Tengo el gusto de presentarles al hermano mayor de Billy Wilder, productor de El gran Flamarion, de Anthony Mann, y director desconocido de películas de series B, C y aun hasta Z…
Título original: The woman in brown
Año: 1948
Duración: 77 min.
País: Estados Unidos
Dirección: W. Lee Wilder
Guion: Guy Endore, Heinz Herald, Noël Langley. Obra: Heinz Herald, Geza Herczeg
Música: Paul Dessau
Fotografía: George Robinson
(B&W)
Reparto: Conrad Nagel, Fritz Kortner, Reinhold Schünzel, Philip Van
Zandt, Lyle Talbot, Edwin Maxwell, Frank Ferguson, Lester Dorr, Michael Mark,
Belle Mitchell, Nan Boardman, Shirley Kneeland.
Título original: The Big Bluff
Año: 1955
Duración: 70 min.
País: Estados Unidos
Dirección: W. Lee Wilder
Guion: Fred Freiberger. Historia: Mildred Lord
Música : Manuel Compinsky
Fotografía: Gordon Avil
(B&W)
Reparto: John Bromfield, Martha Vickers, Robert Hutton, Rosemarie Bowe,
Eve Miller, Max Palmer, Eddie Bee, Robert Brice, Pierre Watkin, Beal Wong,
Rusty Wescoatt, Mitchell Kowall, Jack Daly, Paul McGuire, George Conrad.
Título original: Fright
Año: 1956
Duración: 68 min.
País: Estados Unidos
Dirección: W. Lee Wilder
Guion: Myles Wilder
Música: Lew Davies
Fotografía: J. Burgi Contner
(B&W)
Reparto: Eric Fleming, Nancy Malone, Frank Marth, Humphrey Davis, Dean
L. Almquist, Elizabeth Watts, Walter Klavun, Tom Reynolds, Ned Glass, Norman
Burton.
Este Ojo tiene el hábito de verlo todo y el vicio de escrutar, por eso, a veces, tropieza con «sorpresas» como la de descubrir que una estimable película de asunto judicial, El círculo vicioso, degustada sobre la cinta de correr, es obra de un Wilder que de ninguna de las maneras asocié, al principio con el Wilder que todos conocemos sobradamente, el heredero de Lubitsch y autor de obras capitales en la Historia del cine, desde El crepúsculo de los dioses hasta Primera Plana pasando por El apartamento, El gran carnaval o la joya de joyas que es Con faldas y a lo loco. Con todo, la W inicial es de William, porque el verdadero nombre de Billy Wilder fue Samuel, aunque su madre lo llamó Billy desde que nació. De ahí la inicial y el disfraz del Lee para no ser inmediatamente asociado a su célebre hermano menor. El círculo vicioso, aun siendo literalmente, la reproducción de un juicio en Hungría, sobre un caso de supuesto secuestro y asesinato, nada tiene que ver con Testigo de cargo, por supuesto. Lo que en El círculo vicioso se ventila es un profundo sistema de poder social el caciquismo, en el que un terrateniente quiere quedarse, a precio regalado, con las tierras de sus vecinos, judíos y pobres, porque bajo ellas se ha descubierto petróleo. El juicio pone de manifiesto, por un lado, un sistema judicial muy peculiar, los testigos hablan de pie delante del estrado de los jueces, los abogados intervienen cada vez que les parece oportuno y el cacique se sienta frente al tribunal como si de otra instancia judicial se tratase, amén de que el «investigador oficial del Gobierno» que actúa como acusación pública dedique su tiempo a amañar testimonios para condenar a los cinco granjeros encausados, incluido el hijo del principal acusado. Lo primero que llama la atención es el bajo presupuesto de la película, por los innumerables actores y actrices desconocidos que aparecen en ella; pero, acto seguido, advertimos un uso expresionista de la luz para perfilar el retrato de los personajes que dota al espacio de una singularidad propia, como si fuera, en efecto, la sede de la Justicia y esta misma, a través de esos contrastes de luz y de declaraciones de testigos, pusiera de manifiesto la verdad del caso. Obviamente me abstendré de hablar sobre el desenlace del mismo; pero no de que todo el juicio es, en realidad un flash back que se origina en la agonía de un emigrado húngaro a Usamérica a quien, mientras el doctor lo asiste en sus últimos momentos, uno de los participantes en aquel juicio relata a sus compañeros de pensión qué se ventilaba. Sorprende también, a los presentes, que el enfermo, al que creían mudo, porque no había dicho ni una palabra desde que llegó a Usamérica, diga «Perdóneme, padre». Se trata del hijo del acusado, a quien el «investigador» convence para que declare de tal manera que, sin acusar directamente a su padre, evidencie que él fue el responsable de la desaparición y muerte de la joven de quince años desaparecida. Merece especial atención la presencia del abogado defensor, el ídolo de los 20 y 30, Conrad Nagel, cuya hermosa voz de barítono le deparó muchísimo trabajo con la llegada del sonoro, aunque su carrera no fructificó como se esperaba, y alguna maquiavélica historia sobre Louis B. Mayer —a quien tan cruelmente vimos retratado en Mank, de David Fincher— y él circula al respecto… Aunque la película es reacia en mostrar planos generales, por la escasez de presupuesto, y abundan los medios en que se selecciona a muy pocos actores ante el estrado, lo cierto es que el devenir del caso logra interesar a los espectadores y nos sitúa ante unas torticeras prácticas judiciales, ante un drama familiar y ante el retrato de un sistema social, el caciquismo, del que tantos ciudadanos de la vieja Europa huyeron para buscar en Usamérica la tierra de la igualdad de oportunidades.
