martes, 11 de febrero de 2025

«Los verdes años» y «Mudar de vida», de Paulo Rocha, la miseria estilizada.

Título original: Os Verdes Anos
Año: 1963
Duración: 90 min.
País: Portugal
Dirección: Paulo Rocha
Guion: Nuno Bragança, Paulo Rocha
Reparto: Rui Gomes; Isabel Ruth; Ruy Furtado; Paulo Renato; Óscar Acúrcio; Ruy Castelar; Alberto Ghira; Cândida Lacerda; Carlos José Teixeira; Rosa María Vázquez.
Música: Carlos Paredes
Fotografía: Luc Mirot (B&W)

 







Título original: Mudar de vida

Año: 1966

Duración: 94 min.

País:  Portugal

Dirección: Paulo Rocha

Guion: António Reis, Paulo Rocha

Reparto: Geraldo Del Rey; Isabel Ruth; Maria Barroso; João Guedes; Constança Navarro; Mário Santos; Nunes Vidal; Antônio Coelho; Soares Couto; Antonio Pinho;.

Música: Carlos Paredes

Fotografía: Manuel Carlos da Silva, Elso Roque.

 

Una ópera prima magistral y el blanco y negro de unos paisajes de ensueño para una vida infernal.             

Entramos, mi Conjunta y yo, en Mudar de vida como quien entra a la aventura en un espacio cercano pero tan desconocido como misterioso, y en el que quedó nuestra atención prisionera desde los primeros planos, no solo por el blanco y negro tamizado y al mismo tiempo luminoso, sino por el escenario donde se desarrolla una acción dramática que acongoja, en la Playa de Furadouro, al sur de Oporto, entre esta y Aveiro. Si le añadimos el retrato exquisito del protagonista, un excombatiente, lisiado de la columna, de la guerra de Angola que vuelve a su lugar de origen para descubrir que el amor de su vida se ha casado con su hermano y tienen dos hijos,  más la única y durísima actividad económica de la zona, la pesca de arrastre en la playa, con los métodos más rudimentarios, bueyes de tiro incluidos, que imaginarse puedan, acabamos, aunque acongojados y estremecidos, dándonos cuenta de que estamos ante una obra de arte, derivada del neorrealismo italiano, pero con una fuerte ascendencia del cine japonés, como hacía tiempo que no descubríamos en una película.

          Fue tan fuerte y de tal naturaleza el impacto de esa historia que escarba en un conflicto sentimental primitivo y en un mundo laboral que se aborda con técnicas de documental, a tenor de las secuencias de los bailes tradicionales,  del trabajo de los extras no profesionales y del espacio degradado donde viven y al que el mar le va comiendo terreno, que me vi impelido a buscar otras películas del autor. Por suerte, tienen en Filmin su ópera prima, Los verdes años, título, a su vez, de una canción que se canta en la película y que encaja en la historia de un modo absoluto.

          Los verdes años es una historia elemental rodada con un artificio exquisito, porque el romance entre un aprendiz de zapatero que llega a Lisboa procedente de un pequeño pueblo, y la joven criada de una casa burguesa en la que el amo engaña a su mujer con una prima que vive con ellos, se desarrolla ante nuestros ojos con la elegancia italiana de las películas de Antonioni y, más cerca, con conflictos de clase y sexuales que recuerdan la magistral Nueve cartas a Berta, de Martín Patino. Aunque se trata de dos tipos de juventud muy distinta, la obrera portuguesa y la burguesa estudiantil española, hay conflictos, como el de la represión sexual, por ejemplo, que se afrontan como un condicionamiento absoluto de la conducta de los personajes. Incluso hay una cierta relación con Inglaterra, como tierra liberal de contraste con las dictaduras ibéricas que permite la comparación.

          Júlio es un joven de pueblo que se coloca de aprendí de zapatero en Lisboa, mientras vive con su tío, un ceramista soltero, que ejerce una autoridad sobre el joven que este no está dispuesto a aceptar, razón por la cual incluso a la violencia física llegan. Trabaja en un taller semisótano, de tan bajo techo que obliga al dueño  y a los aprendices a agachar la cabeza para entrar, antes de sentarse para trabajar, situado enfrente del edificio donde, por azar, tropieza con una jovencísima Isabel Ruth, Ilda, vivaracha y espabilada, quien se siente atraída por el joven, con quien comenzará a salir los domingos, el día que libra. Puede hablarse, creo, de un «proceso de amores» castísimo en que ambos recorren los montes sin edificar a las afueras de Lisboa, aun en proceso de expansión, y desde donde contemplan la ciudad como un monstruo que fagocita ambiciones y poquedades propias de quienes viven en el más humilde de los estratos sociales. La cortedad y timidez del chico suponen un serio impedimento para el progreso de esa relación, y, constantemente, sueñan con la posible emigración a otros sitios más favorables, algo que, curiosamente, comparte con Mudar de vida, cuyos protagonistas, también Isabel Ruth y el brasileño Geraldo del Rey, no piensan en otra cosa, atendiendo a la vida sin esperanzas laborales que les toca vivir. Curiosamente, en ambas películas Ruth interpreta una mujer fuerte, e incluso, en Mudar de vida, algo salvaje, dispuesta a usar a violencia para defenderse del hombre que la amenaza.

          El tío de Júlio, Alfonso, que es el narrador de la aventura urbana de su sobrino, actúa, también, como cicerone de la pareja, y les muestra unas vistas de Lisboa a las que difícilmente tienen acceso los turistas, aunque, como quien no quiere la cosa, deja ir que, desde ese mirador ha habido quienes se han lanzado al vacío, una suerte de comentario lúgubre que acaba teniendo sentido en función del desarrollo de la trama.

          La cámara sigue a los personajes en sus medineos constantes por la ciudad y por los alrededores, casi siempre desde lejos, con planos que los enmarcan contra el horizonte urbano que crece y ahoga sus deseos de progreso social. Entran en el retrato, por supuesto, costumbres como la del baile deprimente al que asisten la pareja con unos amigos, lo más parecido a los bailes de pueblo, y en la que se interpreta la canción Verdes años, cuya letra tanto tiene que ver con la historia:  Era o amor / Que chegava e partia / Estarmos os dois / Era um calor, que arrefecia /Sem antes nem depois.  La música de la película es del mismo autor, Carlos Paredes, cuyas piezas para guitarra, tanto en esta como en Mudar de vida crean una unión tan estrecha entre imagen y sonido que es muy difícil evocar las imágenes sin oír al mismo tiempo esas melodías que se te meten muy adentro, con un «pellizco» sentimental conmovedor.

          Hay una indudable complejidad en el silencio de ambos jóvenes, quienes se enfrentan, casi sin armas vitales ni intelectuales, a un presente que los tiene dominados, sin recursos y presas de ambiciones de difícil cumplimiento, porque su presente les pesa como una sentencia. La aparición de un inglés que defiende al joven en el enfrentamiento con su tío en un bar,  con quien, sin entenderse, porque el inglés no sabe portugués y Júlio no sabe inglés, camina de noche por las empinadas cuestas de Lisboa, acaba en su bautismo sexual con una prostituta, si bien no queda claro de qué modo ello afecta a su relación con Ilda, a pesar de los desenlaces, que me está vedado relatar, y cuyo simbolismo último queda sujeto a juicio de cada espectador. 

              Mudar de vida es un drama sin paliativos, encuadrado en lo que bien podríamos considerar un contexto social durísimo, a juzgar por la manera de sobrevivir, que no ganarse la vida, que tienen los pescadores de la playa de Furadouro, quienes viven en unas construcciones precarias, de madetra, que dejan expuestos a sus habitantes, niños, adultos y ancianos, a todas las inclemencias. Hablamos, pues, de la pobreza y de la dignidad con que se enfrentan a ella quienes intentan luchar con arena frente a la acometida del mar y, con unas barcazas parecidas a los cayucos de nuestros días, tender las redes que arrastran después los bueyes para conseguir el «pescado nuestro de cada día». La película dedica muchas secuencias a esas heroicas y anónimas luchas por la supervivencia, y de verdad que logran representarnos fielmente lo que ha significado la explotación laboral, durísima e inhumana, como siempre lo ha sido, a lo largo de la Historia, en cualquier continente. Estamos hablando de la Portugal del 66, sin embargo, aunque las imágenes nos retrotraen a principios del siglo XX, si no antes. Junto a ellas, ha de señalarse, también, la grabación encantadoramente antropológica de un par de celebraciones con bailes populares en los que participan los habitantes de la zona y que tante verdad comunican a la fiesta y a la película: la vida sencilla desde el folclor popular que expresa esa vida y es capaz, aun en medio de la miseria, de levantar una brizna de esperanza.

