miércoles, 13 de julio de 2022

«Spotswood», de Mark Joffe, una comedia brillante…

Una película australiana con un  punzante humor universal y un reparto de campanillas: Hopkins, Crowe, Collete…

 

Título original: Spotswood (The Efficiency Expert)

Año: 1992

Duración: 95 min.

País: Australia

Dirección: Mark Joffe

Guion: Max Dann, Andrew Knight

Música: Ricky Fataar

Fotografía: Ellery Ryan

Reparto: Anthony Hopkins, Ben Mendelsohn, Alwyn Kurts, Toni Collette, Bruno Lawrence, Angela Punch McGregor, Russell Crowe.

 

         ¡Qué magníficas sorpresas depara Filmin a sus abonados! Soy propenso a la filmografía australiana, porque, poco presente en nuestras pantallas, tiene, sin embargo, obras auténticamente de mérito, como esta Spotswood que trata un tema, además, muy próximo a nuestro presente: las reestructuraciones empresariales que suelen acabar con una larga ristra de despidos, bajadas de salarios y pérdidas de derechos consolidados. La presencia de los tres actores mencionados en el título contribuyó también a que me metiera en la película, que tardó un suspiro en seducirme, porque, aunque me ofrecieran las comedias de la Ealing inglesa como referente de su humor, enseguida me percaté de que no estaba lejos, por ejemplo, del universo laboral del banco de Atraco a las 3, de José María Forqué, es decir, que la película toca las teclas del humor sin fronteras. El mundo empresarial de la pequeña localidad de Spotswood y su empresa familiar, a pesar del disparate surrealista que nos pueda parecer, son universales, de ahí que disfrutara tanto con el humor sencillo, directo y me atrevería a decir que incluso poético, porque hay una suerte de bonhomía innata que preside las relaciones humanas y laborales en la película que sitúan la empresa muy lejos del mundo competitivo y deshumanizado que conocemos en las grandes empresas.

         El personaje encarnado a la perfección por Hopkins, en un registro «normalito, realista y comedido», es el de un consultor que asesora a las empresas para mejorar su rendimiento, después de hacer un examen riguroso de todo el sistema productivo. La empresa que ha aceptado sus servicios es una empresa familiar, Balls, que fabrica mocasines que bien pudieran ser considerados como artículos de broma o de disfraces, a juzgar por los modelos que le presentan al asesor, quien, independientemente de la ínfima calidad de los productos, sigue con su plan de monitorizar el proceso productivo para sacarle rendimiento. Ese repaso a la labor de los empleados, quienes socializan más que trabajan y cuyo trabajo no se ajusta a ninguna pauta eficiente de producción, va a permitir descubrir el mundo real de un modo de encarar el trabajo muy alejado de los tiempos modernos. De hecho, el retrato de Balls me ha parecido el propio de una empresa española muy anterior a la de El buen patrón,  de León de Aranoa, un mundo cercanísimo al familiar de los empleados de Atraco a las 3, y con un humor parecidísimo, porque en esta el jefe de la sucursal vendría  representar el mismo papel que el del personaje de Hopkins, quien crea un equipo de supervisión en el que participa la hija del dueño y un empleado torpón, ingenuo e inocente que quiere tirarle los tejos a la hija, obviando que una compañera de trabajo y de barrio bebe los vientos por él, la encarnada por Toni Collete, ya sobresaliente en su debut en la pantalla. En esa aspiración amorosa surge la rivalidad de un tercero que encarna Russell Crowe, en su tercera película, hecho un auténtico «pincel» de magnífica planta, pero de agrios modales. La perspectiva de una reestructuración que acabe con casi la mitad de la plantilla despedida coincide con la revelación del verdadero estado de cuentas que le entrega Crowe al consultor, donde se aprecia que, para sortear la quiebra, el dueño, Balls, ha ido vendiendo buena parte de los activos de la compañía. El punto culminante de la intervención del consultor llega cuando confraterniza con los empleados y acaba teniendo una visión de los mismos que pone en entredicho los objetivos últimos de su intervención en la empresa, porque no es lo mismo echar a nombres escritos en un papel que a personas con las que has sintonizado y empatizado humanamente.

         La película sigue de forma casi pedagógica la conversión del implacable consultor que solo se atiene a la cuenta de resultados en una persona que trata de buscar una solución empresarial que no pase única y necesariamente por los despidos, sino por la utilización óptima de los recursos humanos de los que dispone la empresa, con los sacrificios necesarios incluidos e incluso con la perspectiva de reconvertir la empresa familiar en estado ruinoso en una cooperativa en la que los nuevos propietarios se sientan comprometidos con esa cuenta de resultados sin la que la empresa indefectiblemente acabará desapareciendo del mercado. Desde el eje económico, así pues, se abre la película a la historia de amor del joven trabajador enamorado de la hija del jefe, quien lo desprecia, a la ambición del vendedor que busca la complicidad del consultor y a la lucha del consultor con su propio socio, quien acaba traicionándolo, porque su máxima preocupación consiste en que, se hunda o no la empresa, los primeros que han de cobrar son ellos, la empresa consultora. El acercamiento al descubrimiento de los valores humanos que a menudo suelen oscurecer los procesos de producción de cualquier bien es un punto capital de la película, y ese trayecto lo encarna a la perfección un atribulado Hopkins.

         Insisto, el excelente humor, disparatado en parte, de la comedia tiene un alcance universal, y cualquier espectador puede disfrutar con él. Creí que el director, Mark Joffe, era desconocido para mí, pero tras leer su breve historial me percato de que fue director de la serie Neighbours, a la que curiosamente, estuvimos enganchados un año en que coincidimos mi Conjunta y yo con ella a la hora de comer… Un feliz reencuentro, pues.

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