Un texto de Graham Greene para una interpretación
antológica de Rod Steiger y puro cine
negro con Peter Sellers como excepcional villano de lujo: dos películas de
inexcusable visión.
Título original: Across the Bridge
Año: 1957
Duración: 103 min.
País: Reino Unido
Dirección: Ken Annakin
Guion: Guy Elmes, Denis Freeman . Historia:
Graham Greene
Música: James Bernard
Fotografía: Reginald H. Wyer
(B&W)
Reparto: Rod Steiger, David Knight, Marla Landi, Noel Willman, Bernard
Lee, Eric Pohlmann, Alan Gifford, Ingeborg von Kusserow, Bill Nagy, Faith
Brook, Marianne Deeming.
Título original: Never Let
Go
Año: 1960
Duración: 90 min.
País: Reino Unido
Dirección: John Guillermin
Guion: Alun Falconer, John Guillermin, Peter De Sarigny
Música: John Barry
Fotografía: Christopher Challis (B&W)
Reparto: Richard Todd, Peter Sellers, Elizabeth Sellars, Adam Faith,
Carol White, Mervyn Johns, Noel Willman, David Lodge, Peter Jones, John Bailey,
Nigel Stock, John Le Mesurier.
Bien puede decirse que estamos en
presencia de dos películas únicas y ultrasingulares en la historia personal de
cada uno de estos dos directores, con largas carreras, con éxitos de grandes
públicos incluso, pero sin una trayectoria que consolidara la innegable calidad
y exigencia que ambos demostraron en la realización de estas dos películas
extraordinarias, que rodaron con total libertad y que son, hoy, dos muestras
magnificas de lo mejor del cine británico en un género, el thriller, que mostraba sus mejores frutos en
Usamérica.
La primera y sobresaliente, Al otro
lado del puente, es una película dominada de punta a cabo por la
todopoderosa interpretación de un actor siempre convincente, Rod Steiger, de
quien siempre se recuerda El hombre ilustrado, de Jack Smight, basado en
relatos de Ray Bradbury, pero a quien podemos asociar, también con directores
como Sidney Lumety, El prestamista, Francesco Rossi, Las manos sobre la ciudad o Claude Chabrol, Inocentes con manos
sucias, es decir, hablamos de uno de
esos actores cuya presencia saben los directores que aumenta el prestigio de su
obra. Aquí, en Al otro lado del puente, la relación entre la estrella y el
director fue tensa, porque Steiger es un perfeccionista y autor de «método»,
atento a cada plano y a la mejor solución para resolver cualquier secuencia.
La historia arranca en Nueva York, cuando
un empresario se entera de que Scotland Yard ha comenzado a investigar las
cuentas de la empresa, por un presunto caso de desfalco. Desde la distancia, el
empresario decide salir por piernas y viajar a Méjico, desde donde, a salvo de
una posible extradición, pueda reconducir sus asuntos. Pronto la noticia salta
a la primera página de los periódicos, con la consiguiente orden de busca y
captura para evitar su salida de Usamérica. Desde el comienzo de la película se
nos adelanta ya un acabado retrato del empresario inglés de origen germánico y
su carácter despótico, en el que se insinúa muy vagamente una cierta querencia
germanófila, propia, por otra parte de cierta clase alta británica, la realeza
incluida, como la Historia nos recuerda. En el viaje en tren recibe los diarios
con la noticia de su huida em primera plana. Conoce a un viajero que vagamente
se le parece y que tiene pasaporte mejicano. La idea de una suplantación de
personalidad le pasa inmediatamente por la cabeza, pues sabe que difícilmente
podrá pasar la frontera con su identidad real. El proceso criminal mediante el
que el protagonista se deshace del rival para suplantarlo, rodado con tomas de
primerísimo plano, respetando el espacio real del tren, o al menos
representando ese hecho, genera una angustia que la vive el protagonista y la
contagia al espectador. Justo cuando llega
a su destino, se encuentra con que ha de “recoger” el equipaje que llevaba en
el vagón de mercancías: la perra del viajero del que se ha deshecho lanzándolo
desde el tren en marcha. La presencia de la perra puede parecer anecdótica,
pero se va a convertir en uno de los principales motivos dinámicos de la
acción, que se complica con la presencia en el motel cercano a la frontera de
los dos viajeros: el agresor y el agredido, rescatado con vida por el
trabajador del motel donde se hospeda el agresor. Me apresuro a decir que la
historia se ha construido sobre la base de un relato de Graham Greene, lo que
nos indica que por fuerza los problemas de conciencia han de ocupar un lugar
preeminente en algunos de los personajes que protagonizan la historia, porque
el joven trabajador del motel, que quiere ganar dinero, aunque sea vendiendo a
la policía al viajero agredido, por que hay una recompensa de 100.000 pesos
para quien lo entregue a las autoridades, confunde al agresor con él, porque
por él se hace pasar. Recontado puede parecer confuso, pero no hay tal
confusión. Lo que sí hay es una potente descripción de los móviles abyectos de
las personas, dispuestas a cualquier bajeza con tal de 1) salvar el pellejo, 2)
conseguir dinero fácil y 3) llevar una vida lo más tranquila posible.