              La resignación de la mujer aún enamorada de su antiguo novio,  quien se ha casado con el hermano de su hombre, porque este no daba señales de vida, es una fuente de dolor para el amante «traicionado, que va a hacer sufrir al espectador durante casi todo el metraje, hasta que conoce a la joven ladrona del cepillo de una iglesia, Isabel Ruth, con quien acaba intimando e intercambiando confidencias relativas siempre a la necesidad de buscarse la vida fuera de la playa, y más cuando el patrón que explotaba esa fuente de ingresos decide abandonarlo y deja a los trabajadores solos ante la mismita nada laboral. Resulta doloroso ver cómo el protagonista, después de constatar que sus padecimientos de columna no le dejan trabajar en el durísimo mundo de la pesca decide hacer una prueba laboral  en la que le ponen problemas geométricos con piezas, que tan abstrusos se le representan. Entonces nos damos cuentas del valor de la educación, más allá de la mera «fuerza de trabajo» que son las manos desnudas de quienes no se han instruido.

          Parece mentira que la realidad, esas construcciones en la playa en proceso de desaparición, se haya convertido en una puesta en escena tan desoladoramente convincente, porque Paulo Rocha le saca un partido fílmico extraordinario. Ha de reconocerse, con todo, que el blanco y negro sin apenas contrastes, un color galena que impregna la pantalla de una luminosidad que parece envolverlo todo en un halo de irrealidad, consigue una atmósfera casi onírica a la que contribuye, por ejemplo, el mal de corazón que sufre la antigua novia, la mujer de su hermano, y del cual morirá en una secuencia de arrebatador lirismo casi místico. De ahí que el choque con la nueva mujer en la vida del recién llegado sea un contraste radical, como si naciera a una nueva vida, después de haber hecho las paces con la anterior.

          Si Los verdes años es la crónica de un amor imposible, Mudar de vida es el anhelo de un deseo insatisfecho. En ambos casos, el director exhibe una sensibilidad mayúscula, casi puede decirse que impropia de su juventud, y una empatía con los personajes que permite observarlos al tiempo con amor y distancia, sin caer ya en el sentimentalismo ya en el escepticismo. Ambas me parecen obras de extraordinario valor y de visionado obligado, pero de Mudar de vida me atrevo a decir que alcanza el laurel de obra maestra, y trataré de ver más películas del autor para comprobar si llegó a superar el hechizo fílmico que consiguió con tan peculiar historia de amor y de supervivencia.

 

         

 

 

2 comentarios:

  1. Antes no pude leerte está entrada pero me quedé con muchas ganas y en un ratito q pude he vuelto...tiene una pinta estupenda esta "Mudar de vida" dramón a la portuguesa jaja es broma aunque seguro q lo es, me da la sensación por lo q comentas q en lo tocante a fotografía delicadamente difuminada es lo contrario a los contratastes contundentes del Sátántangó de Béla Tarr, pero este cine preciosista tiene algo muy especial a ver si doy con ella cuando tenga el ánimo bien alto porque me da la sensación q está es de las q sales arrastras cuando termina ...miiira q somos masokas ...me ha encantado la reseña y menos mal q me has soplado q encuentra repuesto a su antiguo amor porque si no...eso de ir a hacerme el harakiri al cine cada vez me apetece menos ... pero está además tiene el ingrediente de la zona donde supongo se rodó que la conozco, así q mil gracias de nuevo JUAN , otro beso y buen día !

    ResponderEliminar
  2. Perdón por los acentos en estas ...el corrector del móvil hace lo q le da la gana y ya desisto : ( ...

    ResponderEliminar