viernes, 22 de diciembre de 2023

«Te estoy amando locamente», de Alejandro Marín y «Bajo terapia», de Gerardo Herrero o la renovación del cine español comercial y comprometido.

Título original: Te estoy amando locamente

Año: 2023

Duración: 107 min.

País: España

Dirección: Alejandro Marin

Guion: Carmen Garrido Vacas, Alejandro Marin

Reparto: Ana Wagener; Omar Banana; Alba Flores; Jesús Carroza; Carmen Orellana; La Dani; Manuel Morón; Lola Buzón; Mari Paz Sayago; Pepa Gracia; Carlos Bernardino; Alicia Moruno; Ignacio de la Puerta; Eloína Marcos; Enara Prieto; Alex de la Croix; Mar Cambrollé; Nacho Gómez; Úrsula Díaz Manzano; Antonio Sides; Oriol Vila.

Música: Nico Casal

Fotografía: Andreu Ortoll.

 


Título original: Bajo terapia

Año: 2023

Duración: 93 min.

País:  España

Dirección: Gerardo Herrero

Guion: Gerardo Herrero. Obra: Matías del Federico

Reparto: Alexandra Jiménez; Fele Martínez; Malena Alterio; Juan Carlos Vellido; Antonio Pagudo; Eva Ugarte.

Música: Paula Olaz

Fotografía: Juan Carlos Gómez.

 

Los comienzos de la lucha por la libertad sexual y una comedia inteligente sobre el machismo: dos retratos, de época y de siempre, necesarios.

 

          Dos películas muy recientes, de muy distinta factura, pero atentas a la reivindicación de derechos y a la condena de lacras como la violencia en contra las mujeres en el seno de la pareja. Un autor que debuta, Alejandro Marín y un autor muy consolidado, Gerardo Herrero, cuya faceta de productor es bastante más exitosa, a mi modesto entender, que la de director. En este caso, sin embargo, se le planteaba a Herrero un reto monumental: llevar a la pantalla la obra del escritor argentino Matías del Federico, con lo que estas trasposiciones de las tablas al plató tienen siempre de dificultad. Herrero las ha superado con nota, porque, a pesar del escenario cerrado, sin exteriores y el lógico exceso verbal de los diálogos que no cesan, el ritmo de la película es magnífico, aunque algunas veces ciertos movimientos envolventes de cámara parezcan excesivos o gratuitos. La alternancia de primeros planos y planos medios funciona, sin embargo, a la perfección. Al principio cree uno que se halla frente a una obra inspirada en El método Grönholm, de Jordi Galceran, pero traslada a la terapia de parejas y a la terapia de grupo, y de ahí el tono de comedia con que arranca y cuyo desarrollo va a ir derivando a conflictos de orden si no trágico, sí lo suficientemente conflictivos como para que el «desnudamiento» de los personajes desemboque en situaciones traumáticas muy distintas del alegre chisporroteo de réplicas y contrarréplicas del comienzo. En la medida en que son tres parejas, acabará siendo inevitable que, como sucede en Un dios salvaje, de Polanski, con la que la presente tiene mucho que ver, haya, a lo largo de la representación, alianzas entre diferent3es personajes, hombres por un lado y mujeres por el otro o mujeres y hombres, en insólita unión frente a otras no menos insólitas. Cada uno de los sometidos a terapia busca razones allá donde se la den, y no le hacen ascos a de quién provengan, por supuesto. Desde esta perspectiva, el desarrollo dialéctico de la historia es muy atractivo para el espectador, porque ve esos frágiles tejidos de alianzas y se pregunta por dónde van a estallar los conflictos inmediatos, y llegan, que nadie se impaciente, y con calado, estén todos atentos. La situación es artificial hasta decir basta: tres parejas se reúnen en el amplio estudio de un gabinete psicológico y van a tener que desarrollar una terapia colectiva a través de las fases que les marcará la lectura de ocho sobres que la terapeuta de todos ellos ha redactado, algo así como el guion de la sesión, aunque está en manos de los reunidos acortar o alargar las situaciones que se derivan de las órdenes contenidas en cada uno de los sobres. La obra está llena de detalles aparentemente menores, como el toque de trompeta que marca los cambios de sobres, y que provoca una y otra vez las risas de los espectadores, aunque, en algunos casos, como cuando se encarga de soplar Malena Alterio, algo achispadilla a esas alturas, la sonrisa se nos congela, porque a ella le ha tocado en suerte la pareja más nociva de todas, interpretada por un excelente Juan Carlos Vellido, aunque quien se lleve la palma del reparto sea el nunca bien ensalzado Fele Martínez, aunque, por la caracterización, incurra a veces en la copia de algunos tics del excelso José Luis López Vázquez, pero solo en contadas ocasiones. La historia tiene un final de los que a los críticos nos está absolutamente prohibido decir nada. Cada cual sacará sus conclusiones al respecto, pero a mí me pareció un final sorprendente, poético y atrevido, y aquí me quedo porque como siga me delato, y la película merece que los espectadores «choquen» con ese desenlace extraordinario y muy imaginativo, tengo entendido que creación personal de Herrero, a diferencia del de la obra de teatro. Bien por él, si así es.

