Un corto y un largo, entre Polanski y Dreyer, de una
joven realidad del cine español: Rodrigo Sorogoyen o cuando el presupuesto nada
puede ante las buenas historias y la mejor realización.
Título original: Stockholm
Año: 2013
Duración: 90 min.
País: España
Dirección: Rodrigo Sorogoyen
Guion: Rodrigo Sorogoyen, Isabel Peña
Música: Varios
Fotografía: Álex de Pablo
Reparto: Javier Pereira, Aura Garrido, Jesús Caba, Lorena Mateo, Susana
Abaitua, Miriam Marco, Daniel Jiménez.
Título original: Madre
Año: 2017
Duración: 18 min.
País: España
Dirección: Rodrigo Sorogoyen
Guion: Rodrigo Sorogoyen
Música: Olivier Arson
Fotografía: Álex de Pablo
Reparto:Marta Nieto, Blanca Apilánez, Álvaro Balas, Miriam Correa.
¡Por
fin he tenido la oportunidad de ver el corto de Sorogoyen que se quedó a las
puertas del Oscar: Madre! Y he de decir que de ningún modo se me había
pasado por la cabeza que se trataba de un corto del género de terror, ¡y tan
endiabladamente eficaz, además! ¡Pero que mal me lo ha hecho pasar…! La famosa «economía
de medios», que viene a ser algo así como una rara paráfrasis de «ingenio»,
obra milagros en este corto que plantea cómo una situación dramática se inserta
en la más prosaica vida cotidiana para acabar desbaratándola de un modo tan
exacerbado que olfateamos la tragedia apenas ha empezado a complicarse la
situación de partida: un niño viaja con su padre en una roulotte y han
ido a la playa. En la casa de la madre, que está acompañada por su propia
madre, suena el teléfono y el niño, de 6
años, le dice que su padre le ha dejado
solo y que tiene miedo, y que está solo y que… Con eso basta para hacerse a la
idea de cómo puede llegar a transmitirse la angustia, la desesperación y el más
tenebroso de los horrores imaginables. Ahí lo dejo, porque un corto no admite
sinopsis argumental, por definición. Sí quiero destacar la fastuosa
interpretación de las dos mujeres que son capaces de representar la «normalidad»
de la vida cotidiana que esconde repliegues de conflictos que solo una
situación límite es capa de sacar a la luz, y así sucede. El director ha podido
realizar, por fin, el soñado largometraje que retoma esta historia, si bien aún
no he podido verla.
Inmediatamente
después del corto, seleccioné su segunda película, la única que me ofrece
Filmin, Stockholm, y he decir que me ha dejado en estado de shock
total. Tampoco me imaginaba, al iniciarse como Antes del atardecer, de
Richard Linklater, una noche de diálogos entre dos jóvenes que se han conocido
en una fiesta y que vagabundean por un frío Madrid nocturno «negociando» un
intercambio sexual con ardides en los que la verdad y la mentira se alternan
sin poder diferenciarse la una de la otra, que acabaría convirtiéndose en otra
película de terror, en este caso psicológico, y con un final tan impactante.
Lo que
está claro es que la capacidad inventiva de Sorogoyen, sacando partido de los
medios mínimos -esta película fue financiada mediante el micromecenazgo, al que
yo prefiero llamar a la inglesa crowdfunding, porque el «micro» delante,
dado el valor inmenso del acto de los mecenas, me parece un desprecio…- raya la
proeza realizadora. Rodar en exteriores, además, abarata los costes de estudio
y de decorados.
Es
cierto que el planteamiento, esa eterna conversación entre un joven sediento de
sexo y una joven que no acaba de atreverse, por razones que se ignoran, a
confiar en los demás y, especialmente, en un joven en el que intuye algo así
como el agente oscuro de su desgracia; es cierto, digo, que ese planteamiento
solo exige dos circunstancias que se dan suficientemente en la película: unos diálogos
ágiles y verosímiles y un actor y una actriz capaces de meterse bien adentro en
la piel de seres tan distintos y con reacciones tan dispares.
De
hecho, la noche es un espacio en el que ambos son de una manera, y en el día
después, luminoso hasta decir basta, como si estuviéramos en Gertrud, de
Dreyer, ambos personajes son totalmente distintos. Funciona así, a nivel
retórico, por contraste: en la noche son dos seres luminosos, capaces de
sorprenderse y llenos de vida, ternura y afecto; y durante el día se
transforman en seres tenebrosos, llenos de una densa oscuridad que acaba manifestándose
de dos modos muy distintos: el egoísmo borde y chuloputa de él, y la
inseguridad psicológica depresiva de ella.
