Una fantasía distópica llena de inteligencia
cinematográfica y de exquisitez en la puesta en escena, amén de dos
interpretaciones de peso: Claire Dane (Homeland) y Joaquin Phoenix (The
Master, Her, etc.).
Título original: It's All
About Love
Año: 2003
Duración: 103 min.
País: Dinamarca
Dirección: Thomas Vinterberg
Guion: Thomas Vinterberg,
Mogens Rukov
Música: Zbigniew Preisner
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Reparto: Joaquin Phoenix,
Claire Danes, Sean Penn, Douglas Henshall, Alun Armstrong, Margo Martindale,
Mark Strong.
Ha
sido muy llamativa la evolución de algunos cineastas del grupo Dogma, cuyo
potencial para desarrollar sus historias dentro del sistema nos ha dado
verdaderas obras maestras de Von Trier y, ahora, esta de Vinterberg que, sin
llegar al grado de excelencia de obras como Melancolía o La hija del
predicador de Michael Koolhoven, nos ofrece una propuesta fílmica
archicuriosa, a medio camino entre el thriller distópico, en la estela de
Alphaville, y el cine existencialista, con el recuerdo de La peste de
Camus, al fondo.
La
historia comienza con un personaje que llega al aeropuerto de Nueva York y, en
vez de coger el siguiente vuelo que ya tiene reservado, se deja convencer por
dos personas para desistir de hacer tal cosa y reunirse con su ex, una estrella
del patinaje artístico, de modo que pueda solventar el asunto de su divorcio,
pendiente de arreglar los papeles del mismo desde que decidieron separar sus
vidas. Todo va discurriendo dentro de los cauces del misterio, porque el
espectador ignora de qué hablan los tres hombres, pero ese mismo todo entra, de
golpe, en el desconcierto y el pasmo, cuando, bajando por la escalera mecánica,
advierten la presencia de un cuerpo muerto al final de la escalera. El
protagonista se queda paradísimo, pero los otros dos hombres le preguntan: ¿lo
conoce? La respuesta negativa les lleva a decirle que lo sortee con cuidado y
que sigan todos su camino, el que les lleva al hotel donde se aloja su ex, con
quien no tardará en reunirse. Es recibido como un miembro más de la compañía
del espectáculo que tiene como única estrella a la gran bailarina y, a partir
de ahí, comenzarán a aparecer señales inequívocas de que alrededor de la
patinadora hay un misterio en el que no tardamos en intuir que el peligro anda
de por medio e incluso la integridad física de ellos protagonistas.
La
película, críptica en sus inicios, va desvelando la existencia de un matrimonio
roto por las drogas y una imposible reconciliación que, si embargo, en algún momento del metraje da la
sensación de que pudiera llevarse a cabo. Las noticias de los telediarios
informan de sucesos que tienen la ficción de generar el contexto adecuado para
la distopia a la que asistimos, aunque, a tan pocos años vista, desde el 2003
hasta el 2025, da la impresión de que se hubieran quedado cortos en el planteamiento
catastrofista. Lo más llamativo es, por supuesto, la desaparición de la ley de
la gravedad y de la atracción terrestre, por lo que los miembros de una tribu
africana han de atarse a estacas para no salir volando como globos, una imagen
impactante que servirá para cerrar la película y la historia. Son frecuentes,
además, las muertes en plena calle de personas que agonizan y fallecen ante la indiferencia
absoluta de los viandantes. Ya se aprecia, por lo tanto, que estamos en lo que
tiene todas las señales de ser un mundo crepuscular.
La
estructura de thriller contiene una dimensión, llamémosle «clónica», que añade
a la película un interés suplementario. Habiéndose detectado que la estrella
del patinaje está enferma, lo cual puede implicar su retirada del show que
alimenta a tantas personas, todo un engranaje comercial en el que el «factor humano»
cede su puesto a la contabilidad de la rentabilidad económica, los empresarios
idean la sustitución de la estrella por «clones» traídos de su Polonia natal y
que sirvan para sustituirla cuando ella haya de retirarse de las actuaciones.
La presencia de esas mujeres sorprende al protagonista, por supuesto, quien,
atraído por todo el misterio que parece rodear a quien fuera su mujer, decide
averiguarlo aunque ponga en peligro su vida para hacer tal cosa. Ese
acercamiento a su ex le lleva incluso raptarla
y ocultarla a sus colaboradores para intentar resolver ese misterio.
La
presencia de un hermano del protagonista en un «vuelo permanente», de
aeropuerto en aeropuerto y de avión en avión, forma parte de esa trama que roza
la narrativa del absurdo, pero que describe a la perfección una dimensión «apocalíptica»,
de postrimerías, que confieren a la obra una dimensión nihilista llena de
poesía por los cuatro costados. No quisiera entrar en el desenlace, para arruinárselo
a los espectadores, excepto a los amantes de la ópera, porque parece un plagio
de la excelsa Manon Lescaut, una ópera con un final sobrecogedor. Hay que
verla, pues, para sentirlo plano a plano, en toda su dimensión fatalista.
La
película ha cuidado mucho la puesta en escena y, por descontado, recae muy
buena parte de su interés en las dos estupendas interpretaciones de atores tan
convincentes como Joaquin Phoenix y Claire Danes, el primero conocidísimo por
muy buenas películas anteriores; la segunda, solo conocida para los seguidores de
Homeland, aunque no hace mucho tuve la oportunidad de verla en un drama
familiar sobre el conflicto que supone la inclinación sexual de un hijo de sexo
distinto y lo bordaba igualmente.
En fin,
no se trata, propiamente, de una «rareza», porque, salvo el contexto, ni el
desarrollo del guion ni el dibujo de los personajes hacen pensar en ello, dado
que siguen un estricto realismo en cuanto al núcleo de los conflictos y las
emociones que se ponen en juego y que
nos permiten seguir la obra con mucho interés.
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