viernes, 24 de mayo de 2024

«Tumba abierta», de Danny Boyle, el brillante inicio de un director inclasificable.

 

Una ópera prima que roza la ópera perfecta: el humor negro y la violencia extrema en feliz maridaje.

 

Título original: Shallow Grave

Año: 1994

Duración: 91 min.

País: Reino Unido

Dirección: Danny Boyle

Guion: John Hodge

Reparto: Ewan McGregor; Kerry Fox; Christopher Eccleston; Peter Mullan; Ken Stott; Gary Lewis; Keith Allen; Colin McCredie; Robert David MacDonald.

Música: Simon Boswell

Fotografía: Brian Tufano.

 

          Resulta estimulante acercarse a la ópera prima de muchos directores después de haber visto obras recientes suyas sobre las que te has formado un juicio más o menos sólido. Obras como Trainspotting, Slumdog Millionaire o Yesterday, ¡tan distintas entre sí!, dan fe de la versatilidad de un director que no se deja encasillar, a fuer de variar sus temas y estilos. En su ópera prima, sin embargo, Boyle explora la comedia negra con unos recursos excelentes y un  guion fabuloso, en el que los giros se suceden desde el principio hasta el mismísmo final. Una obra tan temprana, permite, además, ver el debut cinematográfico de actores con mucha proyección posterior, como es el caso de Ewan McGregor, aunque ese debut se produjo, al tiempo, el mismo año, en dos películas: Un hombre perdido en el tiempo, de Bill Forsyth, de muy deficiente distribución, y donde hacía un papel insignificante, y la presente, donde asume un protagonismo que aumentaría, después, en la película que lo consagró Trainspotting.

          La trama comienza como una comedia de situación en la que tres compañeros de piso, algo juerguistas y sobrados, deciden alquilar la habitación vacía del piso a un nuevo colega. El proceso de selección de dicha persona, un remedo de los castings para participar en producciones cinematográficas, es una tarjeta de presentación del carácter faltón, juguetón y desinhibido de los tres amigos. Tras rechazar a varios candidatos, con quienes urden todo tipo de bromas, algunas de ellas pesadas y faltas totalmente de misericordia o caridad para con el prójimo…, deciden aceptar a un intrigante personaje que los supera en edad y, aparentemente, en formación y experiencia vital. Los tres se dejan seducir por el tal Hugo que llega con dos maletas y se encierra en su cuarto para chutarse una sobredosis que lo deja  completamente «electrizado» en la cama. En vez de llamar inmediatamente a la policía, el personaje de McGregor descubre una maleta bajo la cama con una fortuna en ella. Y a partir de ahí, se abre la veda para la comedia negra, muy negra. El tema ha sido tratado en el cine negro en diversas ocasiones. No hará mucho que vi  Demasiado tarde para las lágrimas, de Byron Haskin, con una de lasa clásicas mujeres fatales del cine negro, Elizabeth Scott. En esa película, y por error, un coche que se cruza con el de los protagonistas, Elizabeth Scott y Don de Fore, arroja una maleta llena de dinero a su coche. Cuando se dan cuenta de lo que contiene, se despierta en ella una avaricia por el dinero que acabará siendo su perdición; sobre todo cuando entra en juego uno de los grandes villanos de ese género cinematográfico, Dan Duryea. Aquí, en Tumba abierta, como se advierte, pasa exactamente lo mismo, y cuando el más sensato de los tres pretende llamar a la policía, los otros dos le insisten en que se lo piense, porque, como es obvio, se trata de un dinero «llovido del cielo» con el que nadie, nunca, eso creen al menos, podrá relacionarlos. La confianza en la seguridad total, cuando de dinero de origen desconocido hablamos, es uno de los grandes autoengaños de quienes se ven accidentalmente en posesión de él. A partir de ese momento, y cuando el sensato se decanta por seguirle el juego a los otros dos, comienza el «baile» de despropósitos que van a sucederse durante el resto de la proyección, porque, como  no se le oculta a los aficionados a este género de la comedia macabra, no hay botín que no tenga dueños que harán lo posible y lo imposible por recuperarlo. Y si al frente de esos esbirros se halla un actorazo como Peter Mullan, está claro que todo va a mejorar. El humor negro, si andan descuartizamientos y entierros clandestinos de por medio, complica no poco el asunto, pero mucho más lo complica el hecho singular de que la amistad entre los tres jóvenes comienza a resquebrajarse y a dejar paso a diversas estrategias de alianzas que van variando en función del trastorno radical que sufre uno de ellos, Christopher Eccleston, quien esconde el dinero en el desván del apartamento, se instala en él y taladra el techo para poder vigilar desde arriba no solo los movimientos de sus sospechosos compañeros, de quienes cree que se han aliado para despojarlo de su parte, sino, también, la llegada de los matones que, tarde o temprano, han de acabar descubriendo el rastro del tal Hugo y de su maleta maravillosa. El ejercicio estilístico de Boyle tiene mucho que ver con la distorsión de la imagen, los planos estrafalarios y los primeros planos que revelan el tormento psicológico del enajenado que se convierte en el «guardián del tesoro», dispuesto a matar por él a quien quiera arrebatárselo. Esa metamorfosis es uno de los principales atractivos de la historia, porque supone la emergencia del monstruo de la codicia en la persona de orden, sobre todo después de haber contribuido tan decisivamente a la desaparición del primer cadáver, lo que volverá a repetirse con los dos matones, con quienes se enfrenta, ventajosamente, en la emboscada del desván, lleno de rayos luminosos y obstáculos de la armazón que sostiene el tejado del edificio. Ahí la realización se vuelve incluso brillante, porque Boyle ha sabido captar a la perfección el desvarío de quien, definitivamente trastornado por la ambición de vengarse contra sus amigos, a pesar de que ella, Kerry Fox, se ha movido eróticamente hacia él para afianzar una unión que excluya al personaje de McGregor, no repara ya ni en la posibilidad de tener que «eliminar» a sus compañeros de piso. Poco a poco, pues, el trágico divertimento va a más, hasta que acaba entrando en escena la policía, con un par de agentes que añaden tanta comedia como inquietud en los protagonistas. Por el medio, claro está, hay no pocas secuencias, como la «venganza» de uno de los aspirantes a ocupar la habitación, que deja al personaje hecho un cristo, como en efecto se merecía. Ese choque con la realidad forma parte, a lo largo de toda la película, del escarmiento de los tres jóvenes que acaban anteponiendo la ambición a la amistad. Eso sí, los giros de la trama se suceden hasta el mismísimo momento del desenlace, sobre el que corro la cortina para que cada cual la abra y se lo pase en grande con él. El dinamismo de la realización, que se acerca tanto al mundo del videoclip, contribuye a que la película se nos haga incluso breve, pero la narración, doy fe de ello,  es redonda y su final muy ingenioso y sorprendente. Está claro que sin la frescura desvergonzada de esta Tumba abierta (más propiamente Tumba poco profunda, en consonancia con el desarrollo de la historia), no hubiera podido Boyle narrar la transgresora Trainspotting.

