Título original: Life at the Top
Año: 1965
Duración: 117 min.
País. Reino Unido
Dirección. Ted Kotcheff
Guion. Mordecai Richler
Reparto: Laurence Harvey; Jean Simmons; Honor Blackman; Michael Craig;
Nigel Davenport; Donald Wolfit; Margaret Johnston; Robert Morley; Denis
Quilley; Edward Fox.
Música: Richard Addinsell
Fotografía: Oswald Morris (B&W).
Título original: Split Image
Año: 1982
Duración:110 min.
País: Canadá
Dirección: Ted Kotcheff
Guion: Robert Mark Kamen, Robert Kaufman, Scott Spencer
Reparto: Michael O'Keefe; Karen Allen; James Woods; Peter Fonda; Brian
Dennehy; Elizabeth Ashley; Lee Montgomery; Ronnie Scribner; Deborah Rush; Pamela
Ludwig; Brian Henson; John Dukakis; Peter Horton.
Música: Bill Conti
Fotografía: Robert C. Jessup.
La dura vida
del desclasado infeliz y el peligro de las explotadoras sectas tóxicas.
Vivir en la cumbre, de Jack
Clayton, es un melodrama excelente que tuvo, seis años después, una
continuación que no desmerece de ninguna de las maneras del original. Es más, a
Laurence Harvey le da la réplica una Jean Simmons que hace olvidar enseguida a
la protagonista de la primera, Heather Sears, por la belleza y por una
interpretación de esposa desdeñada que se busca la vida allá donde la miran con
los ojos con que una mujer aún joven quiere que la miren, siempre en el círculo
selecto de amistades de su propia clase, por supuesto.
El calculador esposo y padre de un hijo con quien nada tiene
que ver y de una hija que lo adora se pasea por la vida con la amarga sensación
de estar malgastando su tiempo, viviendo como el hijo del gran empresario para
quien trabaja sin que ello le reporte una compensación vital mínima. Lo mismo
le sucede a ambas parte del matrimonio, si bien en el caso de ella se trata de
uno de los mejores amigos de su marido. En el caso del marido, la atracción se
dirige a una periodista con vida independiente y libre, que no depende de
nadie, pero que cae bajo el hechizo de un magnético personaje que la seduce, o
a quien ella seduce, para ser más exactos.
En esos casos de tedio insufrible en
las altas esferas de la sociedad, la perspectiva de una nueva relación
sentimental y sexual supone la vía perfecta de huida para renovar la sensación
de estar vivo y tener un propósito o un destino en la vida. El retrato del
matrimonio en crisis es de una acidez terrible y justifica que ambos busquen,
en sus aventuras respectivas, un consuelo que los justifique.
Teniendo presente la primera película,
no podemos olvidar que el personaje, Joe Lampton, es un joven ambicioso que no
cejará hasta conseguir llegar a esa cumbre social para la que cree haber
nacido. En la continuación, sin embargo, se nos introduce en una historia en
que ha tenido tiempo de sobra para hastiarse de la vida cómoda, de los lujos y
del poder, e incluso, y ello es parte importante de esta secuela, de la
política. Elegido miembro del Ayuntamiento por el partido conservador, pronto
se percatará de que han aprovechado su tirón de hombre joven y apuesto para
usarlo como hombre de paja al servicio de unas políticas que van en contra de
la política social de vivienda que él se ha comprometido a defender. Llegada la
votación al pleno, se declara en contra de su partido y votará en conciencia,
lo cual le acarrea un distanciamiento de los de su «clase», pero un
acercamiento a la periodista que ha seguido su meteórica carrera política.
Y ahí comienza un rumbo de la historia
que nos va a permitir observar nítidamente cómo los advenedizos solo son «contemplados»
por los poderosos mientras tienen poder y medran a su sombra. Lampton inicia un
viaje inverso hacia el lugar de partida desde el que escaló hasta la cumbre.
Poco a poco, una vez que se ha instalado en casa de la periodista, va
comprobando que sus intentos de hacerse con un puesto por sus «méritos propios»
no solo no fructifican, sino que son aprovechados en algunos casos, como el del
amigo que tenía una relación con su mujer, para esas frías venganzas de manual.
Lo que descubre Lampton es que la admiración de la periodista se va erosionando
a medida que ella va creciendo profesionalmente y él se va degradando hasta
vivir de ella y reducirse a un ser que solo se queja de su infortunio.
