lunes, 6 de enero de 2020

«El hombre perfecto», de Yann Gozlan, un thriller sobre la impostura literaria.



El manuscrito providencial que permite a un escritor sin talento acceder a la gloria inmediata, pero no existe el robo perfecto…

Título original: Un homme idéal
Año: 2015
Duración: 97 min.
País: Francia
Dirección: Yann Gozlan
Guion : Yann Gozlan, Guillaume Lemans, Grégoire Vigneron
Música: Cyrille Aufort
Fotografía: Antoine Roch
Reparto: Pierre Niney, Ana Girardot, Ludovic Berthillot, Valeria Cavalli, Marc Barbé, André Marcon, Laurent Grévill, Thibault Vinçon.

La gran baza de esta película francesa es el protagonista de YSL, quien, en la presente, aparenta mayor juventud y muestra un look notablemente distinto del de la película de Jalil Lespert, aun siendo posterior a aquella. La trama es sencilla: un joven escritor que no progresa de ninguna delas maneras con una obra mediocre -eso se sabrá mucho después-, trabaja en una empresa de vaciado de pisos que, por una u otra razón, no hay nadie que reclame los enseres que en ellos se contienen. Es el caso de una vivienda que han de vaciar completamente, porque quien murió, solo, en ella, no tiene herederos vivos que reclamen la pertenencia de tales bienes.
Las imágenes de vaciado del piso son tan impactantes, por lo que tiene de grave realidad social -en CAT viven solos casi dos millones de ancianos, por ejemplo-, que me conminaron a escribir una reflexión sobre tan dura manera de morir y el terrible destino de las «cosas» que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida y que son tan nosotros como nosotros mismos, y según qué objetos, ¡hasta más!. El texto está publicado aquí, y allí lo encontraran quienes crean que tal situación estremece como a mí me estremeció.
El azar quiere que, al mover unos enseres de encima de un armario, caiga ante los pies del joven escritor «bloqueado» un manuscrito de un combatiente en la guerra de Argel que describe con un lenguaje conciso, lacónico, pero riguroso y exacto, su experiencia de la Guerra de Argelia, que dio paso a la descolonización del territorio, y de la que Gillo Pontecorvo hizo una inolvidable película, La batalla de Argel. Un mal día, harto ya de sobrellevar su presente de escritor ignorado, decide copiar punto por punto el manuscrito ajeno, ponerle un título, Arena negra, y dar en el clavo del best-seller que lo convierte en un autor de éxito y adinerado, amén de “ser escogido” por una rica heredera con quien inicia una relación que comenzará a resentirse cuando, por otro azar, y después de haber quemado él el manuscrito y la foto del autor, recibe un sobre con la foto del mismo y una inequívoca amenaza de chantaje que no tarda en verificarse. La presencia del ahijado del padre, a quien, por haber estado enamorado de la hija, la figura literaria de la joven promesa de la literatura francesa le resulta sospechosa, sin saber bien por qué, incrementará la tensión a la que se ve sometido el joven, quien, por otro lado, ha recibido cuantiosos anticipos por una segunda novela de la que aun no ha entregado ni una hoja y que ya ha pulido, según a oportuna llamada del banco anunciándole que está en “números rojos”.
         De repente, a punto de que estalle la impostura, se inicia otra película, la de los delitos que no excluyen, ni que sea accidental, la muerte del hijastro en la propia casa, y en ella la espiral de acciones desesperadas para tratar de evitar ser descubierto como autor de tales delitos y como el impostor que es lo llevará a un tour de force de mentiras que se solapan las unas a las otras y que tardan la suyo, todo ha de decirse, en levantar sospechas entre su novia y la familia de esta. Siguiendo el método de las películas del «falso culpable» en las que se acumulan las pruebas de a culpabilidad de quien es inocente; en El hombre perfecto se sigue el modelo inverso: se acumulan los crímenes de quien es culpable y aparenta ser inocente. La angustia es la misma, eso sí, porque en todo momento el protagonista -excelente, aun a pesar de cierto grado de inverosimilitud que se ha de aceptar para que funcione la doble hélice de contratiempos y mentiras- da la talla y permite que nos identifiquemos con ese miedo cerval a ser descubierto, porque lo que le es imposible al espectador es empatizar con él, claro está.
         Llegados al momento en que el ADN hallado en las uñas de la víctima van a delatar al escritor, este, metidísimo ya en el papel de «asesino por necesidad» acaba ideando una doble muerte, la de su chantajista favorito y la de sí mismo en un accidente de tráfico hábilmente planeado para que el chantajista, con su anillo y reloj, pase por él… Lo sorprendente es que en ese camino de acciones desesperadas, halla tiempo, ante lo que se le viene encima, para escribir una novela en la que a buen seguro recrea, dado el título, Falsas apariencias, su actual situación de asesino en serie y hábil mentiroso para encubrir su doble vida delictiva.
         Es evidente que el hombre, negado para la ficción literaria, es habilísimo para el crimen, de ahí que, después, no tenga más que levantar acta de sus movimientos para pergeñar una novela que se celebrará, tras su muerte como joven promesa de las letras, por todo lo alto. Pero la película no acaba ahí, por eso suspendo yo la sinopsis y vuelvo a la realización.
         El director narra con soltura y unas elipsis de manual la breve historia de cómo el joven se convierte en un autor de éxito y es aceptado, en esa calidad, en la familia de la novia, una ensayista literaria de primer nivel, con exquisita formación. La mansión de los padres de su prometida, con un acceso a un embarcadero particular al sur de Marsella, cerca de Tolon, se convierte en algo así como el paradigma del triunfo y es un contraste fundamental de la película ese espacio de lujo y la inseguridad del intruso embustero con que se mueve el «falso escritor» por ella y donde acabará cometiendo la máxima transgresión: el asesinato. La cadena de incidentes que dan la impresión de ir cerrando el círculo alrededor del impostor consigue que mantengamos la tensión durante prácticamente toda la película, y llega un momento en que hasta se invierte el orden moral y desea uno que salga con bien, el infeliz personaje que ha querido suplantar al escritor que jamás podría haber llegado a ser. En ese instante ya ha quedado muy lejano el interesante punto de partida de la película: el robo intelectual para conseguir lo que es imposible que el ladrón pueda jamás llegar a ofrecer: una obra original digna de ser leída.
         Algunos críticos se atreven a mencionar a Hitchcock, en relación el esta película, pero no hace falta exagerar tanto. De planteamiento más modesto, el director sabe llevar bien la intriga y la tensión, y ahí se acaba cualquier paralelismo entre obras tan dispares, como las del genio inglés y El hombre perfecto. Una película, con todo, no diré que «agradable» de ver, porque es mucha la angustia que transmite el personaje, pero cuya interpretación protagonista bien merece un visionado. No conviene olvidar la magnífica banda sonora que colabora permanente a la creación de la tensión narrativa.

