sábado, 11 de abril de 2015

Pasolini de Abel Ferrara: luces y sombras de un ser poliédrico.

                                              



Pasolini: El retrato intermitente y desvaído del último día de un autor polémico.


Título original: Pasolini
Año: 2014
Duración: 86 min.
País:  Italia
Director: Abel Ferrara
Guión: Abel Ferrara
Fotografía: Stefano Falivene
Reparto:Willem Dafoe, Ninetto Davoli, Riccardo Scamarcio, Valerio Mastandrea, Adriana Asti, Maria de Medeiros

        
         A medio camino entre el documental, la película biográfica y la ficción, sin optar decididamente por ninguno de los tres géneros, Abel Ferrara nos presenta una película biográfica sobre el último día de la vida de Pier Paolo Pasolini, el de su trágica y violenta muerte en la playa de Ostia el 2 de noviembre de 1975. Pasolini fue, desde sus inicios, un director incómodo para el gran público, aunque muchas de sus películas han tenido una buena acogida popular y alguna de ellas como El evangelio según San Mateo (1964) incluso fue un clásico de las Semanas Santas de la época franquista. Comenzó con el neorrealismo de Accatone (1961) y Mamma Roma (1962) –que acabo de ver muy recientemente, con una Anna Magnani en todo el esplendor de su maestría interpretativa–, y después realizó incursiones en géneros muy diferentes que siempre abordaba, sin embargo, desde una idéntica actitud transgresora –incluso la del evangelio según San Mateo, austera como el desierto, parecía más una visión protestante, que propiamente católica– y siempre descarnadamente crítica hacia la burguesía, aunque sin perder de vista nunca las contradicciones pequeñoburguesas de la izquierda del entonces todopoderoso PCI, del cual fue expulsado, por cierto, después de haber tenido que hacer frente a denuncias por corrupción de menores y de hacer gestos obscenos cuando trabajaba como maestro de escuela. Fue absuelto del cargo de corrupción de menores, pero no del de realizar gestos obscenos, lo que le valió la expulsión de la profesión de magisterio y del PCI. Sin oficio ni beneficio y con unas tensas relaciones con su padre, militar, decidió huir a Roma en compañía de su madre para ganarse la vida, lo que al comienzo hizo como corrector de pruebas. Descubrió los arrabales romanos y llevó el submundo de los suburbios a dos  novelas, Ragazzi di vita (1955) y  Una vita violenta (1959) que se convirtieron en éxitos de ventas. Ello le abrió las puertas del cine, en el que se iniciaría como guionista, trabando para Fellini y muchos otros. Su ideología “de izquierdas jamás la cambió, aunque, como vemos en la película, en la cual se recrea la última entrevista que le hicieron en televisión, el 31 de octubre de 1975, dos días antes de ser asesinado, y que se puede ver en youtube, aquí, su concepción de la política abarcaba todos los aspectos de la realidad, nada quedaba excluido de la dimensión política, ni el sexo, ni la religión ni, por descontado, la economía o la política profesional. De aquí la sospecha respeto de que su asesinato no fuera una mera cuestión de un malentendido con un chapero que se rebela en el último momento y se encara con él, sino una suerte de venganza de la ultraderecha que no soportaba una provocación artística tan radical. De hecho, la segunda versión del acusado de la muerte, 30 años después de los hechos, adjudica a tres jóvenes de extrema derecha la responsabilidad del asesinato. Recordemos que muchas obras de Pasolini fueron recibidas como un insulto por las fuerzas sociales conservadoras, quienes no tardaron en demonizarlo. Como reconoce en la entrevista, le insultaban y le seguían insultando, a pesar de ser una figura artística mundialmente reconocida, y Pasolini se sentía orgulloso de ese hecho, porque él consideraba que era un derecho, el escandalizar, y que era un placer, el ser escandalizado.
        La película nos presenta un Pasolini intepretado por a quien podríamos ver como su más exacto retrato físico, Willem Dafoe, las anfractuosidades de cuyo rostro casi son la exacta réplica de las del propio Pasolini. La gesticulación, la mínima expresividad que también eran propias de Pasolini, además del sentido de su importancia como artista en el panorama cultural italiano que se trasluce en su manera casi mayestática de moverse y gesticular, todo eso, se nos ofrece con una veracidad que le da a la película un aire de documento verídico cercano al documental, la técnica del cual preside buena parte del metraje. Como los hábitos de Pasolini obedecían a una rutina muy marcada, dentro de la cual figura la escritura de los que acabaran siendo sus últimos proyectos, Abel Ferrara, con la complicidad del actor fetiche de Pasolini, Ninetto Davoli, se atreve a traducir en imágenes dos historias muy diferentes: una que toma como eje de la narración el mundo complejo de un novelista muy intelectualizado, con un aire autobiográfico muy marcado; y otra, la historia de Epifanio, que se convierte en una suerte de parodia a medio camino entre la verdadera fe, la política y la transgresión, eso sí, un poco sin pies ni cabeza y con un aura de ingenuidad acaso excesiva, para mi gusto. Ni se sabe qué hubiese llevado a las pantallas Pasolini con estos textos aún en fase embrionaria, de ahí que Abel Ferrara se haya mostrado demasiado atrevido en el intento de substituir la particular visión imaginativa del director italiano.
