La
sombra del actor o la nefasta influencia almodovariana en
el cine contemporáneo.
Título
original: The Humbling
Año:
2014
Duración:
112 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Barry Levinson
Guión:
Buck Henry, Michal Zebede (Novela: Philip Roth)
Música:
Marcelo Zarvos, The Affair
Fotografía:
Adam Jandrup
Reparto:
Al Pacino, Greta Gerwig, Dianne Wiest, Kyra Sedgwick, Charles Grodin, Dylan
Baker, Dan Hedaya, Maria Di Angelis, Nina Arianda, Victor Cruz, Li Jun Li
Podía haber sido una excelente película, basada en una
novela de Philip Roth, con su peculiar ironía y su ácida visión de la realidad,
pero el que fuera excelente director de Rain
Man (1988) y mediocre de muchas otras, nos ofrece una obra sin pulso, sin
interés, en la que solo sobresale, y no en todo el metraje, la interpretación
de Al Pacino, un actor sobre el que el tiempo ha esculpido su paso con una
presencia de verdad que pocos actores y actrices están dispuestos simplemente a
soportar. Es evidente que una película sobre la historia de la decadencia de un
actor que se estrena pocos meses después del sonado triunfo de Birdman (2014) tenía pocas posibilidades
de recibir una acogida neutra, esto es, que no se la acabase comparando con la
de Iñárritu. Y es obvio que las comparaciones aparecen aunque uno no las busque
ni tenga el más mínimo interés en establecerlas. No me extenderé sobre el
particular, pero mientras que en la de Iñárritu el teatro, como fenómeno mágico
de vivencia y comunicación humanas, es el eje de la película, a través de la
historia de su alienado protagonista; en esta es el actor el eje sobre el que
gira una trama llena de personajes muy del estilo de las películas de
Almodóvar, como si Levinson lo hubiera tenido por referente primero para montar
su historia. Al Pacino es un actor poderoso, pero no puede levantar una
película cuyo interés roza la mínima expresión. Es cierto que cuando entra en
terapia y conoce a una enferma mental que acabará formando parte de la
disparatada trama, la película remonta ligerísimamente el vuelo, pero no lo
suficiente como para no recaer enseguida en un sopor que aletarga al
espectador. La película tiene un principio magnífico, lleno de intensidad, con
una presencia física extraordinaria de un Pacino sin máscara, dueño de su vejez
y de sus recursos, pero a la que a continuación nos ofrece una escena calcada
de otra de Birdman, el espectador se huele que va a ver, en efecto, no tanto La sombra del actor cuanto La sombra de Birdman, a juzgar por esa
similitud inicial, a la que sigue el derrumbamiento del actor en escena,
después del cual, la historia comienza a separarse de la de Birdman y a adquirir una fisonomía propia, pero con
escaso interés. La traducción española del título confunde mucho, porque la
traducción literal del original La
humillación engaña menos al espectador sobre lo que va a ver. Contemplada
desde esta perspectiva, la vivencia de la humillación se convierte en algo así
como la incomprensión generacional de la vejez respecto de los tiempos
modernos, tan distintos de los de la juventud y madurez del actor humillado. Si
añadimos que el protagonista es propenso a las alucinaciones que nos dan otra
visión diferente de su vida e incluso de su presente, el argumento se complica
y se adensa, pero todo resulta en exceso anecdótico como para hallarnos ante
una tragedia o una visión dramática que vaya más allá del efectismo. La
incorporación de elementos digitales, como la terapia por Skype, por ejemplo,
no tiene más que una función decorativa en la obra, dotarla de un “aire de
modernidad” que desaparece en cuanto vemos al anciano actor dejándose seducir
por la hija lesbiana de dos amigos suyos, una hija que lo idolatraba cuando era
una niña y que se le cuela de rondón en casa para acabar con sus escasos
ahorros, lo que lo fuerza a tener que volver a trabajar cuando ya daba por
amortizada su larga carrera profesional y estaba decidido a explorar nuevos
caminos, como la autobiografía, de lo que le disuade el agente, poniéndolo
frente al espejo de su relativa insignificancia en comparación con otros
famosos cuyas memorias “se esperan”, no así las suyas. La película avanza, que
no progresa, y el factor determinante de la bancarrota lo fuerza a tener que
regresar a las tablas. A partir de ahí se precipita un desenlace, que le ahorro
al posible lector de esta crítica por si es un seguidor de Al Pacino y quiere
deleitarse con una excelente muestra de sus registros interpretativos, puestos,
sin embargo, al servicio de una trama absurda y sin ningún interés. Ni
siquiera, salvo el espectacular inicio, hay en la realización alguna distinción
personal que permita consolar al espectador desinteresado. La historia está
rodada con la corrección artesanal que no deja ninguna huella en el espectador,
y el resto del reparto que acompaña a al Pacino cumple decorosamente su
función, si bien destaca el divertido papel de traumatizada vengadora que
representa Nina Arianda, aunque acaba dándole una dimensión grotesca y
almodovariana que acaba haciéndolo insufrible hacia el final de la película. La
amante lesbiana del viejo actor, Greta Gerwig, cumple decorosamente un papel
poco agradecido y sabe darle adecuada réplica a un Al Pacino que parece navegar
por su nueva realidad de gloria teatral retirada un poco a la deriva. Ciertos
tonos generales de humor negro no acaban consolidándose lo suficiente como para
acreditar La sombra del actor dentro
del género de la comedia negra, y de esa indefinición se resiente la película.
En fin, exclusivamente para auténticos fans de Al Pacino.
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