Un clásico a la altura de Avaricia o El
nacimiento de una nación: Macho y hembra, una adaptación del clásico
de J.M.Barrie, creador de Peter Pan, y, de postre, un enredo frívolo con un
final espectacular de cine de catástrofes…: Madame Satán o la lucha por
el marido aburrido e infiel..
Título original: Male and Female
Año: 1919
Duración: 117 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Cecil B. DeMille
Guion: Jeanie Macpherson (Obra teatral: J.M. Barrie)
Música: (Versión restaurada: Sydney Jill Lehman) (Película muda)
Fotografía: Alvin Wyckoff (B&W)
Reparto: Gloria Swanson, Lila Lee,
Theodore Roberts, Raymond
Hatton, Mildred Reardon, Thomas
Meighan, Robert Cain, Bebe Daniels,
Julia Faye, Rhy Darby, Mayme Kelso, Edmund Burns.
Título original: Madam Satan
Año: 1930
Duración: 116 min.
País: Estados Unidos
Dirección : Cecil B. DeMille
Guion : Jeanie MacPherson,
Gladys Unger, Elsie Janis
Música: Herbert Stothart
(Letra: Clifford Grey, Elsie Janis)
Fotografía: Harold Rosson
Reparto: Kay Johnson, Reginald Denny, Lillian Roth,
Roland Young, Elsa Peterson, Jack
King, Eddie Prinz, Boyd Irwin,
Wallace MacDonald, Tyler Brooke, Ann Dvorak.
Más allá de sus grandes éxitos:
Los diez mandamientos, El mayor espectáculo del mundo, Cleopatra,
etc., quería «descubrir» ese Cecil B. DeMille de los inicios del cine mudo y el de
la transición al sonoro, en este caso con su segunda película hablada. Con unos
diez años de distancia, es curioso percatarse de que la película mudo es
muchísimo más elocuente y expresiva que su segunda hablada, a la que la
frivolidad la lastra indefectiblemente, si bien hay algo en ella que la hace
digna de un visionado, incluso aunque no sea muy atento. Mientras la de 1919, Male
and female, es una película prodigiosa, con un guion excelente y una
realización fantástica, la segunda, Madame Satán, no pasa de un
entretenimiento que, sin molestar, se limita a dejarse ver, salvo hasta las
escenas finales de la fiesta y el accidente del zeppelín. Pero concentrémonos
en la primera, una adaptación de la obra teatral de J.M.Barrie -el creador de
la inmortal Peter Pan y Wendy, también nacida como obra de teatro, por
cierto- El admirable Crichton, que la película sigue fielmente, para
placer infinito de los espectadores, pues en modo alguno la película está
anclada al origen teatral del texto, sino que la adaptación tiene vida propia,
resuelta con una narración llena de poder y de encanto. El inicio de la película
es de esos que siempre me han maravillado, porque va presentando a los
personajes mediante una estrategia llena de ingenio: el niño lleva una bandeja
con el calzado limpio de los señores de la mansión, y va dejando cada par de
zapatos ante cada puerta, después mira por el ojo de la cerradura y vamos
conociendo a los miembros de la familia noble protagonista en pleno sueño o momento
de despertarse hasta que, al final, es sorprendido por el mayordomo Crichton,
quien en una escena ultracómica lo levanta por el pescuezo como a un gato y le
echa la reprimenda pertinente. A partir de ahí, asistimos al despertar de la
aristocracia inglesa servida por los leales servidores, unas escenas que nos
recuerdan viejas series o recientes como Downton Abbey, con esa
separación de mundos, el de arriba y el de abajo que tanto juego escénico ha
dado siempre. Y esta película supera a muchas otras que han tenido un gran
éxito popular, lo que me lleva a pensar que Macho y hembra tendría una más que
favorable acogida en los cines de estreno. No acabo de entender que no haya un
programación en algún cine que recupere el inmenso legado del cine mudo, porque
son innumerables las «joyas» que uno descubre en él. Una vez presentados los
personajes, y sabiendo del próximo enlace de la hija mayor, interpretada por
una Gloria Swanson en estado de gracia, bella y expresiva como ella sola, a quien conviene recordar por más películas
que por Sunset Boulevard, de Billy Wilder, la familia, menos la madre,
sale de viaje en barco, con tan mala suerte que el despiste de un piloto
galante no puede evitar que el barco se estrelle contra las rocas de un
acantilado y hayan de salvarse entre dificultades los navegantes, el mayordoma
y una doncella entre ellos. Y ahí ya entramos de lleno en otro clásico:
Robinson Crusoe, de Defoe, plagiado en la película con una gracia infinita,
porque es el momento en que la historia adopta un tono de comedia que satisfará
a cualquier espectador. Como era de prever, solo una persona de los naufragados
es capaz de «defenderse» en ese medio hostil: Crichton, y aunque los náufragos
se dividen entre los nobles y la doncella y él, la evolución de la historia
pronto nos lleva a que todos acaban reconociendo que no podrán sobrevivir si no es gracias al industrioso Crusoe que
responde al nombre de Crichton. Como en los días previos al viaje, en la
mansión, apareció una cita del poeta William Ernest Henley, el autor de Invictus,
el poema predilecto de Mandela: It matters not how strait the gate,/How
charged with punishments the scroll,/I am the master of my fate:/I am the
captain of my soul, el mismo que inspiró a Stevenson la creación de Long
John Silver, lo que sucede en la segunda parte de la historia, de las cuatro
que tiene, se ajusta a ese esquema narrtaivo, el del amor imposible del criado
por la aristócrata que se ajusta al poema de Henley: Or ever the knightly
