viernes, 27 de septiembre de 2019

«It’s All About Love», de Thomas Vinterberg, ese cine que no llega a las pantallas españolas…


 Una fantasía distópica llena de inteligencia cinematográfica y de exquisitez en la puesta en escena, amén de dos interpretaciones de peso: Claire Dane (Homeland) y Joaquin Phoenix (The Master, Her, etc.).

Título original: It's All About Love
Año: 2003
Duración: 103 min.
País: Dinamarca
Dirección: Thomas Vinterberg
Guion: Thomas Vinterberg, Mogens Rukov
Música: Zbigniew Preisner
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Reparto: Joaquin Phoenix, Claire Danes, Sean Penn, Douglas Henshall, Alun Armstrong, Margo Martindale, Mark Strong.

Ha sido muy llamativa la evolución de algunos cineastas del grupo Dogma, cuyo potencial para desarrollar sus historias dentro del sistema nos ha dado verdaderas obras maestras de Von Trier y, ahora, esta de Vinterberg que, sin llegar al grado de excelencia de obras como Melancolía o La hija del predicador de Michael Koolhoven, nos ofrece una propuesta fílmica archicuriosa, a medio camino entre el thriller distópico, en la estela de Alphaville, y el cine existencialista, con el recuerdo de La peste de Camus, al fondo.
La historia comienza con un personaje que llega al aeropuerto de Nueva York y, en vez de coger el siguiente vuelo que ya tiene reservado, se deja convencer por dos personas para desistir de hacer tal cosa y reunirse con su ex, una estrella del patinaje artístico, de modo que pueda solventar el asunto de su divorcio, pendiente de arreglar los papeles del mismo desde que decidieron separar sus vidas. Todo va discurriendo dentro de los cauces del misterio, porque el espectador ignora de qué hablan los tres hombres, pero ese mismo todo entra, de golpe, en el desconcierto y el pasmo, cuando, bajando por la escalera mecánica, advierten la presencia de un cuerpo muerto al final de la escalera. El protagonista se queda paradísimo, pero los otros dos hombres le preguntan: ¿lo conoce? La respuesta negativa les lleva a decirle que lo sortee con cuidado y que sigan todos su camino, el que les lleva al hotel donde se aloja su ex, con quien no tardará en reunirse. Es recibido como un miembro más de la compañía del espectáculo que tiene como única estrella a la gran bailarina y, a partir de ahí, comenzarán a aparecer señales inequívocas de que alrededor de la patinadora hay un misterio en el que no tardamos en intuir que el peligro anda de por medio e incluso la integridad física de ellos protagonistas.
La película, críptica en sus inicios, va desvelando la existencia de un matrimonio roto por las drogas y una imposible reconciliación que, si  embargo, en algún momento del metraje da la sensación de que pudiera llevarse a cabo. Las noticias de los telediarios informan de sucesos que tienen la ficción de generar el contexto adecuado para la distopia a la que asistimos, aunque, a tan pocos años vista, desde el 2003 hasta el 2025, da la impresión de que se hubieran quedado cortos en el planteamiento catastrofista. Lo más llamativo es, por supuesto, la desaparición de la ley de la gravedad y de la atracción terrestre, por lo que los miembros de una tribu africana han de atarse a estacas para no salir volando como globos, una imagen impactante que servirá para cerrar la película y la historia. Son frecuentes, además, las muertes en plena calle de personas que agonizan y fallecen ante la indiferencia absoluta de los viandantes. Ya se aprecia, por lo tanto, que estamos en lo que tiene todas las señales de ser un mundo crepuscular.
La estructura de thriller contiene una dimensión, llamémosle «clónica», que añade a la película un interés suplementario. Habiéndose detectado que la estrella del patinaje está enferma, lo cual puede implicar su retirada del show que alimenta a tantas personas, todo un engranaje comercial en el que el «factor humano» cede su puesto a la contabilidad de la rentabilidad económica, los empresarios idean la sustitución de la estrella por «clones» traídos de su Polonia natal y que sirvan para sustituirla cuando ella haya de retirarse de las actuaciones. La presencia de esas mujeres sorprende al protagonista, por supuesto, quien, atraído por todo el misterio que parece rodear a quien fuera su mujer, decide averiguarlo aunque ponga en peligro su vida para hacer tal cosa. Ese acercamiento a su ex le lleva incluso  raptarla y ocultarla a sus colaboradores para intentar resolver ese misterio.
La presencia de un hermano del protagonista en un «vuelo permanente», de aeropuerto en aeropuerto y de avión en avión, forma parte de esa trama que roza la narrativa del absurdo, pero que describe a la perfección una dimensión «apocalíptica», de postrimerías, que confieren a la obra una dimensión nihilista llena de poesía por los cuatro costados. No quisiera entrar en el desenlace, para arruinárselo a los espectadores, excepto a los amantes de la ópera, porque parece un plagio de la excelsa Manon Lescaut, una ópera con un final sobrecogedor. Hay que verla, pues, para sentirlo plano a plano, en toda su dimensión fatalista.
La película ha cuidado mucho la puesta en escena y, por descontado, recae muy buena parte de su interés en las dos estupendas interpretaciones de atores tan convincentes como Joaquin Phoenix y Claire Danes, el primero conocidísimo por muy buenas películas anteriores; la segunda, solo conocida para los seguidores de Homeland, aunque no hace mucho tuve la oportunidad de verla en un drama familiar sobre el conflicto que supone la inclinación sexual de un hijo de sexo distinto y lo bordaba igualmente.
En fin, no se trata, propiamente, de una «rareza», porque, salvo el contexto, ni el desarrollo del guion ni el dibujo de los personajes hacen pensar en ello, dado que siguen un estricto realismo en cuanto al núcleo de los conflictos y las emociones que se ponen en juego  y que nos permiten seguir la obra con mucho interés.

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