lunes, 29 de marzo de 2021

«Fraude criminal», de Godfrey Grayson, o el reputado estilo Hammer.

Una interesante película rodada en buena parte en el interior de la Tate Gallery.

Título original: The Fake

Año: 1953

Duración: 80 min.

País: Reino Unido

Dirección: Godfrey Grayson

Guion: Patrick Kirwan, Bridget Boland (Historia original: James Daplyn)

Fotografía: Cedric Williams (B&W)

Reparto: Dennis O'Keefe, Coleen Gray, Hugh Williams, Guy Middleton, John Laurie, Gerald Case, Seymour Green, Eliot Makeham, Stanley Van Beers, Ellen Pollock, Morris Sweden, Dora Bryan, Arnold Bell, Philip Ray, Michael Ward, Leslie Phillips, Billie Whitelaw, Clifford Buckton, Marianne Noelle, Joe Wadham, Beatrice Kane.

 

         Me asomo a este Ojo un momento para recordar la existencia de estas películas británicas en las que la aparición de estrellas menores usamericanas, como Lloyd Bridges en The limping man, de Cy Endfield o Coleen Gray, a quien vemos, con gusto, de forma repetida, pues la vi hace nada en El beso de la muerte, de Hathaway,  le conceden un parentesco efectivo con el potentísimo cine negro usamericano de los años 40 y 50, si bien en el caso del cine británico asumimos esa suerte de cuota especifica de la idiosincrasia inglesa que tan excelentes películas y directores nos ha deparado.

         Como Denis O’Keefe es el protagonista se esta cinta y quien corre con el peso de la historia, se diluye en parte ese efecto británico, que queda reducido al rapapolvo que recibe el protagonista cuando un sospechoso aparece ahorcado y él sospecha que asesinado: En este país esperamos que los ciudadanos colaboren con su policía, le dice el inspector de Scotland Yard al detective encargado de vigilar un cuadro de Da Vinci cedido en préstamos a la Tate Gallery, después de que otros dos cuadros del autor hayan sido robados.

         Hace menos de quince días que critiqué en este Ojo la película Crack-up, de Irving Reis, con la que la presente comparte temática, aunque desarrollen sus historias de muy diferente manera. El mundo del arte y de las falsificaciones ha recibido bastante atención por parte del cine, y el título de la presente nos recuerda el famoso documental de Wells F de falso (F for Fake), sobre el extraordinario copista Elmyr de Hory, algunas de cuyas imitaciones, según él, son copias que pasan por auténticas en no pocos museos. En la inauguración de la exposición, una de las empleadas de la Tate, desciende a los sótanos del edificio y busca una puerta de servicio por la que introduce a un viejo en dicha celebración, no sin que al «eficaz» detective le pase por alto la maniobra. Al final, su chasco se deriva de que es el padre de la protagonista quien ha entrado con ella, y que el tal es un excelente pintor pero sin reconocimiento alguno. Como pasa en estas películas, y le pasaría a cualquiera con Coleen Gray, el detective se siente intensamente atraído por la joven y decide cortejarla, aunque aún ignora que el padre está envuelto en la trama de las falsificaciones.

         Uno de los principales méritos de la película es haber recibido el permiso singularísimo para rodar muchas secuencias de la película en el interior de la Tate Gallery, lo cual contribuye notablemente a la veracidad de la historia, además de permitirnos seguir la acción en unos interiores que llaman la atención, sobre todo cuando se produce la persecución de quien ha sustraído el cuadro de Da Vinci y ha dejado una copia en su lugar. Ese recorrido por las salas sin gente, en penumbra, con la salida a los tejados desde donde el ladrón se descuelga hasta la calle tienen una potencia visual notabilísima, y se relacionan íntimamente con las técnicas clásicas del género negro.

         En su cortejo, el detective le encarga al padre, que siempre parece ir necesitado de dinero, un cuadro de su hija, lo que facilita su entrada en la casa y tener una cena privada con ella, pues el padre sale a la calle con un vulgar pretexto. Antes, por supuesto, ella le ha puesto las cosas difíciles, y todo se complicará más cuando ella crea que la corteja solo para poder investigar la desaparición de los cuadros. La aparición del padre ahorcado complica enormemente la situación y quiebra la relación entre la hija y el detective, quien ha de enfrentarse a los responsables del museo por la sustracción del Da Vinci que él había de vigilar.

         Denis O’Keefe, aunque algo envarado, da perfectamente el papel de detective «paleto» que no entiende nada de arte, ni le interesa, pero ello le permite recibir distendidas  lecciones de la hija del pintor, en el sofá, en lo que parece un imparable progreso de su relación, hasta la aparición efectista del cadáver del padre. La visita a un albergue de gente sin recursos y sin techo, donde buscan a un pintor callejero que conoce al padre, forma parte de esas escenas sociales en que se muestra el otro lado del sistema, la cara desfavorecida de quienes se quedan atrás en la lucha por la vida.

         La película, insisto, no es una maravilla, pero la puesta en escena, a la que se suma haber escogido la suite de Mussorgsky, Cuadros de una exposición, como banda sonora, le da un cierto empaque que se acrecienta en el magnífico desenlace de la película, aun a pesar de que sea muy parecido al de Crack-up. Lo cierto es que quien decida verla, pasará un buen rato.

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