domingo, 14 de marzo de 2021

«Bury me Dead» y «The Amazing Mr. X, de Bernard Vorhaus, «blacklisted» por McCarthy.


Un represaliado del macartismo, el desconocido director Bernard Vorhaus, que merece ser descubierto. Dos ejemplos de su maestría y de la del cinematografista John Alton. 

 

Título origina  Bury Me Dead

Año: 1947

Duración: 68 min.

País:  Estados Unidos

Dirección: Bernard Vorhaus

Guion; Dwight V. Babcock, Karen DeWolf (Obra: Irene Winston)

Música: Emil Cadkin

Fotografía: John Alton (B&W)

Reparto: Cathy O'Donnell, June Lockhart, Hugh Beaumont, Mark Daniels, Greg McClure, Milton Parsons, Virginia Farmer, Sonia Darrin, Cliff Clark.

 

 

Título original:  The Amazing Mr. X

Año: 1948

Duración: 78 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Bernard Vorhaus

Guion: Crane Wilbur, Muriel Roy Bolton , Ian McLellan Hunter

Música: Alexander Laszlo

Fotografía: John Alton (B&W)

Reparto: Turhan Bey, Lynn Bari, Cathy O'Donnell, Richard Carlson, Donald Curtis, Virginia Gregg.

 

         He aquí un descubrimiento absoluto que también me ha deparado la selección de obras clásicas de YouTube. Antes de ser represaliado por McCarthy y «emigrar» a Inglaterra, donde se dedicó, dejando el cine, al negocio de restauración de casas, Bernard Vorhaus ya tenía una larga carrera iniciada en 1928 y acabada en 1953, como ayudante de dirección de Wiliam Wyler en Vacaciones en Roma, aunque con pseudónimo. En Inglaterra trabajó con Michael Powell al amparo de una promoción pública del cine inglés, época en la que David Lean trabajó como montador para un par de películas suyas. Rodó también en Berlín y en Roma, en Cinecittá. Estamos en presencia, pues, de un miembro de esa segunda generación de cineastas que se forjaron en todos los oficios del cine hasta llegar a la dirección, y que conocen la industria desde dentro. Por ello, sus películas, como en  este caso de Vorhaus, tienen  un acabado de calidad que, más allá de su trascendencia dentro de la Historia del Cine, constituyen un ejercicio artístico que ha de ser reconocido como se merece. Estas dos películas que he visto, para introducir a los lectores de este Ojo en la obra de este autor del que seguramente, como a mí me pasaba, no habrán oído hablar nunca, no solo constituyen dos ejercicios de cinematografía de muchos quilates, sino que ambas cuentan con el apoyo técnico de un director de fotografía tan brillante como John Alton, que imprimió, sobre todo a la segunda, una personalidad, por la iluminación y la atmosfera que crea, que va más allá de la trama a cuyo servicio está, aun no siendo desdeñable.

         Bury Me dead es una película de corte policiaco que combina a la perfección la trama criminal con la mejor comedia usamericana, llena de respuestas ingeniosas y situaciones tan brillantes como las apariciones del boxeador del que, en principio, parecen haberse enamorado dos hermanas, una de las cuales se entera, tras la lectura del testamento del padre, que no ha sido adoptada legalmente, por lo que toda la herencia va a su hermana mayor. La película arranca con un incendio en el que, por el brazalete encontrado, todos creen que ha muerto la heredera. A continuación, una mujer coge un taxi y se dirige al cementerio. El taxista le pregunta al entierro de quién va, y ella le contesta: «Al mío». Desde lejos observa la ceremonia sin dejar de hacerse la única pregunta posible en este caso: ¿Quién querría verla muerta? A partir de ahí, se «aparece» a su abogado, en primer lugar, después a su esposo, a su hermana, al servicio, etc. La trama se complica porque la hermana, que estudia psicología, se va a vivir sola y, estando enamorada del marido de su hermana, se enamora, por despecho, de un boxeador, de cuya novia, a su vez, se enamora el marido de la heredera, quien, para darle celos a su marido, de quien quiere divorciarse, también se enamora del boxeador, una figura equivalente a la del «gracioso» de nuestro teatro clásico, o a la del miles gloriosus de Plauto, que va a proporcionar a la película algunos gags de verdadera altura, ninguno de los cuales le chafo a los futuros espectadores parta que los disfruten como yo lo he hecho, porque en esos momentos, la trama criminal queda brillantemente supeditada al delicioso estilo de comedia sofisticada que tanta tradición tiene en el cine usamericano. Poco a poco, pero sin tiempos muertos, la película progresa hacia el misterio del asesinato de uno de los personajes, porque la película es una serie de flashbacks encadenados que nos van llevando hacia las conclusiones lógicas que siempre se imponen en estos casos, no sin que las falsas atribuciones de culpabilidad generen un suspense que se mantiene poderosamente hasta el mismísimo final, en que recuperamos el tono alegre de la comedia que nos ha hecho pasar un rato tan estupendo. Sí, no lo duden, estamos ante una peli de serie B, pero con todos los ingredientes del mejor cine de serie A. El reparto es muy ajustado y las actuaciones saben moverse con encanto entre esos dos géneros, el criminal y la comedia.

