sábado, 3 de junio de 2023

«El acusado», de Yvan Attal y el famoso «consentimiento».

 

Una película bien tramada sobre la violencia sexual y su calificación legal.

 

Título original: Les Choses humaines

Año: 2021

Duración: 138 min.

País: Francia

Dirección: Yvan Attal

Guion: Yvan Attal, Yaël Langmann. Novela: Karine Tuil

Música: Mathieu Lamboley

Fotografía: Rémy Chevrin

Reparto:  Ben Attal; Suzanne Jouannet; Charlotte Gainsbourg; Pierre Arditi; Audrey Dana;

Mathieu Kassovitz; Judith Chemla; Benjamin Lavernhe; Franz-Rudolf Lang; Laëtitia Eïdo;

Camille Razat: Romain Barreau.

 

         Yvan Attal es un director que maneja estupendamente el código de la comedia, como demostró en Buenos principios y, anteriormente, en Una razón brillante, donde, sin embargo, ensanchaba el género para acoger denuncias sociales que, dejando ahora de lado la comedia, se han apoderado de una de sus últimas películas, El acusado, un caso de denuncia de violación que reúne todos los ingredientes para convertirse en una película polémica. Como la acción transcurre en Francia, ello nos garantiza que en el debate que la película suscita no se cruzará la reciente ley, llamada del «sí es sí» y que, en España, puede, junto con otras, acabar costándole la presidencia del gobierno al actual presidente en funciones.

         La situación parece abrirse muy tangencialmente, con los problemas que tiene un comunicador al que quieren reconfigurarle su programa de éxito en la televisión, y ello a través de alguien que se acostó con él, entre otras cosas, para promocionarse y acabar teniendo poder sobre el entonces famoso e indiscutible personaje, a quien van a entregarle en breve una alta condecoración nacional. Y sigue con la entrevista a la madre del protagonista y exesposa del comunicador, una feminista combativa, que se enfrenta a otra feminista a la que podemos llamar «podemita», para entendernos, quien la acusa de racismo por defender, la primera, la dura aplicación de la ley contra los inmigrantes que cometen delitos sexuales. Como se advierte, pues, el planteamiento se perfila de forma algo tangencial, pero entrando de lleno en el meollo del asunto, aunque aún, como espectadores, lo ignoramos.

 De forma paralela, llega a París, procedente de una afamada universidad usamericana, el hijo de ambos, quien aterriza en la casa donde solo encuentra a la fiel criada de la familia. Finalmente, queda con su madre, conoce a la pareja de su padre y, de paso, a la hija de él, con quien comparten la cena y una breve velada musical que dará pie a una posterior salida de ambos jóvenes hacia una fiesta a la que ella se suma. Un tercer hilo narrativo nos describe el encuentro del padre con una becaria, con quien acaba intimando en la habitación del hotel donde él suele refugiarse a menudo, la cual desaparece del trabajo de forma misteriosa, sin avisar ni dar ninguna explicación que los socorridos «motivos familiares».

La noche discurre tranquilamente hasta que la policía, al amanecer, llama a la puerta del hijo y lo detiene como sospechoso de haber cometido un grave delito. Luego nos enteramos de que ha sido denunciado por violación por la hija de la pareja de su madre.

Un suceso así, para una pareja como la de la película, ambos conocidos por el gran público, ya puedo uno imaginarae cómo cae: entre el disparate, lo inverosímil y una gran e imperdonable equivocación. En la otra familia, anónima y judía —lo señalo porque el factor religioso tiene importancia en el desarrollo de los acontecimientos y en las argumentaciones de la acusadora y del letrado defensor—, no tardamos en comprobar la dimensión del suceso, porque el padre de la violada interrumpe la convivencia con la madre del violador, no sin un desgarro del que, más adelante, sabremos algo más.

La buena estructura del guion nos conduce, unos dos años y medio después de los hechos, y estando el acusado en prisión por haber violado la ley de alejamiento respecto de la víctima, un juicio en el que se ha de juzgar si hubo o no delito de violación y, por lo tanto, el inculpado es o no culpable. Estamos, pues, a pesar de la magnífica introducción al caso, en una película del género judicial, si bien el juicio en sí, aunque determinante, está muy bien compensado con el ácido retrato social del triunfo, por un lado, y del drama sobrevenido por causas jenas a uno mismo, pero que te comprometen radicalmente, en el segundo, como es el caso de la feminista cuyo hijo es acusado de violación y del padre de ella que es pareja de l madre del acusado.

Está claro que no es una crítica el lugar donde reproducir el interesante debate judicial, psicológico y ético a que dan pie los hechos; pero sí me compete trasladar a los futuros espectadores mi convicción de que Yvan Attal ha desarrollado el tema con una honestidad total, escapando en todo momento de un planteamiento frívolo que, al modo del bochornoso ministerio de «Igualdad» español, tanto daño ha causado, precisamente,  las víctimas de una lacra como la de la violencia sexual contra las mujeres.

La película se centra en la familia del joven, pero huye del partidismo y de la empatía encubierta, y eso se le agradece a l película, aunque tampoco me extrañaría que alguien defendiera que sí hay una cierta toma de partido hacia el joven. Con ello me refiero a que la película no deja indiferente  a los espectadores y les obliga  ser cuidadosos a la hora de establecer preferencias, o de no establecer ninguna.

Podríamos hablar de una película «familiar» en el sentido de que el joven protagonista es hijo real de la madre, Charlote Gainsbourg,y del director, Yvan Attal, lo que no quita para que la elección del actor haya sido excelente, porque su nivel de interpretación roza el sobresaliente. Imagino que ser madre e hijo reales  en un caso ficticio  tan devastador para la víctima y tan innoble para el acusado no debe de haber sido un trago fácil: el director ha exigido de ellos ponerse en el peor de los papeles, pero, curiosamente, la película sale beneficiada por esa circunstancia.

Curiosamente, nuestra situación política convierte a esta película en un hecho cultural de largo alcance en España, y lo que deberíamos preguntarnos es por qué una película así no la ha hecho nadie aquí…

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