Un thriller con incursión lésbica en el fisioculturismo femenino y en la violencia sin trabas.
Título original: Love Lies Bleeding
Año: 2024
Duración:104 min.
País: Reino Unido
Dirección: Rose Glass
Guion: Rose Glass, Weronika Tofilska
Reparto: Kristen Stewart; Katy O'Brian; Ed Harris; Dave Franco; Jena
Malone; Anna Baryshnikov; Jerry G. Angelo; David DeLao; Keith Jardine; Catherine
Haun; Roger Ivens;
Mikandrew; Eldon Jones; Orion Carrington; Matthew Blood-Smyth; Tait
Fletcher.
Música: Clint Mansell
Fotografía: Ben Fordesman.
Segunda
película de Rose Glass, quien triunfó con la primera, Maud, perteneciente al género
del terror psicológico. La presente, también de género, ha de encuadrarse en lo
que podríamos llamar thriller violento, porque el adjetivo, a diferencia de
thriller a secas, en el que el misterio se ha de resolver es lo suficientemente
atractivo, es sustancial: hay violencia desde el comienzo hasta el final y,
aunque no es gratuita, sí que alcanza unos niveles de intensidad que no
agradarán a algunas sensibilidades. Puede hablarse, sí, de regodeo en esa
terrible dimensión humana que nos ha
definido como especie, entre otras «virtudes» socializadoras. Y luego tenemos
el «factor familiar», al que tanto partido suelen sacarle los guionistas, sean
usamericanos o de otra nacionalidad. Lo que por estos lares europeos es hija de
atención social, la «desestructuración» familiar, en Usamérica bien puede
decirse que es la norma, y de ahí los muchos clichés que han sido establecidos,
solo por la simple repetición de los modelos: el padre autoritario y mafioso;
una hija que lo odia, porque ha apartado de su vida a su madre; una hija que
sobrevive al frente de un gimnasio en el que ha de desempeñar hasta las muy
ingratas labores de desatascar los váteres, una secuencia que se regodea en esa
otra violencia, la olfativa, hasta a que llega sin mucho esfuerzo la
imaginación de los espectadores, quienes intuyen, al verlas, que han de ir
acomodando el estómago a las fuertes reacciones que preludian tales aseos.
Sangre en los
labios es, básicamente, una historia de amor lésbico entre la encargada del
gimnasio, una Kristen Stewart algo sobreactuada en su papel de chica dura, desengañada
y resentida contra su padre, quien es el dueño del negocio, y una
fisioculturista que va camino de Los Ángeles para participar en un concurso de
aguerridas imitadoras de Schwarzenegger. La película arranca con esas dos duras
realidades: la «patrona» del gimnasio, asqueada de su oficio, y la aventurera
del músculo, durmiendo literalmente debajo de un puente después de haber
comerciado sexualmente con quien después sabremos que es el cuñado de la
protagonista.
Así que la
fisioculturista comienza a frecuentar el gimnasio para seguir con su íntima
escultura del músculo, no tardan ambas mujeres en cruzar expresivas miradas de
deseo que tampoco demoran en exceso el anunciado revolcón. Admitida en la intimidad
de su casa, se inicia una relación compleja que se va a ramificar en varias
líneas de interés ajenas, en principio, a ella: el padre, que regenta un club
de tiro en el que trabaja su yerno y en el que coloca a la culturista como camarera;
ese yerno, y cuñado de la protagonista, que resulta ser un maltratador crónico
de la hermana de la protagonista; una frecuentadora del gimnasio que busca
desesperadamente ligar con la protagonista, si bien esta se la quita de encima
una y otra vez, hasta que, andando la trama hacia episodios muy oscuros…, y después
de que la hermana haya sufrido una paliza que requiere internarla en un
hospital, la culturista se encarga, como la rediviva encarnación de Hulk, de
borrar del registro de los vivos al maltratador… Yendo ambas mujeres con el
coche de él y el de la protagonista, se detienen en un semáforo y, ¡zas!, ahí
de repente que aparece la niñata que bebe los vientos por la protagonista,
preguntándose por qué va conduciendo el automóvil de su cuñado, quien ocupa el
maletero con la cara destrozada tras una violentísima escena de venganza
descontrolada. Está claro que la niñata seducida acaba de escribir su aciago
destino, pero eso lo verá el espectador mucho más tarde.
Aunque el
padre tiene comprado al sheriff, se inicia una investigación, porque la
hija, deseosa de vengarse del padre, lleva el cadáver del cuñado a un barranco
donde su progenitor ha ido arrojando los cadáveres de las cuentas saldadas en
su vida de negociante sin escrúpulos. El padre, Ed Harris, representa la estampa
de un ser repulsivo, digno merecedor de todo lo malo que pudiera ocurrirle, Y
se ha de reconocer que la súbita dimensión fantástica que asume la historia en
ese preciso instante del final del padre, en modo alguno rompe la ilusión de
verosimilitud, sino que la refuerza, pero ni una palabra diré al respecto. Lo
cierto es que la hija no solo arroja al cuñado al barranco, sino que lanza un artefacto
explosivo para provocar un incendio que las autoridades por fuerza no podrán
ignorar. Y el objetivo no es otro que el de que descubran los otros cadáveres
que involucran al padre, a quien ella, por haber sido testigo de ellos, puede
incriminar directamente.
Entretejida en
la movida familiar, no se puede pasar por alto la parte de la historia en que
la culturista participa en la competición, todo un espectáculo de crudo
realismo poco conocido en España, pero se ve que popular en Usamérica.
Cualquier película que se centre en mundos marginales, como las competiciones caninas,
las de bailes por parejas, el culturismo, los concursos de belleza o cosas así,
ofrece un notable nivel de interés, y confieso que la directora ha sacado a la
competición culturista un rendimiento extraordinario que enriquece la película,
porque sería algo así como una versión muy cutre de concursos como el que
vertebra Little Miss Sunshine, de Jonathan Dayton y Valerie Faris, tan
usamericana. Como la protagonista le ha descubierto a su pareja el mundo de los
anabolizantes para potenciar y definir los músculos, la concursante, que no
anda sobrada de luces, se pega un chute que la hace participar drogada. Todo parece
ir bien hasta que… pero eso ya lo verán quienes sean amantes de este tipo de
películas «naturalistas» que nos muestran ambientes degradados en que pululan
seres perdedores. Eso sí, de la cárcel en que acaba la libra la fianza que paga
el padre de su pareja, aunque no tardará mucho el espectador en ver con qué
finalidad, consumada la cual, la película adoptará una deriva hacia la
hipérboles que acaba entrando de lleno en lo fantástico, pero tan ligeramente
que ni nos repugna, esa dirección, ni nos da tiempo a acostumbrarnos a ella. Piénsese
que estamos en el tramo del desenlace, si bien aún se guarda el guion un giro
escalofriante que cierra el círculo vicioso de unas vidas abocadas a la
supervivencia, «caiga quien caiga»…
Insisto, la
película, como hace unas críticas la de William Friedkin, Killer Joe, hurgan
en la Usamérica profunda de los restos humanos del naufragio en su duro sistema
social, pero a quienes defienden la idea de que «de todo se vive», estas vidas
componen un fresco social muy interesante y atractivo, todo el atractivo que
tiene el mal y la psicosis, está claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario