lunes, 11 de mayo de 2015

Al Pacino entre la confesión y la parodia: "The humbling".


La sombra del actor o la nefasta influencia almodovariana en el cine contemporáneo.

                                                     

Título original: The Humbling
Año: 2014
Duración: 112 min.
País: Estados Unidos
Director: Barry Levinson
Guión: Buck Henry, Michal Zebede (Novela: Philip Roth)
Música: Marcelo Zarvos, The Affair
Fotografía: Adam Jandrup
Reparto: Al Pacino, Greta Gerwig, Dianne Wiest, Kyra Sedgwick, Charles Grodin, Dylan Baker, Dan Hedaya, Maria Di Angelis, Nina Arianda, Victor Cruz, Li Jun Li



           Podía haber sido una excelente película, basada en una novela de Philip Roth, con su peculiar ironía y su ácida visión de la realidad, pero el que fuera excelente director de Rain Man (1988) y mediocre de muchas otras, nos ofrece una obra sin pulso, sin interés, en la que solo sobresale, y no en todo el metraje, la interpretación de Al Pacino, un actor sobre el que el tiempo ha esculpido su paso con una presencia de verdad que pocos actores y actrices están dispuestos simplemente a soportar. Es evidente que una película sobre la historia de la decadencia de un actor que se estrena pocos meses después del sonado triunfo de Birdman (2014) tenía pocas posibilidades de recibir una acogida neutra, esto es, que no se la acabase comparando con la de Iñárritu. Y es obvio que las comparaciones aparecen aunque uno no las busque ni tenga el más mínimo interés en establecerlas. No me extenderé sobre el particular, pero mientras que en la de Iñárritu el teatro, como fenómeno mágico de vivencia y comunicación humanas, es el eje de la película, a través de la historia de su alienado protagonista; en esta es el actor el eje sobre el que gira una trama llena de personajes muy del estilo de las películas de Almodóvar, como si Levinson lo hubiera tenido por referente primero para montar su historia. Al Pacino es un actor poderoso, pero no puede levantar una película cuyo interés roza la mínima expresión. Es cierto que cuando entra en terapia y conoce a una enferma mental que acabará formando parte de la disparatada trama, la película remonta ligerísimamente el vuelo, pero no lo suficiente como para no recaer enseguida en un sopor que aletarga al espectador. La película tiene un principio magnífico, lleno de intensidad, con una presencia física extraordinaria de un Pacino sin máscara, dueño de su vejez y de sus recursos, pero a la que a continuación nos ofrece una escena calcada de otra de Birdman, el espectador se huele que va a ver, en efecto, no tanto La sombra del actor cuanto La sombra de Birdman, a juzgar por esa similitud inicial, a la que sigue el derrumbamiento del actor en escena, después del cual, la historia comienza a separarse de la de Birdman y a  adquirir una fisonomía propia, pero con escaso interés. La traducción española del título confunde mucho, porque la traducción literal del original La humillación engaña menos al espectador sobre lo que va a ver. Contemplada desde esta perspectiva, la vivencia de la humillación se convierte en algo así como la incomprensión generacional de la vejez respecto de los tiempos modernos, tan distintos de los de la juventud y madurez del actor humillado. Si añadimos que el protagonista es propenso a las alucinaciones que nos dan otra visión diferente de su vida e incluso de su presente, el argumento se complica y se adensa, pero todo resulta en exceso anecdótico como para hallarnos ante una tragedia o una visión dramática que vaya más allá del efectismo. La incorporación de elementos digitales, como la terapia por Skype, por ejemplo, no tiene más que una función decorativa en la obra, dotarla de un “aire de modernidad” que desaparece en cuanto vemos al anciano actor dejándose seducir por la hija lesbiana de dos amigos suyos, una hija que lo idolatraba cuando era una niña y que se le cuela de rondón en casa para acabar con sus escasos ahorros, lo que lo fuerza a tener que volver a trabajar cuando ya daba por amortizada su larga carrera profesional y estaba decidido a explorar nuevos caminos, como la autobiografía, de lo que le disuade el agente, poniéndolo frente al espejo de su relativa insignificancia en comparación con otros famosos cuyas memorias “se esperan”, no así las suyas. La película avanza, que no progresa, y el factor determinante de la bancarrota lo fuerza a tener que regresar a las tablas. A partir de ahí se precipita un desenlace, que le ahorro al posible lector de esta crítica por si es un seguidor de Al Pacino y quiere deleitarse con una excelente muestra de sus registros interpretativos, puestos, sin embargo, al servicio de una trama absurda y sin ningún interés. Ni siquiera, salvo el espectacular inicio, hay en la realización alguna distinción personal que permita consolar al espectador desinteresado. La historia está rodada con la corrección artesanal que no deja ninguna huella en el espectador, y el resto del reparto que acompaña a al Pacino cumple decorosamente su función, si bien destaca el divertido papel de traumatizada vengadora que representa Nina Arianda, aunque acaba dándole una dimensión grotesca y almodovariana que acaba haciéndolo insufrible hacia el final de la película. La amante lesbiana del viejo actor, Greta Gerwig, cumple decorosamente un papel poco agradecido y sabe darle adecuada réplica a un Al Pacino que parece navegar por su nueva realidad de gloria teatral retirada un poco a la deriva. Ciertos tonos generales de humor negro no acaban consolidándose lo suficiente como para acreditar La sombra del actor dentro del género de la comedia negra, y de esa indefinición se resiente la película. En fin, exclusivamente para auténticos fans de Al Pacino.

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