miércoles, 3 de julio de 2019

«Macho y hembra» y «Madame Satán», de Cecil B. DeMille, un clásico mudo y un divertimento sonoro…




Un clásico a la altura de Avaricia o El nacimiento de una nación: Macho y hembra, una adaptación del clásico de J.M.Barrie, creador de Peter Pan, y, de postre, un enredo frívolo con un final espectacular de cine de catástrofes…: Madame Satán o la lucha por el marido aburrido e infiel..

Título original: Male and Female
Año: 1919
Duración: 117 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Cecil B. DeMille
Guion: Jeanie Macpherson (Obra teatral: J.M. Barrie)
Música: (Versión restaurada: Sydney Jill Lehman) (Película muda)
Fotografía: Alvin Wyckoff (B&W)
Reparto: Gloria Swanson,  Lila Lee,  Theodore Roberts,  Raymond Hatton,  Mildred Reardon, Thomas Meighan,  Robert Cain,  Bebe Daniels,  Julia Faye,  Rhy Darby,  Mayme Kelso, Edmund Burns.

Título original: Madam Satan
Año: 1930
Duración: 116 min.
País: Estados Unidos
Dirección : Cecil B. DeMille
Guion : Jeanie MacPherson, Gladys Unger, Elsie Janis
Música: Herbert Stothart (Letra: Clifford Grey, Elsie Janis)
Fotografía: Harold Rosson
Reparto: Kay Johnson,  Reginald Denny,  Lillian Roth,  Roland Young,  Elsa Peterson, Jack King,  Eddie Prinz,  Boyd Irwin,  Wallace MacDonald,  Tyler Brooke,  Ann Dvorak.

