jueves, 18 de agosto de 2016

“Un cuerpo en el bosque”: la punzante y brillante chabrolada de Joaquim Jordà.


El microcosmos de la Cataluña y España eternas: Un cuerpo en el bosque o la acidez de la mirada entomológica de un maestro de la docuficción: Joaquim Jordà.

Título original: Un cos al bosc
Año: 1996
Duración: 92 min.
País: España
Director: Joaquim Jordà)
Guión
Joaquín Jordá (AKA Joaquim Jordà)
Música
Sergi Jordá
Fotografía
Carles Gusi
Reparto
Rossy de Palma, Ricard Borrás, Nuria Prims, Pep Molina, Verónica Román, Mingo Ráfols, Lamin Cham.


De Joaquim Jordà me impresionaron sobremanera su docuficción Mones com la Becky, sobre el neurólogo portugués Egas Moniz, y Más allá del espejo, un documental sobre las agnosias y las alexias que el director, afectado también por ellas, rodó a partir de una noticia aparecida en El País. Más allá del espejo es un documento estremecedor y, al mismo tiempo, optimista: respira verdad y drama por los cuatro costados y me parece imprescindible verlo, sobre todo para personas que se dediquen a la educación, e incluso sería de visión muy provechosa para los alumnos no aquejados por esos padecimientos que tanto transforman la vida de una persona. Claro que me acuerdo de su Dante no es únicamente severo, con Jacinto Esteva, pero eso pertenece a la arqueología de la pretenciosidad y solo admite un visionado por parte de cinéfilos de pro. Un cuerpo en el bosque presenta la singularidad de ser su única incursión en el cine de ficción y lo extraño es que Jordà no se prodigara más, porque estamos ante una película casi redonda, no solo por la historia y el guion, sino por la cuidada puesta en escena que nos ofrece el marco perfecto para un ácido retrato de un microcosmos catalán desde el conocimiento y la crítica. Si a todo eso le acompañamos unas interpretaciones tan aceptables como la de Rossy de Palma, haciendo de guardiacivil, y la de Ricard Borràs, de empresario sin escrúpulos, acabamos viendo una película por la que, sinceramente, no han pasado los 20 años que hace de su estreno. Por esos azares de los estrenos y porque lo achuchado de los sueldos no da para verlo todo, y a pesar de las buenas críticas que tuvo en su día, he tardado esos 20 años en verla, pero más vale tarde que nunca, y esa es la buena nueva que traigo a este Ojo cosmológico. La influencia de Claude Chabrol y sus películas de corte “provinciano”, en pequeñas localidades donde todas las perversiones tienen cabida y los secretos se guardan a voces, me parece evidente. Estamos, como ya he dicho, ante un mcirocosmos en el que los personajes tienen un sí se sabe qué de personajes tópicos, pero la ambientación en la que se mueven está tan conseguida que, a pesar de que alguno chirríe, como Mingo Ràfols, aunque el papel tenga escasa entidad. La historia, oscura y triste, de Montse, una chica amiga de complacer sexualmente a sus amigos y cuyo cadáver encuentran los cazadores de jabalíes que inician la apertura de la veda, será el eje narrativo alrededor del cual, mediante la investigación que lleva a cabo la teniente Cifuentes de la Guardia Civil, un papel más que agradecido para Rossy de Palma, que lo desempeña a la perfección, se articulan las vidas de conocidos, familiares y amigos de una pequeña población en la Cataluña rural. Esa vida “pequeña”, con personajes “chatos”, ese mundo reducido, limitado, endogámico, en el que las fuerzas vivas se contemplan al mismo tiempo con afán reverencial y como “invasores”, como es el caso de la teniente Cifuentes, con un planteamiento político independentista que en nuestros días se ha convertido en la corrección política, es retratada por Joaquim Jordà con una pericia sobresaliente, porque la asfixia que produce esa convivencia insana tiene unas fuentes tribales y primitivas que convierten a esta película en algo así como en la premonición de los tiempos políticos xenófobos que vivimos en la Cataluña de la Particularitat que ha renunciado a representar a la generalidad de los catalanes. La teniente de la guardia civil se mueve con desenvoltura en ese pequeño mundo y es capaz de poner a sus habitantes frente al espejo de sus miserias y sus contradicciones, pero la película, llegado ese momento en que todo parece conjurarse para descubrir al culpable de la violación y muerte de la xiqueta, nos ofrece un giro tan espectacular como imaginativo que no solo sorprende al espectador más avezado, sino que propone una clausura narrativa más que brillante,  algo que ciertas escenas hubieran podido permitir que ese avezado espectador intuyera. No fue mi caso, lo reconozco, de ahí mi alborozo por ese giro que permite reescribir la historia de arriba abajo, sin que pierda en ningún momento ni su acidez ni se denuncia. Lo que hace es ampliar sus fronteras… Un cuerpo en el bosque es un magnífico ejemplo del cine que, años después de esta película, lograría un reconocimiento popular a través de una película como Pa negre, y que, en el fondo lejano, se emparentan con obras de la posguerra y específicamente con algunas como La caza de Saura, siquiera sea por esa afición tan arraigada en los pueblos pequeños. 

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