miércoles, 28 de marzo de 2018

La crisis de la adolescencia en una película ejemplar: “Lady Bird”, de Greta Gerwig.



El difícil tránsito a la vida adulta o el laberinto hormonal de la rebeldía adolescente: Lady Bird o la reconquista del nombre propio…


Título original: Lady Bird
Año: 2017
Duración: 94 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Greta Gerwig
Guion: Greta Gerwig
Música: Jon Brion
Fotografía: Sam Levy
Reparto: Saoirse Ronan,  Laurie Metcalf,  Lucas Hedges,  John Karna,  Beanie Feldstein, Tracy Letts,  Timothée Chalamet,  Danielle Macdonald,  Bayne Gibby,  Victor Wolf, Monique Edwards,  Shaelan O'Connor,  Marielle Scott,  Ithamar Enriquez, Christina Offley,  Odeya Rush,  Kathryn Newton,  Jake McDorman,  Lois Smith, Andy Buckley,  Daniel Zovatto,  Laura Marano,  Kristen Cloke,  Stephen Henderson.

No es fácil acercarse a la adolescencia, esa época laberíntica en la que las emociones, las ideas, los instintos y los deseos andan revueltos y profundamente sumidos en una penumbra en la que cuesta horrores reconocer la realidad tal y como es incluso en sus hechos más objetivos. Lady Bird es el retrato de una joven que se siente marginada en su propio entorno familiar y en la escuela y que busca singularizarse frente a un supuesto medio hostil, que incluye la familia y la escuela religiosa donde curso el último curso de la High School, antes de buscar College donde seguir estudios universitarios a pesar de que el padre se h quedado en el paro y , con los únicos ingresos de la madre, es difícil afrontar los gastos de un College en Usamérica, máxime cuando “la niña” quiero cursarlos en Nueva York, la única ciudad en la que ella piensa que puede ser comprendida. A partir de un enfrentamiento radical con la madre, a quien literalmente desprecia, porque representa todo lo contrario de lo que son sus aspiraciones ideales de libertad sin responsabilidad, una tensión que se mantiene a lo largo de toda la película, y que no excluye una reacción autolítica espeluznante, al tirarse la hija del coche en marcha, para huir de lo que ella considera un acoso lleno de reproches por parte de la madre, la vida de esa joven a punto de cumplir los dieciocho años y ser oficialmente mayor de edad se desarrolla ante nuestros ojos con una verdad psicológica y sociológica indiscutible, pues al espectador solo le cabe asentir a lo que ve con la convicción de estar asistiendo a una especie de documental totalmente ajeno a la ficción, tal es el grado de  verdad que se respira en la  película, y que, como en las buenas tragicomedias de la vida cotidiana, tiene momentos de muy diferente naturaleza. Sobrevuela, es cierto, por toda la película, un intenso sentido del humor que emana, precisamente, de la psicología de la protagonista, retratada perfectamente en todo lo que de ridículo, tierno y hasta terrible tiene ser una adolescente que va a dar el paso hacia la madurez de una juventud que imagina lejos de casa y, sobre todo, de la tutela materna, porque con el padre tiene una relación muy distinta. Estamos, pues, en el ámbito de la vida cotidiana, en el de la normalidad de lo extraordinario y de lo ordinario, porque la propia vida, para cada cual, es, a la edad de la protagonista, una oscilación constante entre el todo y la nada, entre el éxtasis y la desesperación. El hecho, además, siendo la joven tan “revolucionaria”, de asistir a un colegio católico, le da a la película esa dimensión de comedia ácida que facilitará la irrupción de gags en la película perfectamente insertos en la trama, como cuando, en un baile escolar, advertimos la presencia de una monja que se va paseando entre las parejas recordándoles que dejen entre ellos “quince centímetros de cortesía para el Espíritu Santo” , al más puro estilo de aquellos anatemas contra el baile agarrado de los primeros años del franquismo por parte de las autoridades eclesiásticas. Como la dirección del Centro y algunos profesores son atípicamente católicos, digamos que se compensa la disciplina clericalis a que se someten los alumnos. No quiero dejar de mencionar el estupendo gag que supone el hecho de que el profesor de educación física sustituya al accidentado director del grupo teatral: verlo plantear los ensayos como un partido de football americano no tiene desperdicio, ¡buenísimo! La vida de la protagonista, perfectamente interpretada por la joven Sairse Ronan, se mueve entre la rebeldía contra la madre, los primeros amores, la primera experiencia sexual y la dependencia de ciertos modelos que colman sus vagos, borrosos e indocumentados ideales de mujer independiente. Su amistad con una compañera obesa, puesta en peligro por su aproximación a la guapiboba oficial del curso, rica por añadidura, está narrada sin sentimentalismo y sin caer en el estereotipo. De igual manera, sus experiencias amorosas y sexuales se nos muestran con la crudeza de la normalidad que tienen los distintos fracasos que las acompañan, porque el idealismo en que vive la protagonista y que tanto irrita a su madre -a quien lo de Lady Bird,  el nombre por el que exige ser llamada, la saca de sus casillas- tiene un punto de inconsciencia frívola que no le permite al espectador identificarse emocionalmente con ella, y esa es una de las grandes virtudes de la película: la empatía que se requiere del espectador no es unidireccional, sino que la película le obliga a repartirla entre los diferentes personajes. El final, hermoso y lírico, que no desvelo, es la constatación de que toda la película cae dentro del genero del bildungsroman o novela de iniciación , al que se acoge con aciertos narrativos  que hacen muy placentero el visionado de la película. Finalmente, y aunque parezca mentira, como estamos ante una película poderosamente dominada por la vida de la protagonista, por esa especie de altibajos constantes a que nos llevan sus constantes cambios de estado de ánimo, queda poco tiempo, la verdad, para recrearse en una dirección que apuesta por la fluidez narrativa, antes que por destacar técnica o estéticamente. No hay plano que no esté al servicio de la historia, y diríase, además, que la directora no ha querido que ni por un momento la estética pudiera apartar al espectador de focalizarse en lo que se le está narrando, todo ello de indudable interés. Esa suerte de realizaciones “documentalistas”, “transparentes”, tienen, sin embargo, un mérito indiscutible, porque conseguir que las imágenes no nos distraigan de la historia no está al alcance de cualquiera. En este sentido, la película fluye admirablemente y consigue su objetivo: vivimos con pasión las pasiones de la protagonista y de su círculo de familiares, amigos y conocidos. Y el final nos recompensa..., cuando Lady Bird decide volar sola…

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