lunes, 8 de junio de 2015

Sorprendente "Hermanas", cronenbergianamente inseparables, de Brian de Palma.


                               


Hermanas, de Brian de Palma: La teratología en el cine de suspense


Título original: Sisters
Año: 1973
Duración: 93 min.
País:  Estados Unidos
Director: Brian De Palma
Guión: Brian De Palma, Louisa Rose (Historia: Brian De Palma)
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: Gregory Sandor
Reparto: Margot Kidder, Jennifer Salt, Charles Durning, William Finley, Lisle Wilson, Barnard Hughes, Mary Davenport, Dolph Sweet


            Como me ocurre con las novelas que se ponen de moda, que suelo leerlas al cabo de unos diez años, pasada la efervescencia del esnobismo reverencial, descubrir películas no vistas en su momento, y hacerlo a más de 40 años de su estreno, le deparan a este peliculero sorpresas harto gratas. Si para remate del visionado se mete uno a leer las críticas de Film Affinity y descubre lo que les cuesta a tantos cinéfilos dar su mano a torcer para declarar la maestría de una película –no que sea una obra maestra, algo muy diferente–, se entenderá el entusiasmo con que me sumerjo hoy en esta defensa de la película de Brian de Palma, la cuarta de su carrera y la primera de gran éxito, lo que le permitió rodar, después, dos bombazos: El fantasma del paraíso (1974) con una música excepcional de Paul Williams, quien participa también como actor en el film y la archifamosa Carrie (1976).

         Hermanas (Siamesas mortales en Sudamérica, un título más explícito de lo que verán los espectadores) es una película cronenbergiana pura y dura, por más que las inevitable referencias a Hitchcock como influencia omnipresente en De Palma sean de obligada consignación, más aún en este caso en que incluso trabajó con una extraordinaria banda sonora de Bernard Herrmann que multiplica la presencia nada disfrazada de Psicosis (1960) entre las influencias “sufridas” por De Palma, si bien La ventana indiscreta (1954)tiene un papel más importante en el desarrollo de la trama, con alguna secuencia incluso calcada [Por cierto, no hace ni tres días que en otro de estos descubrimientos de segunda visión, Lee mis labios (2002), de Jacques Audiard, con una magnífica pareja protagonista Emmanuelle Devos y Vincent Cassel, era determinante, también, el recuerdo de La ventana indiscreta]. La referencia al director canadiense, apenas 3 años más joven que De Palma, viene forzada por el estudio teratológico que constituye la película, y que Croneneberg ensayara magistralmente en Inseparables (1988), algo que le hubiera sido muy difícil de concebir sin esta película de De Palma: dos hermanas siamesas a las que separan de mayores, lo que acentuará las personalidades en principio radicalmente opuestas de ambas: podemos simplificar con el viejo maniqueísmo e incluso aludir a la novela de Stevenson, pero la complicación de la trama, con la excelente participación inquietante en todo momento del protagonista de El fantasma del paraíso, William Finley, deriva la película, más allá del thriller, al mundo de la perturbación mental captado en unas imágenes en blanco y negro a las que considero, sin cortatme un pelo para ello, de estirpe felliniana. Viendo esas imágenes me vinieron a la memoria otras, no menos poderosas, las de Monos como Becky (1999), de Joaquím Jordà, sobre el inventor de la lobotomía, el psiquiatra portugués Egas Moniz, controvertido Premio Nobel. Brian de Palma consigue crear una sensación onírica que se apoya poderosamente en la caracterización del director de la clínica donde estaba internada la hermana agresiva de la protagonista y donde ésta, trasmutada en la hermana agresiva fallecida, y desdoblando la personalidad, acaba asesinando al doctor, que había sido su marido. Antes de llegar a ese desenlace parcial, porque la historia del doctor con las hermanas es solo una parte (morbosa) de la trama, el inicio de la película, con todo el aroma de las películas de serie B que tanto caracterizan también los primeros trabajos de Cronenberg, nos muestra el encuentro de dos personajes en un programa concurso de televisión titulado ¡nada menos que Peeping Tom…!, y la deriva trágica que acaba teniendo dicha relación. Una joven vecina indiscreta, periodista de un diario local, logra ver los desesperados intentos del galán asesinado por pedir auxilio desde la ventana y, a partir de ahí, se inicia propiamente la investigación, pues la policía, a la que avisa inmediatamente, descarta cualquier intervención tras haberse hecho cargo el doctor de dejar como una patena el apartamento donde han ocurrido los sangrientos hechos. Que nadie espere un guion redondo en el que se resuelvan los cabos sueltos que va dejando una trama tan compleja, porque no lo hallará. De hecho, merced a la técnica de la hipnosis, el doctor consigue neutralizar el impulso investigador de la joven periodista, lo que nos dejará, literalmente colgados, al final, en una situación que, lejos de rozar el esperpento o el disparate, se revela fiel reflejo de la más estricta realidad, para decepción de no pocos y para aplauso de otros, entre quienes me cuento. Pocas veces un final me había parecido tan espectacular, imaginativo y redondo. Es obvio que me limita en el ejercicio de la crítica para no arruinar el visionado de quienes se atrevan con esta Hermanas que recomiendo vivamente. El uso, que luego devino casi marca personal de la casa, de la pantalla partida, más una puesta en escena impecable, unido a una práctica del encuadre que potencia la banda sonora de Herrman, convierten a Hermanas en una suerte de película hipnótica, porque desde la aparición, como espectador, del marido en el programa de televisión, el espectador asiste sobrecogido, aun teniendo en cuenta la previsibilidad de alguna escena, como la del pastel de cumpleaños, a un ritmo cinematográfico que no decae en ningún momento y cuyo final insisto en considerar como una joya, muy al estilo, en este caso, de David Lynch.

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