No es
determinante, pero en la duración de las películas, diseñadas para hacer un
programa doble, advertimos enseguida el bajo presupuesto de las mismas. De
manejar poco dinero se deriva un sistema de rodaje en el que predominan los
interiores, lo que le confiere a las películas un aire entre teatral y
televisivo del que solo el ingenio y el interés inequívoco de la historia sirven como anzuelo eficaz para
atraer la atención de los espectadores. Es el caso de The big bluff, la
historia de un heredípeta, el atractivo —por definición— John Bromfield,
actuando aquí como un galán latino, Ricardo de Villa, capaz de seducir a la
enferma y rica heredera Valerie —cuyo nombre evoca, por la enfermedad de la
heredera, La Traviata de Verdi—, para urdir, después, el asesinato de la
misma y huir con su amante, la bailarina Fritzie Darvel, un papel ideal para la
bellísima y sugerente Rosemarie Bowe (un año después, Rosemarie Stack, por su
matrimonio con el actor Robert Stack). El juego permanente de engaños, de
sospechas, por parte de la amiga y acompañante profesional de la heredera, y el
trío amoroso entre la bailarina, su marido, que actúa de bongosero en el número
de ella, y el plan urdido por el galán para «ejecutar» a la heredera con la que
consigue casarse tiene una potencia de cine negro muy considerable. Claro que
aquí observamos una mayor inversión en la producción, por los rodajes en exteriores,
pero la habilidad del director para crear la sensación de una vida de lujo es
tan notable como la propia trama. Lo que está claro es que la heredera, a la
que los médicos no le dan más de un año de vida, sabe positivamente que el galán
que la mima y con quien se ha casado lo ha hecho por su dinero, pero no está
dispuesta a «recluirse» como una ermitaña para alargar su sufrimiento apenas
unos meses. Y aquí lo dejo, porque el desenlace de la película es de mucho
mérito argumental y conviene sorprenderse por uno mismo. Esta película, al
menos, sí que concede al hermano mayor de Wilder, el estatuto de director de
serie A, si no fuera porque su afición a las películas de sci-fiction con alienígenas
ridículos y monstruos patéticos lo mantengan en ese selecto elenco de
directores como Ed Wood y otros. Ahora bien, lo que se divirtió W. Lee Wilder
rodando todas esas absurdas ficciones de monstruos nadie se lo va a quitar,
desde luego.
Fright
es una suerte de thriller psiquiátrico muy interesante que supera todas las limitaciones de presupuesto con un excelente
guion y unas actuaciones muy decentes, aunque con ciertas salvedades que hemos
de conceder para no meternos en disquisiciones realistas que tan reñidas suelen
estar con la eficacia narrativa del Séptimo Arte. La película se abre con un
suicida en un puente al que se dirige la policía con un megáfono para evitar que
se lance. Un psiquiatra que lo h tenido como paciente, lo hipnotiza para
reducirlo y dejarse acompañar por la policía. Mientras esa extraña sesión de
hipnosis tiene lugar, una pasajera que, por el corte del tráfico se ha bajado
del coche, y contempla la escena, se percata de que sus manos actúan siguiendo
las órdenes del psiquiatra. A raíz de ese hecho que la asusta, decide consultar
con el psiquiatra famoso y entra en contacto con él cuando este entra en su
descapotable. Rechaza atenderla, pero la insistencia de ella logra que,
finalmente, sea atendida. Cuando está echada en el diván, el doctor la
hipnotiza para viajar por sus recuerdos «censurados» y entonces,
sorpresivamente, solo habla de Viena e incluso dice algunas palabras en alemán,
algo que, una vez despierta, sorprende más a la paciente que al doctor, quien
niega haber siquiera visitado Viena o un país de habla alemana. Estamos, pues,
ante un gran misterio que no tardeen resolverse. La paciente, Nancy Malone, quien
debuta en esta película con un papel protagonista tras seis años haciendo solo series
de televisión, sufre de doble personalidad y, sin ella saberlo, sirve de
soporte corporal a la personalidad de Maria Vetsera, la amante del príncipe Rodolfo, con quien protagonizará una de esos
momentos estelares de la Historia que permanecen por generaciones en el
recuerdo de las gentes, el caso Mayerling, la cabaña de caza del príncipe donde
aparecieron los cadáveres de ambos en lo que todo indica que fue un suicidio conjunto
de mutuo acuerdo. La verdad es que he visto varias películas sobre el caso,
pero, dejando aparte la de Max Ophüls, he de reconocer que esta me ha
convencido mucho más, aun tratando el suceso de un modo tan rocambolesco y
aparentemente artificial. Tanto Eric Fleming, quien murió muy joven tras volcar
la piragua en la que navegaba por el río Huallaga en Perú, mientras rodaba una
película, como Nancy Malone, dan el tipo lo suficiente como para hacer creíble
el caso de doble personalidad y el modo psiquiátrico como el doctor acaba resolviendo
el caso, porque la amante austríaca comenzaba a apoderarse peligrosamente de su
sostén corporal, aunque eso queda para quienes se atrevan, y no les pesará,a
pasearse por este desconocido hermano del genial Billy Wilder.
Bueno, pues aquí
queda presentado, con esta excelente trilogía que parece algo así como un
meritorio capítulo aparte de sus producciones disparatadas con monstruos del
espacio, alienígenas, el Yeti y otras lindezas solo aptas para espectadores
como el de este Ojo abierto literalmente a todo lo que ha sido rodado. Asesinos
del espacio, El Fantasma del espacio, El hombre de nieve, Manfish, etc., forman parte de ese
catálogo de culto de los amantes del cine de serie Z al que contribuyó W. Lee
Wilder con generosidad…
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