Vidas en vía de derrota en la trastienda de la ilusión…
Título original: The Florida Project
Año: 2017
Duración: 115 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Sean Baker
Guion: Sean Baker, Chris Bergoch
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Alexis Zabé
Reparto: Brooklynn Prince,
Willem Dafoe, Bria Vinaite, Caleb Landry Jones, Mela Murder, Valeria Cotto,
Christopher Rivera, Macon Blair, Sandy Kane, Karren Karagulian, Lauren O'Quinn,
Giovanni Rodriguez, Carl Bradfield, Betty Jeune, Cecilia Quinan, Andrew Romano,
Samantha Parisi, Gary B. Gross.
Si la vida es
aquello que sucede cuando nada de relieve está pasando, de forma paralela al
aforismo de Allen Saunders, usado por John Lennon en su canción Beautiful
boy: «La vida es lo que te ocurre mientras tú estás haciendo otros
planes», esta película es la perfecta ilustración de tal afirmación, casi
axioma. Mínima anécdota para un retrato coral de ciertas vidas que sobreviven
en los márgenes del sistema es el camino escogido por Sean Baker para una
película «combativa» que no implica juicio moral alguno, porque hay una suerte
de impasibilidad objetiva que nos va guiando por esas anécdotas del mismo modo
que la vida transcurre cotidianamente. El solo hecho de decir dónde arruina una
de las grandes sorpresas de la película, que se va intuyendo a medida que
avanza su desarrollo costumbrista, sobre todo cuando llega la pareja de recién
casados para pasar su luna de miel en los cutres apartamentos donde viven esos
seres que sobreviven con algo más que dificultades al sempiterno ideal del
sueño usamericano, no sin ese dramatismo inherente a la struggle for life
de inveterado abolengo usamericano y que se cierra con esa huida a lo Thelma y
Louise de… Sorry!
La película se
abre con las correrías de tres niños por los alrededores de una suerte de motel
residencial donde viven sus respectivos padres, quienes, junto con el encargado
de la gestión del mismo, interpretado excelsamente por Willem Dafoe, un papel completamente
aparte de en los que estamos acostumbrados a verlo, se acabarán convirtiendo en
los protagonistas de esta historia sin historia, plural y descarnada. De entre
esas criaturas, pronto va a destacar la lideresa… que arrastra a los otros dos
a una serie encadenada de tropelías que acabará con la paciencia del gerente,
con la de una inquilina, a la que los niños le han llenado el capó y el cristal
delantero del coche de escupitajos, y que acabarán evolucionando a una tensión entre
las madres que se resolverá de muy malos modos y afectará, dramáticamente, al
desarrollo de los hechos.
He de confesar
que la primera parte de la película, con secuencias alargadas en exceso, acaban
despertando, también, la indignación de los espectadores ante la contemplación
de las libertades transgresoras, nada graciosas, que se toma la lideresa al
frente de su minúscula banda, producto de una radical falta de educación por
parte de la madre. No tardamos en descubrir, sin embargo, cómo es la jovencísima
madre de la niña para darnos cuenta del origen de la ausencia de límites a sus
actos que «padece» la niña, quien está conformada por su madre en la libertad
absoluta del propio capricho y en una suerte de «dureza existencial»
absolutamente impropia en una criatura de unos siete u ocho años. La dificultad
para pagar el alquiler en el motel residencial, que la lleva a ejercer la
prostitución, cortina de por medio con la criatura, como en Marnie, la
ladrona, de Hitchcock, por cierto, amén de los trapicheos de venta de
perfumes de manteros a los clientes de los buenos hoteles de Orlando, (pido
disculpas…), llevando en su venta a su hija con ella, nos da a entender lo que,
en su caso, significa «sobrevivir».
Después, sin embargo, de una trastada que va
más allá del concepto, pues los niños se internan en unos apartamentos
abandonados, una de las mejores secuencias de la película, y acaban prendiendo
un fuego que se convertirá rápidamente en un voraz incendio al que han de
acudir los bomberos para sofocarlo, contra la protesta de algunos vecinos que están
hartos de la inseguridad que la okupacion de esas ruinas les deparan;
después de eso, digo, una vecina y amiga de la madre de la lideresa, priva a su
hijo de frecuentarla porque sabe que no va a acabar bien, dado el poder de seducción
y dominio que la niña ejerce sobre él.
Esa vecina, que trabaja en un restaurante era, además, quien siempre les proveía de comida gratuita, y, al
dejar de hacerlo, no solo obliga a la madre a «buscarse la vida», sino que
provoca un agrio enfrentamiento entre ambas madres.
No se ha de ser muy perspicaz para
percatarse de que el abandono moral y material en que vive la niña ha de atraer
la atención de los servicios sociales de la comunidad. Aunque el gerente ha protegido
siempre a ambas, inspirado por la ternura que le provoca la criatura
desamparada, lo cierto es que llega un momento en que su compasión no puede interferir
la acción de la Justicia y ha de asistir, dolido pero aliviado, a esa acción
que solo puede redundar en el beneficio de la pequeña, aunque, llegado ese
momento, irrumpe el drama y la niña descarada y malencarada que hemos visto
durante toda la película se derrumba como la niña pequeña que es, aunque lo
hace resistiéndose, por supuesto, siguiendo el ejemplo materno en esa durísima
lucha por la supervivencia en la que la ha entrenado a la perfección, como los
pícaros educaban a sus hijos desde pequeños en delitos menores para entrenarse
con vistas a otros mayores.
La película hace de la puesta en escena,
dadas las correrías de los niños, en sus primeros días de vacaciones de verano,
un auténtico decorado activo de la vida de los chiquillos y de los mayores. La
cámara sigue sus idas y venidas con un gusto exquisito y una naturalidad
absoluta, de tal manera que uno tiende a creer, sin más, que esta ante un
documento, en vez de ante una ficción. A ello contribuye, además del escenario
privilegiado de esa residencia tan particular, unas interpretaciones
extraordinarias de la madre y su hija, así como la «contemplativa» del gerente.
Brooklynn Prince, la niña, deja sin palabras al crítico; pero lo mismo sucede
con su madre, la debutante Bria Vinaite, un dechado de perfección en la
composición de una madre amantísima y, al mismo tiempo, un desastre de mujer.
De Willem Dafoe ya hemos señalado su intervención en un papel tan atípico, y
casi de cameo podría considerarse la aparición fugaz, pero convincente, como
todo lo suyo, de Caleb Landry Jones, el
protagonista de Antiviral, de Brandon Cronenberg.
En conjunto, la obra, aunque peca de
extensa, camina lentamente hacia un final metafórico que, como en los cuentos,
nos hace ver la película, en el recuerdo, de un modo totalmente distinto,
porque el lugar es el que es, y la secuencia final, totalmente ridleyscottiana,
aunque en sentido inverso, impacta lo suyo y determina buena parte del sentido
de la historia.
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