jueves, 2 de enero de 2020

«Stockholm» y «Madre», de Rodrigo Sorogoyen o las terribles heridas nuestras de cada día…



Un corto y un largo, entre Polanski y Dreyer, de una joven realidad del cine español: Rodrigo Sorogoyen o cuando el presupuesto nada puede ante las buenas historias y la mejor realización.

Título original: Stockholm
Año: 2013
Duración: 90 min.
País: España
Dirección: Rodrigo Sorogoyen
Guion: Rodrigo Sorogoyen, Isabel Peña
Música: Varios
Fotografía: Álex de Pablo
Reparto: Javier Pereira, Aura Garrido, Jesús Caba, Lorena Mateo, Susana Abaitua, Miriam Marco, Daniel Jiménez.

Título original: Madre
Año: 2017
Duración: 18 min.
País: España
Dirección: Rodrigo Sorogoyen
Guion: Rodrigo Sorogoyen
Música: Olivier Arson
Fotografía: Álex de Pablo
Reparto:Marta Nieto, Blanca Apilánez, Álvaro Balas, Miriam Correa.

¡Por fin he tenido la oportunidad de ver el corto de Sorogoyen que se quedó a las puertas del Oscar: Madre! Y he de decir que de ningún modo se me había pasado por la cabeza que se trataba de un corto del género de terror, ¡y tan endiabladamente eficaz, además! ¡Pero que mal me lo ha hecho pasar…! La famosa «economía de medios», que viene a ser algo así como una rara paráfrasis de «ingenio», obra milagros en este corto que plantea cómo una situación dramática se inserta en la más prosaica vida cotidiana para acabar desbaratándola de un modo tan exacerbado que olfateamos la tragedia apenas ha empezado a complicarse la situación de partida: un niño viaja con su padre en una roulotte y han ido a la playa. En la casa de la madre, que está acompañada por su propia madre,  suena el teléfono y el niño, de 6 años,  le dice que su padre le ha dejado solo y que tiene miedo, y que está solo y que… Con eso basta para hacerse a la idea de cómo puede llegar a transmitirse la angustia, la desesperación y el más tenebroso de los horrores imaginables. Ahí lo dejo, porque un corto no admite sinopsis argumental, por definición. Sí quiero destacar la fastuosa interpretación de las dos mujeres que son capaces de representar la «normalidad» de la vida cotidiana que esconde repliegues de conflictos que solo una situación límite es capa de sacar a la luz, y así sucede. El director ha podido realizar, por fin, el soñado largometraje que retoma esta historia, si bien aún no he podido verla.
Inmediatamente después del corto, seleccioné su segunda película, la única que me ofrece Filmin, Stockholm, y he decir que me ha dejado en estado de shock total. Tampoco me imaginaba, al iniciarse como Antes del atardecer, de Richard Linklater, una noche de diálogos entre dos jóvenes que se han conocido en una fiesta y que vagabundean por un frío Madrid nocturno «negociando» un intercambio sexual con ardides en los que la verdad y la mentira se alternan sin poder diferenciarse la una de la otra, que acabaría convirtiéndose en otra película de terror, en este caso psicológico, y con un final tan impactante.
Lo que está claro es que la capacidad inventiva de Sorogoyen, sacando partido de los medios mínimos -esta película fue financiada mediante el micromecenazgo, al que yo prefiero llamar a la inglesa crowdfunding, porque el «micro» delante, dado el valor inmenso del acto de los mecenas, me parece un desprecio…- raya la proeza realizadora. Rodar en exteriores, además, abarata los costes de estudio y de decorados.
Es cierto que el planteamiento, esa eterna conversación entre un joven sediento de sexo y una joven que no acaba de atreverse, por razones que se ignoran, a confiar en los demás y, especialmente, en un joven en el que intuye algo así como el agente oscuro de su desgracia; es cierto, digo, que ese planteamiento solo exige dos circunstancias que se dan suficientemente en la película: unos diálogos ágiles y verosímiles y un actor y una actriz capaces de meterse bien adentro en la piel de seres tan distintos y con reacciones tan dispares.
De hecho, la noche es un espacio en el que ambos son de una manera, y en el día después, luminoso hasta decir basta, como si estuviéramos en Gertrud, de Dreyer, ambos personajes son totalmente distintos. Funciona así, a nivel retórico, por contraste: en la noche son dos seres luminosos, capaces de sorprenderse y llenos de vida, ternura y afecto; y durante el día se transforman en seres tenebrosos, llenos de una densa oscuridad que acaba manifestándose de dos modos muy distintos: el egoísmo borde y chuloputa de él, y la inseguridad psicológica depresiva de ella.
Ya desde el comienzo de la noche, cuando la amigas tienen una excesiva «preocupación» por ella, estando dispuestas a dejarlo todo para acompañarla a casa, cosa que ella rechaza frontalmente, para iniciar el retorno a casa sola, se intuye que detrás de ese personaje hay una «historia» que la fragiliza, a pesar de la rotundidez con que rechaza la aproximación del joven cuando este, abandonando a sus amigas, decide ir en su busca para continuar un asedio que acabará, a la larga, dando sus frutos, por más que para ello haya tenido que representar a la perfección el papel del enamorado a primera vista leal y verdadero. Las triquiñuelas de la seducción obran su encanto y ambos jóvenes, entre titubeos y desencuentros -magnífica la escena de la huida de ella y el «secuestro» ante el ascensor en el que suben, de nuevo, a lo que se intuye como «la escena del crimen», porque esa es la terrible sospecha que planea constantemente sobre la relación entre ambos, y porque las inseguridades de ella no logran ocultar la vena egoísta y sádica que parece intuirse en él- acaban cediendo a la voracidad del deseo. El guion, sin embargo, da, de repente, un giro de ciento ochenta grados y ahí sí que el corazón nos da un vuelco: todo se vuelve amargo, negro y terrible y el baño luminoso de luz que inunda el piso nos descubre las negruras horrorosas de un alma atormentada y de un gélido seductor sin sentimientos que chocan en un duelo que es el reverso dramático de las risas nocturnas del galanteo amoroso.
Sin ella, sobre todo, sin Aura Garrido, que borda primorosamente un personaje ultracomplejo que nos ofrece con un rigor de verdad que nos conmueve hasta el llanto, difícilmente la película hubiera tenido esta capacidad de sorprender hasta la intimidación a los espectadores. Ella, de blanco entre el blanco de la mañana soleada, con una chaqueta de punto negra que no es capaz de cubrirle los fríos del alma que le ha metido el seductor tirano, y que, de ninguna de las maneras, rescata la dulzura del «sí» que ha sido preludio del cambiazo dramático, lo es todo en una película tristísima en la que Javier Pereira le da una réplica perfecta, porque no es fácil ser capaz de la más arrebatada ternura amorosa y del más frío de los desprecios, en apenas unas horas.
No estamos ante una película con dos caras bien distintas, sino ante dos películas que se suceden con el orden lógico de la tragedia, y la segunda de ellas nos permite comprender punto por punto todas las reservas y las reticencias que habíamos visto en la primera. Y nos conmueve esa «relectura» del pasado inmediato, porque somos espectadores impotentes del drama…, y una tristeza infinita nos arrebata y nos deja mudos.
         Es una magnífica película, muy seria, en la línea de otras que han sabido escarbar en los repliegues de las enrevesadas psicologías urbanas que cada día la neurosis va complicando hasta volver imposible lo que nunca ha sido «el simple hecho de vivir». Sorogoyen es mucho Sorogoyen. Y Aura Garrido, una actriz como pocas.

