martes, 8 de agosto de 2017

El soft-noir primerizo de Mankiewicz: “Solo en la noche”.


Hechuras de clásico A con reparto de serie B y una trama digna de las complicaciones de Hammett: Solo en la noche o la poderosa atracción de la amnesia como estrés postraumático bélico. 

Título original:  Somewhere in the Night
Año: 1946
Duración: 110 min.
País:  Estados Unidos
Director: Joseph L. Mankiewicz
Guion: Howard Dimsdale, Joseph L. Mankiewicz
Música: David Buttolph
Fotografía: Norbert Brodine (B&W)
Reparto: John Hodiak,  Nancy Guild,  Lloyd Nolan,  Richard Conte,  Charles Arnt, Richard Benedict,  Whit Bissell,  Clancy Cooper.


Mankiewicz es, casi por definición, un amante de las tramas complejas, largas y llenas de golpes de efecto, y lo fue en todas sus épocas, desde los inicios, como la presente, hasta La huella, la última. Otra cosa es que a los espectadores no les permitiera respiro o que buena parte de ellos saliera del cine intentando confirmar, a menudo en vano, quién era quién o qué hizo cada cual en cada momento de la historia. Vaya por delante que veinte años más tarde, Delbert Mann dirigió La mujer sin rostro, teniendo bien presente esta película de Mankiewicz, no solo por el uso de la cámara subjetiva inicial, mucho más intenso en Mann, sino por el recurso de la amnesia para reconstruir una identidad que no resulta especialmente grata ni decorosa. Mankiewicz trabajó con una pareja de actores, John Hodiak y Nancy Guild que tenían todas las trazas de “comerse el mundo”, pero que no llegaron a lo más alto del estrellato, aunque condiciones, como se aprecia en esta película no les faltaban. La presencia de Richard Conte, con la elegancia innata y un saber estar en la escena propios de los grandes, complementa el reparto protagonista que tiene unos secundarios de lujo, como el “mentalista” Fritz Kortner, Anselmo o Doctor Oracle en cuyo cartel anunciador se incluye entre sus habilidades parapsicológicas o videncias varias el psicoanálisis…, no sé si como broma o como reflejo de una época en la que la “ciencia de la palabra” aún, popularmente, podía confundirse con la charlatanería. Desde que conocemos al militar George Taylor, a quien, habiéndole rehecho la cara por los efectos de una bomba, licencian del ejército sin que sepa él de sí mismo más que su propio nombre, o al menos el que consta como tal en el Ejército, iniciamos una desesperada persecución policiaca de un tal Larry Cravat, que es la referencia a la que accede tras saber que su última residencia fue en un hotel de Los Ángeles. Poco a poco ese nombre acabará convirtiéndose en una realidad fundamental para determinar quién es realmente el ser que habita en el cuerpo del amnésico. La indagación y el contacto con muy diversos personajes, no todos ellos friendly people, pone en alerta al personaje y también a los espectadores de que algo no muy limpio hay en el pasado del protagonista. Mi duda es si seguir ampliando la trama para dar a entender algo que, se ve venir desde el comienzo de la película, porque es la primera hipótesis que el habituado a los thriller suele emitir: “se busca a sí mismo”, como Edipo. No digo ni que sí ni que no, porque, en última instancia, de lo que se trata es de qué haya hecho la persona a quién busca con franca desesperación que tiene mucho de dolor moral y de temor legal. Lloyd Nolan, que, en función de detective, completa el cuarteto protagonista, se permite una cierta ironía, muy de Mankiewicz, y aun diríamos que de Hitchcock, sobre la falta de propiedad caracterológica del personaje por el hecho de no usar sombrero, como le pone de manifiesto la amiga del dueño del bar y rendida enamorada del extraño al que acoge en su casa después de haber sufrido una violenta paliza por no haber podido explicar ni quién es George Taylor, ni quién Larry Cravat ni qué relación tenía el primero con el segundo. Lo bueno de la trama es que, los pasos que va dando George Taylor lo van haciendo encajar poco a poco en la vida de Larry Cravat, como si, inconscientemente, fuera él solo encajando todas las piezas del puzle en que se convierte la historia de su personaje. A ello contribuye, no lo olvidemos, que los cirujanos tuvieron que recomponerle el rostro por efecto de una granada que explotó muy cerca de él. Así pues, sin ser reconocido por nadie, ni reconocer él tampoco a nadie, los extremos parecen acercarse indefectiblemente hasta ensamblarse en la solución del misterio. Nada falta en la película, por parte de la dirección, para que la consideremos un ejercicio brillante de cine negro, y desde la música hasta la fotografía tenebrosa, pasando por los ambientes nocturnos, los matones de manual o el botín de marras, de dos millones de dólares en este caso, todo encaja para que podamos considerar esta película de Mankiewicz como una brillante muestra del género. El hecho de haber rodado con una pareja casi desconocida confiere a la cinta unas dosis de verosimilitud muy notable, y aunque Hodiak no es dueño de muchos registros, los que exhibe bastan y sobran para cumplir con su cometido. Nancy Guild, por su parte, en el estilo de Gene Tierney, pero algún escalón por debajo, bellísima, no solo le da una excelente réplica, sino que le roba el protagonismo en cualquier escena en la que aparezcan juntos.  Finalmente, hay un pequeño misterio acerca de una película de Mankiewicz que aparece en su filmografía como rodada en el mismo año que esta, 1946: Backfire, de la que únicamente se sabe que trabaja Richard Conte en ella. Algún crítico usamericano sostiene que posiblemente se trate de otro título para Solo en la noche, pero, a ciencia cierta, no me ha sido posible determinar si ello es así o si, en efecto, rodó otra con ese título. Que “el tiro le salga por la culata” al protagonista de Solo en la noche sería una manera pedestre de entender el desenlace de la trama, pero, aun así, podría ajustarse a lo que se cuenta en la película. En fin, investigadores tendrá este séptimo arte que acaso nos resuelvan el misterio. De momento, lo que han de saber los espectadores es que se trata de una película muy notable, a la altura de la obra posterior de quien llegó a ser Joseph L. Mankiewicz.

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