Dos vidas paralelas en el amargo viaje del triunfo al
fracaso: un Servillo increíble que preludia las maravillas que vendrían tiempo
después, con Sorrentino y con otros.
Título original: L'uomo in più
Año:2001
Duración: 100 min.
País: Italia
Dirección: Paolo Sorrentino
Guion: Paolo Sorrentino
Música: Pasquale Catalano
Fotografía: Pasquale Mari
Reparto: Toni Servillo, Andrea
Renzi, Nello Mascia, Ninni Bruschetta, Angela Goodwin, Enrica Rosso, Peppe Lanzetta, Roberto De Francesco, Marzio Honorato.
La primera película de los
directores es como el primer libro de los escritores: se detecta o no la
existencia de una voz propia. Una vez confirmada su existencia, asistimos,
después a la modulación de esa voz en el tiempo para hallar todos su registros.
La primera película suya que vi, sin saber nada de él, fue Un lugar donde quedarse, con una interpretación fabulosa de Sean
Penn y una rocambolesca historia que en modo alguno desmerece ni la creación
del retrato de Penn, un viejo rockero gótico con síndrome de Peter Pan, ni la
belleza compulsiva de sus imágenes, todo ello metido brillantemente en el género
de la road movie. Hay un cierto eco de Paris,
Texas, de Wenders en este acercamiento de Sorrentino a Usamérica, una de
esas miradas europeas a la realidad usamericana condicionada por la visión de
aquella cinematografía que tan impresa llevamos todos, directores y
espectadores, en la retina y en la memoria. Con todo, cada vez que los directores
europeos no británicos dirigen en Usamérica, surge algún destello de
creatividad que añade algo que antes no existía allí, pienso en Bailar en la
oscuridad, de Lars von Trier, por ejemplo… El estreno cinematográfico de Paolo
Sorrentino nos ofrece una película compleja, con una narración de dos vidas que
se van alternando camino del encuentro accidental de ambas cuando ambas han
apurado el breve recorrido que va del éxito al fracaso en dos mundos solo tan
aparentemente opuestos como el fútbol y la canción melódica. Y ya que estoy que
no se me pase: las dos canciones que interpreta Servillo han sido compuestas
por su hermano, Peppe Servillo, y son magníficas, así como la interpretación el
eximio actor. Con una introducción alegórica que nos habla de la pasión del
protagonista por la cocina de pescado, propia del litoral napolitano, donde se filma
la mayor parte de la película, a través de unas imágenes acuáticas de dos
pescadores con arpón, uno de los cuales, atacado por un pulpo acaba pereciendo,
la historia se centra en dos “estrellas”, una del calcio, Antonio Pisapia y
otra de la música melódica, Tony Pisapia. Uno y otro los encontramos en un momento
de gloria, pero ambos tienen caracteres muy distintos, el futbolista tiene un
tendencia introspectiva y depresiva, combinada con una tendencia obsesiva que
lo lleva a abandonar el fútbol activo para aspirar a convertirse en entrenador,
pasión a la que dedica su vida, full time, y que arruinará su matrimonio y,
posteriormente, su propia vida, ante las dificultades para abrirse camino en un
campo laboral tan reducido. Tony Servillo es una suerte de star caprichoso, despótico y libidinoso que hace girar a su
alrededor a un equipo que soporta mal sus veleidades arbitrarias. Está
enganchado a la cocaína y lleva una vida solitaria construida en torno a su
egocentrismo insufrible. Cuando cae en desgracia, acusado de un escándalo
sexual con una menor, recorreremos con él la fragilidad de una carrera de éxito
o, de otro modo, el acelerado desmoronamiento de una reputación y lo difícil
que es, una vez que se antepone el capricho al rigor de la profesionalidad,
volver al lugar que se había ocupado. La referencia a la preferencia del manager por Fred
Bongusto, del que el propio Servillo parece ser una imitación, como “el elegido”
para ocupar el “trono” de Tony, nos sitúa en la época dorada de la canción
italiana de los 60, aunque las bellas composiciones que interpreta son más
propias de autores recientes como Ivano Fossati. La narración en contrapunto de
ambas historias constituye una descripción pormenorizada de ambas
personalidades, la reconcentrada del futbolista y la extravertida del cantante,
situado en su “mansión” de diseño clásico y presidida por un retrato suyo de
pared entera muy “moderno”, lo que choca con el aire hortera de principios de
los setenta con que se nos presenta el cantante en su apoteosis. Ambos son
requeridos por un programa de la televisión en la que se escarba en las vidas
fracasadas de personas que, en un momento de sus vidas, fueron muy famosas: el
cantante queda impresionado por la similitud de nombres de ambos, Antonio
Pisapia y decide, entonces, mientras se niega a ir al programa hasta que le
suban el caché, decide, tras enterarse del suicidio del futbolista sobre un
terreno de juego, cerca del aeropuerto donde tiene por costumbre ver partir los
aviones, vengarse de ese fracaso en l figura del presidente del club donde le
impidieron ejercer como entrenador. Antes, Tony decide afeitarse la cabeza y,
después de cometido el crimen, se presenta en el estudio de televisión y
comienza, sin mediar pregunta, a hacer una apología de su propia vida como un
ser libérrimo y sin miedo, por ello mismo. Con todo, su historia familiar, la
de un hermano fallecido a quien él sobrevivió para contrariedad de la madre, de
quien no era el ojito derecho, explica en buena parte el desarraigo emocional
de Servillo y la incapacidad para establecer relaciones humanas en un plano de
igualdad, en vez de en el de la imposición. El doble final enigmático de la
película lo dejo a la libre interpretación de los espectadores que quieran ver
la película en Filmin, porque la película no ha sido estrenada comercialmente
en España. Añadiré, a título anecdótico, leído en el Trivia de IMDB, que la
composición del personaje de Tony Pinapia hecha por Servillo le inspiró a
Sorrentino la creación del protagonista de su novela Hanno Tutti Ragione, el cantante Tony Pagoda…O sea, el trabajo de
un actor como inspiración de otra ficción en una suerte de ouroboros
mitológico.
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