Cuentos en cortos de un maestro de la naturaleza humana: Somerset Maugham: Los vericuetos extraños de la conducta y las pasiones.
Título original: Quartet
Año: 1948
Duración: 120 min.
País: Reino Unido
Dirección: Ken Annakin, Arthur Crabtree, Harold French, Ralph Smart
Guion: R.C. Sherriff. Historias: William Somerset Maugham
Música: John Greenwood
Fotografía: Ray Elton, Reginald H. Wyer (B&W)
Reparto: William Somerset Maugham, Basil Radford, Naunton Wayne, Ian
Fleming, Jack Raine, Angela Baddeley, James Robertson Justice, Jack Watling,
Nigel Buchanan, Mai Zetterling, Jean Cavall, Dirk Bogarde, Raymond Lovell,
Irene Browne, Honor Blackman, Françoise Rosay.
Título original: Trio
Año: 1950
Duración: 91 min.
País: Reino Unido
Dirección: Ken Annakin,
Harold French
Guion: William Somerset Maugham, Noël Langley, R.C. Sherriff. Historias:
William Somerset Maugham
Música: John Greenwood
Fotografía: Geoffrey Unsworth, Reginald H. Wyer (B&W)
Reparto: James Hayter, Kathleen Harrison, Felix Aylmer, Lana Morris,
Michael Hordern, Glyn Houston, Eliot Makeham, Henry Edwards, Anne Crawford,
Nigel Patrick, Naunton Wayne, Wilfrid Hyde-White, Clive Morton, Bill Travers,
Dennis Harkin, Michael Medwin, Jean Simmons, Michael Rennie, Roland Culver,
Raymond Huntley, Betty Ann Davies, André Morell, John Laurie, Finlay Currie.
Somerset Maugham fue un prolífico,
popular, exitoso y tan controvertido como polémico escritor británico (de
lengua materna francesa, sin embargo) muy querido por la industria
cinematográfica, que ha llevado a la pantalla no pocas de sus obras, entre
ellas las muy famosas La servidumbre humana, de John Cromwell y El
filo de la navaja, de Edmund Goulding. Su obra aún se adapta al cine en
nuestros días, y es posible que se siga haciendo durante mucho tiempo, porque
en las novelas, cuentos y obras teatrales del autor hay una perspicaz y empática
mirada al mundo de las pasiones humanas en todas sus manifestaciones. Releyendo
algo de su extensa vida, se llega fácilmente a la conclusión que adelanto a sus
críticos: realidad y ficción se mezclan inextricablemente en sus obras, porque
Maugham usó mucho su autobiografía, ciertamente rica en episodios que marcan a
cualquier persona, para apoyarse en ella a la hora de abordar determinadas
historias.
Cuarteto
y Trío son dos películas basadas en relatos suyos, introducidos y
epilogados por el propio Somerset Maugham en pantalla, quien habla al mismo
tiempo desde la sencillez y desde la autoridad. Desde la sencillez que
caracterizó una obra muy accesible para el gran público y desde la autoridad de
quien vivió mucho e intensamente a lo largo de una vida muy movida. Pondré
sencillamente como ejemplo el caso del corto El sanatorio, aparentemente
tópico y lleno de personajes que no nos ofrecen, en principio, ningún atractivo
individual que destaque de la monotonía de la vida propia de un sanatorio de
montaña para tuberculosos. Saber, sin embargo, que su madre fue tuberculosa
introduce en la perspectiva de la narración una suerte de mágica intensidad
emocional que, siendo tan manida la situación y aun a veces algo caricaturescos
algunos de sus personajes la historia cobra, en un momento dado, una
autenticidad apasionada que nos conmueve profundamente, porque en seres que se
mueven entre las ganad de vivir y las pocas esperanzas de vida no cabe ni la
frivolidad ni el aburrimiento de la monotonía: ahí hierven pasiones humanas que,
cuando explotan ant4e nuestros ojos, ya digo, nos afectan emocionalmente. Y si
anda por medio la ultrabellísima Jean Simmons, ¡para qué contar, entonces! Permítanme
un segundo ejemplo, El sacristán, sobre el empleado de una parroquia que
lleva toda su vida en el puesto y de quien el vicario descubre que es analfabeto,
por lo que le conmina a alfabetizarse para ocupar decorosamente el puesto que
ocupa. Ante el desafío, a su edad, de llevara cabo un proceso que le parece
absurdo, si hasta entonces había desempeñado correctamente sus funciones, el
sacristán se despide y, con los ahorros de toda una vida y tras casarse con su
patrona, deciden poner un negocio en que se venden libros, chuches y artículos
de papelería. ¡Peregrina imaginación, la de Maugham!, tiende uno a pensar, pero
cuando descubres que fue enviado a Inglaterra para ser educado por su tío,
vicario de una iglesia, volvemos a advertir una fidelidad realista en el retrato
del optimista sacristán que concluimos que ha sido extraído más propiamente del
recuerdo que concebido por la imaginación.
La variedad es
uno de los atractivos de estas películas fragmentarias, pero con una unidad de
tono tan coherente que diríanse, las distintas partes, filmadas por un solo director,
no por la nómina de quienes las dirigen, entre quienes he destacado en este Ojo
a Kennen Annakin, recién descubierto y añadiría a Arthur Crabtree, a quien
estoy descubriendo estos días… Lo que no falla es el reparto de cada uno de los
cortos, porque la escuela británica de actores tiene fama mundial y aquí
intervienen figuras tan destacadísimas como la ya mencionada Jean Simmons, la
primera aparición cinematográfica de Dirk Bogarde, un auténtico «monstruo» de
la pantalla, y una galería de secundarios que merecen ser protagonistas de
cualquier película de mucha calidad: Honor Blackman, Basil Radford, Michael Rennie,
etc. Puedo aseverar que la capacidad de este plantel de actores y actrices que
encarnan los personajes de estas historias llenas de atractivo para los
espectadores dejarán boquiabiertos a los espectadores, sea cual sea su nivel de
exigencia.
Aun siendo
cierto que muchos planteamientos de las historias se relacionan con un mundo ya
desaparecido, por lo que hace a las costumbres, las normas, las leyes
consuetudinarias aceptadas, etc.; no lo es menos que hay un fino análisis psicológico
de la naturaleza humana en cada una de ellas que nos parecen una auténtica obra
de filigrana. Al fin y al cabo, somos seres sofisticados, sí, pero también
tenemos una tradición secular que nos ata incluso a los inicios de nuestra
especie, ese famoso cerebro reptiliano que condiciona fuertemente algunas de
nuestras reacciones.
El abanico de
historias escogidas para Cuarteto y Trío nos ofrece un retrato social tan
diverso y atractivo que nos sorprende su variedad de registros y acontecimientos.
En modo alguno quiero recontar ninguna de ellas de modo que arruine los
sorprendentes finales que cualquier narración corta ha de tener como parte constitutiva
del género. Lo importante es que Maugham sabe pasearse por todos los estratos
sociales con la misma convicción realista, por extraño que sea el asunto que
vertebra cada historia, porque, por resumir brevemente, tan capaz es, Maugham,
de retratarnos poderosamente un sacristán analfabeto como un apasionado de las
cometas cuya afición pone en riesgo seriamente la estabilidad de su matrimonio —gracias
también a la intervención de una madre ultradominante, of course…—; un
joven tenista expuesto a la tentación del juego y de las vampiresas en
Montecarlo; un caso de adulterio en un matrimonio clásico británico en que el
marido tiene una amante con toda naturalidad instalada en Londres, pero vive en
el campo con la esposa que se revela como una novelista de éxito con una
narración sobre un adulterio narrado por ella, ¡muy convincentemente!, en
primera persona, lo cual extiende socialmente un curiosa red de complicidad
burlona sobre el marido llena de encanto costumbrista y profundo análisis de
los sentimientos. Este corto en cuestión, uno de los más extensos de las dos
películas, tiene un final auténticamente brillante.
Teniendo
en cuenta que el reclamo de ambas películas es la figura del escritor, está
claro que están diseñadas para atraer a las pantallas a sus muchos lectores. A
mi modo de ver lo consigue plenamente. La estética de las películas tiene ese
poder de la puesta en escena propia, también, del cine británico y los
directores se ponen incondicionalmente al servicio de las narraciones. No
buscan alardes de encuadres o planos secuencia o contrastes marcados entre los
diferentes planos del repertorio de ellos que tienen a su alcance. Me atrevería
a decir que buscan, los directores, una cierta “objetividad”: dejar a los
protagonistas actuar con total desenvoltura. Ello no impide, por ejemplo,
algunos recursos de superposición de imágenes, de encadenados, de travelines
incluso atrevidos, pero, en general, los directores escogen pasar
desapercibidos, porque saben que lo importante son esas historias, todas ellas
arrancadas de la vida real y plasmadas con una naturalidad que es su principal
valor. Se trata de un cine absolutamente británico por los cuatro costados,
pero todos conocemos que son un pueblo especialmente habilidoso para el retrato
costumbrista, pero también para la excentricidad y las pasiones retorcidas.
Aquí hay de todo. Y si hay una interpretación notabilísima entre todas, porque
compone un tipo psicológico inconfundible en cualquier cultura es el de Mr.
Know-all («Don Sabelotodo»), maravillosamente interpretado por Nigel
Patrick, un compañero de travesía
insufrible en el interior de un espacio cerrado, un barco, donde es difícil darle
esquinazo…; Patrick repetiría en una
tercera secuela de esta serie, Encore, dirigida por Pat Jackson, Anthony
Pelissier y Harold French.
Un
auténtico programa doble que nos acerca a historias humanas complejas y
auténticas, que sorprenderá a cualquier espectador desprejuiciado. ¡Qué disfruten,
como yo lo he hecho…!
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