Un apretado
repaso a nuestra historia, sus demonios, sus azares y sus amores.
Título original: 8
Año: 2025
Duración: 126 min.
País: España
Dirección: Julio Medem
Guion: Julio Medem
Reparto: Ana Rujas; Javier
Rey; Álvaro Morte; Tamar Novas; Loreto Mauleón; Carla Díaz;
María Isasi; Mateo Medina; Oriol
Riera; Asier Burguete; Andoni Agirregomezkorta; Kandido Uranga; Javier Morgade;
Asier Hernández; Irene Aragón; Jordi Catalán; Jacobo Girón; Gabriel Álvarez; Eduardo
Arregui; Sophia Garitano; Sergio M Villar; Asier Tartás.
Música: Lucas Vidal
Fotografía: Rafael Reparaz.
Oí hablar de 8
en la televisión, no recuerdo si durante el rodaje o al acabar este. Después
esperé en vano el estreno, porque, de haberlo, me pasó desapercibido, y la
película, al parecer, no duró mucho en cartelera. A posteriori me llegan
noticias de una fría recepción por parte del público y una tristísima
recaudación que, imagino, no cubrirá ni un 20% del presupuesto total. Y vista
en Movistar+ la verdad es que, sin ser una maravilla, está muy por encima, en
calidad, de tantísimos estrenos que, dicho sea de paso, tampoco duran mucho en
los cines.
La película de
Medem es ambiciosa, porque recrea la vida de España desde el 14 de abril del
31, a través del nacimiento de dos seres a los que el azar de la vida, un poco
a la manera de las Vidas cruzadas de Robert Altman, irá uniendo y
alejando, todo ello en el marco del desarrollo de la sociedad española, quizás «demasiado»
al estilo de Cuéntame, la serie de televisión de Miguel Ángel Bernardeau. Ese afán documental
de la evolución de la vida española desde aquella fecha mítica de la izquierda,
¡nada menos que el advenimiento de la Segunda República!, y que tan
desoladoramente acabó. La película, al menos, mantiene una cierta objetividad
al respecto, porque los dos seres que nacen en esa fecha tienen dos padres que
militan en cada uno de los bandos enfrentados en la Guerra Civil. Esa época,
perfectamente recreada en la puesta en escena y en el trajín de los dos partos,
permite intuir, en parte, y conociendo alguna película del autor, como Los
amantes del círculo polar, con aquellos protagonistas palindromáticos: Otto
y Ana, algo del desarrollo posterior, en el que el azar dictará no pocos de los
acontecimientos que veremos en pantalla. El hecho de que los encuentros
fortuitos de los protagonistas vayan seguidos de elipsis muy intensas, en las
que la vida de cada uno de ellos por separado pierde relieve dramático y no
colabora en el desarrollo narrativo, porque, en algunas ocasiones, dichos
encuentros recurren a un pretexto muy forzado e incluso, la muerte del hijo extramatrimonial
de ambos, al melodrama más riguroso, no exento, además, de una repentina «irrupción»
del catalán metido con calzador y sin previa ni posterior explicación. Ese es
el peligro de la ambición: buscar episodios con mucha carga simbólica para
tratar de hacernos llegar realidades que no admiten reducciones narrativas tan
tremendas. Lo mismo sucede con algunos momentos de la vida de los personajes,
como los que preceden a la separación de la protagonista de un marido que
representa el antiguo régimen. Cuando entra en plano la protagonista parece que
se está preparando para una escena erótica, pero lo hace, sin embargo, para ir
a la iglesia. Que se haya refugiado en el alcohol y que luego tenga una
aventura, con la consecuencia del segundo hijo del matrimonio que no es del
padre, como el primero, nos lleva directamente a una discusión, porque estamos
en los comienzos de la Transición democrática, sobre la independencia de la mujer
frente a esa clase de hombres y la decisión de divorciarse, aunque la ley que
lo permitía tendría que esperar hasta 1981.
Los
personajes, con ciertos reparos, no están mal dibujados, y permite cierta
empatía del espectador con algunos episodios de sus vidas. En la medida en que
esos protagonistas representan la generación que permite la reconciliación del
llamado Régimen del 78, la película es políticamente muy atrevida, e incluso me
atrevería a decir que políticamente incorrecta, dado el ejercicio de polarización
interesada y apuesta por el guerracivilismo que nos ha traído el último gobierno
del más que rarísimo frente popular que va desde la extrema izquierda hasta la
extrema derecha nacionalista, aquellos extraños compañeros de cama política de los que hablaba Carrillo. Pero frente a esa visión política, la película opta
por la vía psicológica y sentimental, dado que la unión de quienes nacieron el
mismo día en casas tan diferentes implica una apuesta por el valor metafórico
de esa unión.
La producción
de la película, barajando tantas épocas, ha supuesto un brillante ejercicio de puesta
en escena, de selección de exteriores, interiores perfectamente adecuados a
cada época y del vestuario. Como el marco temporal es tan extenso, ha de
destacarse la labor de maquillaje, si no se han utilizado los recursos
digitales en sentido inverso de como se usaron en El irlandés, de
Scorsese. Y es en esa fase última de la relación de los personajes cuando la película
alcanza los momentos más emotivos, aunque tampoco se han de perder de vista las
ejecuciones de los dos padres de los protagonistas, por supuesto. El final, por
otro lado, me parece muy conseguido y logra poner un broche final al largo
proceso vital de los personajes. Sentimos con ellos el peso del paso del tiempo
y el vínculo tan especial que se genera en las parejas de mucha edad, las que
llegan juntas hasta los noventa años e incluso más allá.
Teniendo en
cuenta el éxito televisivo de Cuéntame, no acabo de entender que una película
como 8 no haya gozado del favor del público, porque no solo hace un
idéntico recorrido, pero más sintético, sino que las interpretaciones rayan a
gran altura. Salvo Álvaro Morte, que tiene un papel breve, pero magníficamente desempeñado,
los protagonistas —soy poco aficionado a las series—, me eran totalmente
desconocidos, lo que ha contribuido lo suyo a aceptar la verosimilitud de sus
interpretaciones, salvo algunas escenas, como ya he indicado, algo forzadas,
aunque, incluso en esas, la dirección de Medem lograba salir airosa, con planos
como el del padre del hijo muerto entre él y la madre sedada, arrodillado, de
enorme valor plástico. En conjunto ya digo, me parece una película digna de ser
vista, una muestra de cine español muy por encima de muchísimos estrenos
usamericanos tan llenos de acción como carentes del más mínimo interés humano.
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