jueves, 26 de noviembre de 2015
Richard Fleisher redescubierto: “Sábado trágico” e “Impulso criminal”: Entre el cine negro y la reflexión sobre el mal: dos películas de auténtica serie A +.
Kenji Mizoguchi en color y en blanco y negro: “La emperatriz Yang Kwei-Fei ” y “La mujer crucificada.” Del Japón imperial al moderno.
jueves, 19 de noviembre de 2015
“Diferente”, una insólita reivindicación homosexual en pleno franquismo
martes, 17 de noviembre de 2015
La primera e interesantísima película de Mario Camus: “Los farsantes”.
Esas películas que pasan sin pena ni gloria… “Happy now”.
domingo, 15 de noviembre de 2015
¡Gran programa doble!: “Con las horas contadas” y “Acosados”: cine negro 100%: placer total.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
En el cajón de sastre de la serie B hay obras Bayúsculas: “Testigo accidental” de Richard Fleischer y “La Fugitiva”, de Norman Foster
Año: 1950
Duración:77 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Norman Foster
Guion: Norman Foster, Alan
Campbell. Historia: Sylvia Tate
Reparto: Ann Sheridan; Dennis O'Keefe; Robert Keith; John Qualen; Frank
Jenks; Ross Elliott; Jane Liddell; Joan Shawlee; J. Farrell MacDonald; Steven
Geray; Victor Sen Yung;
Reiko Sato; Syd Saylor; Tom Dillon.
Música: Arthur Lange, Emil
Newman
Fotografía: Hal Mohr
(B&W).
No gano para estupendas sorpresas en mi bazar de películas
olvidadas. Es infinita la producción fílmica usamericana, al parecer, porque
dentro de esa serie B en la que se rodaban como salen los churros de la
estrella, el artilugio dispensador, hacia la sartén hirviente del aceite poco
recomendable, no dejo de hallar títulos que, sorprendentemente, me acaban
deparando extraordinarias veladas cinematográficas con las que a duras penas
puede competir la cartelera actual. Hay mucha industria, detrás de esos productos,
sin duda, pero también destellos de perfección que complacen al espectador más
exigente. Es el caso, por ejemplo, de
las dos películas que hoy traigo a este Ojo cosmológico, La fugitiva
y Testigo accidental, de dos directores tan dispares como Norman Foster
y Richard Fleischer.
Al
primero, que fue marido de Claude Colbert, nadie lo recuerda, supongo, como
director casi anónimo de la serie de películas sobre Charlie Chan; yo al menos
ignoraba que fuera él el director; y menos aún, salvo especialistas consumados,
que codirigió una película Journey into fear (1943), aquí titulada Estambul,
con Orson Welles, quien, por motivos largos de explicar, acabó renegando de
ella. Los críticos andan divididos en cuanto a la importancia de la autoría de
cada uno de los directores, pero parece que Orson Welles se hizo con las
riendas del proyecto, alterando sustancialmente el plan original.
En cualquier caso, La fugitiva,
una cinta de cine negro auténtico con un planteamiento solo en parte
convencional, el testigo accidental (que, curiosamente, es el título de la
película de Fleischer) de un crimen
mafioso ha de huir para que no acaben con su vida, nos ofrece una curiosa
historia matrimonial y un mecanismo de suspense magnífico, porque se mantiene
casi hasta el umbral del desenlace, lo cual, aunque pueda parecer
anticlimático, lo potencia aún más, con unas escenas en un parque de atracciones
de las que, a pesar de la escasa originalidad del escenario, Norman Foster
logra extraer planos y secuencias vigorosas. La investigación policial y la
búsqueda del marido por parte de los mafiosos corren paralelas a lo largo de la
película, y, poco a poco, a través de la esposa que se lanza a la búsqueda de
su marido, ayudada por un periodista que quiere lograr una exclusiva por la que
está dispuesto a pagar generosamente, se va desvelando la particular psicología
del testigo accidental y la notabilísima dimensión existencial que cobra la
historia de un artista fracasado y renuente a compartir ese fracaso con su
mujer, con quien mantiene una extraña relación de tirantez, distancia y amor.
