Un intento de «deslocalización» mejicana de la RKO, entre la comedia y la parodia del thriller…
Título original: Mystery in
Mexico
Año: 1948
Duración: 66 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Robert Wise
Guion: Muriel Roy Bolton ,
Lawrence Kimble
Música: Lorenzo Barcelata,
Aaron González, Paul Sawtell
Fotografía: Jack Draper
Reparto: William Lundigan,
Jacqueline White, Ricardo Cortez, Tony Barrett, Jacqueline Dalya, Walter Reed,
José Torvay, Jaime Jiménez Pons, Antonio R. Frausto, Dolores Camarillo, Eduardo
Casado, Thalia Draper.
Pues sí, esta
película amable y sin pretensiones, de ahí seguramente el escaso metraje de una
historia que no daba para más, aunque incluso sí para algo menos, fue dirigida
por Robert Wise. Y no, no se trata de una coincidencia nominal de un director con
el reputado director de una lista prestigiosa de películas que encabeza West
Side Story y sigue por Apuestas contra el mañana, La torre de los
ambiciosos, La casa de la colina o El ladrón de cuerpos, es
decir, un repertorio de géneros en los que Wise destacó como si se hubiera
especializado en cada uno de ellos, en vez de ser un visitante ocasional de los
mismos. Rodada para la RKO, compañía creada en 1928 y que cinco años después de
esta película sería absorbida por la Paramount, se trata de un curioso
experimento de deslocalización para reducir gastos, a través de un estudio de
grabación creado cerca de Cuernavaca, donde transcurre parte de la acción de la
película. Todos los actores son prácticamente desconocidos para los espectadores
de hoy, aunque aportan una profesionalidad que permite ver la película con
agrado, aunque con muy relativo interés, porque la trama se presenta en clave
de comedia que, posteriormente, contrastará con la violencia que desata la la
búsqueda de un collar de esmeraldas tras cuya pista andaba un detective privado
desaparecido, y esa es la razón por la que su hermana, una cantante de más que relativo
prestigio, aunque cabe decir que en la interpretación de “Ven aquí” en el club
de un mafioso, da suficientemente la talla. La agencia a la que pertenece el
detective envía a otro para que trabe relación con la hermana y, siguiendo ese
hilo, pueda descubrir al desaparecido agente y saber en qué paró la posesión
del valioso collar.
La policía
mejicana se nos presenta con total naturalidad colaboradora, aun a pesar del nulo poder legal de los
agentes en territorio extranjero como el de México, y en ningún momento se trasluce
una «superioridad» por parte de los agentes para el esclarecimiento del caso.
Antes bien, es al contrario: la agudeza de los agentes mejicanos permite
contribuir decisivamente a la feliz solución del caso, aunque se produzca
alguna víctima mortal.
Lo cierto es
que el eje de la película es el inevitable «proceso de amores» que se establece
entre la hermana y el detective que se pega a ella como, desde que se le enseña
en la oficina central de la agencia una foto de ella, dice que hará con sumo
gusto. El cúmulo de torpezas de él está en relación directa con la paciencia de
ella, de modo que, estando ella en una situación de peligro, aparece él,
ahuyenta a la amenaza, y ella se refugia en su abrazo protector, aunque no
tarde en «deshacer» el mensaje emitido espontáneamente para mantener las
distancias y someterlo a la habitual dosis de indiferencia estudiada, propia de
las estrategias sentimentales.
El casting
de la película está muy conseguido, así como la aparición del español en la cinta
con total naturalidad, incluidos los esfuerzos del protagonista por hablarlo,
pero hay dos actuaciones de niños que tienen un carácter relevante. Ignoro,
porque la ficha técnica no me los recoge, si hicieron carrera posteriormente,
pero, sobre todo el niño, es un prodigio de dicción y de expresividad gestual.
Como forma parte de la familia que cobija al herido hermano de la protagonista,
tenemos la oportunidad de verla en el último tercio de la película lo
suficiente como para apreciar esa excelente aparición.
La película no
tiene tiempos muertos y corre, en gran medida, hacia la resolución del caso, si
bien por el medio se mezcla una interactuación con otra cantante mejicana, a
sueldo del mafioso, que despertará los celos de la protagonista casi hasta el
momento del desenlace final. Todo, pues, está orientado hacia la narración de
los hechos, y aunque el guion contiene no pocas situaciones muy deficientemente
tratadas, ¡esos malos que parecen no tener recursos cuando tienen a todos bajo
su dominio!, lo cierto es que el espectador, encantado con el tono jovial del
protagonista, en la línea de Cary Grant, pero sin el carisma de este, sigue la
trama aceptando todo lo que le echen y reconociendo el enorme mérito de Wise
para llevar a buen puerto un proyecto que más parece un ejercicio narrativo
escolar que una obra propia de su reconocidísimo autor.
El cine de
autor a veces esconde estos pequeños secretos que se ven casi como un juego
para ver dónde destella el genio del cineasta, y a fe que en esta película hay
momentos, como el de la cartera de las partituras de la protagonista en la pista
del aeropuerto, que se elevan sobre el amable tono medio de la película, nada
desdeñable para, por ejemplo, acompañarse en la cinta del gimnasio una tarde de
saludable ejercicio…
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