lunes, 12 de marzo de 2018

“Trágica información”, de Phil Karlson, un “noire” con el trasfondo del periodismo sensacionalista.



La rivalidad entre las ventas y la ética periodística: Trágica información o el cazador cazado. 
 
Título original: Scandal Sheet
Año: 1952
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Phil Karlson
Guion: Ted Sherdeman, Eugene Ling, James Poe (Novela: Samuel Fuller)
Música: George Duning
Fotografía: Burnett Guffey (B&W)
Reparto: Broderick Crawford,  Donna Reed,  John Derek,  Rosemary DeCamp,  Henry O'Neill, Harry Morgan,  James Millican,  Griff Barnett,  Jonathan Hale.

Hace tiempo hice la crítica de la película que me reveló la existencia de un director, Phil Karlson, más que notable. El cuarto hombre (Kansas City Confidential ) era aquella película que tan favorable impresión me produjo y que se ve hoy corroborada por la presente: Trágica información (Scandal Sheet), una muestra de cine negro clásico que merece un destacado lugar de honor en las listas del género, tan abarrotadas estas  como competidos aquellos. La película está basada en una novela de Samuel Fuller, lo que ya da a entender que probablemente fuera escrita desde una perspectiva cinematográfica, porque el guion, transparente, funciona como un mecanismo de relojería que nos lleva, a través del periodismo de investigación del protagonista, un apuesto y seductor John Derek -que acaso hubiera merecido más exitosa carrera de la que tuvo, aunque trabajó con directores de tanto nivel como Preminger, Rossen, Nicholas Ray o Cukor. Retirado como fotógrafo y director, al final de su vida fue más conocido por ser el marido de Bo Derek que por su propia carrera-, al descubrimiento sorprendente del asesino de un crimen ocurrido a partir de un festival social promovido por el Diario, un Club de corazones solitarios donde personas de cierta edad podían llegar al matrimonio tras una sola velada de relación. La película se inicia con lo que parece que vaya a ser una imitación del plano secuencia de Ciudadano Kane, lo que se corta antes de llegar siquiera a pensar en que se vaya a producir semejante imitación, pero ese plano de Nueva York que va paseándose, desde las alturas, sobre la ciudad, hasta concentrarse en un barrio, una calle y una sirena de policía que se confunde con la música de jazz con que se abre dicha escena, para dar paso a una escalera de vecinos en la que acaba de cometerse un asesinato y donde un periodista, que se ha hecho pasar por policía, implícitamente, para sacar la historia de una afectada por el crimen. La labor del joven periodista se contrapone con la muy distinta del Director de la publicación, quien ha de defender la línea sensacionalista del diario por su éxito de ventas, frente al languidecimiento y previsible muerte no muy lejana del diario, de seguir con una línea estética y de contenido más próxima al modelo tradicional de The Times que a la línea tabloide del enfoque que le ha dado el nuevo director. El redactor estrella, Derek, da la casualidad de que es el novio de una columnista del diario que se opone a esa línea sensacionalista y defiende los supremos valores informativos del periodismo atento a la realidad, no a la excitación de los bajos instintos lynchadores (sic) de las masas. Es importante destacar que el planteamiento sobre el culpable del asesinato no es un misterio que se resuelva en el último momento, porque sucede a poco de empezar la película. El director se encuentra en el acto de los Corazones Solitarios con su mujer, de quien se separó, pero no se divorció, 20 años atrás. Tras una disputa exmatrimonial y atendiendo a la explícita amenaza de revelar la verdadera personalidad del Director, que cambió de nombre tras abandonar a su mujer, a resultas del intercambio de empujones y golpes, ella se desnuca y cae muerta ante sus ojos. Todo el suspense de la película gira, entonces, en torno a la peripecia investigadora del periodista predilecto y a la labor discretamente  entorpecedora que lleva a cabo el Director, labor en la que incluso recurrirá a otro asesinato: el de un antiguo ganador del Pulitzer, ahora destruido por la adicción al alcohol  y con quien mantiene una relación de amistad y socorro caritativo encubierto la novia del protagonista. La visión del periodismo, una crítica feroz de sensacionalismo como arma estratégica para aumentar las ventas, no deja títere con cabeza en la película, y, en este sentido, la película se incluye en una larga lista de películas que acaban convirtiéndose en thrillers que tienen el periodismo como argumento. Aquí ya hemos criticado Chantaje en Broadway, de Mackendrick, por ejemplo, pero hay muchas otras, como la también criticada en este ojo, El reloj asesino, de John Farrow, con la que esta presenta muchas relaciones temáticas y un sentido de la intriga muy parecido, porque se desvía la atención de quién sea el asesino hacia, en este caso, la necesidad de un falso culpable de demostrar su inocencia, por ejemplo. ¡Menudo programa doble, si alguien logra ver El reloj asesino y Trágica información en la misma tarde! La película de Karlson fía muy buena parte de su éxito al dinamismo que sabe imprimir a la narración, sin dejar ningún momento muerto o excesivamente descriptivo o reflexivo. La acción se sucede con un ritmo preciso, casi cortante: sabe qué quiere contar y lo cuenta con la mayor economía de medios posibles, pero con un estilismo en la fotografía y la puesta en escena muy propios del mejor cine negro. Para muchos supongo que será una revelación. A mí me la reveló mi buen amigo y cinéfilo Paco Marín, quien me avisó de su existencia en YouTube, una buena fuente de recursos fílmicos de excepcional interés, sin duda.

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