Una aproximación emocional a un conflicto político de casi imposible solución.
Título original: Le fils de
l'autre
Año: 2012
Duración: 101 min.
País: Francia
Dirección: Lorraine Levy
Guion: Noam Fitoussi,
Nathalie Saugeon, Lorraine Levy. Historia: Noam Fitoussi
Reparto: Emmanuelle Devos; Pascal
Elbé; Jules Sitruk; Mehdi Dehbi; Areen Omari; halifa Natour; Mahmud Shalaby; Bruno
Podalydès; Bruno Podalydès; Marie Wisselmann; Diana Zriek.
Fotografía: Emmanuel Soyer.
Nunca me da
pereza meterme en películas que, rodadas en Israel y en Palestina, pretenden
acercarse honestamente y sin afán propagandístico a la imposible convivencia,
social y política, entre los palestinos y los israelíes. Está claro que esta
historia tiene unos antecedentes imposibles de elucidar, sin sospechas, en el
marco de una crítica cinematográfica que por fuerza ha de atender no solo al
relato sino al modo como se nos hace llegar un doloroso trozo de realidad que
se ha producido por un terrible azar que cae en la vida de los afectados como
un mazazo que los aturde hasta casi el desvarío: por error, en el pabellón de
recién nacidos, dos niños son confundidos a la hora de ser entregados a sus
madres respectivas, de tal manera que solo por el azar de un análisis de sangre,
una de las madres advierte que hay algo raro, porque el grupo sanguíneo de su
hijo no coincide con los que posibilitan los de los padres. Reunidos los cuatro
ante el doctor de la clínica donde se produjo el fatal intercambio, se hace
evidente el abismo que separa a ambas familias, una israelí y la otra
palestina, y cuando conciertan una reunión «familiar» para «conocerse» e ir
preparando el terreno para que los hijos, próximos ambos a la mayoría de edad,
actúen como juzguen conveniente.
Cuesta
imaginar que toda una vida, ordenada de acuerdo a las «creencias» familiares,
haya de ser replanteada por el hecho biológico de ser hijo de otros padres cuya
vida está en las antípodas, si bien a ambas madres une, sobre todas las cosas,
el hecho de ser la madre biológica de cada una de las criaturas, y ahí sí que
las diferencias entre sexos son muy explícitas, en una región, además, en la
que hay un machismo teológico muy difícil de «esquivar» si se hace bandera de
la pertenencia a una religión, antes que a unos valores sociales democráticos,
igualitarios. El hijo del otro es la historia de una deconstrucción doble, cuya
mejor baza, sin embargo, es la naturalidad del acercamiento entre dos jóvenes
con muy diferentes intereses y personalidad: la pasión por la música del joven
israelí, ahora árabe, compartida con el padre desconocido; el afán laboral del
joven árabe, ahora israelí de nuevo cuño, a quien no se le caen los anillos por
vender helados en la playa para contribuir económicamente en su casa y sacarse
unos dineros para poder seguir estudiando en Francia sin ser tan gravoso a su
familia.
A pesar de que el severo conflicto bélico planea durante toda la película, sobre todo por el muro y los férreos controles a la movilidad de los palestinos en sus propios territorios, la historia quiere invitarnos a participar de un caso singular que pone en entredicho el odio recíproco a través de dos jóvenes que han de dar «el salto» de una a otra cultura para asimilar el hecho biológico de que no son hijos de quienes ellos han creído que lo eran. Esos «pasos contados» nos conducen a situaciones como la que le plantea el joven israelí al rabino: «¿Sigo siendo judío»?, a lo que, para nuestra estupefacción, responde negativamente el rabino, circunscribiendo la condición a ser hijo biológico de judía. Poco a poco, pues, ambos jóvenes, más el hasta ese momento israelí que el musulmán, entran en una espiral de desasosiego y de curiosidad de las que pronto se intuye que les va a costar lo suyo salir, ¡si salen! De hecho, el modo como las madres comienzan a mirar a sus «nuevos» hijos parece indicar, metafóricamente, la posibilidad de un acuerdo entre ambos pueblos; porque está claro que la función metafórica actúa con notable poder, y, vuelvo a insistir, más desde el lado femenino que del masculino. Es un hecho. Y, además, son harto notables las diferencias económicas entre ambos hogares, porque la urbanística de los trazados urbanos israelíes no son, ciertamente, las tradicionales de los territorios palestinos, ni el lujo del hogar israelí puede compararse con la modestia del palestino. Y eso sí que responde a la terca política de negación del estado de Israel, en vez de, como lo han intentado no pocas veces, basar en su coexistencia unas relaciones que, a mi entender, harían de la zona, Palestina incluida, un polo de desarrollo económico que nos maravillaría. Quiero entender, ¡necesito entenderlo así!, que el acercamiento entre ambas mujeres, que comparten un mismo destino adverso: haber sido privadas del hijo de sus entrañas nada más nacer las criaturas, es un potente rayo de esperanza para salir de una espiral de acción terrorista y venganza justa que no trae la paz, sino la multiplicación de las víctimas inocentes.
La realización
está puesta al servicio de la narración y no pretende hacer ningún alarde
estético que nos distraiga de lo que se cuenta, pero se ha de reconocer que
fluye y refuerza el impacto de todos esos planos exteriores que nos hablan de
perímetros de seguridad, del miedo cerval al terrorismo y de la sensación de
sentirte prisionero en tu propia tierra. No hay, sin embargo, más allá de un
agrio choque entre ambos padres al poco de conocerse, un discurso propiamente
político en la película, excepto el de reconocer que la individualidad de ambos
jóvenes está por encima, ¡muy por encima!, de las sociedades a las que ninguno
de los dos desea pertenecer de una forma acrítica. Este es, a mi juicio, uno de
los valores transgresores de la película: construir la propia vida al margen de
las aspiraciones sociales o nacionales de donde decidan vivir de este confuso
momento de sus vidas en adelante, algo que no queda explícito en la película,
cuyo final abierto no será del agrado ni de los tirios ni de los troyanos; pero
sobre la vida de esos jóvenes no puede gravitar como una losa un hecho fortuito
que les ha marcado la vida. Pues sí, evocando el viejo bolero: se pueden tener
dos familias a la vez y no estar loco (ni ser un traidor…).
