viernes, 14 de diciembre de 2018

«Dead Man», de Jim Jarmusch, un western metafísico.


Jarmusch reverdece el género del western con una trama insólita y un poderío visual excepcional: Virgilio/Ulises guiando a William Blake por terrenos cartografiados en un blanco y negro deslumbrante.

Título original: Dead Man
Año: 1995
Duración: 120 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Jim Jarmusch
Guion: Jim Jarmusch
Música: Neil Young
Fotografía: Robby Müller (B&W)
Reparto: Johnny Depp,  Gary Farmer,  Lance Henriksen,  Michael Wincott,  Crispin Glover, Iggy Pop,  Robert Mitchum,  Steve Buscemi,  Alfred Molina,  Gabriel Byrne,  John Hurt, Mili Avital,  Eugene Byrd,  Billy Bob Thornton,  Jared Harris.

Jim Jarmusch es un cineasta desconcertante para muchos públicos y una experiencia muy atractiva para algunos espectadores que siempre alabaremos en su obra la capacidad para asumir riesgos y, sobre todo, explorar nuevos lenguajes. Dead man, película  de la que no tenía ni noticia -es lo que tiene ser un cinéfilo desatento..- es, para entendernos, la antítesis de Patterson, y estaría más cerca de Ghost Dog, el camino del Samurái  o de Solo los amantes sobreviven, lo cual puede indicar el tipo de cine que puede esperar el espectador si se sitúa ante una pantalla donde pueda seguir la aventuras de un “contable”, William Blake, que ha dejado su Cleveland natal por un puesto de trabajo en una empresa ubicada en una ciudad llamada Machine. Cuando llega, el puesto ya está ocupado, como le dice, a punta de rifle, el dueño de la empresa, un casi cameo de una gloria del cine, Robert Mitchum, en su última papel en un arte al que ha dado obras maestras de la interpretación cinematográfica, como todos los aficionados reconocerán unánimemente. Esa breve aparición feérica del personaje dota a la película ya de una atmósfera entre surrealista y fantástica que no perderá en el resto del metraje. Cuando sale de esa «aparición», se tropieza con una joven vendedora de flores de papel a quien recoge del barro tras haber sido empujada por un antiguo cliente que deja clara su antigua dedicación a la prostitución. La joven, sorprendida por la gentileza del joven, lo acoge en su habitación y en su cama. Pero a la mañana siguiente  interrumpe su sueño el antiguo novio de ella, el hijo del  dueño de la factoría que acaba de despedir con rifle destemplado a William Blake. La mujer se interpone entre el disparo y él y cae muerta en sus brazos, pero él resulta herido en el pecho, donde se aloja el proyectil. William responde con su pistola e hiere de gravedad al hijo, tras de lo cual se escapa. En los bosques  pierde el conocimiento y lo siguiente que ve es a un indio enorme, bonachón y que domina perfectamente el inglés, tratando de extraerle la bala con una navaja, hurgándole en el pecho sin ninguna consideración. El indio responde por el nombre ulisiano de  Nadie y tolerará la compañía del “estúpido hombre blanco”  en cuyo destino hacia la muerte que lleva en el pecho se abstendrá
De intervenir. Que el indio sea un extraño para los ingleses que lo robaron y para su tribu, que lo ha repudiado, le lleva a juntarse temporalmente con ese otro desterrado que no duda en matar a otros hombres blancos que  lo persiguen, unas veces, con deliberación, otras, con la suerte de los accidentes clásicos de las películas del slapstick. Con un ritmo constante de secuencias que acaban en fundidos en negro, la historia progresa hacia ese final que William Blake lleva sepultado en el pecho en forma de bala que irá mermando poco a poco sus fuerzas y su clarividencia. La guitarra de Neil Young al estilo de la del slide  blues de Ry Cooder, de Paris,Texas, puntea una aventura a medio camino entre la vida y la muerte, entre el paraíso -ese bosque por el caminan los dos expulsados de las respetivas sociedades- y el infierno de una existencia sin otro sentido que apurar la supervivencia frente a una persecución en la que incluso alcanzará la gloria de los forajidos más buscados. Una síntesis más o menos aproximada, y aunque parezca irreverente, sería la del cine cómico mudo y la del lirismo ecológico del Terrence Malik de Nuevo mundo. Rodada en un magnífico blanco y negro sin apenas contrastes, lo que le da a los bosques que acogen a los protagonistas un matiz de plata o de galena que aún les confiere mayor majestuosidad, la película, que no es parca en diálogos que incluyen recitaciones, por parte del indio instruido por los ingleses, de abundantes fragmentos del poeta William Blake -cuyos proverbios val salpicando la narración, sobre el todo que se repite en varias ocasiones: Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos-, no deja de tener una vertiente cómico-surrealista que arranca con la contribución excelsa de Robert Mitchum y se continúa con los tres asesinos que persiguen al moribundo como si de los hermanos Dalton se tratara, porque hay algo de esperpentización en el retrato de secundarios representados por actores tan destacados como Billy Bob Thornton, Steve Buscemi, Alfred Molina o John Hurt.  ¡Y yo, ahora que caigo, sin decir aún el fabuloso trabajo de un Johnny Depp que, a pesar de su juventud, venía ya de haber rodado obras mayores! Es cierto que el contrapunto de Gary Farmer, de ascendencia india canadiense, colabora decisivamente a la creación de esa pareja tan peculiar y dialógica que, siquiera solo fuera por eso, ya recuerda a la de don Quijote y Sancho, aunque aquí con los ‘apeles cambiados, dada la formación del indio. Tan por descontado lo daba que ni había caído en que algunos lectores aún no habrán visto la película. Mis disculpas. Decía que el cambio de registros entre la comedia y el drama, perfectamente alternados a lo largo de la narración, le quitan gravedad a la perspectiva metafísica propia de la cinta, con un agonizante que ignora cuándo llegará su hora. Hay en el viaje del protagonista, desde la “civilizada” Cleveland hasta el lejano far west, territorio salvaje de inhóspita geografía y costumbres asalvajadas, por más que el “buen salvaje” que acompaña a William Blake en el tramo final de su vida sea casi lo que podría definirse como un perfecto gentleman, al que incluso no le falta el toque de sutil ironía británica, si enfrentado a las desventuras del sosias del único Blake que él conoce, el del Matrimonio entre el cielo y el infierno, y , al final…, bueno, mejor que siga los consejos de mi amigo Joselu y no les chafe lo que, sin embargo, queda escrito en los primeros diez minutos de película. Va por Vds., pero recuerden lo del  buen salvaje, la civilización, la compasión y la visión del absurdo existencial de Albert Camus…


No hay comentarios:

Publicar un comentario