          Te estoy amando locamente ha escogido el género de la crónica histórica, porque está basada en hechos reales, a los que ha sumado la dramatización de un caso imaginario que arrastra, no obstante, al espectador tras de sí por la buena construcción de la trama, por el poderosísima papel que representa Ana Wagener y por el no menor de quien interpreta a su hijo: Omar Banana, una hermosa criatura de 17 años que, nacido en el seno de una familia muy pero que muy tradicional, se sabe diferente y quiere abrirse camino en el mundo del espectáculo, y participar en un concurso del programa de TVE de entonces dirigido a esa franja de edad: Gente Joven. La crónica es la del desarrollo de los movimientos de liberación sexual llevada a cabo por plataformas de gay y lesbianas para conseguir derogar la temible Ley de peligrosidad social que aún consideraba delito la homosexualidad y permitía a las autoridades encarcelar y llevar a centros psiquiátricos (para ser «reeducados» sexualmente mediante electrochoques). Todo ello se representa ante los ojos de los espectadores, a quienes, después de más tiempo de democracia que de franquismo, como llevamos, le debe de parecer incomprensible que se diera aquella situación. La formación nacionalcatólica del franquismo había convertido la homosexualidad, como en casi toda nuestra historia, en el crimen «nefando» por excelencia, y aún recuerdo, de 1968, que un practicante gay de Murcia llevaba siembre el maletín y un periódico enrollado bajo el brazo. ¿Qué iba allí? Pues el palo con que corría a golpes a los jóvenes mastuerzos que se atrevían a burlarse de él. Una autodefensa eficaz. Con mis quince años, me pareció admirable el aguerrido temple defensivo de aquel Paco que sin duda hubiera merecido conocer las libertades de las que disfrutamos y que, él ya mayor, aún tardaron una década en llegar, porque la película acaba con la prohibición de la persecución sexual en 1978. La historia del joven Miguel, un actor absolutamente fundido con su papel, con una mirada de inocencia y sorpresa ante la constatación de que no está solo en el mundo, que son muchos, relativamente, quienes coinciden con su orientación sexual y con la aspiración de no ser señalado socialmente por ello, nos va a llevar a un enfrentamiento con su madre, a quien se le caer el mundo a los pies cuando su hijo renuncia a estudiar la carrera de abogado y opta no solo por la «farándula», sino por alejarse del domicilio materno y acogerse a la hospitalidad de los círculos homosexuales sevillanos cuya lucha acabará con él en la cárcel y con una madre desarbolada por la situación y sin saber a quién acudir, porque el abogado respetable a quien viste —ella regenta la sastrería de su marido, quien se ha suicidado, aunque no se dice por qué—, quien ofreció un puesto de pasante en su despacho a «Miguelito» con algo más que equívocas y untuosas maneras que la madre no capta de ninguna de las maneras, obsesionada con que hijo se convierta en abogado y en lo que, por aquel entonces, se decía: «un hombre de provecho». Al final, la madre solo encontrará ayuda en una abogada de la plataforma y, a través de la solidaridad del grupo donde Miguel ha hallado acogida, la madre va involucrándose, por amor al hijo, en su defensa y en la aceptación de la lucha contra una injusticia social lacerante.

          La película ha optado por la visión más o menos «amable» de un grupo combativo que lucha por sus derechos en instalaciones eclesiásticas, siguiendo el modelo de los sindicatos obreros que se reunían en parroquias, hasta que las autoridades eclesiásticas lo descubren, claro. Digo lo de la visión «amable», porque la película no entra en terrenos que podrían tener ciertas honduras conflictivas, porque el modo paternal como un viejo militante de la plataforma, que ya ha pasado por la cárcel, interpretado magistralmente por La Dani, acoge a Miguel y lo instruye en el arte de la interpretación musical, aunque sea con ciertos amaneramientos, raya la bondad excelsa, a prueba de equívocas interpretaciones; del mismo modo que las «activistas», presentadas siempre en grupo, no parecen tener más vida propia que la de su activismo. Salvando esa liviandad de planteamiento, la película se ve con complacencia e interés, y descuella el estado de gracia del protagonista, cuyas dotes interpretativas tienen en la naturalidad expresiva uno de sus puntos fuertes. A pesar de la dureza de la situación de aquella época, el gracejo andaluz y el raudal de buenos sentimientos de que hace gala la película lenifican lo que de desgarro individual hubo en tantas vidas que pasaron, por su condición sexual, un auténtico calvario que a nadie se le puede desear. La música que nos recuerda el título tiene una gran importancia en la película, y la interpretación del «himno» de Mari Trini, «Yo no soy esa», que tanto valía para heteros como para homos, alcanza un momento de gran brillantez; del mismo modo que las escenas dramáticas que interpreta Ana Wagener llegan directamente a la indignación de los espectadores y a su solidaridad con una madre que ha de hacer un más que muy extraño viaje desde la comodidad de los prejuicios populares al desafío en toda regla a las injusticias, también populares y legales.