¿Dónde radica la complicación definitiva?
Pues en que el viajero agredido, aunque buscado por las autoridades en Méjico,
es un valiente patriota para el pueblo, porque al Gobernador al que ha
asesinado era un tirano. Con todas estas
complicaciones, la presencia de un agente de Scotland Yard, que sospecha
de que el Jefe de Policía de frontera quiere sacar provecho del delincuente al
que buscan las autoridades inglesas, le da un giro a la trama que tensiona de
forma definitiva el escaso o nulo sosiego del empresario, abandonado a su
suerte por el Jefe de Policía corrupto, lo que lo lleva incluso a vivir en la
miseria y en la calle.
Y hasta aquí me es lícito avanzar parte
del recorrido. La interpretación expresionista de Steiger, más una habilidad
narrativa muy sólida de Annakin, convierten la película en algo que trasciende
la mera anécdota, porque la relación del empresario con el perro se vuelve
determinante, desde el punto de vista moral, porque, desde que lo recoge como «equipaje»
no deseado, solo piensa en cómo deshacerse de él. Una de las sorpresas es el
descubrimiento del nombre del animal en el collar, oculto por el pelaje. Esta
relación criminal-perro acaba convirtiendo la película en una reflexión existencialista
de primera magnitud, y transformando la historia radicalmente. Una relación
parecida, mutatis mutandis, hay en Umberto D, de De Sica,
siquiera sea por lo que el perro puede llegar a significar en la vida de una
persona. Pero, sin duda, lo mejor es que la vean…
A título anecdótico conviene saber que el
puente que une Usamérica y Méjico, con tanta propiedad, no es otro que el de
Lora del Río, localidad donde se filmaron esos exteriores «mejicanos», una
filmación que sí fue para la localidad un inolvidable ¡Bienvenido, Mr Churchill!
Hasta el último aliento, por su
parte, es una película aparentemente sencilla, pero el modo de realizarla
Guillermin, con una puesta en escena muy ajustada a una trama propiamente «de
barrio», le da una dimensión de película a medio camino entre el cine social y
el thriller que deja un excelente sabor de boca al espectador. ¡Qué duda cabe
de que la presencia de Peter Sellers como un malvado de lujo, con un carácter
dado al brote psicótico y al desbordamiento de la violencia incontrolable como
única manera de relación con su amante y con el mundo, es uno de los grandes
puntos fuertes de la película! Pero no todo acaba en él, porque Richard Todd,
con quien comparte protagonismo, le da una réplica perfecta, lo que eleva su
enfrentamiento a uno de los grandes entre «buenos» y «malos» del cine negro.
La historia arranca con una trama de robo
de coches para ponerles matrículas falsas y revenderlos en el mercado de
segunda mano. En esa cadena interviene un policía corrupto, el dueño de un
garaje y un taller. Un día un pluriempleado con escasa fortuna laboral sale del
trabajo y se encuentra con que el coche que tanto le ha costado comprar le ha
sido robado. Denuncia el robo, pero la policía no parece hacer nada al
respecto. Entonces, decide comenzar a investigar por su cuenta para tratar de
averiguar lo que pueda. Poco a poco, a partir de la revelación de un vendedor
de prensa que conoce el modus operandi de los jóvenes delincuentes que roban
los vehículos, el protagonista logra entrar en contacto con esos jóvenes,
primero y, tras ser golpeado y humillado, va abriéndose paso hacia el núcleo duro
de la estafa. De forma paralela, advertimos los duros esfuerzos del protagonista
por abrirse paso aboralmente y la dificultad de sostener una vida familiar sin
levantar sospechas sobre su vida de investigador privado o poco menos. La mujer
incluso llega a sentirse ofendida por que le dedique tantísima atención a ese
coche robado, en ve de dedicarle u tiempo a ella y al hijo de ambos. Todo, como
vemos, colabora para aumentar la tensión de los acontecimientos. Esa tensión
narrativa sabe conseguirla excelentemente Guillermin, apoyándose en una banda
sonora particularmente acertada del ganador de cuatro Oscars John Barry, lo que
redondea la película para convertirla en lo que debería de haber sido, un clásico
indiscutible, pero los duendes de la posteridad a veces se muestran perezosos y
tardan lo suyo en devolverle a una película la excelencia que manifiesta.
Lo que es indubitable es la magnífica
interpretación de Peter Sellers, en un papel si no inédito en su carrera, no
tan recordado como sus papeles cómicos, en los que descolló como el gran actor
que siempre ha sido. Aquí alcanza unos niveles de expresividad repulsiva que
sorprende que el mismo actor haya sido capaz de metamorfosearse en un cómico,
porque, vuelvo a repetir, en esta hiela la sangre a cualquier espectador, a tal
punto se nos muestra la exquisitez de su crueldad.
Como advertimos, el cine británico también
ha sabido alcanzar cotas eminentes de excelencia en un género, el thriller,
que parecía propiedad exclusiva de los usamericanos en los años 40 y 50.
¡Bienvenidos a una sesión doble que les
sorprenderá!
No hay comentarios:
Publicar un comentario