Ya desde
el comienzo de la noche, cuando la amigas tienen una excesiva «preocupación»
por ella, estando dispuestas a dejarlo todo para acompañarla a casa, cosa que
ella rechaza frontalmente, para iniciar el retorno a casa sola, se intuye que
detrás de ese personaje hay una «historia» que la fragiliza, a pesar de la
rotundidez con que rechaza la aproximación del joven cuando este, abandonando a
sus amigas, decide ir en su busca para continuar un asedio que acabará, a la
larga, dando sus frutos, por más que para ello haya tenido que representar a la
perfección el papel del enamorado a primera vista leal y verdadero. Las
triquiñuelas de la seducción obran su encanto y ambos jóvenes, entre titubeos y
desencuentros -magnífica la escena de la huida de ella y el «secuestro» ante el
ascensor en el que suben, de nuevo, a lo que se intuye como «la escena del
crimen», porque esa es la terrible sospecha que planea constantemente sobre la
relación entre ambos, y porque las inseguridades de ella no logran ocultar la
vena egoísta y sádica que parece intuirse en él- acaban cediendo a la voracidad
del deseo. El guion, sin embargo, da, de repente, un giro de ciento ochenta
grados y ahí sí que el corazón nos da un vuelco: todo se vuelve amargo, negro y
terrible y el baño luminoso de luz que inunda el piso nos descubre las negruras
horrorosas de un alma atormentada y de un gélido seductor sin sentimientos que
chocan en un duelo que es el reverso dramático de las risas nocturnas del galanteo
amoroso.
Sin
ella, sobre todo, sin Aura Garrido, que borda primorosamente un personaje
ultracomplejo que nos ofrece con un rigor de verdad que nos conmueve hasta el
llanto, difícilmente la película hubiera tenido esta capacidad de sorprender
hasta la intimidación a los espectadores. Ella, de blanco entre el blanco de la
mañana soleada, con una chaqueta de punto negra que no es capaz de cubrirle los
fríos del alma que le ha metido el seductor tirano, y que, de ninguna de las
maneras, rescata la dulzura del «sí» que ha sido preludio del cambiazo
dramático, lo es todo en una película tristísima en la que Javier Pereira le da
una réplica perfecta, porque no es fácil ser capaz de la más arrebatada ternura
amorosa y del más frío de los desprecios, en apenas unas horas.
No
estamos ante una película con dos caras bien distintas, sino ante dos películas
que se suceden con el orden lógico de la tragedia, y la segunda de ellas nos
permite comprender punto por punto todas las reservas y las reticencias que
habíamos visto en la primera. Y nos conmueve esa «relectura» del pasado
inmediato, porque somos espectadores impotentes del drama…, y una tristeza
infinita nos arrebata y nos deja mudos.
Es una magnífica película, muy seria, en la línea de otras
que han sabido escarbar en los repliegues de las enrevesadas psicologías urbanas
que cada día la neurosis va complicando hasta volver imposible lo que nunca ha
sido «el simple hecho de vivir». Sorogoyen es mucho Sorogoyen. Y Aura Garrido,
una actriz como pocas.
Tengo una anécdota sobre la película Stockholm de Sorogoyen que vi en Filmin como tú hace cuatro años. Fue una cinta espléndida que me impresionó y que decidí pasar a mis alumnos de segundo de bachillerato de Literatura Española. Lo hice en dos días. La peli se conmocionó por completo, fue auténtica fascinación la que sintieron, y descocierto absoluto por el final. Pero quisimos más y nos posimos en contacto con Aura Garrido, actriz a la que varios conocían por la serie El ministerio del tiempo. Aura Garrido nos contestó en seguida y le propusimos venir a Cornellà a hablar con nosotros sobre ese enigmático final. Nos comentó que había sido alumna de Luis Landero y que amaba la literatura, de modo que estaría encantada en venir a charlar un día. Desafortunadamente, los intensos rodajes en Madrid hicieron imposible esta visita, y nos quedamos con un buen sabor de boca por su respuesta rápida y amable. Es una actriz muy buena pero la he visto en películas que no le han ayudado a dar la talla de su capacidad interpretativa.
ResponderEliminarLa peli les conmocionó por completo -quería haber escrito-.
ResponderEliminarMe alegra coincidir, de nuevo, contigo, y eso prueba que deben ser esporádicas las veces que disentimos. Una anécdota estupenda, y una lástima que no se hubiera podido producir aquel encuentro. El final, si bien se mira la evolución del personaje, no ha de chocar tanto; a mí, por ejemplo, me chocó bastante más el papel borde y chuloputa del personaje masculino, de quien jamás de los jamases, tras lo vivido durante la noche, me hubiera atrevido a decir que era un vulgar don juanillo de medio pelo y polvo de un día... Desgraciadamente, las "señales" del trastorno de ella se confirman en toda su crudeza tras la "precupación" angustiada de la madre y, ya finalmente, en el seco golpe de la cabeza contra el espejo, que preludia el desenlace final. Antes, a los tristemente duchos en estos menesteres, nos alarmó la solicitud con que ella le pide que no se siente en el murete de la terraza, con aquella ansiedad de quien sabe el peligro que hay en esa acción... En ese momento, por desgracia para mí, yo ya intuí el desenlace. Seguramente por eso me dejó tan impactado la película, tan conmocionado. Puedo asegurarte, Jose, que me costó lo mío escribir esa crítica...
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