Dos películas policiacas en Usamérica e Inglaterra, dos perspectivas distintas y una misma calidad en directores sin fortuna mediática.
Título original: Vice Squad
Año: 1953
Duración: 87 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Arnold Laven
Guion Lawrence Roman (Novela: Leslie T. White)
Música: Herschel Burke Gilbert
Fotografía: Joseph F. Biroc (B&W)
Reparto: Edward G. Robinson,
Paulette Goddard, K.T. Stevens, Porter Hall, Adam Williams, Edward Binns, Barry
Kelley, Jay Adler, Lee Van Cleef, John Verros.
Título original: Time Is My Enemy
Año: 1954
Duración: 64 min.
País: Reino Unido
Dirección: Don Chaffey
Guion: Allan MacKinnon
Fotografía: Geoffrey Faithfull (B&W)
Reparto: Dennis Price, Renée Asherson, Patrick Barr, Duncan Lamont,
Susan Shaw, Bonar Colleano, Alfie Bass, Agnes Lauchlan, Brenda Hogan, Barbara
Grayley, Mavis Villiers, William Franklyn, Dandy Nichols, Erik Chitty, Howard
Layton, Neil Wilson, Alastair Hunter.
Toca hoy traer, a modo de
homenaje más que merecido, a dos directores que han formado, en su momento,
parte sustancial no solo de la industria del cine, sino, posteriormente, de la
magnífica calidad de muchas de las series de televisión que han existido desde
siempre, y siempre, además, con un instinto narrativo que aún hoy nos sigue
admirando y, supongo, que sirviendo de lección para tantos realizadores como
hoy emplea la industria de las plataformas para el bulímico consumo de series.
Me refiero a Arnold Laven y a Don Chaffey,
cuya excelente labor para sembrar la semilla de la cinefilia conocí cuando
pasaba tardes y tardes en los cines de doble sesión nutriéndome de relatos y
modos de hacer que ahora entiendo por qué tenían la capacidad de «imantar» a
los espectadores y no soltarlos hasta que acabaran las tres horas exactas del
programa doble. De Arnold Laven vi, en aquellas tardes, películas como El
monstruo que desafió al mundo o Gerónimo. De Don Chaffey, dos auténticos
exitazos de taquilla, Jason y los Argonautas y la espectacular Hace
un millón de años que convirtió a Raquel Welch en el mito erótico que fue
durante toda su carrera cinematográfica. No tengo tiempo para ir a contrastar los
datos de recaudación de aquella recreación de la especie humana anterior a los neandertales,
pero jamás conocí a nadie que no hubiera visto la película, y, al parecer, fue
el mayor éxito de taquilla de todas las películas producidas por la Hammer.
Los dos ejemplos que le he arrancado a mi
ejercicio pedestre en la cinta del gimnasio constituyen dos enfoques distintos
de un mismo género, el policiaco: una película británica, la de Chaffey y otra
usamericana, la de Laven. Y hay diferencias entre ambas, al margen del
presupuesto y de la entidad de los actores y actrices principales en una y
otra, porque la presencia apabullante de Paulette Godard y Edward G. Robinson
en Vice Squad le concede a la producción usamericana una solidez galáctica
con la que no puede competir la muy decorosa, pero casi anónima de Chaffey,
excepto por el caso de Renée Asherson, una muy reconocida actriz británica con
repertorio chespiriano.
Vice Squad tiene una apariencia de
documental que relata la vida cotidiana en una comisaria en la que el capitán ha
de atender a varios casos, si bien la muerte de uno de sus hombres en un
tiroteo la noche anterior, con esa secuencia se inicia la película, absorberá
su atención. El ajetreo de unacomisaría en la que se agolpan los sospechosos
habituales, hay ruedas de reconocimientos para incriminar a posibles
delincuentes, se vive con angustia el estado de un policía que acaba muriendo por
las heridas recibidas, reciben el soplo de un inminente atraco en un banco e
incluso la denuncia de una hija que quiere denunciar al conde italiano que ha
embaucado a su madre hasta el punto de que esta quiere casarse con él; a todo
ello el capitán ha de ir atendiendo a lo largo de un metraje ajustado para
tantas historias que, como es lógico, acaban teniendo cada una su desenlace.
Metidos en el interior del banco, a la espera de que se produzca el atraco, liderado
por el mismo delincuente que mató al policía, el secuestro de una empleada que
es usada como rehén y escudo para perderse en las sombras del escondite donde
aguardar a que todo se calme complica aún más la situación. Para todo, sin embargo,
hay una respuesta, y el capitán jamás descompone el tipo excepto por una
respuesta desabrida que se produce justo después de recibir la muerte de su
hombre. A pesar de la tensión dramática inherente al desarrollo de la trama,
ese aire «documental» que Laven imprime al día a día de la comisaría, hay
ciertos destellos de humor que sirven de contrapeso a los casos, e incluso uno
de ellos, el del supuesto impostor italiano es resuelto con un sobresaliente
ingenio, porque el capitán consigue que un profesor de Filología amigo suyo, de
origen italiano, acepte entrevistarse con él para detectar, lingüísticamente, si
ese trata de un heredípeta, como todo parece indicar que es. Esa parte, por la
que me toca a mí de profesor de la asignatura de Lengua reconozco que me ha
encantado. El resto se ve con complacencia, y, sobre todo, la parte cómica del
testigo presencial de los hechos que se niega a hablar porque salía de casa de
una prostituta y no quiere que la publicidad de los hechos llegue a oídos de su
mujer. Un personaje a la medida de ese gran «característico» del cine que fue
Porter Hall, que lo borda. La película sigue la estela de La ciudad desnuda, de
Jules Dassin, por lo que al enfoque verista supone, pero también es cierto que
entre Dassin y Laven hay una considerable distancia estética. Con todo, tanto
el atraco como la persecución de la testigo que se escapa de su vigilante,
tienen un fuerte componente de cine negro del mejor. Por otro lado, a los lectores
cinéfilos les llamará la atención la presencia de un clásico de los westerns de
Leone: Lee van Cleef, como miembro de la banda, quien destaca
cinematográficamente, en cuanto la cámara lo enfoca , con una poderosa
personalidad propia.
Time Is My Enemy es una clásica película
policiaca que se apoya argumentalmente en un caso de chantaje a una mujer casada,
¡por parte de su marido!, a quien, en su día dieron por muerto, y que reaparece
ahora con una personalidad distinta. Como el matrimonio es amigo de un policía
que investiga un asesinato en una joyería, la situación se complica cuando la
esposa quiere liberarse de un chantaje que, como es de esperar, acabará convirtiéndose
en la principal fuente de recursos del delincuente, quien no puede vender las
joyas porque están malditas por el asesinato cometido. La película se ajusta al
estereotipo, pero todas las actuaciones son tan convincentes que el espectador
sigue con interés el desarrollo de la trama. Ahí aparecen el pub estrafalario,
la mujer fatal que le exige al delincuente que consiga el dinero y la lleve a
París inmediatamente, y una mujer y un marido decididos a todo, aunque sea
colocarse al otro lado de la ley para impedir la extorsión. Todo, como decía, transcurre
dentro de las previsiones, pero hay algunos giros de la trama que no revelaré y que incluyen ciertas tomas en
contrapicado especialmente interesantes. Nadie podrá decir nunca nada contra la
gran escuela inglesa de actuación, y menos aún para una película cuyo máximo
interés radica en la solvencia con que tales actores y actrices son capaces de
sacarla adelante. En términos generales, no es un mal complemento de la
anterior, pero tiene ese envaramiento propio de los policiacos ingleses y que
no hace mucho pudimos observar en la creación del personaje central de la serie
Endeavour, nombre de dicho protagonista…
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