domingo, 7 de abril de 2024

«Estados Unidos del amor» e «Insensatos», de Tomasz Wasilewski, cine puro y duro.

 

Título original: Zjednoczone Stany Milosci (United States of Love)

Año: 2016

Duración: 104 min.

País:  Polonia

Dirección: Tomasz Wasilewski

Guion: Tomasz Wasilewski

Reparto: Julia Kijowska; Magdalena Cielecka; Dorota Kolak; Marta Nieradkiewiicz; Andrezj Chyra; Thomas Tyndyk; Lukasz Simlat; Jedrzej Wielecki

Fotografía; Oleg Mutu

 






Título original: Glupcyaka

Año: 2022

Duración: 107 min.

País: Polonia

Dirección: Tomasz Wasilewski

Guion: Tomasz Wasilewski

Reparto: Dorota Kolak; Lukasz Simlat; Tomasz Tyndyk; Katarzyna Herman; Marta Nieradkiewicz; Agnieszka Suchora; Alina Seban; Michal Grzybowski; Sebastian Pawlak;

Malgorzata Majerska; Kinga Ciesielska; Joanna Król; Dorota Papis; Joanna Pokojska; Bartosz Sak; Hanna Klepacka; Maksymilian Juszczak.

Fotografía: Oleg Mutu.

 

      Dos visiones adultas de los amores imposibles, prohibidos y transgresores, con interpretaciones ajustadísimas a estados de ánimo de muy difícil interpretación con tanta verosimilitud.    


            El cine polaco siempre ha tenido mucho predicamento entre los cinéfilos, porque popular, lo que se dice popular, no creo que lo haya sido nunca. Las películas polacas de Polanski, por ejemplo, no salieron de aquellas salas llamadas de Arte y Ensayo en que muchos nos curtimos en nuestra primera juventud, una suerte de liberalización del franquismo que aspiraba a ser reconocido en Europa como «un país más», algo que desmintió permanentemente y, sobre todo, en los estertores del Régimen, antes de que la flebitis se lo llevara por delante. Todos tenemos en la memoria películas brillantes que nos han formado el gusto cinematográfico. Directores como Wajda, Kieslowski, Zulawski, Zanussi, Holland, Pawlikowski y tantos otros nos han asegurado siempre un cine de altísima calidad al que ahora quiere sumarse un ya no tan joven director, Tomasz Wasilewski, que con una dirección de maneras muy clásicas aborda unas vidas de mujeres marcadas por las difíciles relaciones amorosas y sexuales en la Polonia posterior a la caída del muro y en otra época indeterminada, pero más cerca de nuestro presente. Ambas películas son muy diferentes y conviene abordarlas cada una en su propia especificidad. Fiel a su equipo técnico y a sus actores, advertimos cómo actores y actrices reaparecen en la segunda película con roles distintos de la anterior, pero con unas interpretaciones sobrias, marcadas por la existencia dura de unas relaciones insatisfactorias.

          Estados Unidos del amor, su segunda película, se adentra en las difíciles relaciones afectivas de cuatro mujeres que conviven en el seno de una comunidad en un  barrio obrero. Son cuatro historias muy distintas, pero cada una de ellas está planteada desde una sobriedad formal en los encuadres, en la fotografía de tonos muy apagados, casi tenebrosos, en los lentos travelines que serán determinantes en Insensatos,  en la creación de escenas con cámara fija que, a veces, se permite alguna innovación como la relación sexual de los esposos casi fuera de campo, con un primer plano de la cama deshecha y el matrimonio celebrando el desamor y la necesidad sexual de ella, de pie, con medio cuerpo dentro de campo y el otro fuera, una escena muy bella, pero muy patética, porque la mujer está enamorada de un cura joven de la parroquia a la que ella asiste casi exclusivamente para poder observarlo a sus anchas, porque su enamoramiento es una pasión de tal naturaleza que sufre por no poder tenerlo, de ahí la necesidad de aliviar el deseo sexual que le excita el sacerdote con su marido, quien no acaba de entender nada de nada, porque, fuera del contacto sexual aliviador, el marido le produce un asco infinito. La comida con la hija, en plano fijo también, es una muestra del deterioro de esa relación matrimonial, e impacta en el espectador por la dureza de la misma. Solo hay violencia psicológica, pero es más agresiva que la física a la que sustituye.

Dos hermanas, una de las cuales es directora de la escuela local, y la otra, profesora  de baile, monitora de aeróbic y de aquagym, recién llegados a Polonia, y profesora de ballet en la escuela de su hermana, toman el relevo de la morbosa historia de la enamorada del hermoso cura joven que tanto contrasta con la rudeza de su marido, empleado de la fábrica y sin ningún refinamiento particular. La hermana mayor, la directora, quien mantenía una relación adúltera con un hombre a quien se le acaba de morir la mujer, advierte que él se muestra evasivo, porque quiere dedicar su tiempo a su hija,  y ella decide atacarlo, precisamente, por el lado de la hija, tratando de chantajear a su amante con una posible expulsión de la niña. La respuesta contundente y física del amante desvela la inseguridad absoluta de ella y su desamparo. Todo el poder de que hace gala en su puesto no compensa el desvalimiento en que la deja la ruptura de su relación. Y a partir de la escuela se genera la relación entre dos vecinas de escalera, una profesora que va a quedarse sin trabajo y la joven pluriempleada que espera ilusionada la llegada del fotógrafo de Varsovia que le va a hacer fotos profesionales para intentar buscar su lugar en el cine o en la moda. La profesora en vías de ser cesada está enamorada de la joven, y usará de sus estrategias para atraerla a su casa con una invitación sorprendente en una habitación en la que los pájaros de ella vuelan libremente, mientras ellas comen. Cuando advierte que le dan calabazas para la segunda cita, se acerca a la casa de la joven y advierte el panorama patético de una joven drogada sobre quien el fotógrafo se ha masturbado y corrido antes de desaparecer de la escena. La vieja profesora la asea y luego vuelve a su casa. En el mismo edificio vive también la malmaridada enamorada del sacerdote.