4 comentarios:

  1. Buenas noches Juan:
    Mi intuición no me ha fallado: me sonaba tú nombre y acabo de verte en el blog de Joselu.Me ha encantado el libro de aforismos qué Maria nos ha dado a conocer,te felicito y perdona la pregunta: tú tenías otro blog por casualidad ,porqué tengo la sensación de comentarte algunas entradas eso sí hace tiempo...
    Un saludo

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  2. Pues sí, dos: "Diario de un artista desencajado", de índole literaria y "Provincia mayor" que el mundo eres, de carácter misceláneo. Ambos aburridísimos, lo reconozco... Sí que alguna vez me has comentado alguna entrada, lo recuerdo bien. Un saludo afectuoso.

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  3. Me impresionó muchísimo Trainspotting, tiene secuencias, absolutamente memorables ..la de la sobredosis por supuesto  o cuando lo lleva a rastras al taxi...y Resulta q a noche iba echarle solo una ojeadita tras tu recomendación  aquí  a "tumba abierta" y jajaja ¡me la vi enterita!...Muchas veces busco las películas que reseñas pero no siempre las encuentro, esta a la primera y … Me encantó la escenografía, el cuidado mobiliario, esos tonos como añejos de la fotografía , esa vuelta recurrente al hueco de la escalera  que la convierte  casi en otro personaje mudo de la historia ...el lugar donde trabaja el agobiado de las gafitas, su forma de vestir , tooodo como de cuento antiguo .. Quizá es ambientación le quita el toque angustioso a las escenas por violentas que sean, igual q esas siluetas en rojo en el horizonte cuando le atormenta lo q tuvo q hacerle al cadáver...No me suele atraer demasiado este tipo de argumentos, más que nada porque como comentas el final suele ser previsible – en esta ni eso lo es- jaja fantásticos en sus respectivos papeles, Ewan McGregor y Christopher Eccleston, aunque me quedo con este último, la evolución de su personaje es estupenda, de un recompuesto y comedido contable, a un casi psicópata en toda regla, vamos que por no pegar no pegaba ni compartiendo piso con los otros dos.. en fin, que mil gracias .. me estoy acordando de cuando ella le clava con no se qué al final el cuchillo a Ewan McGregor y su sonrisa malévola cuando se ve lo que hay debajo del suelo donde yace … muy recomendable sí Sr., mucho más por ser la primera ópera prima de Boyle ... un beso y buena semana JUAN!!

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    1. Por eso la critiqué, porque me lo pasé de maravilla con ese desenfado con que se adentra Boyle en el humor negrísimo, sobre todo al final... Nada que ver, por ejemplo, con la fantasía delirante de "La casa de Jack", de Lars von Trier, que peca de algo gratuita y angustiosa. Me alegro de que mis recomendaciones, como decimos aquí en catalán "te hagan el peso"... Un beso,

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