sábado, 4 de junio de 2022

«La familia perfecta», de Arantxa Echevarría, una gozada.

 

En la senda de la comedia clásica usamericana, una divertida parodia que pica más alto…

 

Título original: La familia perfecta

Año: 2021

Duración: 110 min.

País: España

Dirección: Arantxa Echevarría

Guion: Olatz Arroyo

Música: Pascal Gaigne

Fotografía: Pilar Sánchez Díaz

Reparto: Belén Rueda, José Coronado, Gonzalo de Castro, Carolina Yuste, Gonzalo Ramos, Jesús Vidal, Pepa Aniorte, Pepe Ocio, María Hervás.

 

         Bueno, bueno, bueno…, iba hojeando críticas en FilmAffinity y ya pensaba que era un bicho rarísimo mi siete de valoración entre los dominantes unos y doses paupérrimos,  hasta que he llegado a las dos últimas que le concedían lo que se merece, un siete y un nueve, este último, quizás, pelín extremado, aunque entiendo que a alguien le haya encantado tanto que deje de lado el esquematismo de la situación y de los personajes y se lo haya pasado en grande;  pero como diría Boskov del fútbol, «comedia es comedia», y al altar de los gags y las risas, o sonrisas, se han de sacrificar cualesquiera pequeños detalles que en otras películas serían un hándicap evidente. Añadamos, para mayor desconcierto mío, que Arantxa Echevarría fue galardonada con los Goya a la mejor película, mejor directora novel y mejor guion hace bien poco. ¿Ha perdido en dos años todas sus facultades? No se me escapa que da igual cuál sea el puesto que ocupes en el escalafón de directores para marcarte un bodrio inexplicable, les ha pasado a casi todos los grandes, salvo honrosísimas excepciones; pero tengo la impresión de que, tras la inmersión antropológica en el mundo gitano, a no pocos les habrá parecido esta comedia una «frivolidad» imperdonable. ¡Como si el género de la comedia no fuera uno de los más difíciles del Séptimo Arte! Y reconozco, y lo defenderé donde sea y con sólidos argumentos, que esta comedia de Echevarría no solo es divertida, que es lo que se le ha de exigir a una comedia, sino incluso brillante y con un poso final de reflexión existencial que, pudiendo haber llevado la historia por otros caminos, se ciñe al planteamiento general de la comedia de enredo sin chirriar lo más mínimo.

         La diferencia de clases, superada por una boda «desigual», casi parece remitir a la época de El sí de las niñas, ¿realmente he de decir que de Leandro Fernández de Moratín?, pues lo dejo, dados los últimos planes (des)educativos del actual (des)Gobierno, o, recientemente, a la boda morganática del actual Jefe del Estado, el rey Felipe VI, y tiene precedentes en el cine, por el lado de las bodas, que nos remite, sobre todo, salvando las distancias, a El padre de la novia, de Vincente Minnelli. Dos mundos alejados varias galaxias, el del impresionante palacete de la familia del novio, abogado, y la «choza» de la novia, monitora de gimnasio, se encuentran por primera vez, en casa de la novia,  para recibir la comunicación de que los dos tórtolos planean casarse. Antes, sin embargo, unos magistrales títulos de crédito siguen a la madre de él, de espaldas,  repasando la impecabilidad de su casa, hasta que aparece Trini, la criada china que, a su manera, me trae el eco del chino que se hace el amo del bar de tapas en la memorable Tapas, de José Corbacho y Juan Cruz. Todas las intervenciones de Huichi Chiu tienen una vis cómica deslumbrante. Tras el encuentro entre las familias, en la que la incomodidad de los padres del novio se vuelve hasta física, queda claro que el único objetivo de la madre que ha dedicado toda su vida a su hijo, quien pacientemente ha respondido siempre a las sugerencias de formación de sus padres, consiste en impedir a toda costa esa boda.

         El excelente guion dosifica la progresión de la historia y permite, con el desplazamiento a un pueblo de Soria, la «patria chica» de la familia de la novia, un desarrollo que va a ahondar en una suerte de tramas paralelas que nos divertirán constantemente hasta el desenlace afortunado de la película. Ya adelanto que la película no acaba en boda, sino que la boda es el disparadero de una continuación de la trama en la que aparecen algunos tintes sombríos que se compensan, no obstante, con secuencias tan espectaculares, a pesar de su corrección política, como la de la conductora del autobús, la madre de la novia, que se le atraviesa a un inspiradísimo Israel Elejalde, conductor que despotrica de todo lo que respira y conduce: «¡Mujer habías de ser!», le espeta a la conductora, quien, tras llegar a su altura, porque un anciano que cruza un paso cebra le impide continuar, se baja del autobús y se le encara. El resto es mejor que lo disfruten, como tantas otras escenas en la que el reparto nos deleita con un saber hacer que me extraña que esta película no haya tenido mejor taquilla que las películas de Segura. Quiero entender que ha habido un malentendido, porque, si no, no se explica. Tanto Belén Rueda como Gonzalo de Castro, como Jose Coronado o Pepa Aniorte, los consuegros…, brillan a una altura propia de los «clásicos» de la comedia y nos hacen reír desde que se reúnen en la casa de la novia y se inicia el juego de los errores: comparando, como procede, dos familias totalmente distintas.

         El guion explota la situación de un modo parecido, al menos así me lo ha parecido, al de Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez Lázaro, aunque el choque de «identidades» se sustituye aquí por el de «clases», pero la fórmula funciona igual o mejor, porque los disparates  de la de Martínez Lázaro apenas tienen cabida en La familia perfecta, en la que hasta la presencia del cura del lugar, Don Custodio, interpretado con notable acierto por Jesús Vidal, parece natural y, por supuesto, muy cómica.

         La película, por otro lado, se presenta en la cartelera con ese marchamo de las comedias que tanto han favorecido su éxito en pantalla: «Para todos los públicos», porque es así, se puede ver en familia, algo que ya está desapareciendo de los hábitos sociales. Nosotros la vimos con nuestra hija (26) y nos reímos los tres hasta decir basta. Claro que al cine se le pueden pedir muchas cosas, pero cada género tiene sus particularidades. La contemplación ayer de El hombre tranquilo, de Ford, en el programa de Garci, descubre unas «costuras» machistas que se corresponden con la época y el país donde transcurre la acción, Irlanda, lo cual no puede ser juzgado con nuestros estándares de relaciones actuales, porque, de otro modo, se cae en el ridículo molieresco de censurar/despreciar como  machistas a  grandes filósofos de todos los tiempos, como recogen los libros de texto que siguen la llamada ley Celáa, quien fuera ministra de Educación…

         Insisto, quienes quieras pasarse 110 minutos de la forma más placentera, esto es, riendo con la inteligencia y el buen recuerdo de las acreditadas maneras clásicas de la comedia, especialmente de la usamericana, modelos para el género, que vea cuanto antes La familia perfecta. Admitiré las quejas y las discutiré punto por punto aunque ya se sabe lo subjetivo que es el humor, desde luego…

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