Más allá de sus grandes éxitos: Los diez mandamientos, El mayor espectáculo del mundo, Cleopatra, etc., quería «descubrir» ese Cecil B. DeMille de los inicios del cine mudo y el de la transición al sonoro, en este caso con su segunda película hablada. Con unos diez años de distancia, es curioso percatarse de que la película mudo es muchísimo más elocuente y expresiva que su segunda hablada, a la que la frivolidad la lastra indefectiblemente, si bien hay algo en ella que la hace digna de un visionado, incluso aunque no sea muy atento. Mientras la de 1919, Male and female, es una película prodigiosa, con un guion excelente y una realización fantástica, la segunda, Madame Satán, no pasa de un entretenimiento que, sin molestar, se limita a dejarse ver, salvo hasta las escenas finales de la fiesta y el accidente del zeppelín. Pero concentrémonos en la primera, una adaptación de la obra teatral de J.M.Barrie -el creador de la inmortal Peter Pan y Wendy, también nacida como obra de teatro, por cierto- El admirable Crichton, que la película sigue fielmente, para placer infinito de los espectadores, pues en modo alguno la película está anclada al origen teatral del texto, sino que la adaptación tiene vida propia, resuelta con una narración llena de poder y de encanto. El inicio de la película es de esos que siempre me han maravillado, porque va presentando a los personajes mediante una estrategia llena de ingenio: el niño lleva una bandeja con el calzado limpio de los señores de la mansión, y va dejando cada par de zapatos ante cada puerta, después mira por el ojo de la cerradura y vamos conociendo a los miembros de la familia noble protagonista en pleno sueño o momento de despertarse hasta que, al final, es sorprendido por el mayordomo Crichton, quien en una escena ultracómica lo levanta por el pescuezo como a un gato y le echa la reprimenda pertinente. A partir de ahí, asistimos al despertar de la aristocracia inglesa servida por los leales servidores, unas escenas que nos recuerdan viejas series o recientes como Downton Abbey, con esa separación de mundos, el de arriba y el de abajo que tanto juego escénico ha dado siempre. Y esta película supera a muchas otras que han tenido un gran éxito popular, lo que me lleva a pensar que Macho y hembra tendría una más que favorable acogida en los cines de estreno. No acabo de entender que no haya un programación en algún cine que recupere el inmenso legado del cine mudo, porque son innumerables las «joyas» que uno descubre en él. Una vez presentados los personajes, y sabiendo del próximo enlace de la hija mayor, interpretada por una Gloria Swanson en estado de gracia, bella y expresiva como ella sola,  a quien conviene recordar por más películas que por Sunset Boulevard, de Billy Wilder, la familia, menos la madre, sale de viaje en barco, con tan mala suerte que el despiste de un piloto galante no puede evitar que el barco se estrelle contra las rocas de un acantilado y hayan de salvarse entre dificultades los navegantes, el mayordoma y una doncella entre ellos. Y ahí ya entramos de lleno en otro clásico: Robinson Crusoe, de Defoe, plagiado en la película con una gracia infinita, porque es el momento en que la historia adopta un tono de comedia que satisfará a cualquier espectador. Como era de prever, solo una persona de los naufragados es capaz de «defenderse» en ese medio hostil: Crichton, y aunque los náufragos se dividen entre los nobles y la doncella y él, la evolución de la historia pronto nos lleva a que todos acaban reconociendo que no podrán sobrevivir si  no es gracias al industrioso Crusoe que responde al nombre de Crichton. Como en los días previos al viaje, en la mansión, apareció una cita del poeta William Ernest Henley, el autor de Invictus, el poema predilecto de Mandela: It matters not how strait the gate,/How charged with punishments the scroll,/I am the master of my fate:/I am the captain of my soul, el mismo que inspiró a Stevenson la creación de Long John Silver, lo que sucede en la segunda parte de la historia, de las cuatro que tiene, se ajusta a ese esquema narrtaivo, el del amor imposible del criado por la aristócrata que se ajusta al poema de Henley: Or ever the knightly years were gone/   With the old world to the grave,/ I was the King of Babylon/   And you were a Christian Slave. Así, una vez que el resto de los náufragos reconoce el imperio de Crichton sobre ellos y acatan su voluntad y sus órdenes para organizarse en la isla hasta ser rescatados, advertimos que la hija del aristócrata acaba enamorándose de Crichton, en dura pugna con la doncella que desde el comienzo de la película bebe los vientos por él. Vamos viendo el progreso industrioso de los británicos naufragados, de tal manera que en todo nos acordamos del nivel de confort al que llega Robinson Crusoe gracias a su ingenio: desde la fabricación de muebles hasta la de un horno pasando por la domesticación de las cabras, etc. Asentada la condición de «rey» de Crichton es cuando «aparece» la ensoñación babilónica en la que la esclava cristiana es la Lady y él el bárbaro que no puede aspirar a conseguir su mano, razón por la que ella, prisionera altiva, prefiere ser devorada por los leones. La puesta en escena de esa «figuración» tiene un encanto difícilmente superable con los recursos digitales con que hoy tantas virguerías se consiguen en el cine: decorados, luces y un sensibilidad exquisita nos permiten contemplar esa secuencia de la representación factual del poema con los mismos ojos con los que en nuestra infancia asistíamos a la proyección de King Kong en un cine de pueblo en una noche de verano… Estamos cerca ya de que, cuando el rey y la Lady están a punto de ser unidos en matrimonio, la doncella aviste un barco en las cercanías de la isla, momento en que el protagonista sabe que va a perderlo todo activando un ingenioso recurso mediante el que, con un sistema de palancas, activan un fuego para provocar una columna de humo que sea avistada por cualquier barco que pase cerca e la isla que habitan, como así ocurre. No tengo tiempo para resumir todas las acciones que se van sucediendo, muchas de ellas inolvidables, porque, además, la película se va a las dos horas que se pasan en un suspiro, pero la acción nos permite observar el proceso de transformación de los nobles y los criados en sentido inverso; del mismo modo que, una vez desembarcados los marineros que los rescatan, ese orden vuelve a la situación previa al naufragio, para desconsuelo de ambos enamorados a os que vuelve a separar un abismo social. Me abstengo de revelar el final, porque estoy convenido de que algún sano cinéfilo querrá no perderse eta magnífica obra que confirma a su director, definitivamente, como uno de los grandes del Cine. Se le asocia más con la producción, pero es un director de primera con una obra sólida, llena de aciertos visuales, como en esta Macho y hembra, un viaje  a los orígenes de la humanidad en su lucha para sobrevivir en un medio hostil , podemos apreciar y de la que podemos disfrutar durante su largo metraje.
Madame Satán, en comparación con Macho y hembra, no pasa de ser un pasatiempo entretenido, per muy superficial y con un planteamiento muy tópico que se resuelve, eso sí, con un gramo de locura que entra dentro de los esquemas típicos de la guerra de sexos. Una mujer advierte que su marido ya no le hace ni caso y que tiene una amante. Se presenta en casa de esta, sin decir quién es, y espera a que llegue su marido. Un típico vodevil con el enredo de la rivalidad de las dos mujeres para «quedarse» con el «macho», un bobo, en realidad, que en modo alguno merecería la más mínima atención por parte de las dos mujeres, pero como el guion lo exige… La película incluye canciones, pero no llega a ser un musical propiamente dicho, aunque en la fiesta final, un baile de disfraces en un dirigible, hay una hermosa coreografía de estilo futurista muy aceptable. En esa fiesta de carácter benéfico, charity lo llaman los anglosajones, los hombres van pujando dineros para conseguir la compañía de las bellas mujeres que van «saliendo a subasta». Todos pujan por la amante del protagonista hasta que aparece una bella seductora a quien se presenta como «Madam Satan» que, de repente, vuelve locos a todos los hombres pero a su marido al que más, quien ignora, lógicamente, que la bella seductora es su mujer. Con un baile y una canción muy sensuales, consigue «volver loco» a su marido, hasta que un accidente en el dirigible donde tiene lugar el party obliga a que los invitados hayan de usar los paracaídas de emergencia para saltar de la aeronave que se ha desprendido del amarre y vuela a la deriva, desgarrándose y presta a hacerse pedazos. Esas secuencias son todas ellas de una calidad extraordinaria, con un movimiento de cámara perfeto que nos ofrece todo el dramatismo de una acción desesperada, aunque siga habiendo momentos cómicos que sirven de contrapeso a la tragedia. Ya digo, nada del otro mundo, pero incluso dentro de esa nadería hay momentos de gran cine de catástrofes que los aficionados al género sabrán apreciar como la realización lo merece. En conjunto es un programa doble magnífico. Y Macho y hembra una de las grandes películas de la Historia del cine. Algún cinéfilo la ha puesto a la altura de El nacimiento de una nación y, ¡oh, sorpresa!, de La princesa de las ostras, de Lubitsch, una maravilla de maravillas que veo poco reconocida y que a mí me pareció inefable, como a ese cinéfilo. Ya somos dos. Y vendrán más, seguro…

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