        Sorprende la discreta puesta en escena de la película, e incluso la humildad de los espacios donde vive y se mueve el protagonista, sobre todo teniendo en cuenta la riqueza visual de sus films, muy influidos por autores tan emblemáticos del cine italiano como Fellini, Rossellini o Antonioni, por ejemplo, con los cuales mantuvo un estrecho contacto a lo largo de su vida. Hay muchas secuencias nocturnas, como si fuese, la noche, la perfecta aliada de su clandestinidad sexual, una inclinación erótica que tanto lo marcó, sobre todo en una sociedad tan religiosa y tradicional como la italiana de posguerra. Desde este punto de vista, Pasolini siempre fue un abanderado de la liberación individual en todos los órdenes y, sobre todo, en el de la libre manifestación de la sexualidad de cada uno. La película no lo convierte en una especie de mártir gay, porque hubiera sido demasiado grosero, pero es indiscutible la importancia que Pasolini concedió a su condición sexual y a la dificultad de vivirla en libertad en la sociedad de su tiempo. De hecho, la película respeta exquisitamente la dimensión holística que Pasolini concedió a la política y que no traza fronteras entre las diversas manifestaciones vitales de os seres humanos.
        Hay en la película, por cierto, una opción lingüística que me dejó muy parado, porque el director ha optado por una suerte de bilingüismo, italiano e inglés, difícil de entender desde el punto de vista de la verosimilitud, excepto que yo desconozca que Pasolini solía usar el inglés como elección propia en su intimidad y con ciertas amistades, lo cual me ha sido imposible de encontrar en la documentación biográfica que he consultado. Así pues, esta extraña elección de Ferrara choca demasiado como para que no se vea como una elección demasiado forzada, teniendo en cuenta, además, que el propio Dafoe cuando habla en italiano lo hace muy bien, ajustándose a las maneras expresivas del propio Pasolini recogidas en el dicho latino: suaviter in modo, fortiter in re.  En todo caso, eso es lo que hay, y aunque distancia al espectador de lo que espera, porque no entiende una elección lingüística como la que se le ofrece, acaba aceptándolo y recibiendo la historia con un generoso “como si” el inglés perfecto de Pasolini fuera su italiana contaminado del friulano materno, lengua en la que incluso escribió un libro de poemas.
        Llama la atención la escasa presencia de sus amistades de renombre, excepción hecha de la actriz Laura Betti, auténtica musa de Pasolini, interpretada, sin ninguna explicación de la importancia que tuvo su presencia en la vida del director, por una Maria de Medeiros algo sobreactuada. Betti fue la encargada de gestionar el Fondo Pier Paolo Passolini y en el 2001 rodó el que se considera el mejor documental sobre la vida del director italiano. Quizás Ferrara contaba con que el público de la película fuese adicto a la biografía de su protagonista y supiese todas estas cosas, pero me parece un descuido no haber incorporado al guion una mínima identificación de los personajes secundarios, como es el caso de la criada/secretaria, por ejemplo.
        Hay en la película una suerte de presagio funesto que sobrevuela la actuación del protagonista y de quienes lo rodean, sobre todo por la parquedad comunicativa que acompaña la actividad cotidiana del protagonista, como si se hubiera hecho un augurio que le avisase de la inminente tragedia a la que se vería abocado- Una especie de sentencia fatal no explicita, pero sí operativa. En cierta manera recuerda la situación tan bien descrita por García Márquez en Crónica de una muerte anunciada. Nadie lo dice, porque hubiera sido absurdo, pero parece como si todos los que aparecen en la película supiesen que están viviendo las últimas horas de la vida del protagonista. Creo que es un lastre para la película, pero, al mismo tiempo, le otorga una dimensión casi ritual que encoge el ánimo de los espectadores, llevándolos a la catarsis del teatro antiguo que Pasolini también llevó a la pantalla: Edipo rey (1967) y Medea (1969).
        Ojalá este acercamiento a la figura de Pasolini sirviese para que volviesen a las pantallas muchas de sus magníficas películas o, al menos, para que los amantes del  buen cine vuelvan a verlas. Les aseguro que les sorprenderán algunas obras, como Mamma Roma o como la metafórica Teorema (1968) por ejemplo, con un Terence Stamp divinodiabólico extraordinario que sería “aprovechado” por Fellini para su episodio de Historias extraordinarias (1968). Se trata de una típica película de episodios en la que  Roger Vadim, Louis Malle y Federico Fellini  adaptan, desde tres ópticas muy diferentes tres cuentos de Edgar Allan Poe.
        Si nos atenemos al credo fílmico del propio Pasolini: sólo hay una cosa esencial en una buena película: el hecho de que en la pantalla pase algo real., podríamos decir que esta biografía es una buena película, pero en la medida en que pasan más coses que las reales, digamos que se limita a ser una película interesante.

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