Desde luego el planteamiento es muy revelador de lo absurdo de las adscripciones a determinadas causas sean nacionales o de otro tipo solo por el dato casual de haber nacido ahí. Recuerdo de niño al leer la historia del guerrero del antifaz (en la parte en que descubre que su madre era una cautiva cristiana y lo deja todo para emprender su cruzada ocultando su rostro) que pensé que había algo erróneo en aquello.
ResponderEliminarEs mucha la propaganda secular sobre "la fuerza de la sangre" que, al parecer, nos obliga; pero no es menor cierto el afán de todos los niños adoptados por "saber" quiénes han sido sus padres "biológicos", aunque ninguna importancia hayan tenido en su formación y su desarrollo. En fin, es algo atávico, y tiene su prestigio social. Hay un libro famoso que traduje, junto con mi mujer, en su momento: "El mito de la educación", de Judith Rich Harris, donde se tratan todos estos temas.
EliminarHay conflictos que parecen irresolubles pero tienen base real, como es este de Israel y Palestina. Al margen de toda consideración, que un buen día, alguien decidiera que el estado de Israel naciera sobre tierra Palestina y que lejos de agradecer la hospitalidad de quienes les recibieron, impusieran sobre ellos su férreo dominio y autoridad, tiene que ser muy complicado de asimilar, tras más de 70 años las heridas lejos de cicatrizar se acrecientan y el opresor encuentra como única posibilidad de supervivencia aniquilar al oprimido, además de burro apaleado.. no es justificable de malera alguna el terrorismo, pero ¿qué salida les queda? ¿resignarse a vivir miserablemente y sin derecho a nada por los siglos de los siglos? Debe resultar impactante creer que perteneces a un pueblo y resulta que perteneces al de tu enemigo y sí, no hay duda que la empatía se despierta entre vivencias semejantes, por eso no es de extrañar tal cual apuntas que seguramente los dos chicos sean lo único capaces de superar la distancia que los separa y comprender mejor que nadie la situación. A lo mejor tendrían que trasplantarlos a todos de un lado al otro, experimentando en su propia carne lo que se siente, a ver si se resitúan ; )
ResponderEliminarMil gracias y no, no tengo nada de andaluza jajaja soy berciana de pura cepa, si acaso con lejanas raíces vascas.. Por cierto, no deja de dar la risa escuchar a algunos vascos y catalanes considerar opresor al estado español, también a estos tenían que trasplantarlos allí una temporadita, para que supieran lo que vale un peine : ) Un beso JUAN!
Imposible orientarse en ese laberinto de odios que, en su día, también destrozo Líbano, y allí no se daba la situación del Estado "impuesto". Desde 1947 los palestinos han rechazado la solución de los dos estados, y algunos ahí siguen. Lo que está claro es que, cuanto más tiempo pase, más "asentadas" estarán las generaciones ya nacidas en Israel, no "venidas" de fuera. El asunto da para muchas horas de reflexión, de las que, usualmente, se sale más con incertidumbres que con certezas, excepto la del odio recíproco que no afecta a todo el mundo, porque hay intentos de convivencia por uno y otro lado, aunque aún son minoritarios, tanto en Palestina como en Israel. Si algo se tiene ante este conflicto son preguntas. ¡Esperemos que algún día podamos tener alguna respuesta positiva! Arafat defendía el terrorismo hasta que abjuró de él. Hamás es un retroceso en la línea negociadora, desde luego.
EliminarA veces no se necesita la "sangre" para compartir rasgos caracterológicos... Yo siempre digo de mí que soy un "mocetón del norte", porque nací en Tetuán...
Un beso.
Resulta interesante que esta propuesta tan arriesgada provenga de un israelí. Creo que la respuesta radica en que, una película como esta sería censurada en países como Líbano, por solo poner un ejemplo.
ResponderEliminarEn otro orden, vengo por acápor recomendación de nuestra amiga MARÍA a la que doy gracias por presentarme este blog
He estado curucuteando por este blog y me encontré con tu comentario a UN MUNDO PERFECTO. Te cuento que meinteresó mucho, a pesar de que no he visto la película, pero ese director hay que verlo, porque, túya lo has dicho "como director superó al actor". Te dejo algo que escribí acerca de él
Eliminarhttps://tigrero-literario.blogspot.com/2018/09/el-alma-del-espagueti-western.html
Otra cosa, me pareció raro que no mencionaras su musical
https://tigrero-literario.blogspot.com/2015/04/para-dayan-alizo-de-antemano-confieso.html
Gracias por la visita. A pesar del acopio de datos, reconozco que soy bastante anárquico, a la hora de afrontar las críticas y, por supuesto, en modo alguno pretendo aspirar a la exhaustividad, lo que requiere otros espacios más generosos. Y te agradezco la referencia al musical que trataré de ver cuanto antes, porque el musical es uno de mis géneros preferidos. De hecho, critico aquello con lo que me encuentro, de ahí que "falten" entre las críticas obras clásicas indiscutibles. Eso sí, me ha picado completamente la curiosidad por ver ese musical. Prometo crítica, si la encuentro. Muchas gracias.
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