         The Amazing Mr.X se abre con el tono de una película misteriosa, casi gótica, y propia, acaso, de un melodrama  sobre el culto a la memoria de los muertos amados en vida. Una imponente mansión en lo alto de un acantilado, desde la que desciende una escalera hasta una playa diríase que «particular», a juzgar por los acantilados         que la cierran sin paso accesible a la orilla. Por esas arenas pasea la protagonista, con el traje blanco largo y vaporoso de rigor, junto al oleaje, una luna llena que riela sobre las aguas y la persistente y dolorosa sensación de que entre el viento y el mar susurran su nombre, llamándola, atrayéndola. Allí encuentra un cuervo y un hombre misterioso que sele ofrece como vidente.

         La protagonista ha perdido a su marido, un pianista, y lleva tiempo ya percibiendo su presencia, que la arrastra, sobre todo por las noches, a una deambulación nocturna que tira de ella hacia la playa en la falda del acantilado donde se yergue la casa, un escenario perfecto de novela gótica en el que lo más natural es la presencia de espíritus o fantasmas. La mujer ha intentado rehacer su vida y tiene incluso un pretendiente, pero la firme impresión que le causa la sensación de entrar en contacto con su marido impide que dicha relación progrese. Finalmente, acude a la consulta del vidente y a través de sus artes consigue crear en la viuda la esperanza de entrar en relación con su esposo.

         No tarda la trama en desnudar los artificios del mago, la relación íntima de una de las doncellas de la casa con él para extorsionar, vía espiritualista, a la clienta , y a ello se suma la intuición de la hermana pequeña de la protagonista, quien se presenta en casa del vidente para intentar «descubrir» qué trama tiene a su hermana como objetivo central. Lo que ocurre es que la pánfila muchachuela queda literalmente «hechizada» por el amazing vidente, quien le acaba pareciendo la humana encarnación de todas las gracias masculinas que esperaba conocer ella. Van juntas a una sesión en la que el mago despliega todas sus armas para impresionar a dos mujeres dispuestas a dejarse impresionar. Se complica todo cuando el prometido irrumpe con la policía en la sesión y no descubren nada de los trucos, bien protegidos del vidente. Le obligan, eso sí, a repetir la sesión para desacreditarlo, pero, en ese momento, vuelven a oírse las notas del Nocturno número 9 en si bemol menor de Chopin que funcionan como un leit motiv a lo largo de toda la película para anudar la relación psicológica de dependencia entre la protagonista y su difunto marido, y, al fondo de la sala, envuelto en claridades de niebla espesa aparece la figura del marido, todo ello ante el desconcierto del vidente que ignora qué está pasando…

         A partir del secreto desvelado y del concierto de voluntades para esquilmar a la presunta viuda, la trama toma un rumbo no por bien conocido interpretado con un convencimiento total que logran suspender el ánimo de los espectadores ante lo que todo da a entender que será un suicidio «programado», pero ahí me detengo, a punto de pisar en falso en lo alto del acantilado sobre la playa…

         Está fuera de toda duda de que nos movemos en una producción en B, pero la poderosa fuerza de las imágenes iluminadas, o, mejor dicho, ensombrecidas por John Alton le proporcionan a la película un empaque de serie A total. A ello contribuye también la interpretación del reparto, con actores y actrices de segundo nivel, como el vidente Turhan Bey, de padre turco, o Cathy O’Donnell, quien murió prematuramente con 46 años, en el apogeo de su carrera. En esta sesión doble, ella actúa con una capacidad de entusiasmo que ya presagiaban su magnífico desempeño en otros papeles más complejos, como en la ópera prima de Nicholas Ray, Los amantes de la noche. Ambas películas le permiten una gama de registros interpretativos que les hacen ganar muchos enteros.

         No son pocas las películas centradas en las estafas del espiritismo, pero en esta de Bernard Vorhaus ha de ponerse el acento en la capacidad extraordinaria de crear una atmósfera en una puesta en escena que permite auténticos encuadres de obra maestra, como todos en los que, con la ventana abierta, las cortinas se mueven en un bationdeo rítmico mientras la luna se enmarca en el rectángulo del dintel y las jambas, hacia los que se acerca la cámara con una lentitud que anticipa un peligro inminente… Por otro lado, y para «compensar» los desasosiegos que esas tensiones le causan al espectador, la figura pícara del vidente estafador está descrita con tal tono de comedia y farsa que nos parece imposible que se preste a un juego tan sucio como el del difunto marido…

         En fin, si he logrado interesar a alguien en un director «rescatado» del olvido en que, como tantísimos otros, había caído, me doy por satisfecho. En este sentido, bucear en el pasado del cine es siempre una aventura llena de recompensas, como en este caso.

 

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