          Las cuatro actrices realizan interpretaciones de mucho valor, sobre todo porque no es fácil expresar desde la contención, la sobriedad y el dolor, como el polvo furtivo de la directora en los lavabos de una estación con un antiguo alumno al que no reconoce…

          Si algo le queda al espectador es la imagen de una sociedad derrotada y triste, incapaz de la alegría y con unas psicologías torturadas por la insatisfacción y cierta mediocridad vital de la que parece imposible salir.

          Insensatos, por su parte, supone un avance formal muy notable respecto de la primera, pero, sin embargo, ahonda en la tortura de unas vidas que se desarrollan ante nuestros ojos sin que nos expliquemos, de buen comienzo, dónde radica la esencia del mal que, las acompaña y determina. La obra se abre con una estilizada relación sexual en una casa con vistas al mar, con unas escenas de insólita profundidad de campo, hermosísimas, en las que la cámara, desde ángulos inusuales, viaja por los cuerpos de los amantes, mostrando, al final, una diferencia de edad que nos sorprende. Ella, tocóloga,  ejerce en un hospital de la población costera, y vive su vida en compañía de quien parece ser su marido, un hombre de unos cuarenta años, frente a los sesenta largos de ella. En un momento dado se presenta la mujer del hijo de ella para «devolvérselo» a la madre, porque le resulta imposible seguir cuidando de él, un gran tetrapléjico, propiamente un vegetal, al que se le han de prodigar cuidados exigentes. El hijo, que aparece barbudo y desnudo como un cristo yacente en planos horizontales que acentúan la impronta pictórica de la película, allá donde se pose la cámara, emite unos sonidos que enloquecen a cualquiera, y que la madre a duras penas puede soportar. La presencia del hijo enfermo afecta a su relación con su pareja, quien coge sus cosas y se va, a pesar de las súplicas de ella, quien queda desamparada y expuesta a una relación ingrata y exigente que la trastorna. Ya desde el comienzo de la película, cuando está la protagonista en la playa con unas amigas, esta decide internarse en el mar sin tener conciencia de lo que está haciendo, y es rescatada por una compañera de trabajo, quien no se explica la suerte de trance bajo el que la doctora se ha internado febrilmente en el mar, con una determinación suicida que se repetirá más de una vez. La imposibilidad de lidiar con la situación del hijo, la lleva a programarle una eutanasia que es aceptada por su pareja y por su hija, quien se presenta ante ella con un resentimiento y una herida abierta que exige una reparación a toda costa. Lo que nos sorprende es que la hija exija de su madre una atención sexual que nos desconcierta radicalmente, porque emerge ella, entonces, como una suerte de diosa de la fertilidad cuyo favor buscan sus hijos. Y sí, por esos derroteros deriva la fábula de una familia demasiado unida y separada y unida… La película tiene escasísimos diálogos y la imagen todopoderosa del enclave en el báltico polonés crea una belleza que contrasta, aun en sus colores metálicos y apagados, con la turbulencia interior de la protagonista, una mujer fuerte que ha de enfrentarse a la difícil decisión de poner fin al tormento de su hijo, de explicárselo a sus otros hijos y a su pareja, y de salir adelante, como cuando recorre los interminables pasillos del tanatorio antes de volver a la luz fría del paisaje exterior marino. Por el camino, ha habido momentos de intensa cinematografía, como cuando el cuarto del hijo tetrapléjico es invadido por gaviotas que se apoderan del espacio e incluso se posan en la cara del enfermo, un simbolismo que puede verse de varias maneras, y entre las que la madre escoge la más positiva.

¡Qué cuidadísima puesta en escena, la de esta película no exenta de morbosidad y retorcimiento! Cine mudo y luminoso. Y con emociones tan intensas como la situación lo requiere. Y hasta aquí puedo decir, porque el final obliga a reconsiderar todo lo visto anteriormente, y a esa revelación ha de llegar el espectador por sus planos contados, en los que se habrá demorado con la misma perplejidad con que asistirá a la estremecedora revelación final.

Para este papel de la madre se necesitaba una actriz como  Dorota Kolak, que hizo de profesora lesbiana en la anterior película del autor. Una mujer de sorprendente expresividad y fuerza, amén de una capacidad inmensa para trasladar al espectador estados emocionales de gran complejidad. El resto del reparto la acompaña, pero ella, propiamente, es la one woman band de esta película hermosa, triste y atrevida, muy atrevida.

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