viernes, 9 de agosto de 2024

Los silenciadores, de Phil Karlson, un disparate paródico de Bond.

¡Ya hay que tener valor y poco que hacer…! Solo apta para alimentar indignaciones feministas…

 

 

Título original: The Silencers

Año: 1966

Duración: 102 min.

País:  Estados Unidos

Dirección: Phil Karlson

Guion: Oscar Saul. Novelas: Donald Hamilton

Reparto: Dean Martin; Stella Stevens; Cyd Charisse; Victor Buono; Arthur O'Connell; Roger C. Carmel; Robert Webber; Daliah Lavi; James Gregory; Nancy Kovack; Beverly Adams.

Música: Elmer Bernstein

Fotografía: Burnett Guffey.

 

          ¡En qué berenjenales me meto, la verdad! Con 35º en el exterior y unos pocos menos en un gimnasio en el que apenas se nota la tímida refrigeración, me subo a la cinta de correr y selecciono Los silenciadores para pasar una hora de trote y de muy penoso entretenimiento, desde la ortodoxia mental, y una bobada simpática, desde la tolerancia acrítica que avala el calor, amén de las escasas ganas, dadas las circunstancias, de volver a ver algo tan trascendental como el díptico portugués Vivir mal y Mal vivir, tan exigente cinematográfica y emocionalmente.

          La presencia en el reparto de un mito del cine musical, Cyd Charisse, aunque sea a título de «colaboración especial», más el protagonismo de la siempre bellísima y excelente actriz Stella Stevens me parecieron atractivo suficiente como para ponerme ante la película con la más escéptica de las poses y dejar que corriera el metraje hasta que, sencillamente, no hubiera podido aguantar más. Como tengo callo en el Ojo, y a pesar del desmadre argumental y de las chapuceras escenas de acción, logré aguantar hasta el final.

          Que sea una parodia no lo justifica todo, y menos aún recrearse, para hacerlo, en los puntos más flojos del original. Sí, es cierto que esta primera entrega de lasa aventuras del espía Matt Helm pone el acento en el machismo seductor que es marca de fábrica del gran éxito de 007, y aquí se hace gala de él con un tono irónico que nunca deja claros los límites entre la parodia y el homenaje. Dean Martin se presta con apenas poner un gesto de «qué tendrá mi menda que es irresistible…» que no le exige mucho ni aunque la película progrese de unos primeros compases ultraparódicos, como el piso del agente lleno de «ingenios» mecánicos al servicio del hedonismo fundamental del personaje., como la cama redonda que lo lleva desde el dormitorio directamente hasta el baño de espuma. La aparición inicial de Cyd Charisse, ejecutando un  número de burlesque preludia su posterior aparición en otro número en el que da una hermosa muestra de sus poderes danzantes.

          La irrupción en el guion de Stella Stevens como patosa acompañante de uno de los «malos» en un hotel en Phoenix, crea un dúo cómico con Dean bastante efectivo, un rol que tendrá su punto culminante en la secuencia de cine cómico bajo una lluvia torrencial al salir del coche-picadero del agente Helm, en el que ambos sortean una persecución automovilística muy movidita. La trama, por supuesto, es lo de menos: el caudillo del mal quiere provocar una explosión nuclear que enfrente a las superpotencias para que estalle la guerra nuclear que le permita, exterminadas ambas potencias, en el gran y único poder del mundo.  En  resumen, una suerte de Dr. No con todos los clichés habituales de los malvados puros, indistinguible de cualquiera de ellos, hasta de Fu Man-Chu, ya puestos, si bien las películas sobre este malvado personaje tienen un aura clásica de la que Los silenciadores carece, por supuesto.

          La película se alimenta de pequeños juegos de complicidad con el público usamericano, como cuando van en el coche y Helm le pide que ponga música, momento en el que se oye a Frank Sinatra para disgusto de Helm, quien le pide que cambie la emisora, para que se oiga a Dean Martin, con el subrayado irónico del protagonista: «Este tipo sí que canta bien». No es, sin embargo, la primera vez que se oye cantar a Dean Martin a lo largo de la trama, y a este espectador se le ocurre que acaso si se hubiera planteado la trama desde la perspectiva del género musical, acaso hubiera ganado lo suyo esta película anodina y casi invisible, solo apta para curiosos todo terreno como yo, capaces de echarse a la retina desde lo sublime hasta lo abyecto…

          El capítulo de los «inventos», esencial en las películas de 007 nos ofrece aquí una novedad, la pistola que, al disparar, dispara hacia atrás, y que provoca bastantes situaciones graciosas- Por lo demás, los escenarios son muy cutres y los botones-granadas con que Helm se abre paso en la cueva de los malos provocan explosiones de juegos artificiales de pueblo con poco presupuesto…

          Insisto, digamos que me tomé unas vacaciones del cine —aunque productos como estos son un buen reflejo de la industria que busca beneficios, pero no del cine como arte— tal y como en este Ojo se entiende, y traigo aquí este divertimento en el que Phil Karlson, un excelentísimo director, da muestra de su buen oficio pero sin ningún compromiso con una historia inverosímil que en modo alguno le motiva para dar algo de sí que nos permita relacionar esta película con su magnífica obra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario