Una tragedia
rural como mandan los cánones desde que Tespis se echó al camino…
Título original: Tros
Año: 2021
Duración: 83 min.
País España
Dirección: Pau Calpe
Guion: Marta Grau. Novela:
Rafael Vallbona
Música: Bernat Vivancos
Fotografía Gina Ferrer
Reparto: Roger Casamajor; Pep Cruz; Annabel Castan; Ana Torguet; Eduard Muntada; Iván
Caelles; ; Ramon Bonvehí; Belén Gallego;
Xavi Iglesias; Montserrat Trepat.
Confieso que el
atractivo cartel anunciador de la película, dos figuras emergiendo entre la
niebla tradicional de la provincia de Lérida, sosteniéndose una en la otra, me
hizo concebir esperanzas de que pudiera ver una obra que «compitiese» con Alcarràs,
dado el espacio, la lengua y la ocupación del protagonista. Pensé incluso en la
tan hermosa como triste película de Bela Tarr, El caballo de Turín. Ese tros del
título remite a la aparcería tradicional, a la “parte” que explota el aparcero
para vivir de lo que rinda el terreno, lo que en Murcia se denomina «terraje»,
por ejemplo.
Tomando como
pretexto los robos en las explotaciones agrícolas, que desesperan a los agricultores,
la película nos habla del «somatén», las patrullas de propietarios que vigilan
de noche sus explotaciones al margen del muy escaso desempeño de las
autoridades, de un pueblo que, en una de sus batidas, uno de los agricultores
acaba atropellando mortalmente en su huida a uno de los ladrones.
Previamente,
hemos conocido al hijo del protagonista, quien tiene una relación pésima con su
padre, no pega ni golpe, porque se dedica al trapicheo de droga, y está,
además, preocupado por las «ausencias» mentales de su progenitor, como dejarse
el gas de la cocina abierto, por ejemplo. Dada la pésima condición física del
padre, decide acompañarlo en su ronda de vigilancia, justo cuando el padre
acaba matando al ladrón, aunque desde ese mismo momento se inicia un extraño
juego en el que el padre parece dispuesto a endosarle el asesinato a su hijo.
La película
interrumpe la línea cronológica narrativa con unos flashbacks que permiten ir
perfilando la historia del padre y del hijo, pero el verdadero conocimiento «total»
de esa relación envenenada no lo tendremos hasta el mismísimo momento del sorprendente
y muy conseguido desenlace. La mezcla de
tiempos se revela, en alguna ocasión, confusa, porque el espectador tarda unos
momentos en situar en el tiempo lo que ocurre; pero, en general, el retrato de
los personajes se perfila adecuadamente.
Desde el
momento del asesinato, la acción toma una deriva clásica de la persecución del
criminal, o del sospechoso, por parte de las fuerzas del orden. Si a ello se
suma que el hijo es buscado a su vez por su proveedor de droga, a quien le ha
estafado el importe de un alijo, tenemos una doble persecución de la que padre
e hijo se escapan, en principio, con cierta habilidad, lo que implica un
conocimiento del terreno y la ayuda de la vecina con quien el padre, tras la
muerte de su mujer, mantiene una relación sentimental que el hijo ignoraba; una
relación con un momento muy logrado cuando ambos, el vecino amante aún un fugitivo,
bailan el bolero Regálame esta noche, que en uno de sus fragmentos dice,
¡nada menos!: «regálame esta noche, retrásame la muerte…».
Si sumamos la
búsqueda de padre e hijo por parte de los integrantes del somatén para que se
entreguen a la autoridad, acabamos de sumar las adversidades que se oponen a la
fuga de los malavenidos. Con todo, la casi fratría secreta de los agricultores
en un pequeño pueblo nos permite conocer unos códigos de conducta que van más
allá de los deberes ciudadanos para con la autoridad. Hay hechos que son
juzgados desde otras leyes, y a esas se atienen los personajes, algo que queda
muy claramente expresado en la reacción de los policías cuando llegan al
escenario final de la historia.
Si en Alcarràs
había un esteticismo paisajístico muy de agradecer, en Tros no lo hay
menos, aunque la niebla y el frío no sean tan esplendorosos como el estallido vital del verano, pero sí, al
menos para mi gusto, más impactante, porque la respiración de la tierra parece
sacar muy de dentro la humareda de un fuego que quema las entrañas y nubla las
emociones. Salvo algunos espacios neutros, como las casas, el bar o la estación
de autobuses, tratados con el realismo que destaca lo modesto, la escenografía
natural está conseguidísima, incluso en las tomas nocturnas de las secuencias
que muestran las luces de los coches del somatén trazando laberintos en los trossos
cultivados. La cámara está perfectamente colocada para encuadrar a los
personajes en el medio en que viven, porque, en efecto, ¿qué es, sobre todo el
padre, lejos de su tros? El desgarro por tener que abandonarlo para huir
de las autoridades, y en ese contexto se produce el baile con la amante al compás
del bolero, nos va a llevar al magnífico desenlace de la historia, si bien los aristarcos
pueden aducir que la policía, y más por tratarse de una pequeña localidad, bada
molt, va muy despistada.
Como en las
buenas tragedias y en las películas de intriga policial, un buen desenlace lo
cura todo, y eso es lo que tiene esta magnífica ópera prima de Pau Calpe.
El capítulo de
la interpretación brilla poderosamente, porque el naturalismo de los
secundarios enmarca a la perfección las muy destacadas actuaciones de Pep Cruz,
de Roger Casamajor y, aunque en papel demasiado breve para sus muchas cualidades, de Annabel Castan,
quien saca destellos diamantinos a la imposible novia del bala perdida sin
remedio.
Este Tros bien puede ponerse en relación con As bestas, de Sorogoyen, porque en ambas cobra protagonismo la suerte de bestialidad humana que parece crecer en la lucha contra el medio, en lugares poco habitados, como lo reflejaron a la perfección dos autores tan portentosos como Pardo Bazán en Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza y Valle-Inclán en sus Comedias Bárbaras.
Lo propio hubiera sido que esta película tan soberbia hubiera recibido algún Goya en justo reconocimiento a sus muchos valores, pero advierto que no hay ni rastro de su paso por esos premios. O sea, todo dentro de lo "normal" en este país en que tan grueso se hila a la hora de reconocer los méritos. A ver qué pasa con la próxima...
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