lunes, 17 de febrero de 2025

«La infiltrada», de Arantxa Echevarria o la memoria histórica.

 

Excelente dominio de la tensión narrativa para una historia «necesaria».

 

 

Título original: La infiltrada

Año: 2024

Duración: 118 min.

País: España

Dirección: Arantxa Echevarria

Guion: Arantxa Echevarria, Amèlia Mora. Idea: María Luisa Gutiérrez

Reparto: Carolina Yuste; Luis Tosar; Iñigo Gastesi; Diego Anido; Víctor Clavijo; Nausicaa Bonnín; Pepe Ocio; Jorge Rueda; Carlos Troya; Pedro Casablanc; Asier Hernández; Yune Nogueiras; Jorge Monje; Javier Barandiaran; Chechu Salgado; Javier Tolosa; Luisa Merelas; Isidoro Fernández; Leire Ruiz; Unai Arana; Gaizka Sarasua; Iñigo Azpitarte; Tatán; Adrián Santos; Carlos Heredia; Vito Rogado; Héctor Melgares; Esti Curiel; Helena Dueñas.

Música: Fernando Velázquez

Fotografía: Javier Salmones, Daniel Salmones.

 

          Con el único precedente de El Lobo, de Miguel Courtois, como policía infiltrado en Eta, Arantxa Echevarria ha rodado esta película en la que se nos cuenta y descubre al tiempo una historia: la de la única mujer policía infiltrada en ETA, bajo el alias de  Aranzazu Berradre Marín,  Arantxa en la película, y colaboradora decisiva para la desarticulación del sangriento comando Donosti, hechos que se recogen con magnífico pulso narrativo en la película, cuyo progreso hacia el thriller político va avanzando con paso firme desde la aparición del etarra Kepa Etxeberrua Saragzasu y de forma casi volcánica desde la irrupción en escena del peligrosísimo Sergio Polo Escobes, cuya entrada en la trama acerca la película más a un thriller con psicópata incluido que al mundo del terrorismo, en lo cual tiene un papel decisivo su intérprete: Diego Anido, tan injustamente tratado en los Goya como el otro «malo» canónico de esta edición: Urko Olazabal, aunque entre ellos hubiera debido disputarse el galardón al mejor actor secundario, sin duda.

Aunque las comparaciones se ha prescrito que son odiosas, he echado de menos la ambientación en el ideario de la banda que se producía en El Lobo, y que daba a entender con notable profundidad el alienado delirio ideológico de la banda terrorista, aquí reducido al retrato de dos asesinos de muy diferente calaña, con quienes, en un acto de profesionalidad extrema ha de convivir la policía infiltrada para asegurar su inmaculada pertenencia al grupo terrorista, aunque sea en calidad de infraestructura necesaria. En ese cometido, Carolina Yuste sobresale con excelencia, y modula perfectamente la progresión hacia la desesperación y el asco que necesariamente hubo de sufrir la verdadera infiltrada, incapaz, además, de la más mínima compensación emocional, porque su jefe, el único ante quien responde, solo la ve como policía, jamás como la mujer que es. El temple de aquella mujer sí que puede considerarse heroico, y no esos destripanucas a los que buena parte del pueblo vasco celebra en inmorales actos de homenaje que la colaboración de los herederos de aquella ETA con el gobierno socialista que los necesita para mantenerse en el poder ha dejado impunes y sin reproche penal por enaltecimiento del terrorismo, que es lo que, en el fondo y en la superficie, son.

          Lo sorprendente, para muchos espectadores, habrá sido no tanto la rivalidad entre la Policía Nacional y la Guardia Civil, cuanto el despliegue de operaciones camufladas contra el terrorismo llevadas a cabo sin levantar la mas mínima sospecha. Ese otro lado de la lucha antiterrorista que, obviamente, ni podía ni debía ser noticia. El grado de profesionalidad, salvo las chapuzas de rigor e inevitables, no tiene nada que envidiar al que hemos visto en muchas películas usamericanas, y ello contribuye a la vivencia de lo narrado como si el espectador fuera parte activo del dispositivo.

          Aunque la responsable de meternos empáticamente en esa situación corresponde casi en exclusiva al magnífico papel de Carolina Yuste, quien ha sabido matizar el progreso hacia el agotamiento y el asco hacia sus compañeros de «banda» con una maestría interpretativa ya acreditada en otras películas anteriores. Las dos ultimas en que la he visto, Saben aquel…, de David Trueba, y Chinas, de Arantxa Echevarria. Pero la directora ha sabido escoger espacios y planos que convierten la película en una admirable sucesión de secuencias intensas de mucho fuste. No hay más que recordar el momento en que la infiltrada desvía el coche para que el sanguinario terrorista guarde la pistola en el maletero y este la hace salir del coche y él, tras hacer lo mismo, se dirige a ella, la pistola por medio, por encima del techo del vehículo…, o la más previsible de la copia del contenido de la carpeta con los objetivos de la banda, quizá más estandarizada, pero no menos efectiva.

