Lejos
del mundanal ruido o La perfecta ambientación de unas folletinescas
pasiones desbravadas…
Título original: Far from the Madding
Crowd
Año:
2015
Duración:
119 min.
País:
Reino Unido
Director: Thomas Vinterberg
Guión: David Nicholls (Novela: Thomas
Hardy)
Música: Craig Armstrong
Fotografía: Charlotte Bruus
Christensen
Reparto: Carey Mulligan, Matthias
Schoenaerts, Michael Sheen, Tom Sturridge, Juno Temple, Jessica Barden, Hilton
McRae, Richard Dixon, Bradley Hall, Jamie Lee-Hill, Eloise Oliver, John
Neville, David Golt, Lilian Price, Michael Jan Dixon
Suele defenderse, en aras de la destensada convivencia
social, que las comparaciones son odiosas, pero en el arte no solo no es cierto
el imperativo socializante, sino que a veces se convierte en una suerte de
imperativo categórico para poder establecer un juicio o darle al espectador
argumentos con cierta solvencia; de hecho, en el ámbito de la literatura hay
una especialidad que se llama Literatura comparada, no lo olvidemos. En el cine
lo que hay son las llamadas “versiones”. Del mismo modo que la originalidad
prima en la literatura, al menos desde el Romanticismo; en la historia del cine
es práctica habitual que los directores lleven a la pantalla obras llevadas con
anterioridad y a veces con notable éxito. El lado comercial de estas versiones
serían las adaptaciones americanas de los éxitos europeos. Pero no deja de
sorprender que habiendo sido llevada al cine la novela de Hardy, Lejos del mundanal ruido(1967), por un
director tan prestigioso como John Schlesinger y actores tan prestigiosos como
Alan Bates, John Finch, Julie Christie y Terence Stamp, el director danés
Thomas Vinterberg, creador, con Lars von Trier y otros del movimiento fílmico
Dogma, se haya empeñado en reeditar aquella aventura que en su momento no tuvo
el éxito popular esperado, e incluso podríamos hablar de fracaso, si bien
revisada ahora, con motivo de la presente versión, la verdad es que no hay
color entre la adaptación apasionada de Schlesinger, creador de imágenes memorables,
y esta suerte de faena de aliño que ha hecho el otrora cineasta provocador que
fue Vinterberg, cuya obra La celebración
(1998) es, sin embargo, una excelente película de visión obligada. Incluso me
atrevería a decir que Vinterberg no ha logrado “distanciarse” del original de
Schlesinger, al que parece seguir con entusiasmo, como si la película le
hubiera gustado tanto que, en vez de plantear una adaptación libre de Hardy,
quisiera ceñirse a la obra del director británico.
La oba
de Vinterberg parece empeñada en sortear la veta melodramática, folletinesca,
propia de la obra literaria y si bien se inicia la película haciendo la
apología de la mujer fuerte e independiente, segura de sí misma y digna
competidora de los hombres en una sociedad tan machista como la del siglo XIX, no
tardará la fragilidad romántica de la protagonista en descomponer aquella
imagen. De hecho la historia de Lejos del
mundanal ruido es la del fracaso sentimental de una mujer altiva y
orgullosa que, por esa falsa seguridad y por su inexperiencia absoluta en el
terreno amoroso, escoge como marido el peor partido posible. Desprecia, de buen
comienzo, la propuesta matrimonial de un pastor que la ama más allá de toda
medida y que, por esos azares folletinescos, acabará convirtiéndose en el
capataz/mano derecha de la protagonista cuando ésta hereda una granja de su
tío; y desprecia, así mismo, la
propuesta de su nuevo vecino, un terrateniente soltero que siempre se ha
cuidado de ceder a las interesadas pretensiones de sus vecinas, y por quien
ella no siente la más mínima pasión, aunque, en el devenir de la historia puede
convertirse en un excelente partido que la saque de los atolladeros económicos
en que cae por la afición al juego y a las diversiones de su flamante marido.
La historia de la protagonista, Batsheba Everden, tiene, así pues, una
actualidad sorprendente, porque quizás sea un mal de ayer, de hoy y de siempre
la insistencia de tantísimas mujeres en cegarse, curiosamente, ante la belleza y
ciertos encantos masculinos y no intuir cómo caen en manos de sus peores
enemigos, quienes les darán la peor posible de las vidas, que es lo que le
ocurre a la protagonista. Lo llamativo del asunto es, por supuesto, el
contraste entre la mujer “fuerte e independiente” y la extrema fragilidad sentimental
que tantos sinsabores le depara. La protagonista, Carey Mulligan, reputadísima
intérprete de An education (2009) de Lone
Scherfig, compone excepcionalmente bien su personaje, porque sabe mantener a lo
largo de toda la película una curiosa mezcla de ironía, seducción y
determinación que vuelve inteligibles ciertas decisiones totalmente
incomprensibles para los espectadores. No ocurre, sin embargo, lo mismo con sus
tres pretendientes, demasiado rígidos en sus caracterizaciones, excepto el
militar que se casa con ella, y descubre, horrorizado, más tarde, el
malentendido que le privó de casarse con su verdadero amor, me refiero a Tom
Sturridge, quien protagonizó Radio
encubierta(2009) de Richard Curtis, una deliciosa película que hará las
delicias de todos los amantes del rock and roll, y que es el único en dar un
giro de 180º a su personaje para descubrirnos el abismo de una pasión sometida
al maleficio del azar. En el cine es fácil advertir la facilidad con que
Bathseba se precipita en el error; pero, a juzgar por las campañas televisivas
que buscan prevenir a la juventud de caer en esos errores, no debe de ser, en
la vida real, tan fácil evitar caer en él; de ahí que el tema resulte, a poco
menos de dos siglos de distancia, tan actual. La educación erótico-sentimental
ha formado parte, desde siempre, de la “función” social que ha desempeñado la
literatura, y autores como Ovidio pagaron incluso con el destierro por pasarse
de la raya, y otros como Longo, desde que fueron descubiertos a finales del
XIX, consiguieron pronto el favor de muchos lectores y lectoras ansiosos por
abrirse a ese mágico mundo de las relaciones amorosas. En conclusión, la
película se deja ver, pero rara vez conmueve, y, bien entendida, puede ser de
no poca utilidad para hacer trizas el velo de maya a través del cual observan
la realidad amorosa, no tanto una veladura, en realidad, cuanto una distorsión
de la que, muy a menudo, no se puede escapar sin serio daño para la integridad
física y la psicológica.
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