Alambicada
critica de nuestro presente, con raros guiños al pasado o el cine feísta excesivo…
Título original: Nu astepta prea mult de la sfârsitul lumiiaka
Año: 2023
Duración: 163 min.
País: Rumanía
Dirección: Radu Jude
Guion: Radu Jude
Reparto: Ilinca Manolache; Ovidiu
Pîrsan; Nina Hoss; Uwe Boll; Dorina Lazar; Katia Pascariu; Sofia Nicolaescu; László
Miske.
Fotografía: Marius Panduru.
Primera
película que veo de Radu Jude, premiado en Berlín con su anterior película Un
polvo desafortunado o porno loco. Este título es más elocuente del tipo de
película que se alarga hasta e infinito con el título apocalíptico con que nos
llega. No he visto la premiada, pero reconozco que me ha costado lo suyo acabar
de ver la presente, a pesar, con todo, de los muy buenos mimbres con que ha
sido concebida, de la espectacular actuación de Ilinca Manolache y de la
alternancia entre dos películas que configura la trama: la actual en blanco y
negro y la película de Lucian Bratu, Angela merge mai departe («Ángela
se mueve», de acuerdo con el título en inglés), no parece que estrenada en
España, una película en color sobre una taxista que espera tener una relación
convencional, tradicional, en la época comunista, una relación «ordenada». La
protagonista, de idéntico nombre, Angela, también es conductora, pero, en este
caso, trabaja para una productora que está elaborando unos anuncios
institucionales sobre la seguridad en el trabajo, y la labor de la conductora
sobreexplotada es localizar a las víctimas de accidentes de trabajo y grabar su
historia, porque esos testimonios serán la base que ayude a crear la campaña.
Con esa poderosa
trama argumental, podríamos esperarnos una película de denuncia social, y es lo
que vemos, en efecto, porque a la productora le importa un comino la situación
individual de cada afectado y menos aún las circunstancias en que se produjeron
los accidentes laborales que no supusieron condena alguna para las empresas y
un muy magro subsidio para los impedidos. La productora solo va detrás de que
esas víctimas reciten el manual elaborado por el gobierno: que hay que
protegerse con todos los adminículos que la ley exige para los trabajadores y
que han de ser facilitados por los empresarios.
El
hiperprotagonismo de la Angela actual, constantemente al volante a todas horas
y en todas direcciones, enfrentada, además, a una pluralidad de situaciones que
le permiten al director construir esa suerte de visión apocalíptica de nuestros
días, y en ese sentido la visita a un director de cine usamericano es un
perfecto botón de muestra; ese exceso de protagonismo es una virtud, pero al
mismo tiempo lastra también la película, y de ahí la creación de un alias de la
trabajadora incansable, Bobita, que ella representa con una caracterización de supermacho
rijoso y parafascista, que solo piensa en follar, en vejar a las mujeres y en
admirar a Viktor Orban, un alter ego, por lo tanto, que le permite a la
protagonista liberarse de la tensión que ha de soportar durante jornadas
laborales que nunca se acaban. Cuando ella piensa que tiene la posibilidad de
retirarse a descansar, recibe el encargo de ir a esperar a la directiva de la
casa austriaca que produce el anuncio institucional. Se trata de la elegante y
bellísima actriz Nina Hoss, a quien admiramos en Ave Fénix, de Christian
Petzold y en Tár, de Todd Field, que en la película aparece como chozna (hija del
tataranieto) de Goethe, quien tiene un hermoso y acerado diálogo con Angela
durante el recorrido del aeropuerto al hotel.
La película
tiene un dinamismo absoluto, no solo porque nos pasamos más de la mitad de ella
dentro del coche de Angela, sino porque son tantas las experiencias que se
viven a lo largo del periplo profesional de la protagonista, sexo rápido en el
taxi incluido, ¡y no sin humor!, que no hay tiempo ni para reposar el contraste
entre las dos películas que se alternan a lo largo del metraje.
La visión de
la sociedad rumana es hipercrítica, y nos muestra una suerte de ruina de los
excesos del capitalismo y el chapucerismo económico de los partidos políticos,
no sin momentos líricos como el recorrido de las cruces que jalonan una
peligrosa carretera donde ha habido muertos casi a cada quilómetro: ¡qué
excelente corto dentro de la película! Igualmente, las relaciones tensas de
Angela con los conductores que tienden a meterse con ella por ser mujer, o las
relaciones compasivas que le suscita la frecuentación de los inválidos
laborales a los que quiere y no puede prometerles que serán elegidos y que
tendrán una recompensa económica que los alivie en parte de sus difíciles situaciones.
Estamos, como se lee, inmersos en una película de alto contenido social, pero
hay, a mi parecer, un exceso de ambición narrativa que conduce al amontonamiento
de asuntos, lo cual entorpece la percepción de la línea nítida que quiere
hacernos llegar el director. No puede entenderse, del hecho de que la película
antigua sea en color y la presente en blanco y negro muy agresivo, que hay una
suerte de añoranza del viejo régimen dictatorial de los Ceaușescu,
porque en la historia se valora la iniciativa individual y la terrible lucha
por la vida, esto es, por unos ingresos mínimos, por parte de la protagonista.
En una crítica
de FilAffinity he leído que el desagradable personaje de «Bobita», con el que Angela
redondea sus ingresos a través de los famosos likes, es un personaje satírico, inspirado en Andrew
Tate, un americano machista, homofóbico, misógino y antivacunas al que han
expulsado de varias redes sociales, una «joya» en cuyo terrorífico perfil de Wikipedia
figura lo siguiente: «En 2022 fue arrestado en Rumanía acusado de haber
cometido tráfico sexual en una unidad de crimen organizado que, presuntamente,
secuestró a dos menores, las violó y las usó en vídeos pornográficos». Es
cierto que ese desdoblamiento de la protagonista pudiera tener un afán crítico,
pero no queda muy clara la distancia entre ella y su sosias, sobre todo por las
críticas sociales a la inmigración y la defensa de Orban y otros machirulos del
Poder.
En fin, no se
trata de una película para todos los paladares, y yo ya he reconocido que me
llevó unas tres sesiones el hecho de acabarla, porque tenía fuertes tentaciones
de desertar de su visionado, pero también reconozco que tiene un «algo» que me
atrapó hasta un final esperpéntico y triste que se alarga hasta el infinito,
aunque me parece un final de esos que llaman apoteósico, dado todo lo anterior…
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