domingo, 4 de marzo de 2018

"La forma del agua", de Guillermo del Toro: Fabulosa historia de serie B con realización cinematográfica de serie A.



Un nuevo capítulo de Las metamorfosis: La forma del agua o el amor más allá de las especies.

Título original:The Shape of Water
Año: 2017
Duración: 119 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Guillermo del Toro
Guion: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Dan Laustsen
Reparto: Sally Hawkins,  Doug Jones,  Michael Shannon,  Octavia Spencer,  Richard Jenkins, Michael Stuhlbarg,  Lauren Lee Smith,  David Hewlett,  Nick Searcy,  Morgan Kelly, Dru Viergever,  Maxine Grossman,  Amanda Smith,  Cyndy Day,  Dave Reachill.

Como en las Viejas producciones de los años 50 sobre todo tipo de monstruos venidos o no del espacio exterior, de profundas minas, cloacas inhóspitas o mares tenebrosos, Guillermo del Toro ha sabido crear, quizás a partir del modelo de El monstruo de la laguna negra, de Jack Arnold, una suerte de experimento de un remozado Dr. Quatermass para lucimiento de todo el equipo y máximo entretenimiento del público, que recupera, al menos ese ha sido mi caso, la vieja afición a aquellas películas de terror con todo tipo de seres, incluida la celebérrima La mosca, de Kurt Neuman, cuyo escalofriante final lo llevo grabado en los ojos desde la relativa tierna edad en que la vi. Nos movemos, sí pues, dentro de un terreno genérico que impone unas leyes y unos privilegios. Las leyes las cumple Del Toro a la perfección, sobradamente; los privilegios afectan todos a la suspensión del principio de verosimilitud que damos por bien empleada para poder disfrutar de momentos deliciosos de la película, incluido ese homenaje a Pennies from heaven, de Herbert Ross. Para que pueda calibrarse la perfección del artefacto creado por Del Toro, baste decir que, teniendo una tan mínima anécdota argumental -en el fondo, acaso, un homenaje a Liberad a Willy…, de Simon Wincer-, las dos horas largas de la película se pasan en un suspiro. Dejo de lado la posibilidad, verosímil, de que Del Toro haya “fusilado” una historia, y me centro en la sabia construcción de un guion que progresa con un timing perfecto, bellísimas absurdidades incluidas como la creación de la piscina interior para solaz de os amantes. La puesta en escena, con esa base secreta que recuerda tantísimas de pasillos intestinos en remotas localizaciones desérticas genera una atmósfera perfecta para encajar en ella esta nueva versión de La bella y la bestia que, solo de refilón, algo tiene también, del Birdman, de su oscarizado compatriota González Iñárritu. La narración alterna dos relaciones de amistad muy diferentes: la de la protagonista con su compañera de equipo de limpieza en la base y la de la protagonista con su vecino de rellano, un prodigioso Richard Jenkins, firmísimo candidato, a mi entender, al mejor actor de reparto, pero allá la Academia con sus injusticias. Ambos vecinos viven, por cierto, en un edificio de apartamentos construido sobre los bajos que albergan un cine, algo que añade a la historia, junto con las digresiones hacia el cine musical, un punto de metacine propio de quien vive dentro de él como en una burbuja protectora, o como el hombre-pez de su historia, en el tanque *hóspito que le permite sobrevivir, aunque como un nuevo Prometeo acuático encadenado. Dentro del cine catastrofista hay, entre otras clasificaciones, dos modelos: los que buscan aterrorizar al espectador y los que incluyen el sentido del humor como factor desestresante para después intensificar ese terror despiadadamente, casi pillando desprevenidos a los espectadores. Guillermo del Toro ha ten ido la habilidad de acentuar el tono de comedia, tanto en ambas relaciones, como en la del coprotagonista, el despiadado cazador de la “criatura” y director responsable de los experimentos que con ella se llevan a cabo, un inconmensurable Michael Shannon, sobre quien recae buena parte de la responsabilidad de la derivación hacia el thriller psicopático en el que, en ningún momento, sin embargo, se prescinde del humor sombrío y escatológico, tan acorde con el alma miserable del sujeto que la atesora como una bomba lapa en el pecho. Con esos materiales tan tópicos, Guillermo del Toro va más allá de los abundantes clichés que conforman el esqueleto de la película y sabe arrancar momentos de profunda y genuina emoción tanto en las relaciones de la protagonista con su vecino, como en la frustrada homosexualidad de este y su declive profesional, una persona aislada, volcada en un trabajo caído en desgracia y amante del cine musical clásico y de series de insobornable ingenuidad como La isla de Guilligan, una de las primeras series emitidas por TVE a mediados de los 60. Que la actriz sea muda porque de niña le extirparon las cuerdas vocales, en salvaje operación, contribuye en buena manera al excepcional juego de sobreentendidos, malentendidos y las inevitables astucias que presiden la comunicación entre todos los personajes de la película, algo que se intensifica notablemente, con una comicidad de buena ley irónica, en el intercambio entre las fuerzas del bien y “la” fuerza del mal, un “malo” integérrimo que no deja resquicio ni a la más remota posibilidad del bien y que colabora a la perfección en la construcción de un duelo de carácter mítico que se resuelve de un modo espectacular y que me abstengo de revelar, porque La forma del agua, una película poética, un soneto perfecto, no merece que se revele su último verso rotundo, epifonemático, bellísimo. Vayan a verla y luego me cuentan si exagero…

2 comentarios:

  1. Me parece brillante tu observación de que es una película de serie B con presupuesto de serie A. Me parece brillante tu crítica de la película que coincide en buena parte con mi sensación cuando la estaba viendo. Una cinta muy hermosa, muy bien hecha, que no se hace larga, que mantiene un buen ritmo narrativo, que está bien interpretada, cuyo final es magnífico -y tampoco voy a desvelarlo-, pero, pero que no me sorprendió para nada,. Es una película previsible que uno ha visto repetidas veces y que no aporta nada esencialmente nuevo. Había leído multitud de críticas negativas, muy negativas, en Filmaffinity, demoledoras, y no hay nada que me estimule más a valorar una película que enfrentarme a juicios tan devastadores. Fui con la intención de que me gustara, y me gustó, es cierto, pero me dejó sin ningún lugar a la sorpresa. Así que le adjudiqué una nota de un 7, buena pero tópica. Pude entender muchas de las críticas muy negativas que había leído, pero sin duda tenía elementos muy positivos como he mencionado. Es un trabajo de una factura impecable pero esta película la he visto en muchas ocasiones antes de esta. No hay ningún giro que la haga especial ni novedosa. Había visto la semana anterior la película inglesa The Party y me había quedado muy sorprendido por su desarrollo y su trama realmente cínica y original, algo que no me pasó con La forma del agua. Aparte de que por lo que se sabe y dejas de lado, parece que es un plagio de otra película anterior. Creo que esta peli hubiera quedado mejor siguiendo como serie B que elevada a la categoría de serie A. No me parece merecido el óscar a la mejor película que le han dado anoche.

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  2. Yo me quedo, Joselu, con ese homenaje a las películas de terror de mi infancia, superada aquí por la historia de amor interespecial y, sobre todo, por la hermosa relación de amistad entre los vecinos..., a mi entender, lo mejo de la película. Richard Jenkins es un actorazo. Lo conocí en la serie Dos metros bajo tierra, y desde entonces, todo lo que he visto de él me ha gustado muchísimo, y especialmente The visitor, por la que también fue nominado a mejor actor en los Oscar de ese año.

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