          La película está llena de detalles muy cinematográficos, esto es, no se requiere ninguna argumentación para comunicar exactamente ciertos aspectos de la realidad que no precisan sino un par de planos cuya expresividad lo dice todo. Llega la infiltrada y ve la cocina patas arriba, después se acerca al salón y ve a los dos terroristas viendo la televisión con la mesita de comedor hecha una porquería: los asesinos tienen una clarísima idea de cuál es el puesto y la función de una mujer en su vida, desde luego.

          Por el lado del dispositivo policial, destaca la interpretación, acaso un pelín sobreactuada, de Víctor Clavijo, muy destacado intérprete de otra película antigoyesca, a juzgar por su preterición, La espera, de F. Javier Gutiérrez, una suerte de actualización sobrenatural de Los santos inocentes, de Camus, factor que me disuadió, en su momento, de hacer la crítica, porque, a mi juicio, echa a perder una excelente historia que no necesitaba ese «toque satánico» para conquistar a los espectadores. Con todo, tanto él como el resto del dispositivo policial se mueven en unos niveles de interpretación que nos permiten acercarnos a lo que fue trabajar policialmente en las vascongadas en aquellos años del terror, que tanto todos sufrimos, en cualquier lugar de España, y me viene ahora mismo a la cabeza, a título de ejemplo, que la banda fuese hasta Viladecaballs, recóndito municipio catalán, para asesinar al concejal del PPC, Francisco Cano, como si de una macabra lotería del terror lo hubiera determinado.

          Si algún pero pudiera ponérsele a la visión que nos da la película del terror de ETA es la ausencia de un retrato de la sociedad vasca cuyo silencio y/o complicidad con «esos chicos», que decía Arzalluz, tanto contribuyó a su perduración. Aún está por filmarse esa película, sobre esa suerte de comprensión antropológica de la violencia que acaso pudiera ser una adaptación de la novela de Raúl Guerra Garrido, Tantos inocentes, donde mejor he leído yo ese retrato. Ahí lo dejo, pero conviene recordar que, antes de morir, Patrice Chéreau tanteó, al decir de Guerra Garrido, esa posibilidad…

         

5 comentarios:

  1. Estoy cansado
    de que usen
    estás galas ,
    para reivindicar
    esto , aquello,y
    lo otro, sin
    embargo, y
    menos mal,
    la excepción
    este año,me
    gustaron las
    palabras de
    María Luisa
    Gutiérrez,
    dando a entender
    la triste realidad,
    de la memoria
    historica, hecha
    a medida de los
    progres, que
    su único
    argumento,
    es sacar la
    momia a
    pasear ,la
    momia,
    entiéndase,
    el caudillo.
    Sabes que le
    dijo Sánchez
    a una mujer
    con familiares
    asesinados por
    terrorismo,
    cuando ella le
    dijo que se
    sentían
    abandonados?
    "Esa es tu opinión.



    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Lo que no haya dicho el lindo don digodiego...! Toda la inmundicia ha estado y está en su "shitprop" continuo... Y pido disculpas por el exabrupto, pero reconozco que no puedo sufrir a Su Excelencia.

      Eliminar
    2. Descuida , que
      no aparezco mas,
      eres de la misma
      cuerda .

      Eliminar
  2. Ahora,
    revisando,
    creo que
    malinterprete,
    lo siento.

    ResponderEliminar
  3. Creí q te había dejado un comentario y veo q no, o q si lo hice voló ; )

    Tengo ganas de ver esta película, pero esta la veré cómodamente instalada en mi sofá : ) no creo q esta necesite pantalla grande. Me resulta sumamente interesante pensar q en un mundo tan masculino como la policía y una banda terrorista, una mujer, alguien aparentemente frágil, tuvo la suficiente fortaleza psíquica y frialdad necesaria para ser capaz de vivir todo lo q recrea esa película en un tiempo tan complicado como el q se vivió durante todos esos años y entre gente frente a la q sientes verdadera repulsión, tal cual comentas, este tipo de personajes se merecen toda mi admiración y si la actriz q la interpreta lo hace tan bien como dices, me encantará disfrutar de esta película. Si algún día tengo la oportunidad, te lo comentaré, mil gracias como siempre JUAN, un beso !

    .

    ResponderEliminar