Con esos caminos sembrados, la
continuación es justo que la vea cada espectador sin mi molesto
desentrañamiento. Vale decir, sin embargo, que las interpretaciones de Honor
Blackman y de Laurence Harvey en ese tempestuoso, interesado y frívolo «romance»
que aspira a convertirse ingenuamente en «familia» son de altísimo nivel. La
fotografía en blanco y negro de la película destaca sobradamente, por sus
contrastes, la vida esquinada, angulosa y dramática de un trepa mediocre y
resultón. Sean benévolos los espectadores con el final, porque ¿cuál otro podría
haber tenido? Pues eso.
Capturado es una película sobre
las sectas en Usamérica, muy distante de la triunfadora en las pantallas Midsommar, de Ari Aster, rodada en Suecia, aunque comparte con ella ciertos rasgos propios del
funcionamiento de estas sectas en las que el culto al líder y su
enriquecimiento forma parte de la tradición. Capturado, curiosamente, se rueda
dos años después de que se haya instalado, no sin polémica, la secta Osho en Wasco,
Oregon, Usamérica, una historia retratada perfectamente en la serie documental Wild,
Wild, Country, de Maclain Way y Chapman
Way. Se trata, pues, de un problema de captación de jóvenes para someterlos a
un lavado de cerebro y apartarlos de sus familias y de sus propios destinos
personales.
El caso del joven gimnasta exitoso,
que se siente atraído por una joven que lo mira con insistencia y que lo invita
a una reunión con cinefórum, donde ven la versión protagonizada por Spencer Tracy
y dirigida por Victor Fleming del clásico de Stevenson El extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde, con un corolario obvio: la dualidad natural con que
nacemos, el bien y el mal forman parte de nuestra naturaleza y hemos de escoger
el camino adecuado. Al acabar a película, lo que hasta entonces parecía el
inicio de una historia de amor entre dos jóvenes da un vuelco sorprendente con
e intento de secuestro de uno de los jóvenes que habían asistido al cinefórum.
En unas vibrantes secuencias de acción, el joven huye de sus perseguidores
gracias a que Danny logra detenerlos, arriesgando su propia integridad.
Admirado por el grupo de jóvenes cristianos, no tarda en descubrir que la
joven, Rebecca, lo invita a compartir una estancia de un fin de semana en la
comunidad en la que ella, junto a varias decenas de jóvenes, vive.
El intento de secuestro fue la acción
desesperada de unos padres para «recuperar» a su hijo de manos de la secta cuya
descripción se ajusta punto por punto a las de este tipo de películas que constituyen
per se un género propio. El líder de la secta no podía estar mejor
escogido: Peter Fonda, la dosis exacta de liderazgo angélico y demoníaco. El
cabecilla de los secuestradores también es una elección fantástica: James
Woods.
Los padres de Danny recurrirán a sus
servicios para intentar lo que en el caso anterior salió mal: secuestrar a
Danny y desprogramarlo en su domicilio con técnicas que aplica Woods para «recuperar»
la individualidad de Danny, quien ha sido bautizado como Joshua en su
comunidad.
Esas dos vías paralelas, el intento de
los padres de recuperar a su hijo y el afianzamiento de la vida de Joshua en la
comunidad, donde, por cierto, les suprimen mediante la dieta el deseo sexual y
las chicas padecen amenorrea, van a discurrir en lo que resta de película. No
creo revelar demasiado si recomiendo la película por el tramo en que Woods
intenta desprogramar al joven atleta enamorado, porque en esas secuencias se
logran momentos cinematográficos muy intensos, cámara subjetiva mediante y por
los efectos distorsionadores de la realidad que se consiguen, para representar
la alteración mental, como si estuviera drogado, del joven programado incluso
para resistir los intentos desesperados de desprogramación. ¡Espectacular!
Pocas películas sobre sectas, todas perniciosas, he visto yo con una plasmación
de la desprogramación tan efectiva y efectista como en la presente.
En resumen, dos películas magníficas
de Ted Kotcheff que lo elevan muy por encima de muchos directores a los que se
les reconoce el calificativo de «autor», por dirigir obras singulares. Kotcheff
dirigió obras muy populares, y ahí está aquel éxito universal que fue Rambo,
pero también obras de tanto calado como las que aquí ofrezco a los espectadores
para que descubran un cine que mezcla sabiamente la calidad y la popularidad.
¡Que las disfruten!
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