3 comentarios:

  1. Tengo una anécdota sobre la película Stockholm de Sorogoyen que vi en Filmin como tú hace cuatro años. Fue una cinta espléndida que me impresionó y que decidí pasar a mis alumnos de segundo de bachillerato de Literatura Española. Lo hice en dos días. La peli se conmocionó por completo, fue auténtica fascinación la que sintieron, y descocierto absoluto por el final. Pero quisimos más y nos posimos en contacto con Aura Garrido, actriz a la que varios conocían por la serie El ministerio del tiempo. Aura Garrido nos contestó en seguida y le propusimos venir a Cornellà a hablar con nosotros sobre ese enigmático final. Nos comentó que había sido alumna de Luis Landero y que amaba la literatura, de modo que estaría encantada en venir a charlar un día. Desafortunadamente, los intensos rodajes en Madrid hicieron imposible esta visita, y nos quedamos con un buen sabor de boca por su respuesta rápida y amable. Es una actriz muy buena pero la he visto en películas que no le han ayudado a dar la talla de su capacidad interpretativa.

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  2. La peli les conmocionó por completo -quería haber escrito-.

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  3. Me alegra coincidir, de nuevo, contigo, y eso prueba que deben ser esporádicas las veces que disentimos. Una anécdota estupenda, y una lástima que no se hubiera podido producir aquel encuentro. El final, si bien se mira la evolución del personaje, no ha de chocar tanto; a mí, por ejemplo, me chocó bastante más el papel borde y chuloputa del personaje masculino, de quien jamás de los jamases, tras lo vivido durante la noche, me hubiera atrevido a decir que era un vulgar don juanillo de medio pelo y polvo de un día... Desgraciadamente, las "señales" del trastorno de ella se confirman en toda su crudeza tras la "precupación" angustiada de la madre y, ya finalmente, en el seco golpe de la cabeza contra el espejo, que preludia el desenlace final. Antes, a los tristemente duchos en estos menesteres, nos alarmó la solicitud con que ella le pide que no se siente en el murete de la terraza, con aquella ansiedad de quien sabe el peligro que hay en esa acción... En ese momento, por desgracia para mí, yo ya intuí el desenlace. Seguramente por eso me dejó tan impactado la película, tan conmocionado. Puedo asegurarte, Jose, que me costó lo mío escribir esa crítica...

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