Un científico en su contexto casi determinante…
Título original: Creation
Año: 2009
Duración: 105 min.
País: Reino Unido
Dirección: Jon Amiel
Guion: John Collee. Libro: Randal Keynes
Reparto: Paul Bettany; Jennifer Connelly; Toby Jones; Jeremy Northam; Benedict
Cumberbatch; Jim Carter.
Música: Christopher Young
Fotografía: Jess Hall.
Es curioso que la recepción crítica
de la película haya sido negativa en muchos aficionados al cine por el hecho de
no haber respondido la película a «sus» expectativas, fundamentalmente que la
película dedicara poco menos que una atención dominante a la tarea científica
del gran naturalista inglés, cuya obra cambió nuestra manera de entender la
vida sobre el planeta. Ya imagino que asociar a Darwin a El origen de las
especies es casi de obligado cumplimiento, pero hay en esa asociación un
reduccionismo que no nos permite conocer a la persona en su totalidad, sino,
exclusivamente, en el aspecto en que ha destacado social, artística o
científicamente. Más allá del naturalista hay, pues, un hombre casado con una
mujer y padre de diez hijos, ¡nada menos!, dos de los cuales murieron, y la
película se centra en uno de ellos, su hija Anne, que murió a los diez años y
dejó una huella de inmenso dolor en el corazón del padre solícito y cariñoso
que, al parecer, fue el científico, según se nos muestra oportunamente en la
película. Casado con una prima suya, Darwin siempre creyó que ese grado de
consanguinidad era responsable de ciertas enfermedades, entre ellas la que
acabó con su hija. Él mismo tenía una salud debilitada, con padecimientos de
origen desconocido, que lo llevan a probar hidroterapias como la del agua a
presión, en escenas de especial impacto estético. La propia vida del matrimonio
en una casa cerca de la costa, en la que la vida cotidiana, con sus minucias
domésticas, tiene un interés dominante, ocupa el grueso de la historia, sobre
todo la evocación de la hija fallecida, en quien el padre parecía haber puesto
grandes esperanzas, a juzgar por su capacidad crítica y su complicidad intelectual.
Las apariciones constantes de la niña, en diálogo activo con el padre, algo que
acaba desesperando a la madre, son uno de los grandes ejes de la película,
porque, en un momento dado, el padre, sin esperar a la madre, que duda entre
acompañarlo a quedarse a cuidar del resto de los hijos, , se lleva a la hija a
un sanatorio donde le aplican ciertas curas de hidroterapia que no logran
atajar el mal que la va consumiendo hasta la muerte. Lo esencial de todo esto
es la absoluta «naturalidad» de las apariciones de su hija en el desarrollo de
la vida familiar y la facilidad con que aceptamos esos diálogos de ultratumba
entre padre e hija.
Darwin estaba
casado con una mujer muy religiosa, y el título de la película alude a la
resistencia que hubo de vencer el científico para dar el gran paso que lo
convertiría en el escándalo de su generación y de las muchas por venir, porque «destronar»
a Dios y la versión bíblica de la creación del mundo no era una empresa sin
terribles consecuencias. Desde este
punto de vista, está claro que la película adquiere, más allá de que se centre
o no en los estudios biológicos del autor, un interés enorme, capaz de
permitirnos vivir lo que debió ser, en su momento, ese «asalto a los cielos»
del creacionismo, y que, un siglo después de haber sido publicada, aún da pie a
debates entre el evolucionismo y el creacionismo como el que se recoge en la famosa
película La herencia del viento, de Stanley Kramer.
No obstante,
no son pocos los momentos en que el trabajo científico de Darwin ocupa el
metraje, y nos trae a la memoria esos gabinetes naturalistas en que se
almacenan muestras biológicas y minerales de todo tipo que son estudiadas con
paciencia para dotarlas de un contexto que explique su lugar entre las especies.
Dentro de la exaltación de la vida que supone la película, por más que la hija
muerta, revivida en su cariño, sea parte primordial de la historia —no en vano
la película está inspirada en la novela biográfica de Randal Keynes,
descendiente de Darwin: La caja de Annie. Darwin y familia—, llama
poderosamente la atención la agonía de la chimpancé Jenny, en brazos de su
cuidador, porque en esa escena de poderosa intimidad y respeto se establece un
nexo entre especies que nos habla de algo más que de cercanía evolutiva, desde
luego. Los diversos flashbacks de la película, además, añaden contextos
imprescindibles de su viaje a Sudamérica, y alguna breve digresión, como la de
los dos niños indígenas extraídos de su comunidad para ser educados según los usos
«civilizados» y a quienes no les
cuesta nada reintegrarse al supuesto edenismo de la tribu de la que
fueron sacados sin su consentimiento, dan a entender ciertos mensajes de fondo
que captamos fácilmente.
Lo sustancial,
con todo, ya lo hemos dicho, es la lucha entre la ciencia y la fe, encarnada
por dos personas que comparten la vida y ocho hijos. La tensión entre ambos parece
dar a entender la incompatibilidad radical entre un agnóstico y una creyente,
para formar una vida en común, pero hemos de tener en cuenta que estamos a
mitad del siglo XIX y que, por lo tanto, el grado de intolerancia religiosa
era, por decirlo así, la «norma» social.
Por otro lado,
el de los aspectos técnicos de la película, y casi como cualquier producción de
tipo histórico del cine británico, la ambientación está cuidadísima, el
vestuario, la puesta en escena y ello redunda en la convicción de estar
asistiendo casi como si de un documental se tratara al desarrollo de la vida
familiar de Darwin y de sus seguidores, otros científicos que lo animan para
publicar su trabajo, por polémico que sea. La película sostiene la tesis de que
la mujer de Darwin fue decisiva en la publicación de la obra, a pesar de los
pesares, pero ese desenlace es mejor que le vean los espectadores sin que le sea
recontado. Las interpretaciones son ajustadísimas, y la intolerancia de la mujer,
excelentísima Jennifer Connolly, da perfecta réplica a ese sabio hogareño
descuidado y amante de su familia que compone su marido en la vida real, Paul
Bettany, quien exhibe un increíble parecido con el científico. Insisto, más allá de frustradas expectativas, la película ha de verse
como lo que es, el momento complicado de la redacción de su obra cumbre y de su
intento de publicación, ¡que no es poco! Hablamos, pues, del duro contexto de
la vida del científico, que comenzaba en su propio dormitorio…
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