          He aquí, pues, dos muestras de cine español de muy buen ver, con las dosis exactas de reivindicación social y con excelentes interpretaciones que ponen muy alto el nivel de un cine que, poco a poco, estoy convencido de que acabará atrayendo al gran público que ahora dedica su atención entusiasta a las películas de Santiago Segura. Brindo por ello.

 

3 comentarios:

  1. Sinceramente, me avergüenza reconocer que el cine de factura patria, nunca me ha atraído en exceso, es una especie de alergia inexplicable y sé, como ejemplo estas dos películas que comentas que se hace mucho y buen cine aquí, pero quizá por cierta incapacidad mía a ver con naturalidad estampas cotidianas de este país, que por la razón que sea cuando se tunean desde le extranjero, contando historias semejantes siempre me resultan mucho más apetecibles, desde luego, a nuestro amigo Santiago segura le prometo mi ausencia, es verlo y ver a Torrente y por ello cerrar los ojos para borrar esa imagen taaan, pero taaan desagradable ; )

    En fin, que me las apunto y si tengo oportunidad les echaré un ojo, de las dos quizá la que más me llama la atención sea "Te estoy amando locamente", curioso que se titule con ese emblemático tema de las Grecas o no, porque es posible que sin quererlo se convirtiera en un tema de culto entre la marginalidad .. y tienes razón, cuantísimo sufrimiento ha debido padecer tantísima gente por el tema de la condición sexual, cuanto daño hicieron los fanatismos religiosos y de todo tipo… en fin, menos mal que al menos con este tema afortunadamente la cosa ha mejorado mucho. En fin, como siempre mil gracias, a veces te leo ( me gustaría hacerlo más de lo que me es posible pero no te digo nada … tienes un ojo crítico con el que suelo coincidir y eso además de todo lo que nos enseñas siempre es un lujo en la vorágine cinematográfica que nos inunda.. lo difícil es siempre elegir.

    Un beso grande y muy muy feliz Navidad JUAN, todo lo mejor para estos días y siempre, lo mereces…hasta el año que viene : )

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    1. Gracias, María. Siempre es un consuelo del enorme trabajo que supone llevar este blog de críticas que haya personas atentas a su lectura, porque ello implica que alguien sacará alguna vez provecho de mis desvelos, en el supuesto de que coincidan con mi estimación crítica, claro está. A diferencia de ti, yo siempre he sido muy pero que muy aficionado al cine español, desde las obras maestras hasta obras artesanales y un mucho casposillas como las del tándem López Vázquez y Gracita Motrales, dos monstruos de la pantalla, como Pepe Isbert y tantos otros. Anda y que no disfrtutaba yo en mi adolescencia con el terror de Jacinto Molina, alias Paul Naschy... Te recuerdo, María, que "Plácido", de Berlanga, es obra que se ha de ver en Navidad mucho más forzosamente que "¡Qué bello es vivir!", de Capra. No sé, me cuesta entender un prejuicio que nunca he tenido, aunque sí que he desarrollado uno a los doblajes, por ejemplo: ¡no los puedo sufrir! Y eso que antes había unas "voces" de campeonato; pero ahora, me levantan ampollas...
      Bueno, pues Feliz Navidad y que lo pases estupendamente con los tuyos. Seguro que el próximo año nos trae descubrimientos artísticos que nos reconciliarán con nuestra especie, tan empeñada en autodestruirse. Un beso.

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  2. Uy! es que de esa época que mencionas a mi tb me encaanta ... de los 30 a los 60 fue la época dorada del cine español.. desde Buñuel a Berlanga..mi favorita para estas fechas siempre es La gran familia... con el entrañable Tony Ysbert , cuando le empecé a coger tirria fue a partir del cine de los 70 ( salvo a Saura y poco más) .... en realidad artísticamente esa época en general y las que le siguieron en este país, con alguna pequeña excepción, de la movida de los 80 salvo algo, más en música que en cine...no me gusta nada, es todo tan cutre y oscuro, cuando no directamente hortera que me alejaron del cine español ...pero sé que soy injusta Erice, me gusta, Jose Luis Cuerda con su delitante y surrealistamente genial amanece que no es poco.. a veces me pongo el vídeo de las ingles y me troncho sola jajaja en fin, a ver si me reconcilio con él y lo miro con mejores ojos, seguro que tus consejos me ayudarán. Otro beso y gracias por tu generosidad, aunque no te digamos nada.. te leemos, solo que me falta tiempo para comentarte como mereces. Mil gracias por tanto y tan bueno!!!

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