La pugna entre la modernidad y la
tradición: el penoso destino del pequeño comercio frente al esplendoroso de los
grandes almacenes: El paraíso de las
damas, de Julien Duvivier, una realización entre Eisenstein y Berlín, sinfonía de una gran ciudad.
Título original: Au bonheur des dames
Año: 1930
Duración: 85 min.
País: Francia
Director: Julien Duvivier
Guión: Noël Renard (Novela: Émile Zola)
Música: Película muda
Fotografía: André Dantan, René Guichard, Émile Pierre, Armand Thirard
(B&W)
Reparto: Dita Parlo, Ginette Maddie, Andrée Brabant, Madame Barsac, Nadia
Sibirskaïa, Germaine Rouer, Simone Bourday, Cognet.
De Julien Duvivier vi hace milenios PéPé le Moko, con Jean Gabin, y Seis
destinos, película usamericana que el éxito de la anterior le permitió
rodar allí, con dos actuaciones
memorables de Charles Laughton y Edward G. Robinson, en dos de los seis
episodios de que consta la película, y ambas las vi en el programa de José Luis
Garci, nunca suficientemente elogiado, porque ¡Qué grande es el cine! fue
algo así como una auténtica Escuela oficial de cinematografía, en la que tantos
y tantos aficionados, amigos de trasnochar, nos deleitamos durante diez años
con el saber ver y el saber decir de quienes aportaban conocimientos que los
ignaros bebíamos con avidez. Ayer, estando mi casa sosegada y mi persona
desvelada, ¿qué mejor que ponerme una película muda para no molestar a nadie
con mis desarreglos circadianos? Basada en una novela de Zola, de idéntico
título, El paraíso de las damas, me parece una película extraordinaria que
combina, como avanzo en el título, las mejores técnicas de realización del cine
de Eisenstein, a quien Duvivier sigue muy de cerca sobre todo en la angustiosa
interiorización que el rival desvalido de los grandes almacenes hace del
derrocamiento de los edificios anejos al suyo, donde va a instalarse la
ampliación de ese enorme comercio que en todo recuerda, para quienes hemos
visto el proceso, el modo como El Corte Inglés fue ocupando la manzana de la
Plaza de Cataluña donde está instalado, hasta acabar conformando una suerte de espectacular
“fortaleza” del comercio que en nada tiene que envidiar al “Paraíso de las
Damas”, sobre todo en el plano final centrado en el megaedificio en que se
convierte, tras haber arruinado a toda la pequeña competencia que le rodeaba.
Permítaseme la evocación, pero en 1968, en mi primera visita a Barcelona, me
hospedé en un hotel en cuyos bajos estaba instalado el primitivo Corte Inglés…,
así pues, imagínese la diferencia entre aquellos bajos y la ocupación de la
manzana actual. La historia se teje a partir de las relaciones amorosas que se
establecen entre el gerente todopoderoso de los almacenes y la sobrina del
vendedor de telas que se niega a vender su comercio para que el rival se
expanda. La terrible situación de pobreza de la familia de la protagonista, su
sentido de la lealtad hacia ellos, que en parte se resiente porque ella entra a
trabajar en la “competencia”, así como otras virtudes que consiguen que el
gerente se fije en ella hasta quedar prendado por esas virtudes y una suerte de
belleza que se aparta de los modelos estándar de mujeres atractivas con las que
el gerente se ha relacionado habitualmente, y que, al conocer a la empleada,
desdeña totalmente, conforman una suerte de relato paralelo que, sin embargo,
privilegia la relación amorosa de los “rivales”, así como la vida interior de
los grandes almacenes, en los que las rivalidades, los celos, los hábitos
laborales, etc. adquieren casi un tono documental que nos informa, adaptando a
los años 30 una realidad que Zola describe como propia del Tercer Imperio, esa
época de las Pasajes, estudiados con mimo por Walter Benjamin, y que prefiguran
la modernidad de los grandes almacenes. De hecho, las famosas Galerías
Lafayette fueron las escogidas como escenario natural para buen número de
escenas, aunque es probable que la inspiración de la película también incluyera
los almacenes La Samaritaine, cuya historia es paralela a la de las Galerías
Lafayette como proyecto urbano expansivo. La Samaritaine, por cierto, son unos
grandes almacenes que aparecen casi en ruinas en una de las increíbles e
impactantes historias de la reciente Holy
Motors, de Léos Carax. La realización de Duvivier pretende captar, desde el
inicio, con la llegada a la estación de la protagonista, el ritmo febril de la
gran metrópoli merced a una superposición de planos que se entrecruzan creando
un movimiento como el enloquecido de la circulación de los alrededores de El
Paraíso… que después retomará en los magníficos de los derribos y la
construcción de la ampliación de los almacenes. La historia tiene una dimensión
trágica inevitable, porque la prosperidad de los almacenes es la ruina de los
pequeños competidores, y Zola acentúa ese drama hasta un desenlace tan emotivo
como desgarrador, por más que los mensajes del director y del novelista
difieran ligeramente: la sobrina del comerciante arruinado, cuya hija muere el
mismo día en que se presentan funcionarios del juzgado con una orden de desahucio
de su local, acaba reconociendo el avance imparable del progreso frente a su
tío, que se vuelve loco y, pistola en mano, en unas escenas llenas de nervio,
tensión y efectividad narrativa, pretende acabar con el gerente y, tras no conseguirlo,
preso de su enajenación y de su afán de venganza, acaba incluso disparando
contra los clientes, poco antes de acabar atropellado, al huir de los
almacenes, por un camión de El Paraíso. A mí me ha parecido una obra muy
notable, no solo por la modernidad de la lucha entre el comercio de proximidad
y las grandes superficies, sino, sobre todo, por una realización vigorosa que
ha sabido sacar buen provecho de la vena documentalista del cine como testigo
de la Historia y de la profunda enseñanza del uso metafórico de la imágenes
propia de Eisenstein. Releyendo
documentación sobre Duvivier, he descubierto que en 1939 hizo un remake de La carreta fantasma, de Victor Sjöström,
película que no hace mucho traje a este Ojos Cosmológico y que, sin duda,
merecería un atento visionado para hacer las comparaciones odiosas pertinentes.
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Galerías Lafayette |
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