Un sólido
drama tópico ambientado en el mundo del circo.
Título original: Dual Alibi
Año: 1947
Duración: 81 min.
País: Reino Unido
Dirección: Alfred Travers
Guion: Alfred Travers, Stephen Clarkson, Vivienne Adès (Historia
original: Renalt Capes)
Música: Stanley Black
Fotografía: James Wilson (B&W)
Reparto: Herbert Lom, Phyllis Dixey, Terence de Marney, Ronald Frankau,
Abraham Sofaer, Eugene Deckers, Ernst Ulman, Ben Williams, Clarence Wright,
Beryl Measor, Eric Mason, Harold Berens, Griffiths Moss, Sebastian Cabot,
Leonard Sharp.
Mis sesiones de cine sobre la cinta de correr
me están permitiendo descubrir un mundo de películas, directores e intérpretes
que permitirían escribir «otra» Historia del Cine, como si fuera el doble de la
oficial llena de grandes directores, extraordinarias películas y actores y
actrices rutilantes. Pongamos por caso la presente, Doble coartada, de un director que para la Wikipedia solo
merece, acaso por la ausencia de los seguidores que nunca tuvo o que son
perezosos, a la hora de rendirle tributo, esta línea: «Alfred Travers (born
1906, date of death unknown) is a Turkish-born British screenwriter and film
director». No debió de ser un don nadie en su tiempo, desde luego, e incluso
firmó un musical Meet the Navy y una comedia «irlandesa», The
strangers came, además de una película/documental sobre la ópera Don
Giovanni. En cualquier caso, mis pesquisas han resultado inútiles, y me temo
que habría de orientarlas hacia las enciclopedias británicas dedicadas al cine
para sacar algo más en claro de este artesano que, al menos por esta Doble
coartada, sabía perfectamente qué se traía entre manos a la hora de rodar
una película. La aparición, incluso, de Herbert Lom, un actor usualmente
secundario, como en la serie de películas de La pantera rosa, después de la
inicial, por ejemplo, pero que aquí tiene un papel protagonista absoluto y por
duplicado, es todo un aval del propio director.
La historia tiene un comienzo
inquietante, porque el director de un circo le pide a su agente de publicidad que
disfrace de payasos a los anunciantes deambulantes del mismo para disimular que
son poco menos que la «escoria» de la sociedad, verdaderos «cadáveres andantes»
lega a decir, aunque se disculpa enseguida. Cuando entra en el carromato, ve a
uno de ellos pintándose, y la cara le suena, pero no se acuerda de qué, hasta
que cae: dos gemelos idénticos que tenían un número de acróbatas en ese mismo
circo hacía algunos años, como estrellas indiscutibles. Tomando como pie que el
director nunca pudo distinguir a uno de otro, se inicia un flash back en que se
nos cuenta la historia de los hermanos y de cómo, tras haber comprado un décimo
mientras actuaban en Francia, son contratados para trabajar en Inglaterra,
donde «no» reciben la comunicación oficial de que su décimo ha sido agraciado
con un millón de francos, porque la comunicación ha caído en manos del jefe de
prensa del circo, quien, desde ese momento, con la complicidad de su pareja,
vendedora de bebidas en el propio circo, hará todo lo posible para que no lo
cobren nunca, y sí él, quien dispone de la carta que preceptivamente se ha de presentar,
junto con el décimo, para cobrar el dinero.
Como la vida de los acróbatas gemelos se
basa en la práctica constante y en la dedicación plena a su espectáculo, uno de
ellos resulta muy accesible a los halagos de la vampiresa de turno que ha de
ligárselo para poder acceder al billete de lotería. Y a partir de ahí ya está
servido el futuro enfrentamiento entre los hermanos, la «caída» de uno de ellos
en la red viscosa de la promesa de amor eterno y, finalmente, el camino de la
perdición en que, por los celos y el engaño, caen ambos.
El mundo de circo ha sido espacio
privilegiado para el cine, y la aparición de este no ha acabado con él, aunque
sí en su forma primitiva de mundo de barracones de feria y de bestias «feroces»;
pero como escenario de pasiones siempre se ha mostrado como un decorado
fantástico. En este caso, sin embargo, como la acción transcurre fuera de la
pista, son relativamente pocas las escenas propiamente circenses, de trapecio,
lo cual le da a la trama psicológica la importancia que merece y cuyo
desarrollo permitirá incluso que la película derive hacia las películas «judiciales»,
lo que permite mezclar dos géneros en uno solo y potenciar el interés de la
trama, porque el hecho de tener como protagonistas de los hechos a dos hermanos
gemelos idénticos complica la situación de tal modo que siempre nos queda la
sospecha de si se ha hecho o no justicia, por ejemplo.
La película es deudora evidente de Varieté,
de Ewald André Dupont, aunque un escalón
por debajo, eso me parece evidente, lo cual, sin embargo, no le quita ningún mérito, ni al espectador el
mismo placer con que puede verla. Al fin y al cabo, la actuación doble de
Herbert Lom tiene mucho mérito y es capaz en todo momento de marcar las
diferencias psicológicas entre los hermanos: el ahorrador que mira al futuro,
y el hedonista que ha sucumbido al placer del presente. Se advierte que hay
menor presupuesto y, en cierto modo, menos atrevimiento en la iluminación y en
las tomas, pero la historia tiene una extraordinaria fluidez que nos conduce
paso a paso hacia el umbral mismo de la tragedia.
Cuando vea alguna otra de Travers,
veremos hasta dónde llega su reputación definitiva. De momento, esta es una excelente
carta de presentación.
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