrick bellísima -quien debutó, por cierto, nada menos que en Ciudadano Kane, de Welles- que borda
escenas de intimidad familiar con su marido, incluso algunas con insinuaciones
sexuales muy graciosas. Ha de considerarse que cuando llega la invitada, ambos
esposos Proctor disfrutan poco menos que de una suerte de luna de miel en las
vacaciones en casa de la tía Aunt, Aline MacMahon, la rica tía de los Proctor,
y dueña de la casa, que tiene un importante papel en el súbito desenlace de la
película, lo que nos da a entender que, por ahí debió de aparecer la tijera
para “podar” esos 21 minutos que no han llegado a las recientes ediciones en vídeo, y de los que ignoro si ya
desaparecieron en el reestreno con el título cambiado. En cualquier caso, y
aunque no haya llegado a obra maestra, la película se ve con interés, y no solo
arqueológico, aunque tenga algo de sitcom,
por la reiteración del escenario, lo que le da un aire eminentemente teatral a
la narración. Y, por supuesto, la noche de la tormenta sí que puede incluirse
en una buena antología de escenas clásicas de todos los tiempos. El desenlace, muy
apresurado, aunque justificado, deja un poco frío al espectador, pero ya se
entiende que los productores, guionistas y realizadores estuvieran deseando
desembarazarse cuanto antes de semejante incordio en el seno familiar idílico
en que aparece un buen día, traída por el hermano y sobrino, doctor, que piensa
más, parece, en encargarse médicamente de ella que en amarla con la pasión con
que no hay duda de que la ama, aunque esté ciego a su verdadera personalidad y
no dude en creerla cuando poco menos que acusa al resto de la familia de querer
volverla loca.
Muy buena reseña y crítica.La versión de YouTube es de 136 minutos.
ResponderEliminarGracias por la información. Me alegro de que le haya gustado y de que se haya tomado la molestia de entrar para decírmelo. Un saludo cordial.
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