4 comentarios:

  1. La has contado toda, todita. Ya no hay lugar a la sorpresa ni a la tensión que conlleva. Suerte que la había visto ya, pero la crítica es un spoiler total en toda regla. A veces te dejas llevar por la pasión descriptiva y cuentas el argumento completo en lugar de dejar la miel en los labios del presunto espectador para que desee verla.

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  2. No seas injusto, Jose, no he dich ni mu del verdadero desenlace, el que dejará de piedra a los espectadores. Vale que es mismamente el final de la película, pero tiene una entidad que yo respeto. En parte tienes razón, pero cuando veo películas que ya tienen algunos años entiendo que quienes se acerquen a estas críticas mías ya las habrán visto y buscan "comparar" opiniones, de ahí que arruine no poco de los argumentos, algo que ni se me ocurre hacer con las que están en cartelera. Con todo, llega un momento en que al verdadero aficionado ni le molestan los spoilers, porque, como en la vida, el disfrute es el camino que se sigue... Excepto en las que sean "de susto", claro...
    Lo que no me dices es qué te pareció...

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  3. No sé si he leído un relato o he visto una película con este argumento, pero en cuanto empezaste a contarlo lo reconocí. Tal vez fue un relato, pero no lo tengo claro. La idea del descubrimiento del manuscrito y la apropiación por el escritor menos brillante es muy feliz. Sigo pensando, no obstante, que te desahogas frente al teclado y dejas demasiadas pistas de las películas y al lector ocasional no le seduce ver lo que ha sido desvelado de un modo tan completo.

    Para mí la mejor película de la historia es Breve encuentro de David Lean. La veo de vez en cuando, en el momento que he olvidado en buena medida su argumento y me vuelve a sorprender, lo que sucede cada quince o veinte años. El espectador requiere de la sorpresa narrativa, otra cosa es volverla a ver para apreciar su valor fílmico, pero el primer visionado debe ser arcangélico y puro. Solo te leo críticas de películas que he visto, de las demás huyo como el diablo de la pólvora, no sé qué pensaran tus otros lectores. Me gustaría que opinaran.

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  4. La pregunta pertinente sería: ¿Otros lectores, cuáles...? Es cierto lo que dices, pero salvo esa excepción ya mencionada, estrenos y pel´culas que se basan en el final, suelo hacer críticas de películas archivistas... Por cierto, ayer dudamos entre "Breve encuentro", de Lean, una versión de Alan Bridges pra TV, con Sophia Loren y Richard Burton, y La teoría sueca del amor que fue, al final, la que escogimos, y que nos gustó mucho. Al respecto, ya la menciono yo en mi crítica, Still Life, de Uberto Pasolini, es una maravilla.

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