years were gone/ With the old world to
the grave,/ I was the King of Babylon/
And you were a Christian Slave. Así, una vez que el resto de los
náufragos reconoce el imperio de Crichton sobre ellos y acatan su voluntad y
sus órdenes para organizarse en la isla hasta ser rescatados, advertimos que la
hija del aristócrata acaba enamorándose de Crichton, en dura pugna con la
doncella que desde el comienzo de la película bebe los vientos por él. Vamos
viendo el progreso industrioso de los británicos naufragados, de tal manera que
en todo nos acordamos del nivel de confort al que llega Robinson Crusoe gracias
a su ingenio: desde la fabricación de muebles hasta la de un horno pasando por la
domesticación de las cabras, etc. Asentada la condición de «rey» de Crichton es
cuando «aparece» la ensoñación babilónica en la que la esclava cristiana es la
Lady y él el bárbaro que no puede aspirar a conseguir su mano, razón por la que
ella, prisionera altiva, prefiere ser devorada por los leones. La puesta en
escena de esa «figuración» tiene un encanto difícilmente superable con los
recursos digitales con que hoy tantas virguerías se consiguen en el cine:
decorados, luces y un sensibilidad exquisita nos permiten contemplar esa
secuencia de la representación factual del poema con los mismos ojos con los
que en nuestra infancia asistíamos a la proyección de King Kong en un cine de
pueblo en una noche de verano… Estamos cerca ya de que, cuando el rey y la Lady
están a punto de ser unidos en matrimonio, la doncella aviste un barco en las
cercanías de la isla, momento en que el protagonista sabe que va a perderlo
todo activando un ingenioso recurso mediante el que, con un sistema de
palancas, activan un fuego para provocar una columna de humo que sea avistada
por cualquier barco que pase cerca e la isla que habitan, como así ocurre. No
tengo tiempo para resumir todas las acciones que se van sucediendo, muchas de
ellas inolvidables, porque, además, la película se va a las dos horas que se
pasan en un suspiro, pero la acción nos permite observar el proceso de transformación
de los nobles y los criados en sentido inverso; del mismo modo que, una vez desembarcados
los marineros que los rescatan, ese orden vuelve a la situación previa al
naufragio, para desconsuelo de ambos enamorados a os que vuelve a separar un
abismo social. Me abstengo de revelar el final, porque estoy convenido de que
algún sano cinéfilo querrá no perderse eta magnífica obra que confirma a su
director, definitivamente, como uno de los grandes del Cine. Se le asocia más
con la producción, pero es un director de primera con una obra sólida, llena de
aciertos visuales, como en esta Macho y hembra, un viaje a los orígenes de la humanidad en su lucha
para sobrevivir en un medio hostil , podemos apreciar y de la que podemos
disfrutar durante su largo metraje.
Madame Satán, en
comparación con Macho y hembra, no pasa de ser un pasatiempo entretenido,
per muy superficial y con un planteamiento muy tópico que se resuelve, eso sí,
con un gramo de locura que entra dentro de los esquemas típicos de la guerra de
sexos. Una mujer advierte que su marido ya no le hace ni caso y que tiene una
amante. Se presenta en casa de esta, sin decir quién es, y espera a que llegue
su marido. Un típico vodevil con el enredo de la rivalidad de las dos mujeres
para «quedarse» con el «macho», un bobo, en realidad, que en modo alguno merecería
la más mínima atención por parte de las dos mujeres, pero como el guion lo
exige… La película incluye canciones, pero no llega a ser un musical propiamente
dicho, aunque en la fiesta final, un baile de disfraces en un dirigible, hay
una hermosa coreografía de estilo futurista muy aceptable. En esa fiesta de
carácter benéfico, charity lo llaman los anglosajones, los hombres van
pujando dineros para conseguir la compañía de las bellas mujeres que van «saliendo
a subasta». Todos pujan por la amante del protagonista hasta que aparece una
bella seductora a quien se presenta como «Madam Satan» que, de repente, vuelve
locos a todos los hombres pero a su marido al que más, quien ignora, lógicamente,
que la bella seductora es su mujer. Con un baile y una canción muy sensuales,
consigue «volver loco» a su marido, hasta que un accidente en el dirigible
donde tiene lugar el party obliga a que los invitados hayan de usar los
paracaídas de emergencia para saltar de la aeronave que se ha desprendido del
amarre y vuela a la deriva, desgarrándose y presta a hacerse pedazos. Esas
secuencias son todas ellas de una calidad extraordinaria, con un movimiento de
cámara perfeto que nos ofrece todo el dramatismo de una acción desesperada,
aunque siga habiendo momentos cómicos que sirven de contrapeso a la tragedia. Ya
digo, nada del otro mundo, pero incluso dentro de esa nadería hay momentos de
gran cine de catástrofes que los aficionados al género sabrán apreciar como la
realización lo merece. En conjunto es un programa doble magnífico. Y Macho y
hembra una de las grandes películas de la Historia del cine. Algún cinéfilo la
ha puesto a la altura de El nacimiento de una nación y, ¡oh, sorpresa!,
de La princesa de las ostras, de Lubitsch, una maravilla de maravillas
que veo poco reconocida y que a mí me pareció inefable, como a ese cinéfilo. Ya
somos dos. Y vendrán más, seguro…
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