La autobiografía de un joven usamericano «de pueblo», New
Jersey, narrada con una prodigiosa
facilidad para la evocación y el recuento de anécdotas e ilustrada con sus mejores
canciones, cantadas como nunca, con el piano, la guitarra y la armónica: un
espectáculo mágico, seductor e incomparable.
Título original: Springsteen on Broadway
Año: 2018
Duración: 150 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Thom Zimny
Guion: Bruce Springsteen
Música: Bruce Springsteen
Reparto: Documentary, Bruce
Springsteen, Patti Scialfa.
No soy,
ciertamente, un fan de The Boss, y, cuando lo conocí, no me pareció sino
un epígono más del maestro e maestros que es Bob Dylan. Después me «entraron»
algunas canciones que devinieron éxitos mundiales e incluso le depararon un
Oscar a la mejor canción por Streets of Philadelphia para la película Philadelphia,
de Jonathan Demme; pero tan apartado como he estado de la música por mor de la
lectura y por la incapacidad de haber llegado un momento en que ni con la
música clásica podía simultanearla, he perdido la carrera de no pocos artistas
que, en mi juventud, no me lo hubiera permitido. Mis gustos musicales, además,
son tan eclécticos que prácticamente cabe todo en ellos, desde el Flamenco
hasta Verdi, Bach y Mozart, pasando por todo el cine musical y acabando en la
música popular de todos los países del mundo y en la ópera china.
Sin embargo, este espectáculo autobiográfico de Springsteen,
austero como pocos: él, un micrófono, un piano, sus guitarras, la armónica,
contra la pared desnuda del escenario y con algunas esporádicas apariciones de
su mujer, Patti Scialfia, me ha revelado a un narrador y paradójico actor de sí
mismo excepcional; básicamente porque Springsteen ha sabido encontrar el «tono»
de la narración y con su voz tiene e poder de «representar» sobre el escenario
todo aquello que va narrando, su infancia, la admiración hacia su madre, la compleja
relación con su padre, sumido este en la enfermedad mental y el alcohol, su
deseo de convertirse, tras haber visto a Elvis Presley en el show de Ed Sullivan,
en un cantante de rock, la vida de barrio, sus amigos, su iniciación en el sexo
y el amor, los inicios como musico… De todo habla Springsteen con una
apabullante naturalidad neutra que no busca ni la complicidad, ni el chiste
fácil ni la emoción de pacotilla: reales son, ciertamente, las lágrimas que le
hace derramar la última visita de su padre justo cuando él mismo estaba a punto
de ser padre por primera vez, uno de los grandes momentos de la «actuación», si
es que podemos denominar así al desnudo integral de su vida que lleva a cabo
Springsteen sobre las tablas. No pretende seducir a la audiencia, sino contarse
a sí mismo, y lo hace de un modo impecable, con un poderoso estilo literario
que maravilla, y al que los subrayados musicales de las canciones relacionadas
con sus experiencias, oídas nítidamente en un fantástico recital unplugged,
nos permite saborear la calidad de las letras y la estrecha relación que
advertimos entre ellas y los hechos de su vida, tan excepcionalmente narrados.
La voz áspera de Springsteen, su físico de tough guy y su hieratismo podrían
dar entender que con dificultad habrían
de emerger los sentimientos o el buen humor, pero confieso que hacía mucho
tiempo que no me dejaba seducir por una vida contada como Springsteen cuenta la
suya. La manera como habla de su madre, por ejemplo; el modo como afronta
devenir una suerte de intérprete privilegiado de un momento dado de la historia
de Usamérica, es sencillamente apabullante. Hay una novela en su vida que, sin
embargo, ha preferido contarla a media
voz sobre un teatro, con una expresividad que ya quisiera muchos novelistas.
Esto que estoy escribiendo en modo alguno puede ser
considerado una crítica, porque el espectáculo, ¡tan completo!, es el de una
vida abierta en canal ante el publico e ilustrada con las canciones que le han
hecho famoso. Se trata de una
recomendación con carácter de urgencia. Ya he desvelado la maestría artística
con que una imposible «representación», porque es una confesión en toda regla
en la que no hay ni una brizna de arte teatral y sí una entrega absoluta al
arte oral de narrar, porque ese ambiente íntimo que Springsteen sabe crear a su
alrededor bien puede ser el propio de una barra de bar en la que un parroquiano
le abre a un desconocido la puerta de su almario o un encuentro accidental en
una sala de espera vacía, un vagón sin más viajeros que quien se confiesa
torrencialmente y el oyente, que no interlocutor. Lo confieso: de principio a
fin he entrado en esa vida contada de una manera tan próxima, tan confidencial,
tan intensa, tan dolorosa, a veces; porque la virtud de este documental es que
el hombre que te cuenta su vida te la cuenta a ti, solo a ti, y tú agradeces
esa distinción y lo acoges con la mejor de las recepciones y quieres que no
pare, que siga contándote su vida sin pensar que habrá un mañana, porque, en
cierto modo, también te está contando tu propia vida, dada la universalidad de
muchas de sus experiencias.
Empecé a verlo por pura curiosidad y no tardé ni diez
minutos en ser felizmente «cazado» por una narración prodigiosa… De hecho, a
mí, que no soy un fan de su música, me parece que sus habilidades narrativas,
su manera de usar los énfasis, su entusiasmo por lo que cuenta y las profundas
raíces del sentimiento del que emergen sus evocaciones autobiográficas hacen de
esta experiencia artística un punto y aparte en la historia del espectáculo.
¡Gloria al Boss!
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