martes, 28 de marzo de 2023

«Hilma», de Lasse Hallström sobre el arte y la teosofía.

 

Biografía de Hilma Af Klimt la primera pintora abstracta, anterior a Kandinsky, y reconocida una vez superado el sesquicentenario de su nacimiento: la búsqueda científico-pictórica del más allá.

 

Título original:  Hilma

Año: 2022

Duración: 120 min.

País: Suecia

Dirección: Lasse Hallström

Guion: Lasse Hallström

Música: Jon Ekstrand

Fotografía: Ragna Jorming

Reparto: Tora Hallström; Lena Olin; Tom Wlaschiha; Lily Cole; Martin Wallström; Maeve Dermody; Rebecca Calder; Vaidotas Martinaitis; Adam Lundgren; Jens Hultén; Lukas Loughran; Jazzy De Lisser; Arman Fanni; Anna Björk; Aiste Dirziute; Karolis Kasperavicius; Gabija Jaraminaite; Leonardas Pobedonoscevas; Tomas Vengris; Paulius Markevicius; Karolina Elzbieta Mikolajunaite; Vytautas Kaniusonis; Romuald Lavynovic.

 

         Lasse Hallström es un director de enorme poder visual pero cuyas historias no siempre son lo interesantes que debieran de ser para equipararse con ese talento. Si  ¿A quién ama Gilbert Grape? o Las normas de la casa de la sidra cumplen ese requisito, otras como Chocolat o La pesca de salmón en Yemen ni siquiera parecen suyas. En esta ocasión, Hallström se ha acercado a la vida de la enigmática pintora Hilma Af Klint, quien prohibió que se exhibieran sus obras durante 20 años y a quien la amenaza de quemarlas porque habían de desalojar el almacén donde sus herederos las guardaban la devolvió a la luz pública por primera vez, porque su obra abstracta, estrechamente ligada con su vocación y dedicación teosóficas, nunca había sido expuesto. Hace tan poco como en 2014 se pudieron ver para sorpresa de todos y confirmación de que su adelanto a la pintura abstracta de Kandinsky fue no solo un hecho, sino un hito en la historia de la pintura. La película deja claro que todas esas obras geométricas están al servicio de un propósito espiritista y que han sido pintadas para decorar el templo en el que se reúne con sus otras amigas, dedicadas, como ella, al espiritismo, sea a través de la escritura, sea de la pintura, como Hilma.

         Antes de seguir con el contenido de la película, quiero destacar un maravilloso tratamiento de la imagen, supongo que vía digital, que me ha dejado maravillado. Los planos de las calles de Estocolmo, así como los de otros espacios naturales, han sido tratados pictóricamente, de tal manera que los personajes de la película parecen superpuestos, como si actuaran teniendo como fondo un antiguo documental en blanco y negro que ha sido coloreado. El efecto, ya digo, es tan hermoso como atractivo. Plano hay en el que se coge el tranvía y nos parece un prodigio que se rompa esa delicada frontera entre la actuación real y la proyección posterior. Es una lástima que se reserve para momentos tan concretos, porque el efecto es realmente hipnótico, y cuesta horrores no aceptar que ese fondo retocado y muy levemente difuminado no sea una proyección rescatada del documentalismo que solía recoger el pálpito de las calles, como el cine ha hecho desde sus inicios.

         La prematura muerte de la hermana de la protagonista sumerge a esta en un trauma del que no va a poder salir, porque, guiadas ambas en sus juegos por el afán científico que les ha inculcado el padre, medidor de fondos para cartografiar la costa de modo que las embarcaciones no tengan dificultades para acercarse a la costa, cuando a Hilma le falta su hermana querrá buscarla a través de las sesiones espiritistas, del mismo modo que su afición a la pintura reúne tres tendencias que ella conjuga desproporcionadamente: el dibujo científico de modelos naturales, como los animales muertos, cuyas entrañas ella y su amiga y amante copian aplicadamente, a pesar del hedor de los restos; las prácticas paisajísticas y retratistas propias de su educación académica, y es curioso el detalle de que las mujeres hubieran de acceder a la Academia de pintura por una puerta trasera, estando reservada la principal solo para los hombres…; y el dibujo abstracto siguiendo las enseñanzas de la Teosofía, a la que Hilma se entregó en alma (sobre todo) y cuerpo, y que la llevó a una dedicación exclusiva, dejando incluso de pintar, en sus últimos años. Fue seguidora del creador de la antroposofía, Rudolf Steiner, quien le aconsejó que no mostrara sus obras abstractas en un plazo de 50 años.

         La película simplifica no pocas de las ramificaciones de la vida de una «iluminada» por el afán de conectar con el más allá. De hecho, buena parte de sus pinturas abstractas son realizadas bajo una suerte de estado hipnótico y siguiendo la guía infalible de los espíritus; se trata, pues, de una obra sin un fin estético, sino espiritual, y de ahí la reticencia de la autora respecto de la exposición de una obra que sabe que no será ni entendida ni bien acogida. A pesar de todo, esos cuadros abstractos representan una buena parte de su producción, que fue extensa y en la que hay representaciones de aquellas tres direcciones que consignamos anteriormente.

         Hilma fue una mujer poseída por ese afán de conocimiento escatológico, y una personalidad fuerte que admitía poca influencia externa. La película se centra en buena parte en su amistad con quien actuaba para con ella de amante y de mecenas, pero no se desarrolla la historia hasta el extremo de indagar sobre las razones reales de su distanciamiento. Es cierto que Hilma abandona la pintura unos años para dedicarse al cuidado de su madre, pero eso es posterior a la ruptura.

         La vida reservada y retraída de Hilma contribuyó a que se la ignorara durante más de ciento cincuenta años, y aun hoy, en el MOMA, consideran que no es una pintora con relieve suficiente para exponer en dicho museo, aunque a exposición sueca de 2014 batió récord de visitas.

         La película muestra una vertiente feminista alejada de la reivindicación política, pero tan firme y decidida como esta, pero en el terreno del misticismo, los fenómenos paranormales y el arte, sobre todo el arte. La sociedad de amigas dedicadas al cultivo de la relación con las manifestaciones del más allá aparece en la película más como un acto festivo que como una experiencia dolorosa y fronteriza; pero lo cierto es que, para la protagonista, la presencia constante a su lado de su hermana fallecida a los 10 años es un motivo recurrente en la película, y, de hecho, entre el inicio y el final se traza un paralelismo que resume la importancia de esa vida prematuramente desaparecida en la vida de la pintora.

         Respecto de la recreación de la época, y una vez destacada la maravilla del tratamiento de la imagen, sobre todo en las calles de Estocolmo, del vestuario y la decoración de las casas, solo le caben elogios a la película; del mismo modo que lo merecen los bellísimos exteriores que aparecen o algunas de esas imágenes recurrentes con sutiles variaciones como cuando la hermana tira de la sonda marina y su hermana mayor sube agarrada a la cuerda hacia la superficie.

         Quizás no sea una película redonda, como la presencia, casi de refilón, de Rudolf Steiner, una personalidad muy propia de la época y de prestigio europeo, da a entender; pero creo que Hallström ha sabido centrarse en los traumas íntimos de la protagonista, desdoblándola entre la joven Hilma y la Hilma madura y hermosa interpretada por Lena Olin en sus postrimerías, y los espectadores seguimos, acompañados siempre por unas imágenes extraordinariamente bellas, la historia de una mujer incomprendida pero firme en sus resoluciones. No es solo una película «de época», sino la vida de una época a través de una protagonista olvidada por la Historia y ahora rescatada.                            


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario