sábado, 16 de julio de 2016

Una visión zolesca de la modernidad: “El paraíso de las damas” de Julien Duvivier.




La pugna entre la modernidad y la tradición: el penoso destino del pequeño comercio frente al esplendoroso de los grandes almacenes: El paraíso de las damas, de Julien Duvivier, una realización entre Eisenstein y Berlín, sinfonía de una gran ciudad.



Título original: Au bonheur des dames
Año: 1930
Duración: 85 min.
País: Francia
Director: Julien Duvivier
Guión: Noël Renard (Novela: Émile Zola)
Música: Película muda
Fotografía: André Dantan, René Guichard, Émile Pierre, Armand Thirard (B&W)
Reparto: Dita Parlo, Ginette Maddie, Andrée Brabant, Madame Barsac, Nadia Sibirskaïa, Germaine Rouer, Simone Bourday, Cognet.

De Julien Duvivier vi hace milenios PéPé le Moko, con Jean Gabin,  y Seis destinos, película usamericana que el éxito de la anterior le permitió rodar allí,  con dos actuaciones memorables de Charles Laughton y Edward G. Robinson, en dos de los seis episodios de que consta la película, y ambas las vi en el programa de José Luis Garci, nunca suficientemente elogiado, porque ¡Qué grande es el cine!  fue algo así como una auténtica Escuela oficial de cinematografía, en la que tantos y tantos aficionados, amigos de trasnochar, nos deleitamos durante diez años con el saber ver y el saber decir de quienes aportaban conocimientos que los ignaros bebíamos con avidez. Ayer, estando mi casa sosegada y mi persona desvelada, ¿qué mejor que ponerme una película muda para no molestar a nadie con mis desarreglos circadianos? Basada en una novela de Zola, de idéntico título, El paraíso de las damas,  me parece una película extraordinaria que combina, como avanzo en el título, las mejores técnicas de realización del cine de Eisenstein, a quien Duvivier sigue muy de cerca sobre todo en la angustiosa interiorización que el rival desvalido de los grandes almacenes hace del derrocamiento de los edificios anejos al suyo, donde va a instalarse la ampliación de ese enorme comercio que en todo recuerda, para quienes hemos visto el proceso, el modo como El Corte Inglés fue ocupando la manzana de la Plaza de Cataluña donde está instalado, hasta acabar conformando una suerte de espectacular “fortaleza” del comercio que en nada tiene que envidiar al “Paraíso de las Damas”, sobre todo en el plano final centrado en el megaedificio en que se convierte, tras haber arruinado a toda la pequeña competencia que le rodeaba. Permítaseme la evocación, pero en 1968, en mi primera visita a Barcelona, me hospedé en un hotel en cuyos bajos estaba instalado el primitivo Corte Inglés…, así pues, imagínese la diferencia entre aquellos bajos y la ocupación de la manzana actual. La historia se teje a partir de las relaciones amorosas que se establecen entre el gerente todopoderoso de los almacenes y la sobrina del vendedor de telas que se niega a vender su comercio para que el rival se expanda. La terrible situación de pobreza de la familia de la protagonista, su sentido de la lealtad hacia ellos, que en parte se resiente porque ella entra a trabajar en la “competencia”, así como otras virtudes que consiguen que el gerente se fije en ella hasta quedar prendado por esas virtudes y una suerte de belleza que se aparta de los modelos estándar de mujeres atractivas con las que el gerente se ha relacionado habitualmente, y que, al conocer a la empleada, desdeña totalmente, conforman una suerte de relato paralelo que, sin embargo, privilegia la relación amorosa de los “rivales”, así como la vida interior de los grandes almacenes, en los que las rivalidades, los celos, los hábitos laborales, etc. adquieren casi un tono documental que nos informa, adaptando a los años 30 una realidad que Zola describe como propia del Tercer Imperio, esa época de las Pasajes, estudiados con mimo por Walter Benjamin, y que prefiguran la modernidad de los grandes almacenes. De hecho, las famosas Galerías Lafayette fueron las escogidas como escenario natural para buen número de escenas, aunque es probable que la inspiración de la película también incluyera los almacenes La Samaritaine, cuya historia es paralela a la de las Galerías Lafayette como proyecto urbano expansivo. La Samaritaine, por cierto, son unos grandes almacenes que aparecen casi en ruinas en una de las increíbles e impactantes historias de la reciente Holy Motors, de Léos Carax. La realización de Duvivier pretende captar, desde el inicio, con la llegada a la estación de la protagonista, el ritmo febril de la gran metrópoli merced a una superposición de planos que se entrecruzan creando un movimiento como el enloquecido de la circulación de los alrededores de El Paraíso… que después retomará en los magníficos de los derribos y la construcción de la ampliación de los almacenes. La historia tiene una dimensión trágica inevitable, porque la prosperidad de los almacenes es la ruina de los pequeños competidores, y Zola acentúa ese drama hasta un desenlace tan emotivo como desgarrador, por más que los mensajes del director y del novelista difieran ligeramente: la sobrina del comerciante arruinado, cuya hija muere el mismo día en que se presentan funcionarios del juzgado con una orden de desahucio de su local, acaba reconociendo el avance imparable del progreso frente a su tío, que se vuelve loco y, pistola en mano, en unas escenas llenas de nervio, tensión y efectividad narrativa, pretende acabar con el gerente y, tras no conseguirlo, preso de su enajenación y de su afán de venganza, acaba incluso disparando contra los clientes, poco antes de acabar atropellado, al huir de los almacenes, por un camión de El Paraíso. A mí me ha parecido una obra muy notable, no solo por la modernidad de la lucha entre el comercio de proximidad y las grandes superficies, sino, sobre todo, por una realización vigorosa que ha sabido sacar buen provecho de la vena documentalista del cine como testigo de la Historia y de la profunda enseñanza del uso metafórico de la imágenes propia de  Eisenstein. Releyendo documentación sobre Duvivier, he descubierto que en 1939 hizo un remake de La carreta fantasma, de Victor Sjöström, película que no hace mucho traje a este Ojos Cosmológico y que, sin duda, merecería un atento visionado para hacer las comparaciones odiosas pertinentes.
Galerías Lafayette

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