Una inteligente, ácida, despiadada y divertidísima vuelta de tuerca a Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis.
Título original: Palm Springs
Año: 2020
Duración: 90 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Max Barbakow
Guion: Andy Siara. Historia: Andy Siara, Max Barbakow
Música: Matthew Compton
Fotografía: Quyen Tran
Reparto: Andy
Samberg; Cristin Milioti; J.K. Simmons; Meredith Hagner; Tyler Hoechlin; Camila
Mendes; Peter Gallagher; Dale Dickey; Chris Pang; June Squibb; Erin Flannery; Mark
Kubr; Roxanne 'Rocky' Meyers; Tongayi Chirisa; David Hutchison; Aleshya Uthappa;
David Philip Reed.
Tenía un compañero de profesión,
cinéfilo, que declaraba haber parado el reló de su interés por las películas en
el año 1960. Bien está como boutade —aunque estaría dispuesto a admitir
que hasta esa fecha tiene cine para ver hasta morirse, sin duda—, pero una
decisión así implica renunciar a mucho cine muy bueno que se ha rodado desde
entonces. Me parecen ridículas ciertas descalificaciones radicales en aras de
una pretendida y supuesta “pureza” que mucho de esos segregacionistas se verían
en serios apuros para explicar con sólidos fundamentos. El cine no sabe de
edades, sino de calidades. Y cine tan exigente y perfecto se ha hecho desde su
nacimiento hasta nuestros días. Soy amante de los clásicos, pero no me cuento
entre los enemigos, sin más, de mis contemporáneos.
Luego están las
diferentes finalidades del cine y sus géneros, entre los que el de la comedia —¡y
no digamos ya, si se apellida «romántica»!— es el más difícil. Recordemos que a
ese género pertenecen obras inteligentes y deleznables a partes iguales, porque
Manhattan, de Woody Allen y Descalzos
por el parque, de Gene Sacks nada tienen que ver con Cómo perder a un chico
en 10 días, de Donald Petrie o Love
Actually, de Richard Curtis pongamos por caso. Palm Springs bien puede
considerarse que entra de lleno en el primer grupo, si bien su mezcla de géneros
incluye el fantástico y una variante de la comedia, la alocada, a juzgar por
varias fases de la película, y todo ello sin despreciar la vena reflexiva cercana
a la filosofía existencial.
La película se
abre con los preparativos para el día de la boda a la que el protagonista
asiste como pareja de la mejor amiga de la novia, a quien se le ha cedido una
habitación en la casa de la novia. Todo parece discurrir por los caminos
trillados de las típicas bodas de comedias románticas hasta que el protagonista
hace su aparición en camisa hawaiana y, tras endilgarles a los presentes un discurso
pseudofilosófico, se dedica a ligar con la hermana de la novia, de quien no tardaremos en enterarnos que se ha «cepillado» al novio justo la noche anterior
a esa boda. Entre juegos de seducción y alguna sorpresa dramática, como el descubrimiento de la infidelidad de la pareja del protagonista, la nueva pareja
acaba acercándose a una cueva a la que el protagonista acaba arrastrando a la
hermana de la novia para hacerla entrar en el bucle perfecto del que el
protagonista forma parte: «hoy es ayer y mañana será hoy”, resume cuando ambos
vuelven a encontrarse tras despertarse para repetir el mismo día.
Diríase que
nada distingue ese mecanismo narrativo del de Atrapado en el tiempo, pero
mientras en esta el personaje va modificando levemente los mismos hechos del
mismo día, en Palm Springs el repertorio no solo es más amplio, porque afecta a
más personajes, sino que se construye una suerte de narración paralela más allá
del día de la boda que va a dar un juego excelente a la historia. De hecho, el
contraste cómico se produce porque la historia junta a un veterano y a una
novata en el cansino arte del bucle, y ello significa que las dos interpretaciones
son muy distintas; la de él, llena de un
escepticismo absoluto en cuanto a las posibilidades de salir del bucle, y,
por otro lado, su conformidad absoluta con una situación que, una vez aceptada,
no deja de ser un extraordinario modus vivendi; ella, por el contrario,
que no da crédito a lo que le curre, tarda en aceptar esa situación que, entre
otras cosas, le recuerda constantemente la zorra que ha sido seduciendo al novio
de su hermana y engañándola con él justo la noche anterior al día de su boda.
La amistad
entre ambos personajes, que irá desarrollándose con las viejas pautas de la
comedia romántica tradicional del chico conoce chica y todo paree que aleje al
uno de la otra hasta que acaban dándose cuenta de que no pueden vivir el uno
sin el otro, se enriquece con el planteamiento, llamémosle metafísico, porque
ese bucle bien puede decirse que está más allá de la física, en el terreno de
la escatología… Los diálogos son excelentes, a ese respecto, y se entregan en
las dosis justas para que entendamos una situación que exige de quien se vea
metido en ese bucle un posicionamiento, porque, contradiciendo a Clement Rosset,
en su Lógica de lo peor, la repetición no mata y, de hecho, suicidarse no
impide despertarse de nuevo el mismo fatídico día único de nuestra vida.
La aparición de
un personaje que pretende eliminar al protagonista, y que tanto impresiona a la
hermana de la novia, encarnado por el instructor feroz de Whiplash,
J.K.Simmons, inaugura una galería de personajes complementarios que, junto con
los de la boda, contribuyen a crear una variedad de situaciones que nos
apartan, felizmente, de aquellos mínimos cambios que en la repetición de lo
mismo se nos ofrecía en Atrapado en el tiempo. La desaparición durante
cierto tiempo de la protagonista, como si hubiera encontrado una vía de vuelta
a la verdadera realidad, da como para que se dedique a estudiar física cuántica
y pueda, con esos saberes —el paso paralelo del tiempo en la realidad nunca se
cifra, lo que significa que pueden haber pasado años, quinquenios, decenios…—
elabore una hipótesis que, transformada en tesis, la saque o los saque del
bucle, porque él no está seguro de querer salir de vida tan cómoda, lo que
significa un motivo de disputa en una de las más extrañas relaciones románticas
de este tipo de comedias que se ha visto en varios años…
Aprovecho,
porque, poco amigo del género, tampoco me interesa especialmente, para recomendar
el visionado de un documental sobre la comedia romántica hecho con mucha
inteligencia y cariño por el género, tan capaz de deformarte muy negativamente la
visión de la realidad. Me refiero a Romantic Comedy, de Elizabeth Sankey.
Se lo pasarán bien.
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