Del revés o la banalización entretenida de la
psicología, nivel básico…
Título
original: Inside Out
Año:
2015
Duración:
94 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Pete Docter, Ronaldo Del Carmen
Guión:
Michael Arndt (Historia: Pete Docter)
Música:
Michael Giacchino
Fotografía:
Animation
Reparto:
Animation
En estos tiempos casi banalmente
psicologizados, con los libros de autoayuda (denominación oximorónica, por
cierto) encabezando las listas de
best-sellers de no ficción, no podía tardar en llegar una traslación fílmica desde la perspectiva de la animación. Del
revés es un intento de objetivar ciertos impulsos, convirtiéndolos en
personajes de una personalidad plana, para intentar hacer reír al auditorio con
algunos chistes elementales y también excesivamente previsibles. Se diría, si
fuera narrativa literaria, que se trata de un cuento alargado, de una situación
en principio bastante ingeniosa, pero que da poco de sí. La indefinición del
público al que se dirige es otro de los lastres de la película. Al pase al que
asistí, dominaban los veinte y treintañeros logsianos y no había un solo niño, pero
mucho me temo que esa haya sido la tónica general. La factoría Pixar cuenta en
su haber con grandes éxitos en el cine de animación, aunque debería decirse en
el cine cine, sin adjetivos, porque Up (2009) o Wall-E (2008) son, sin duda, obras maestras del cine.
Con una
mínima anécdota argumental, el traslado de residencia de un matrimonio con hija
única, Riley, y lo que para esta va a suponer un cambio tan radical en su vida,
en el momento de transición de la niñez a la pubertad, la película trata de
reflejar esa crisis que sufre la protagonista. El viejo recurso medieval de la
alegoría funciona a pleno rendimiento para personificar las emociones y
arrancar de los espectadores algunas risas justificadas, porque la construcción
de ciertos gags es excelente. Contribuye a hacer cercanos al espectador los personajes
el dibujo de los mismos como ordinary
people, sin embellecimientos ni correcciones políticas innecesarias. Que
Alegría, en el bando de las emociones, sea la que lleve el peso de la responsabilidad
en el panel de mandos cerebral desde donde se le envían a la protagonista las
reacciones pertinentes, es una treta excelente para destacar el magnífico
protagonismo de Tristeza, quizás la más efectiva, narrativamente, de las
emociones, con ese hermoso azul apagado del “blue” inglés. Porque a cada
emoción le corresponde un color, salvo a Alegría que se nos presenta color
carne (blanca, claro).
Como casi
la mayor parte de la película transcurre en el interior de Riley, y desde esas
reacciones básicas comprendemos los riesgos a los que se expone, hay un
momento, particularmente largo, en el que la metáfora del tren que no se puede
dejar escapar para no hundirse en la melancolía, se vuelve una suerte de tour de force narrativo en que Alegría y
Tristeza se alían para evitar esa “caída” irremediable de Riley en la
depresión. Que ambas emociones se alíen en vez de luchar una contra otra es,
para mí, lo más “profundo” de la película, si bien la concepción algo chata de
cada una de ellas y el exceso de escenas “de persecución” le reste algo de
enjundia a un planteamiento en principio atractivo.
La
película, con todo, se ve con gusto y, salvo alguna prolijidad, incluso puede
considerarse divertida. La puesta en escena de los marcos vitales de Riley es
determinante para explicar el proceso interior de sus emociones, y ahí sí que
en Pixar han sabido crear una ambientación sobresaliente. La ley de los
contrastes entre lo perdido y lo que aún no se sabe que se posee funciona con
tanta precisión como las respuestas emocionales desde el puesto de mando. Un
entretenimiento sin más, ¡que no es poco!
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