miércoles, 9 de septiembre de 2015

"Inside Out" o la psicología (elemental) animada


                        


Del revés o la banalización entretenida de la psicología, nivel básico…


Título original: Inside Out 
Año: 2015
Duración: 94 min.
País:  Estados Unidos
Director: Pete Docter, Ronaldo Del Carmen
Guión: Michael Arndt (Historia: Pete Docter)
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Animation
Reparto: Animation

            En estos tiempos casi banalmente psicologizados, con los libros de autoayuda (denominación oximorónica, por cierto)  encabezando las listas de best-sellers de no ficción, no podía tardar en llegar una traslación fílmica desde la perspectiva de la animación. Del revés es un intento de objetivar ciertos impulsos, convirtiéndolos en personajes de una personalidad plana, para intentar hacer reír al auditorio con algunos chistes elementales y también excesivamente previsibles. Se diría, si fuera narrativa literaria, que se trata de un cuento alargado, de una situación en principio bastante ingeniosa, pero que da poco de sí. La indefinición del público al que se dirige es otro de los lastres de la película. Al pase al que asistí, dominaban los veinte y treintañeros logsianos y no había un solo niño, pero mucho me temo que esa haya sido la tónica general. La factoría Pixar cuenta en su haber con grandes éxitos en el cine de animación, aunque debería decirse en el cine cine, sin adjetivos, porque  Up (2009) o Wall-E (2008) son, sin duda, obras maestras del cine.
         Con una mínima anécdota argumental, el traslado de residencia de un matrimonio con hija única, Riley, y lo que para esta va a suponer un cambio tan radical en su vida, en el momento de transición de la niñez a la pubertad, la película trata de reflejar esa crisis que sufre la protagonista. El viejo recurso medieval de la alegoría funciona a pleno rendimiento para personificar las emociones y arrancar de los espectadores algunas risas justificadas, porque la construcción de ciertos gags es excelente. Contribuye a hacer cercanos al espectador los personajes el dibujo de los mismos como ordinary people, sin embellecimientos ni correcciones políticas innecesarias. Que Alegría, en el bando de las emociones, sea la que lleve el peso de la responsabilidad en el panel de mandos cerebral desde donde se le envían a la protagonista las reacciones pertinentes, es una treta excelente para destacar el magnífico protagonismo de Tristeza, quizás la más efectiva, narrativamente, de las emociones, con ese hermoso azul apagado del “blue” inglés. Porque a cada emoción le corresponde un color, salvo a Alegría que se nos presenta color carne (blanca, claro).
         Como casi la mayor parte de la película transcurre en el interior de Riley, y desde esas reacciones básicas comprendemos los riesgos a los que se expone, hay un momento, particularmente largo, en el que la metáfora del tren que no se puede dejar escapar para no hundirse en la melancolía, se vuelve una suerte de tour de force narrativo en que Alegría y Tristeza se alían para evitar esa “caída” irremediable de Riley en la depresión. Que ambas emociones se alíen en vez de luchar una contra otra es, para mí, lo más “profundo” de la película, si bien la concepción algo chata de cada una de ellas y el exceso de escenas “de persecución” le reste algo de enjundia a un planteamiento en principio atractivo.
         La película, con todo, se ve con gusto y, salvo alguna prolijidad, incluso puede considerarse divertida. La puesta en escena de los marcos vitales de Riley es determinante para explicar el proceso interior de sus emociones, y ahí sí que en Pixar han sabido crear una ambientación sobresaliente. La ley de los contrastes entre lo perdido y lo que aún no se sabe que se posee funciona con tanta precisión como las respuestas emocionales desde el puesto de mando. Un entretenimiento sin más, ¡que no es poco!

                                   

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