El periodista, poco a poco, va tirando del hilo de las confidencias de la
mujer, de modo que, entre lo que va averiguando la policía y lo que ella cuenta
al periodista, la trama se robustece para atraer la atención del espectador. Y
ahí me paro, porque un estupendo giro de guion nos obliga a verlo todo desde
otra perspectiva, giro que coincide con el último tercio de película, desenlace
incluido. Ignoro qué capacidad de persuasión habré logrado desplegar a través
de estas críticas, pero puedo asegurar que la película se ve con mucho gusto e
interés. Las interpretaciones del dúo protagonista, Ann Sheridan y Dennis
O’Keefe, junto con unos afilados diálogos propios del género, contribuyen a ese
placer con que se sigue la película.
Testigo accidental (The narrow margin en su versión original), por su
parte, es una película a la que sería injusto, a mi parecer, relegar a la serie
B, por más que la aparición en ella de Marie Windsor, conocida como la Reina de
las Bes, casi nos obligue a clasificarla en ese apartado de la industria
cinematográfica. Richard Fleischer, a diferencia de Norman Foster, ha sido un
magnífico director de obras tan conocidas y exitosas como El estrangulador
de Boston, El estrangulador de Rillington Place, Cuando el
destino nos alcance, Viaje alucinante, Los vikingos o Impulso
criminal. Se advierte, además, por la diferente tipología de los films, que
Fleischer se ha movido en géneros muy distintos, lo que casi obliga a
clasificarlo en ese extraño cajón de los “artesanos” del cine. Testigo
accidental pertenece a la tradición del cine negro y, muy especialmente, a
la subcategoría de las películas acerca de testigos protegidos que han de
testificar contra mafiosos, un argumento tópico y casi banal que solo la
genialidad de un director es capaz de convertir en poco menos que una obra
maestra, porque la película, junto al argumento policiaco, suma el hecho muy
significativo de que la acción transcurra casi íntegramente en el interior de
un tren, un escenario del que Fleischer sabe sacar excelente partido, puesto
que consigue una puesta en escena que transmite a los espectadores esa
sensación de claustrofóbico callejón sin salida en el que el héroe, que sufre
el asedio de los matones que quieren acabar con la testigo a lo largo del
viaje, se las verá y deseará para poder mantener su cometido: proteger a la
testigo, la mujer del mafioso que, para colmo, provoca la muerte de su
compañero cuando van a recogerla y son sorprendidos por los matones del marido
que quieren acabar con ella. Con un metraje muy ajustado, 71 minutos, la acción
no da tregua y el interés con que se sigue la historia es directamente
proporcional a los estupendísimos giros de guion, sobre todo uno de ellos, que
demuestran una eficacia sobresaliente. La presencia de un viajero obeso y de un
niño que ha detectado que el protagonista lleva una pistola, además de un
encuentro fortuito en el vagón restaurante con la madre de la criatura,
parecen, en principio, cosa de anécdota, pero pronto se verá que constituyen un
factor esencial en el curso de la historia. Charles McGraw y Marie Windsor
forman una pareja perfectamente conjuntada e idónea para sus respectivos
papeles de hombre duro y mujer fatal. Su actuación le hace ganar muchos enteros
a la película y constituye un verdadero espectáculo asistir al juego de
réplicas y contrarréplicas que aguzado ingenio con que mantiene su forzada
relación. He de decir, no obstante, que el guion tiene un fallo imperdonable,
pero me niego a revelarlo porque arruinaría el excelente golpe de efecto del
guion. En conclusión, que es una película que debería ser rescatada del olvido
en que ha caído, porque nadie quedará defraudado por su visionado. Me lo
agradecerán, seguro.